Por N. M. Bassey
Todo el mundo quiere más dinero: mendigos, estudiantes, ladrones, trabajadores, millonarios… todos. El dinero determina las opciones que tienes, los lugares en los que puedes vivir y las cosas que puedes o no puedes hacer. Por eso, los humanos siempre estamos intentando conseguir más dinero, más recursos. Los economistas lo llaman ley del deseo ilimitado. Los humanos siempre queremos más y nuestro deseo es insaciable.
Para conseguir más dinero hacemos muchas cosas: trabajamos, robamos, pedimos. Pero con más honradez, y en ocasiones más éxito, invertimos. Las inversiones tienen la capacidad de cambiar el futuro financiero de la gente y sacarla de la pobreza. Los negocios que proporcionan bienes y servicios lo han hecho durante mucho tiempo, pero el paradigma se ha desplazado para mostrar que las inversiones más importantes son las que exigen nuestro tiempo y supervisión, las que hacen que nuestro dinero trabaje por nosotros.
Bienes inmuebles, materias primas, bolsa de valores, mercado de divisas y, recientemente, las criptomonedas. Estas oportunidades de inversión ofrecen unos beneficios que no dependen de nuestro tiempo o esfuerzo, sino que si hacemos la inversión adecuada en el momento óptimo nos hacemos ricos ─o al menos más ricos─ de lo que seríamos si no hubiéramos invertido. Gran idea, excepto cuando estas inversiones fracasan: cuando se hunde el mercado inmobiliario, las divisas no dan rendimiento, el precio de una materia prima (por ejemplo, el crudo) se desploma, o cuando el valor de una criptomoneda cae en picado.
La moda de los tulipanes
Las inversiones que se hunden de manera espectacular no son nada nuevo. El caso más antiguo que se conoce es la moda de los tulipanes en el siglo XVII. Los tulipanes se habían introducido en los Países Bajos unos cien años antes, y se hicieron progresivamente más populares y deseables para las clases medias y altas. Los tulipanes eran preciosos y difíciles de conseguir, por lo que la gente los codiciaba. Algunos vieron una oportunidad de hacer dinero, compraron grandes cantidades de bulbos de tulipán, con la esperanza de obtener beneficios cuando florecieran. Al poco tiempo, los tulipanes comenzaron a comprarse y venderse en la bolsa de Ámsterdam, y más gente empezó a especular con ellos.
Aunque los tulipanes no tienen uso práctico, no huelen a nada y no tienen valor medicinal, en el momento más álgido de la moda de los tulipanes, había inversionistas que llegaron a vender sus casas para comprar un simple bulbo a un precio equivalente a US$76 000 de ahora. ¿Suena conocido?
Entonces, los primeros compradores comenzaron a vender sus reservas, con lo que el precio comenzó a descender. Según iba bajando, más personas se apresuraban a vender, y pronto hubo un exceso de vendedores sin compradores. Las ventas causadas por el pánico se multiplicaron, y en un mes, el tulipán que se había comprado por US$76 000 valía menos de un dólar. El Gobierno intentó en vano aprobar leyes para controlar el mercado y mantener los tulipanes a flote. La burbuja de los tulipanes explotó, el mercado de los tulipanes se desplomó, la moda de los tulipanes se terminó, y al Gobierno holandés le costó años recuperarse del golpe.
Cuando leí por primera vez sobre la moda de los tulipanes vi semejanzas con las criptomonedas, y en particular, una similitud sorprendente con el bitcóin. La moda de los tulipanes comenzó cuando la gente empezó a comprar algo que no necesitaba porque creía que algún día alguien estaría dispuesto a pagar un precio mayor que el original, aunque el objeto en cuestión no tuviera uso práctico.
El bitcóin, inventado por el enigmático Satoshi Nakamoto, fue diseñado para convertirse en un nuevo modelo para préstamos entre particulares, una divisa que eludiría a intermediarios, como bancos, casas de cambios y gobiernos, y facilitaría fondos a quien los necesitara de forma segura, auténtica y verificable. Satisfacía muchas de las exigencias de una divisa, y abría la puerta a posibilidades realmente nuevas. ¿El problema? El bitcóin, y las criptomonedas en general, no han conseguido demostrar su utilidad, al menos hasta ahora.
De momento, el bitcóin no tiene ningún uso absoluto. No hay mucho que se pueda hacer con bitcoines que no se pueda hacer ya con las divisas existentes, y hay que convertirlo a moneda de curso legal para poder usarlo. Por tanto, al igual que los compradores de tulipanes invertían miles de dólares en flores que no tenían valor intrínseco, ahora se invierten también grandes cantidades en una moneda que todavía tiene que justificar su costo. Y cuando la gente arroja dinero a cosas que no tienen valor intrínseco o uso evidente, el riesgo es muy grande.
La bolsa nigeriana
A finales de la década de 2000, la bolsa nigeriana comenzó a aumentar. Esta bolsa, antes desconocida, empezó a subir los precios, y no tardó en saltar a las primeras planas de los periódicos. Los analistas financieros celebraron el ascenso de los precios de las acciones como capitalización del mercado. La gente tenía beneficios de hasta un 100%, y basándose en eso, las emrpesas corredoras de bolsa empezaron a interesarse por el mercado de valores de Nigeria. Utilizando las ganancias como prueba, convencieron a miles de personas de invertir en el mercado nigeriano. La gente comenzó a especular con las compraventas a corto plazo, invirtieron millones en acciones sin pararse a examinar su rentabilidad, su base patrimonial o su historial de dividendos. Animados por el gráfico alcista del mercado financiero, más inversionistas especulativos aportaron dinero, e incluso algunos llegaron a pedir préstamos para financiar sus inversiones en una serie de dudosas ofertas públicas iniciales.
En menos de un año, la bolsa nigeriana sufrió un espectacular desplome. Desde una máximo de 13,5 billones de nairas en marzo de 2008, la capitalización del mercado se hundió hasta los 4,6 billones de nairas en enero de 2009. Cientos de trabajadores relacionados con las empresas corredoras perdieron sus empleos, se cerraron empresas y algunos fondos de pensiones se vieron en la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones.
Notas y lecciones de nuestros tres casos
- Los primeros compradores son los que se benefician de la especulación
- Algo sin valor intrínseco es extremadamente volátil
- La gente siempre intenta sacarle dinero a los demás, y hará cualquier cosa para proporcionar «inversiones» dudosas
- Cuando algo sale en las noticias o está en su momento culminante, no es el mejor momento para comprarlo
- Cuanto más sepas de tu inversión, mejor
- No especules con dinero que no puedas permitirte el lujo de perder
- Ten claro cuándo tienes que retirarte, ¡no seas codicioso!
- CUIDADO con las monedas que inundan internet, sobre todo las que piden «una pequeña donación»
En el momento de escribir este artículo, el bitcóin vale entre 9000 y 10 000$, aproximadamente la mitad de su valor de hace dos meses. Hay un considerable pánico entre los inversionistas: los que compraron al precio más bajo ─en enero de 2017, su valor era de US$960─ venden con beneficios, mientras los que compraron por encima de los US$8000 rechinan los dientes.
El futuro del bitcóin divide a los expertos. En 2014, el Banco Mundial lo vinculó a una pirámide y otros lo han tildado de peligrosa estafa global, mientras que economistas como John Lanchester le auguran un futuro más esperanzador.
Personalmente, busco formas de invertir en cosas con un claro valor intrínseco, como plantas eléctricas para Nigeria, píldoras de adelgazamiento instantáneo, bicicletas diseñadas para personas obesas, y sí, cadenas de bloques, para libros. Cualquier cosa con una clara demanda no satisfecha.
Me mantengo lejos de las cosas que no entiendo, y estoy aprendiendo a reconocer que cuando algo adquiere tanta fama, o sale en las noticias, o todo el mundo lo codicia, puede no ser el mejor momento para querer lo mismo. Estoy aprendiendo a investigar antes de invertir, en lugar de importar mi base de conocimiento financiero.
Cuando el bitcóin se vendía en diciembre de 2017 a US$19 783, el mayor precio que ha tenido hasta ahora, intenté advertir a la gente sobre la posibilidad de una caída. Una de las personas que avisé se mofó de la sola idea y la calificó de imposible. Me pregunto qué piensa ahora.
N. M. Bassey es bloguera y comentarista nigeriana. Su blog puede leere en The Naija Writer y su cuenta de Twitter es @StNaija.