Historias de pasaportes: La volátil naturaleza del derecho a viajar

El privilegio de viajar – Ilustración de Violeta Camarasa.

[Música sugerida para esta publicación: Subway Walk, de la banda catalana La Troba Kung-fú. Puedes leer la letra aquíSugerencia de la autora: ¡levántate y baila y canta después de leer el artículo!]

Pasaportes: técnicamente, solo son una hoja de papel. Tan valiosos como el oro o insignificantes como… bueno, el papel (o ni siquiera eso, si aún no fue emitido). Puede convertirse o no en una especie de polvo mágico que nos permite volar y disfrutar de la libertad básica de mudarnos, estudiar y trabajar en el exterior, y también aprender idiomas, viajar y conectarnos con diferentes personas de todo el mundo. Estas acciones son esenciales en un mundo globalizado y nos permiten adquirir el derecho a ganarnos la vida y desarrollar plenamente nuestro potencial.

La libertad de mudarse, el derecho a dejar cualquier país, incluido el propio, y luego regresar se contempla en la sección 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin embargo, en la realidad, solamente un documento de identidad, un pasaporte y, en última instancia, una visa pueden otorgar a una persona el derecho de visitar o residir en otro lugar distinto a su lugar de nacimiento.

Pero otros se encuentran en situaciones extremas y deben cruzar la frontera para salvar sus vidas sin contar con visas, pasaportes y a veces ni sus necesidades básicas. Viven una historia completamente diferente de lo que significa viajar.

Por ende, la experiencia de viajar puede variar considerablemente de acuerdo con el lugar de nacimiento y el contexto del país, es decir, depende de las personas que tienen el poder en el país de origen y de destino. ¿Cómo es viajar por el mundo con esas diferencias? Estos son algunos testimonios que recogió Global Voices (GV) de miembros de GV que asistieron a la última cumbre en Colombo, Sri Lanka en diciembre de 2017.

Viajar, una posibilidad agridulce

Para muchos, la emoción ante la posibilidad de viajar al otro lado de la frontera es agridulce.

”Para ser sincera, odio solicitar una visa, sobre todo porque sé cómo el personal de la embajada o del consulado mira mi pasaporte», admitió la escritora turca y azerbaiyana Arzu Geybullayeva. «Creo que uno de los peores resultados de las relaciones políticas actuales en Turquía y Azerbaiyán es la fuga de capitales humanos o de cerebros. El contexto político y económico actual en ambos países no da muchas esperanzas para los jóvenes que comenzaron a cuestionar su futuro y considerar distintas posibilidades para trasladarse, o al menos asegurar un mejor futuro para sus hijos», explicó Geybullayeva. Los pasaportes de Turquía y Azerbaiyán están respectivamente en el puesto 49 y 75 del Índice de Pasaportes de la consultora Henley, índice de países según la libertad de viajar que gozan sus ciudadanos.

«Siempre me hacen preguntas, sobre todo cuando viajo a Europa con mi pasaporte turco», y agregó: «Estas experiencias me frustran bastante porque solo soy un ser humano, una persona que quiere viajar o tiene que hacerlo por trabajo, y aun así me tratan diferente solo porque mi pasaporte es diferente».

Lo que siente Arzu es similar a lo que le pasa al escritor nigeriano Nwachukwu Egbunike: “Me tenía que preparar psicológicamente para otra ronda de solicitudes de visa. No es fácil obtener una visa si eres nigeriano. Mi país no respeta a sus ciudadanos, ¿por qué deberían respetarnos otras naciones?».

Para él, como para muchos otros, la preparación del viaje para asistir a la cumbre de GV en Sri Lanka requirió mucho más que planificar y armar la maleta. África sufrió la disminución más drástica en la libertad para viajar, 21 de los 30 países que más han descendido desde 2008 corresponden a países de la región, según el Índice de Pasaportes de Henley.

«Me entregaron la visa 48 horas antes de mi viaje. Podrás imaginarte mi ansiedad», dijo Nwach, y aun así lo retuvieron en los aeropuertos de salida y llegada.

«Obviamente me enojé, casi siempre me pasa lo mismo cuando viajo». Continuó: «Siempre tengo que soportar un interminable interrogatorio de los funcionarios de mi país y del país de destino. Te saca de quicio tener un pasaporte nigeriano; eres ladrón por defecto hasta que pruebes lo contrario. La economía de nuestro país no es sólida, el inepto y corrupto liderazgo político tampoco ayudó en estos últimos años». Pero al final lo logró, y nuestros días fueron mejores gracias a la presencia de Nwach.

Disfrútalo mientras puedas

Los requisitos para la visa no son eternos, y el poder «mágico» del pasaporte puede expandirse o limitarse en algún momento, dependiendo de la dinámica política. La abogada y escritora peruana Gabriela García Calderón nos contó que ahora su pasaporte le abre puertas que hasta hace poco eran difíciles de abrir.

“Mi pasaporte ya no es tan indeseable como en la década de 1980 o 1990. Antes, cuando lidiábamos con grupos terroristas locales, mucha gente se fue del Perú, muchos países comenzaron a solicitarnos visas, inclusos los de la región».

Por supuesto, esto es lo opuesto a lo que pasa en Venezuela, posiblemente el mejor ejemplo de la actualidad. Aunque esté en el puesto número 35 en el Índice de Pasaportes de Henley, para muchos, conseguir un pasaporte se ha vuelto una pesadilla en estos últimos meses.

Hay venezolanos por todo el mundo con pasaportes vencidos que se quedan varados donde sea que estén, viven en un estado de limbo por la incapacidad del Gobierno para gestionar las solicitudes dentro de una grave crisis humanitaria y económica.

Por ejemplo, Laura Vidal, investigadora educativa y editora de Global Voices, tuvo que quedarse en casa mientras todos trabajábamos en Colombo. «Las conexiones y limitaciones representadas por tener algunos pasaportes (o en mi caso, por no tenerlo) me hizo entender que las fronteras son poderosas aunque sean artificiales, y que ser un ‘ciudadano mundial’ es un lujo que gozan los titulares de algunos pasaportes», reflexionó Laura.

La abogada, escritora y activista de derechos humanos Marianne Díaz Hernández y el periodista Luis Carlos Díaz, también de Venezuela, tuvieron suerte, al menos por ahora. Marianne, que tenía un pasaporte que vencía en menos de seis meses, no tuvo más remedio que confiar en una carta del Departamento de Inmigración y Emigración que facilitó la directora ejecutiva de Global Voices, Georgia Popplewell, para que le permitieran entrar a Sri Lanka.

«Tuve que convencer a todas las autoridades del aeropuerto de salida en Santiago de Chile y esperar una hora allí sin saber si me dejarían subir al avión», contó Marianne.

«Siempre uso mi pasaporte español para viajar, que es muy bien aceptado en muchos países», explicó Luis Carlos, y agregó: «Además, sé que la dictadura venezolana no me protegería en caso de tener algún problema».

¿Acaso existes?

Un pasaporte solo es considerado como tal cuando lo reconocen en el mundo de la diplomacia, lo que significa que solo lo verán como válido si el país de destino considera que el territorio que lo emite es una verdadera entidad política. Si un país poderoso e influyente no reconoce la autoridad de ese territorio, es probable que sus amigos y aliados tampoco lo hagan. ¿Les parece conocido? Bueno, probablemente sí para nuestros colegas de Taiwán, cuya posibilidad de viajar pende de un hilo mientras que el poder de China incremente en el mundo.

La escritora I-Fan Lin lo describe de la siguiente manera: «Debido a la política de ‘Una sola China’, algunos países que tienen especialmente una gran relación con China no pueden reconocer nuestro pasaporte. Los taiwaneses aún pueden usar sus pasaportes para entrar a esos países, pero los funcionarios de inmigración no pueden sellarlos porque estarían reconociendo al país…», explicó la escritora.

Una visa, ¿qué es eso?

En general, aquellos con pasaportes poderosos en sus manos no son conscientes de los problemas que tienen algunos para viajar. «Gracias a mi sexy pasaporte, siento que el mundo es mío para viajar sin siquiera pensar en visas, e incluso si tuviera que hacer una solicitud, nunca imaginaría que la fueran a rechazar», admitió la escritora Elisa Marvena, que tiene un pasaporte español, que se encuentra en el tercer lugar del Índice de Pasaportes de Henley.

Es más fácil entender lo que padecen los demás cuando te casas con alguien menos privilegiado, como en el caso de Tori Egherman. «Casi siempre es fácil viajar con un pasaporte estadounidense. Además soy blanca, lo que lo facilita incluso más, pero mi pareja nació en Irán, y casi siempre que viajamos juntos nos preguntamos qué nos esperará en la frontera», explicó Tori.

En busca de la libertad

Están los que tienen «pasaportes dorados», y quienes tienen pasaportes menos resplandecientes, bañados en miedo, enojo y frustración. No sorprende que en todo el mundo, la gente busque miles de formas para intentar obtener esos pasaportes «dorados» y ese «polvo mágico» para cruzar la frontera y también para gozar de una vida más decente y libre en el mundo.

La escritora Salma Essam Sherif de Egipto, país afectado por el ascenso de los grupos islámicos violentos y extremistas que agravaron la islamofobia y, por injusta asociación, perjudicaron a toda persona con pasaporte árabe en el mundo. “En muchos países, incluido el mío, es normal que los jóvenes se esfuercen por emigrar y reunir los requisitos para obtener otra ciudadanía que les brinde un pasaporte más privilegiado. Hay quienes se casan con personas que tienen pasaportes del «primer mundo», e incluso algunas mujeres viajan a Estados Unidos, Canadá, etc. para dar a luz y así obtener un pasaporte para sus hijos».

Laura observa lo siguiente: «Todo esto es muy irónico y contradictorio. La verdad es que somos activos líquidos del mundo que circulan; nos regula algo tan artificial como la frontera. Quienes inventaron las fronteras deciden quiénes son ciudadanos del mundo y quiénes no».

No existe nada más aleatorio y más radicalmente determinante para la vida de una persona que su lugar de nacimiento. Un pasaporte o visa no es algo que ganemos como fruto de nuestro propio esfuerzo, sino algo que depende de la suerte. Y solo hay una regla con la suerte: debemos estar agradecidos y ser conscientes de ella. Ser consciente de lo privilegiados que somos, de los problemas injustos que padecen otros viajeros y de que todos tranquilamente podríamos estar en el lugar del otro. ¿Cómo podemos hablar de un mundo globalizado y conectado cuando ser un ciudadano del mundo aún es un privilegio de unos cuantos que se basa en las limitaciones de la mayoría?

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