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Siria y el antiimperialismo de los idiotas

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Siria, Derechos humanos, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Protesta, Relaciones internacionales, The Bridge
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Resguardo: afiche del presidente de Siria en un puesto de control en las afueras de Damasco, 14 de enero, 2012. Fotografía: E. Arrott/VOA. Dominio público vía Wikimedia Commons.

El movimiento occidental ‘contra la guerra’ despertó una vez más para movilizarse en el territorio de Siria. Esta es la tercera ocasión desde 2011. La primera fue cuando Obama contempló la idea de atacar la capacidad militar del régimen sirio (pero no lo realizó) tras los ataques con armas químicas en Guta en 2013, considerado una ‘línea roja’.

La segunda, cuando Donald Trump ordenó un ataque que afectó una base militar vacía del régimen en respuesta a los ataques químicos en Khan Sheikhoun en 2017. Y la más reciente a mediados de abril, Estados Unidos, Reino Unido y Francia tomaron acciones militares limitadas – ataques dirigidos a activos militares del régimen e instalaciones de armas químicas –tras un ataque con armas químicas en Duma, donde muireron al menos 34 personas, entre ellas niños que se refugiaban en los sótanos.

Lo primero que hay que mencionar en lo que respecta a las tres movilizaciones más grandes de la izquierda ‘contra la guerra’ occidental es que poco o nada les interesa el cese de la guerra. Más de medio millón de sirios han muerto desde el año 2011. La inmensa mayoría de muertes civiles fueron provocadas por armas convencionales, y el 94% fue a manos de la alianza siria-rusa-iraní. No se expresó indignación ni interés por esta guerra, que prosiguió tras las brutales medidas represivas que impuso el régimen a los manifestantes pacíficos a favor de la democracia. No hay indignación cuando lanzan bombas de barril, armas químicas y napalm en comunidades organizadas de manera democrática, o atacan hospitales y rescatistas. Los civiles son prescindibles, las capacidades militares de un régimen fascista y genocida no lo son. En realidad, el lema ‘No toquen a Siria’ significa en realidad ‘No toquen a Assad’, por lo que se expresa apoyo a la intervención militar de Rusia. Esto fue evidente a mediados de abril en una manifestación organizada por Stop the War UK, donde exhibieron de manera vergonzosa varias banderas del régimen y de Rusia.

Esta izquierda contra la guerra exhibe tendencias autoritarias profundas, que coloca a los Estados en el centro del análisis político. La solidaridad, por lo tanto, se ofrece a ellos, que son considerados los actores principales en una lucha por la liberación, en lugar de las personas oprimidas y desfavorecidas. Indiferente ante la guerra social que ocurre dentro de Siria, esta izquierda considera al pueblo sirio –donde aún exista– como peones en un juego de ajedrez geopolítico. Repiten el mantra ‘Assad es el gobernante legítimo de una país soberano’. Assad –quien heredó una dictadura de su padre y nunca organizó, mucho menos ganó, una elección libre y justa. Assad –cuyo ‘Ejército sirio árabe solo puede recuperar el territorio que perdió con el respaldo de una mezcolanza de mercenarios extranjeros y el apoyo de bombas extranjeras y que combaten, en general, a rebeldes y civiles sirios.

¿Cuántos considerarían a su Gobierno electo legítimo si este comenzara a realizar campañas de violación masivas contra los opositores? Solo la deshumanización completa de los sirios hace que semejante postura sea posible. Es un racismo que les considera incapaces de lograr, mucho menos merecer, algo mejor que una de las dictaduras más brutales de nuestro tiempo.

Para esta izquierda autoritaria, el apoyo se extiende al régimen de Assad en nombre del antiimperialismo. Consideran a Assad como parte del ‘eje de la resistencia’ contra el imperio estadounidense y el sionismo. Poco importa que este régimen apoyara la primera guerra del Golfo o participara en el programa ilegal de rendición de Estados Unidos, donde torturaron a supuestos terroristas en Siria en representación de la CIA. Ignoran constantemente el hecho de que probablemente este régimen mantenga el dudoso mérito de masacrar más palestinos que el Estado israelí, como también el hecho de que tiene más intención de utilizar sus fuerzas armadas para reprimir a la oposición interna, que liberar a Golán de la ocupación israelí.

Este ‘antiimperialismo’ de los idiotas es uno que equipara al imperialismo solamente con las acciones de Estados Unidos. Parecen ignorar que Estados Unidos ha estado bombardeando Siria desde 2014. En su campaña por liberar Raqqa de Daesh, dejaron de lado todas las normas internacionales de la guerra y las consideraciones de la proporcionalidad. Más de 1000 civiles fueron asesinados y Naciones Unidas calcula que 80% de la ciudad es ahora inhabitable.

No hubo ninguna protesta que fuera organizada por importantes asociaciones ‘contra la guerra’ ante esta intervención, tampoco solicitudes para asegurar la protección de los civiles y la infraestructura. En cambio, adoptaron el discurso de la ‘guerra al terrorismo», antes dominio de los neoconservadores, ahora lo proclama el régimen, todos los que se opongan a Assad son terroristas yihadistas. Se hicieron de la vista gorda cuando Assad llenó su gulag con miles de manifestantes profanos, pacíficos, a favor de la democracia cuyo destino es morir torturados, mientras liberaba islamistas militantes islamistas de prisión.

De manera similar, han ignorado las constantes protestas en las zonas liberadas que se oponen a los grupos extremistas y autoritarios, como Daesh, Nusra y Ahrar Al Sham. No consideran que los sirios cuenten con la sofisticación para tener una gama diversa de opiniones. Los activistas de la sociedad civil –que cuenta con muchas mujeres increíbles– los periodistas ciudadanos, los trabajadores humanitarios son irrelevantes. La oposición entera se reduce a sus elementos más autoritarios o se le considera como simples conductos para los intereses extranjeros.

Esta izquierda profascista parece ser indiferente ante cualquier forma de imperialismo que no sea de origen occidental. Combina la política de identidad con el egoísmo. Ven todo lo que sucede a través del prisma de qué significa para los occidentales –solo los hombres blancos tienen el poder para hacer historia.

De acuerdo con el Pentágono, en la actualidad hay aproximadamente dos mil tropas estadounidenses en Siria. Estados Unidos estableció varias bases militares en el norte, controlado por los kurdos, por vez primera en la historia de Siria. Esto debería inquietar a cualquiera que apoye la autodeterminación de esa nación, aunque no es nada comparado con las decenas de miles de tropas iraníes y las milicias shiítas apoyadas por Irán, que ocupan ahora gran parte del país, o los letales ataques con bombas llevados a cabo por las fuerzas aéreas rusas, en apoyo a la dictadura fascista.

Rusia ahora ha establecido bases militares permanentes en el país, y le confirieron derechos exclusivos sobre el petróleo y gas de Siria como recompensa por su apoyo. En una ocasión, Noam Chomsky argumentó que la intervención rusa no podría ser considerada como imperialismo, puesto que el régimen sirio lo invitó a bombardear al país. Según ese análisis, la intervención de Estados Unidos en Vietnam tampoco lo fue, pues el Gobierno vietnamita del sur lo exhortó a hacerlo.

Varias organizaciones contra la guerra han justificado su silencio con respecto a la intervención rusa e iraní con el argumento que ‘el principal enemigo se encuentra en casa’. Esto los exime de emprender cualquier análisis de poder serio a fin de determinar quiénes son realmente los actores principales que impulsan la guerra. Para los sirios, el principal enemigo efectivamente está en casa; Es Assad quien se dedica a lo que Naciones Unidas calificó como ‘el crimen de exterminación’. Sin darse cuenta de sus contradicciones, muchas de las mismas voces se opusieron expresamente –de manera correcta– a la actual agresión de parte de Israel hacia los manifestantes pacíficos en Gaza.

Por supuesto, que una de las maneras principales de cómo opera el imperialismo es negando las voces nativas. En este estilo, importantes organizaciones contra la guerra occidentales organizan conferencias sobre Siria sin invitar a ningún orador sirio.

La otra tendencia política importante que ha respaldado al régimen de Assad, y se ha organizado contra los ataques de Estados Unidos, Reino Unido y Francia en Siria, es la extrema derecha. Hoy, el discurso de los fascistas y estos ‘simpatizantes de izquierda antimperialistas’ es prácticamente indistinguible. En Estados Unidos, Richard Spencer, defensor de la supremacía blanca, Mike Enoch, locutor en internet de derecha alternativa, y Ann Coulter, activista contra la inmigración, se opusieron a los ataques de su país. En el Reino Unido, Nick Griffin, exlíder del Partido Nacional Británico, y la islamofóbica Katie Hopkins se unieron a la causa.

El lugar donde con frecuencia coinciden la derecha e izquierda alternativa es en la promoción de las teorías de conspiración para absolver al régimen de sus crímenes. Afirman que las masacres con armas químicas son señales falsas o que los rescatistas pertenecen a Al Qaeda, por lo tanto, son objetivos legítimos para un ataque. Quienes difunden semejantes historias no están en el campo en Siria, por lo que no pueden verificar sus afirmaciones. A menudo, dependen de los medios de propaganda estatales de Assad o rusos, porque no ‘confían en MSM’, o de los sirios perjudicados.

A veces la convergencia de estas dos facetas aparentemente opuestas del espectro político se convierten en una colaboración total. La coalición Actúa ahora por el cese de la guerra y el fin del racismo (ANSWER, por sus siglas en inglés), que organiza muchas de las manifestaciones contra un ataque a Assad en Estados Unidos, tiene esos antecedentes. Ambas facetas suelen promover narrativas islamofóbicas y antisemitas. Ambas comparten los mismos puntos de discusión y los mismos memes.

Existen muchas razones válidas para oponerse a la intervención militar externa en Siria, sea de Estados Unidos, Rusia, Irán o Turquía. Ninguno de estos Estados actúa a favor de los intereses del pueblo sirio, la democracia o los derechos humanos, más bien solo por sus propios intereses. La actual intervención de Estados Unidos, el Reino Unido y Francia no trata de proteger a los sirios de la atrocidad masiva, sino de imponer una norma internacional que dicta que la utilización de armas químicas es inaceptable, para evitar algún día estas sean utilizas con los propios occidentales.

Más bombas extranjeras no producirán la paz y la estabilidad. Hay poco deseo de obligar a Assad dejar el poder –acción que contribuiría a terminar la peor de las atrocidades. Aunque se oponga a la intervención extranjera, hay que pensar en una alternativa que proteja a los sirios de la masacre. Es inaceptable desde el punto de vista moral, por así decirlo, esperar que los sirios simplemente se queden callados y mueran para proteger la ley superior del antiimperialismo. Propusieron una y otra vez muchas alternativas a la intervención militar extranjera, y fueron ignorados.

Por lo tanto, persiste la pregunta ¿qué se puede hacer? Cuando las opciones diplomáticas fracasan, cuando los patrocinadores internacionales influyentes protegen de la censura al régimen genocida, cuando no existen avances para detener el bombardeo diario, acabar con los ataques de inanición o liberar a los prisioneros que torturan a escala industrial.

Ya no tengo la respuesta. Me opuse constantemente a toda intervención militar extranjera en Siria, apoyé los procesos dirigidos por Siria para liberar a su país de la tiranía, y los procesos internacionales basados en esfuerzos que protejan a los civiles y los derechos humanos y aseguren que todos los actores involucrados en crímenes de guerra rindan cuentas. La única manera de acabar con esta guerra es negociar un acuerdo –no obstante, esta opción parece estar muy lejana.

Assad y sus patrocinadores están determinados a truncar todo proceso; aspiran obtener una victoria militar completa y eliminar cualquier alternativa democrática restante. Cada semana, asesinan a cientos de sirios de las formas más bárbaras que se puedan imaginar. Los grupos y las ideologías extremistas florecen en el caos que provocó el Estado. Los civiles continúan huyendo por millares a medida que se implementan procesos legales, como la ley n° 10, para asegurar que no vuelvan jamás a sus hogares. El mismo sistema internacional colapsa bajo el peso de su propia impotencia.

Las palabras ‘Nunca más’ perdieron su significado. No existe ningún movimiento popular importante que se solidarice con las víctimas de Assad. En cambio, las difaman, su sufrimiento es objeto de burla o negado, y excluyen sus voces de las discusiones o son cuestionados por personas que se encuentran lejos del conflicto, y no saben nada de Siria, la revolución o la guerra, que creen de manera arrogante saber qué es lo mejor. Esta situación desesperada provoca que muchos sirios reciban con los brazos abiertos la acción de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, pues ahora consideran que la intervención extranjera es su única esperanza, pese a conocer los riesgos que esto implica.

Una cosa es segura –no perderé el sueño por los ataques dirigidos a bases militares del régimen y las plantas de armas químicas que puedan brindarle a los sirios un breve respiro de las muertes diarias. Y nunca veré como aliados a quienes coloquen grandes narrativas por encima de las realidades vividas, que apoyen regímenes brutales en países remotos, y que difundan el racismo, las teorías de conspiración y nieguen la atrocidad.

Este ensayo se publicó [2] originalmente en el blog de Leila.