Asunción, una ciudad que se transforma y excluye a sus habitantes

Asunción vive un fenómeno habitacional en donde familias de clase media abandonan los barrios residenciales y otras más carenciadas se instalan en la orilla de los ríos. (Foto: Juana Barreto, usada con permiso).

«No nos quieren aquí. Quieren otra Asunción, sin pobres a la vista», dice Mirta Chávez, serena y amable, como escupiendo una verdad mil veces rumiada. Ella es la presidenta consuetudinaria del barrio San Jorge de Asunción. No necesita que la nombren formalmente. Así la llaman por las callejas apisonadas de casas de madera, zinc y ladrillos. «Yo me desvivo por mis vecinos y no transo ni negocio con los políticos», asume orgullosa del reconocimiento.

Desde la avenida Artigas hasta el río Paraguay se extiende este barrio de trabajadores de fábricas, frigoríficos, empleos domésticos, tiendas y reciclaje. Las personas de más ingresos viven en los terrenos más firmes, y los de poco o más bajo ingreso, que en su gran mayoría se dedica a juntar latitas y botellas de aluminio y de plástico, residen en las zonas más vulnerables. Cuanto más cerca del río, más pobreza.

Mirta Chávez vive en la frontera de un bañado. En términos geográficos, es una zona inundable de Asunción. Por demografía, la componen familias que han construido los servicios de sus barrios –agua, luz eléctrica, calles, escuelas–.

Uno de cada cinco asuncenos vive en bañados –Sur y Norte– según el Censo de 2012. En los bañados del Sur se apostó una buena parte de las migraciones del campo a la ciudad en los 80 y 90. No es el caso de los bañados del Norte, incluido el antiguo barrio Ricardo Brugada, conocido como Chacarita. La gente vive allí desde hace mucho tiempo atrás. Las zonas más altas y firmes fueron pobladas a principios del siglo XX por trabajadores de los puertos, las terminales de tren y ómnibus –que hoy ya no funcionan ahí–, los frigoríficos y las fábricas.

Mirta Chávez tiene 35 años y ha vivido allí, al límite de los terrenos más firmes del Bañado Norte, toda su vida, al igual que todos sus hermanos, su padre y su madre.

Durante las crecidas del río Paraguay entre 2014 y 2015, todo ese mundo fue desplazado de sus hogares. Cerca de 20 mil familias se trasladaron durante meses por las inundaciones, lo que costó al Estado 20 millones de dólares en asistencia, el mismo dinero que llevó construir el primer tramo de una avenida llamada Costanera. Pero en estos tiempos emergieron también otras cosas, como la faceta de heroína de gente como Mirta Chávez. Mirta organizó a los vecinos para conseguir chapas, clavos, ollas grandes, cajas de emergencia y se erigió de portavoz para dialogar o enfrentar a vecinos de barrios altos que cuestionaron sus campamentos temporales.  

Barrios acorralados por obras de infraestructura 

La amenaza más latente ahora es de arena, piedra y asfalto: la Costanera Norte, una de las obras más importantes del gobierno de Horacio Cartes para Asunción. Es una avenida que unirá el centro de la ciudad con la salida hacia las ciudades de Luque y Mariano Roque Alonso. Se supone que aliviará los absurdos embotellamientos de esa parte de la capital. El enorme muro que ya se levantó para esta carretera ha dejado a los pobladores del Bañado Norte encajonados.

Los pobladores organizados tienen una alternativa al proyecto gubernamental: le llaman Defensa Costera y es una propuesta diseñada por el ingeniero Ricardo Canese y la ingeniera industrial Mercedes Canese. Consiste en un sistema de canales y motobombas para devolver el agua al río por tubos bajo el muro, sin necesidad de rellenar el terreno. Si bien quedarían sin vista ni acceso directo al río, su parte de la ciudad permanecería y no habría necesidad de relocalizarlos.

En septiembre de 2014, cuando la Municipalidad de Asunción proyectaba parques industriales en los bañados, pobladores y pobladoras, de a miles, cerraron los accesos del edificio municipal y recibieron una violenta represión. Mirta Chávez salió con golpes en la espalda y en otras partes del cuerpo. «Tengo miedo de que un día de estos te den un plomazo», le dijo entonces su esposo Arnaldo Penayo.

En el Bañado Norte las personas de escasos ingresos viven más cerca del río. Muchas de ellas se dedican a la recolección de latitas, botellas de aluminio y de plástico. (Foto: Juan Carlos Meza, usada con permiso).

La defensa por un poco de oxígeno en la ciudad 

Es un domingo atormentado por las estaciones: el alba fría, mediodía caluroso y nubes voluminosas preparan lluvia. Leticia Galeano, audiovisualista de 41 años, lleva abonos para la huerta y palita para remover la tierra en el Parque Pavetti. El sol descubre un verde intenso en la huerta, sostenida por una hilera de botellas de diversos colores. A la entrada del parque hay una «carpa de la resistencia» con una bandera paraguaya estrujada, atada a un palo, como en los asentamientos campesinos del nordeste del país. Los antiguos vecinos de Trinidad quieren preservar lo poco que queda de este parque.

En el parque Pavetti hoy queda solo un mechón de árboles grandes que recorren la transición entre las tierras morenas del Chaco y la roja ardiente de la región Oriental. La mitad de sus últimos árboles fue talada para habilitar la calle de salida de lo que será una obra de cemento y vidrio: un lujoso edificio de tres torres, el Jade Park. El edificio se promociona con la frase Live the city, breathe nature («Vive la ciudad, respira naturaleza»), y lo construye la empresa Jiménez Gaona & Lima, de la familia del ministro de Obras Públicas, el ministerio que construye la Costanera Norte que encierra al barrio de Mirta Chávez.

El Jade Park es un emprendimiento del Grupo Fortune Internacional, estadounidense, con poderosos accionistas como Barcos & Rodados y Tierra Buena, del Grupo Cartes, del presidente Horacio Cartes. Según el proyecto, el Jade Park será un conjunto de tres torres en medio de un barrio bajo con una inversión de 92 millones de dólares, según declaraciones de Guillermo Petri, ejecutivo del grupo inversor.

La antigua zona de Trinidad, de barrios populares, quintas y pequeñas reservas sufre en la actualidad la presión inmobiliaria. Alrededor, casas que parecen búnkeres y edificios de vivienda para la clase alta ocupan cuadras enteras, dejando muy fragmentado y casi aislado al puñado de casas populares.

La memoria contra el destierro 

En los bañados el arraigo implica familias extensas viviendo unas cercas de otra. Comunidades que han trabajado de manera colectiva para acceder a derechos básicos. (Foto: Juana Barreto, usada con permiso).

Lo que le ocurre a las antiguas familias asuncenas de clase media, media baja, Ana Galeano lo define así: «Actualmente la ciudad de Asunción expulsa población de clase media y recibe población carenciada que ocupa la ribera del río».

Asegura que la población vulnerable creció tres veces y que la clase media fue expulsada hacia otros municipios, en esa misma proporción; «debido, por un lado, a la imposibilidad de estabilizarse dentro del aparato productivo y, por otro, a los elevados costos de vivir en la ciudad (impuestos inmobiliarios, servicios de luz y agua, transporte, etc.)».

Lo que ahora está pasando en Trinidad ya ha pasado, a otras escalas, en otros barrios como Las Mercedes, Barrio Jara y Villa Morra. Antiguas cuadras populares se convirtieron en calles con vallados eléctricos, murallas altas y calles desiertas.

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