Pese a apoyo al movimiento #MeToo en Pakistán, prevalece la cultura del silencio

Imagen de Lum3n.com en Pexels. CC0.

Luego de la horrorosa violación y asesinato de Zainab, de siete años en Kasur, ciudad ubicada al sur de Lahore (capital de la provincia de Punyab), distintas celebridades comenzaron a utilizar la etiqueta #MeToo [Yo también] para referirse a la violencia sexual que enfrentan las pakistaníes.

La actriz de teatro y televisión Nadia Jamil, la exmodelo y coreógrafa Frieha Altaf y la diseñadora de modas Maheen Khan recurrieron a Twitter para hablar sobre sus propias historias de abuso sexual en la infancia, para alentar a que más personas cuenten las suyas. Lamentablemente, casos como el de Zainab son de las pocas ocasiones en que la gente comparte sus experiencias y ayuda a sacar a la luz problemas tan profundamente arraigados.

Sin embargo, acusaciones recientes de acoso sexual contra una celebridad masculina generaron una reacción violenta contra su acusadora, lo que generó que muchos pusieran en tela de juicio la doble moral hacia las mujeres que se manifiestan contra la violencia sexual.

Pakistán no es ajeno al problema del acoso sexual –situación que afecta a todos los géneros. De acuerdo a los datos de Sahil, organización no gubernamental que documenta casos de violación publicados en periódicos, en 2017 se reportó un total de 3,445 casos de abuso infantil y muchos aún no están registrados en la policía.

Cuento esto porque creo que al hablar de mi propia experiencia de acoso sexual puedo terminar con la cultura del silencio impregnada en nuestra sociedad. No es fácil hablar al respecto… pero es más difícil guardar silencio. Mi conciencia ya no me lo permite. #MeToo.

A medida que la gente comenzó a reaccionar, muchos notaron efectos positivos. Un ejemplo fue la etiqueta tendencia en Twitter de #JusticeForZainab [Justicia para Zainab] a la que siguieron videos educativos y programas de entrevistas sobre contacto corporal bueno y malo, y la necesidad de educación sexual en el país, algo que recogió rápidamente el Gobierno provincial de Sindh. Muchos sentían que el país avanzaba positivamente hacia el cambio, hasta que en abril la cantante Meesha Shafi publicó en Twitter acusaciones de abuso contra Ali Zafar. Zafar es un cantante y exactor de Bollywood, y Shafi asegura que abusó de ella en reiteradas ocasiones. Esta vez, en lugar de apoyar a quien acusaba un delito, internet y la industria del entretenimiento parecían no poder elegir un bando.

¿Se aplica la doble moral a las artistas pakistaníes?

La industria del espectáculo pakistaní, tan antigua como el mismo Pakistán (el país se independizó en 1947), recibe críticas o es aclamada según el cambio constante en la mentalidad de la población –algo inspirado en parte en la gran politización generada por partidos políticos y sus manifiestos. Pakistán, que era muy islamizado y luego pasó por la transición de ser liberal a conservador, y después volvió a ser moderadamente liberal con el paso de los años, aún tiene que decidir si ama u odia a sus artistas.

Una mujer rompe el silencio sobre el abuso, aguanta la difamación y otros abusos en los medios sociales, su historia se convierte en memes y bromas que trivializan el problema, ella teme a la exclusión –pero claaaaro, ella lo hizo por publicidad barata.

A través de estos cambios políticos y sociales, la mayoría cree que estos artistas, o mejor dicho las artistas, son una mala influencia. Las mujeres que trabajan en el espectáculo luchan día a día por mantener su imagen en el país y están constantemente bajo la presión de comportarse y mantener una apariencia sofisticada, religiosa y dedicada a la familia. Muchos sienten que es poco ético para las mujeres salir hasta tarde, relacionarse con hombres más allá de lo necesario, recorrer el mundo y quedarse en hoteles, aparecer constantemente en televisión, usar ropas que son consideradas «inapropiadas» o incluso fumar –todos estos ejemplos son prácticas comunes en la industria del entretenimiento.

Dicho esto, la carga del discurso social también recae sobre estos influyentes personajes. A pesar de que constantemente se cuestiona su reputación, a todos les importa sus estilos de vida e ideologías –sean detractores o no. Este contexto es importante para entender la posición de las mujeres en Pakistán, especialmente cuando se dan a conocer acusaciones de acoso.

En el caso de Meesha Shafi, lo que a la gente le importó fue que el acusado era un querido ídolo pop. La gente vio la acusación de Shafi de manera crítica, escudriñaron en su pasado, su comportamiento y su fama. Todo llegó a tal extremo que ella decidió desactivar sus cuentas de Facebook e Instagram.

En una entrevista a un periódico local, Shafi dijo:

They (my accounts) have been deactivated for very obvious reasons, one would think. The abuse, threats, bullying and slander that I have faced is the reason I felt the strong need to protect not just myself but my family, especially my two young children who were also being subjected to personal attacks online.

Uno pensaría que desactivé mis cuentas por razones obvias. El abuso, las amenazas, la intimidación y difamación que enfrenté son las razones por las que sentí la necesidad de protegerme a mí y también a mi familia. En especial a mis dos hijos pequeños, que también fueron objeto de ataques personales en línea.

En respuesta, algunos usuarios de internet cuestionaron la veracidad de los dichos de Shafi:

Cuento esto porque creo que al hablar de mi propia experiencia de acoso sexual puedo terminar con la cultura del silencio impregnada en nuestra sociedad. No es fácil hablar al respecto… pero es más difícil guardar silencio. Mi conciencia ya no me lo permite. #MeToo.
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Es divertido ver que estas cosas llegan al extremo en Pakistán, para empezar ni siquiera sabemos qué hizo Ali Zafar. Pudo ser algo inapropiado pero ¿es lo suficientemente grave como para sacarlo a relucir en Twitter?

Ali, quien perdió su puesto como jurado del prestigioso programa musical Pepsi Battle of the Bands, interpuso una demanda por difamación contra Shafi y ahora sus abogados se encuentran en una batalla legal.

En las últimas semanas, otras mujeres han contado sus historias de abuso por parte de Ali Zafar; sin embargo, los miembros de su banda y colegas lo apoyan y explican que es un «padre y esposo afectuoso y un hombre de familia». Gran parte de la industria del entretenimiento ha evitado elegir bandos mientras se desarrolla el caso.

Nunca dije que no debió haber hablado.
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Le estás explicando cosas a feminazis [término peyorativo utilizado para referirse a las feministas percibidas como extremistas o radicales, NdT]. Para ellas, no existe el concepto de jueces y jurado. Un hombre debe ser ahorcado cuando lo apuntan con el dedo. Si exiges una investigación y el hombre resulta ser realmente culpable, te despedazarían con una lluvia de «te lo dije».

Nadia Jamil, al tuitear sobre el problema, intentó presentar ambos lados de la historia con declaraciones contradictorias para mantenerse neutral:

I don't go to the industry parties, hence I am not harassed (within the industry).

No asisto a fiestas de la industria del entretenimiento, por lo tanto no me acosan (dentro de la industria).

Este caso se convirtió en un clásico ejemplo de cómo se culpa a la víctima mientras que el abusador camina libre de polvo y paja. Desafortunadamente, no es el único caso de repercusión mediática en el que aún tengamos que esperar para ver resultados en casos de presunto hostigamiento en Pakistán. Un caso concreto es el de Ayesha Gulalai, miembro de la asamblea nacional de Pakistán, con Imran Khan, líder del partido político pakistaní Tehreek-e-Insaf (PTI). En este caso, Gulalai denunció que Khan abusó de ella pero la denuncia fue refutada y luego se le pidió que abandonara el partido político (PTI). La carrera política de Gulalai se vio muy afectada por este incidente.

El viernes 4 de mayo, ONU Mujeres de Pakistán emitió una declaración conjunta que decía:

As the courage of #MeToo speakers across the world forces a reconsideration of how violence against women is managed and ended, we express our solidarity with victims and with the pressure for change. This is as urgent in Pakistan as it is in the rest of the world.

Mientras que el valor de quienes apoyan el movimiento #MeToo en todo el mundo obliga a reconsiderar la forma en que se maneja y se acaba con la violencia contra la mujer, expresamos nuestra solidaridad con las víctimas y con la presión por un cambio. Esto es tan urgente en Pakistán como en el resto del mundo.

El grupo además publicó en Twitter:

#MeToo
«Deben existir consecuencias para aquellos que eligen abusar en vez de respetar… A las mujeres que están expresándose les decimos: las escuchamos, estamos con ustedes».

Lamentablemente, no todos apoyan a Shafi. Mientras hablaba con la prensa, el ministro del Interior, Talal Chaudhary, calificó el incidente entre Meesha y Ali como un «drama«, y agregó que era una estrategia para «conseguir la atención de los medios».

Mientras que la comunidad internacional y celebridades le prestan atención al caso de Shafi, la comunidad local sigue en busca de evidencia para desvirtuar sus acusaciones. Esta tendencia a culpar a la víctima se puede tomar como un indicador de la cultura del silencio que existe en Pakistán, donde la gente se siente más segura si calla estos incidentes por el miedo a sentirse aún más acoso, a través de medios sociales o su círculo social más cercano.

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