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Hay tres vicepresidentes negros en Parlamento cubano. ¿Por qué no fue noticia?

Categorías: Latinoamérica, Cuba, Etnicidad y raza, Gobernabilidad, Medios ciudadanos, Política, The Bridge
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De izquierda a derecha: Inés María Chapman Waugh [2], Beatriz Jhonson Urrutia [3]Salvador Valdés Mesa [4]. Imagen creada por la autora a partir de fotos de EcuRed.

El 19 de abril de 2018, el exprofesor universitario Miguel Díaz Canel Bermúdez [5] juró como presidente de la República de Cuba y el IX Congreso de la Asamblea Nacional del Poder Popular —el órgano supremo del poder gubernamental— eligió un nuevo Consejo de Estado. Pero la euforia y la incertidumbre en torno a una supuesta “Cuba sin Castro”, entre otras cosas, ha eclipsado otro acontecimiento importante: la presencia de cuatro líderes negros, que serán parte del nuevo gobierno hasta 2023.

La población cubana negra representa un 10% del total de los habitantes [6], pero su presencia en los círculos del poder ha sido muy limitada, a pesar de los ideales de igualdad que siguieron a la revolución.

Antes de Bermúdez, el Congreso contaba con dos hombres negros en puestos jerárquicos: el primer vicepresidente, Juan Esteban Lazo Hernández [7], y Salvador Valdés Mesa [4], presidente de la Asamblea Nacional. Con la elección de Inés María Chapman Waugh y Beatriz Jhonson Urrutia como vicepresidentas, Cuba «le puso color» al Gobierno, por decirlo de alguna manera.  

Antes de hablar de las mujeres, quiero dedicar un minuto a Valdés Mesa y Lazo Hernández.

Valdés, quien ha ocupado los cargos de secretario de la Central de Trabajadores de Cuba, ministro de Trabajo y Seguridad Social y secretario de los Trabajadores Agropecuarios, entre otros, no pertenece a la generación de «los históricos», es decir, quienes llevaron adelante la revolución cubana de 1959 y y que sólo cedieron el poder cuando fueron depuestos o fallecieron. Es de la generación siguiente, al igual que Lazo, quien fue elegido presidente de la Asamblea Nacional en 2013 y seguirá en ese cargo hasta 2023, cuando tenga 79 años.

Lazo tiene una larga y variada trayectoria en la política cubana. Ha sido secretario del Partido Comunista Cubano por las provincias de Matanzas, Santiago de Cuba y La Habana, parlamentario desde 1981 y vicepresidente del Consejo de Estado desde 1992. Asimismo, Lazo representó a Cuba en asuntos internacionales en países del Caribe, África y Asia. Fue elegido presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular el 25 de febrero de 2013.

Un nuevo crisol para el escrutinio

Las dos nuevas vicepresidentas son relativamente jóvenes para los estándares del Parlamento, si consideramos la edad de los legisladores (solo cerca del 13% de los miembros tiene menos de 35 años).

Ines María Chapman Waugh [8], es oriunda de Holguín e ingeniera. Actualmente es presidenta del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos y es muy conocida entre los cubanos. Desde hace un tiempo, es la cara de la agencia que dirige, ya que es la encargada de anunciar la información de interés público más importante en la temporada de huracanes. Fue miembro de la Asamblea Nacional en el Congreso anterior y ha sido miembro del Consejo de Estado desde 2008. En 2011, fue elegida miembro del Comité Central del Partido Comunista Cubano.

Beatriz Jhonson Urrutia [9] es también ingeniera. En 2011, fue elegida vicepresidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular en su provincia natal, Santiago de Cuba. Asumió como presidenta de este órgano en 2016. En el VII Congreso, hace diez años, fue elegida miembro del Comité Central. Pasó a ser parlamentaria en 2013.

Tanto Chapman Waugh como Jhonson Urrutia vienen de las bases y han desarrollado sus carreras profesionales antes o en paralelo con sus carreras políticas. Como mujeres negras, tuvieron que hacer un esfuerzo para obtener sus diplomas y llegar a donde están. Y a pesar de estas últimas designaciones, aún no han llegado a la cima. Ahora han asumido otra prueba, donde las «probarán» por su color de piel y estarán expuestas al escrutinio racista y la expectativa de que, tarde o temprano, se van a equivocar.

El silencio también es racismo

¿Por qué ni los medios cubanos e internacional ni el público en general han recibido con entusiasmo estas novedades? Me parece sospechoso, considerando que, en el escenario político actual, es una sorpresa mayor que la esperada designación de Díaz Canel. Los medios han centrado su atención en la primera dama y otras trivialidades y seguirán ignorando esta noticia clave.

Hacer las cosas invisibles es uno de los modos de operar del racismo. A veces, el silencio dice más que las palabras. Creo que aquí está operando una combinación del miedo hacia los negros con el neorracismo cotidiano. Esto incluye la noción oficial de que, en Cuba, hablar de los negros, el racismo y la discriminación racial divide a la nación.

Respecto a esto último, quisiera agregar que tanto entre los activistas sociales y políticos como el público general persiste la idea de que considerar asuntos raciales de ninguna manera diluye el imperciso «objetivo supremo». Desde esta posición, se cuestionan ideas que van desde el término «afrocubano» a la existencia de un racismo estructural en el país.

Si bien es justo pensar que no habrá cambios en las políticas raciales, debemos señalar que la llegada de los tres legisladores negros, en especial las mujeres, muestra un giro favorable hacia la inclusión o, al menos, es una señal de que se la tenido en cuenta en la esferas del poder de la isla.

Asumimos que nadie en la Asamblea Nacional tiene una agenda explícitamente antirracista. No, no podría esperarse de ningún parlamentario cubano. Y creo que esto es una muestra de racismo, junto con la particularidades del sistema electoral y el intrincado camino para entrar en la política. Es un país donde el activismo independiente queda fuera de la esfera del poder, lo que provoca la anómala situación en la que personas sin ninguna interés político o reconocimiento público puedan ocupar un escaño por cinco años en el órgano supremo del Gobierno.

Cambiar esto requiere convencer a quienes están en el centro del poder de que hoy en día el racismo es el problema más urgente de Cuba, ya que se conecta con otros temas, como la pobreza, y limita el goce de los derechos básicos universales, como el acceso la educación universitaria.

El miedo de abordar el tema se vuelve evidente por el mínimo impacto que han tenido en los legisladores cubanos las tantas publicaciones, investigaciones y tesis sobre el racismo. Me pregunto qué más se necesita para suscitar un reconocimiento abierto de este problema y todo lo que conlleva y que, de esta manera, se propongan políticas públicas para enfrentar el racismo.

Los problemas raciales no figuran entre los temas u objetivos de ninguna de las diez comisiones permanentes de trabajo de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Creo que al menos tres de son relevantes para el problema racial: la Comisión de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer; la Comisión de Asuntos Económicos y la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

No hay racismo en Cuba, ¿de verdad?

Si hay un tema en el que están de acuerdo los cubanos de todo el espectro político es la discriminación racial. Tanto aliados como opositores del Gobierno cubano aseguran a ultranza que «en Cuba, negros y blancos son iguales». Para los aliados del Gobierno dentro y fuera de la isla, la situación es bastante buena, incluso en este aspecto. Para los opositores de todos lados, las cosas en Cuba están terribles y se oprime a todos por igual, de manera que la discriminación racial no merece especial atención. Esta dinámica anula la discusión y nos impide avanzar. Entre algunos exiliados de la comunidad, el racismo «a la cubana» incluso ha remplazado la animosidad contra el Gobierno.

Captura de pantalla de Facebook.

A esta altura, deberíamos haber implementado soluciones, por ejemplo, para el problema de la sobrerrepresentación negra y mestiza en las cárceles, y debería verse un avance de las acciones positivas para la creación de proyectos comunitarios que permitan el trabajo autónomo.

Sin embargo, el hecho de que haya más políticos de jerarquía representando a cubanos negros, aunque no sea perfecto, me llena de optimismo. No le pido más a nuestros tres vicepresidentes negros que lo que le pediría a los demás legisladores, pero para enfrentar el racismo y la discriminación en Cuba se necesita la participación de todos los miembros de la sociedad, desde la posición de poder y privilegio que cada uno ocupa.

Este artículo fue publicado originalmente en el blog Negra cubana tenía que ser.  [10]