Por qué la provincia de Bāmiyān saca lo mejor de Afganistán

Escenas del festival de la Dambura en la provincia de Bamiyán. Las fotos son de Zaker Mandegar (utilizadas con permiso).

Tal vez la región de Bāmiyān, en el centro de Afganistán, sea más conocida en el extranjero debido al terrible crimen cometido contra el patrimonio cultural, pero 17 años después hay pocas zonas de Afganistán que hagan más por preservar la cultura.

En 2001, los talibanes hicieron estallar cruelmente un buda enorme cavado en la roca en Bāmiyān, región caracterizada por su arqueología diversa, coloridos lagos, valles con panorámicas intensas y verdes praderas.

Si fuera posible reunir una respuesta a uan pérdida cultural así, entonces sería apropiado el festival de la Dambura de cinco días, convertido ahora en un encuentro frecuente de la región.

Este año, la segunda edición de este festival tuvo lugar el 29 de junio bajo un cielo azul brillante y congregó a miles de visitantes de todo el país para celebrar el tintineo hipnótico de uno de los instrumentos más queridos del país.

Las últimas fotos coloridas del festival de la Dambura en Bāmiyān. Bāmiyān es la capital del color, de la historia, del arte, de la cultura, del amor, de la música y de la igualdad en Afganistán. Fue por esto por lo que Buda vivió en Bāmiyān durante muchos años. Y esta es la imagen que el mundo debe tener de Afganistán.

La dambura, similar a una guitarra, se confecciona con madera de morera. Se toca principalmente en las regiones norte y centrao del país.

El festival de la Dambura es mucho más que una actividad de canto.

Su objetivo es promover la música tradicional, introducir manualidades tradicionales, fortalecer el turismo y celebrar la cultura. Si bien acontecimientos así son comunes en muchos países, en Afganistán tienen un significado especial, ya que no resulta sencillo celebrarlo una vez, imaginémonos dos veces consecutivas.

Bāmiyān no ha visto tanta violencia como otras regiones afganas, lo que significa que hay menos limitaciones en materia de seguridad para los organizadores. En los últimos años, este valle, fortificado por los sistemas montañosos del Hindú Kush y del Kuh-i-Baba, ha albergado otros festivales, incluido el Festival de la Ruta de la Seda y el Gul-e Kachalo (Festival del florecimiento de la patata), entre otros.

Los organizadores del pasado año recibieron duras críticas del Consejo Ulema de Bāmiyān, que lo calificó de haram –ilegal–, dentro de la dura consideración sobre la música y la danza propagada por los talibanes durante el gobierno de este grupo entre 1996 y 2001. Sin embargo, el espectáculo pudo seguir.

Muchos artistas llegaron de otras provincias: Ghazni, Ghor y Daikundi, así como de la capital, Kabul. El festival recibió el apoyo de la embajada china en Afganistán, la UNESCO y el gobierno regional.

Un reto que supone el festival para los conservadores sociales es la importancia de las mujeres. De 11 actuaciones diferentes, cuatro estuvieron a cargo de grupos de muchachas. Pese a que muchos alabaron su aporte, otros mostraron una indignación extrema. En Facebook llamaron «prostitutas» a bailarinas y músicos que fomentaban la fahsha (prostitución) y los pensamientos occidentales.

Mohammad Yasin Samim tuiteó:

Estas imágenes nos dan un mensaje claro: la seguridad, la toma de conciencia y la igualdad de género. Ojalá hubiera encuentros así en todas las regiones. La música, los acontecimientos culturales y pacíficos son útiles para el bienestar mental y físico del país.

La vida artística y cultural afgana se ha visto afectada considerablemente por los años de guerra. Sarwar Sarkhosh, leyenda de la dambura, fue uno de los muchos que murieron en la década de 1980. El festival de junio premió a Sarkhosh por su arte y por los sacrificios que realizó para desarrollar la música en Afganistán, en especial la música tradicional hazaragi.

Si bien los habitantes de Bāmiyān acusan con frecuencia al Gobierno de ignorar a su región en materia de infraestructuras y de servicios públicos, el turismo ha irrumpido como un pilar económico gracias al trabajo de organizaciones como el Centro Cultural de Bāmiyān y el programa de turismo ecológico en Bāmiyān. Otro año para el festival.

Aunque el número de turistas extranjeros en esta provincia sigue siendo reducido, son los afganos de otras regiones los que desafían las carreteras inestables que llevan a Bāmiyān.

«Ojalá todas las provincias fueran Bāmiyān y todos los habitantes fueran bamiyanes», contó a Global Voices Ahmad Kakar, habitante de la región de Jalalabad que acudió al festival de este año.

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