Esta es parte de la serie de tres artículos redactados por Florencia Roveri de Nodo TAU y publicado originalmente en APC News. Se reproduce aquí como parte de una colaboración entre Association for Progressive Communications y Rising Voices. Lee aquí la primera y segunda parte de la serie.
En 2016, Naciones Unidas informó que el 47% de la población global tuvo acceso a internet, lo que significa que el 53% aún no cuenta con ese acceso. Por eso, las iniciativas continúan con el propósito de «luchar por el derecho a la conectividad de poblaciones que actualmente no tienen acceso a internet o tienen un acceso limitado a internet». Para conseguir este objetivo, los esfuerzos deben ser brindar conectividad, con conexiones de mejor calidad y menos costosas; democratizar la producción de contenido y la circulación de discusiones por la web; entrenar a personas en el uso y desarrollo de las telecomunicaciones; trabajar para obtener marcos regulatorios que favorezcan las experiencias comunitarias, o intentar realizar todo lo anterior al mismo tiempo. Las redes comunitarias tienen el potencial para todo esto.
«Estas son redes que permiten el acceso inalámbrico a diferentes recursos y servicios disponibles, a través de internet o a través de una red local, que se caracterizan por estar diseñadas e implementadas con la idea de contribuir a la mejora de las calidad de vida de las comunidades. En este punto, es posible entender la importancia de que la comunidad sea una parte activa del proceso de concepción, implementación y mantenimiento de una red». Esta definición es de un artículo publicado sobre redes inalámbricas para el desarrollo en América Latina y el Caribe escrito en 2008 por Lilian Chamorro and Ermanno Pietrosemoli en el marco del Proyecto TRICALCAR (Tejiendo Redes Inalámbricas en América Latina y el Caribe), iniciativa apoyada por APC.
Para lograr su misión, las redes comunitarias enfrentan dos grandes desafíos: lograr la participación y el compromiso de la comunidad y eludir los mecanismos regulatorios necesarios para su implementación, «para que los servicios de telecomunicaciones ofrecidos a través de esta infraestructura puedan ser ofrecidos por proveedores no tradicionales (cooperativas, consorcios comunitarios, asociaciones civiles, grupos vecinales, etc.), y resolver los requerimientos legales necesarios en estos casos», según el documento citado. Como Chamorro y Pietrosemoli señalan, «la provisión de servicios de telecomunicaciones en una comunidad requiere la adquisición de licencias y permisos cuyas condiciones establecidas no pueden ser cumplidas por organizaciones comunitarias. En consecuencia, el acceso a las licencias se restringe a grandes operadoras. En muchos casos, las características de estas licencias no se corresponden con las necesidades que las redes comunitarias desean cubrir y, en cambio, se adaptan a las redes privadas o comerciales, limitando de este modo las posibilidades de proveer algunos servicios o compartir conexiones a bajo coste».
Mercados y derechos
El sector privado considera el 53% de la población sin conexión como altamente atractiva en términos de negocios potenciales, un mercado para cuya inclusión defiende, inclusive, el derecho a la comunicación como un incentivo. Este es el motivo por el cual iniciativas como el Free Basics de Facebook (anteriormente llamado Internet.org) o Loon de Google ofrecen acceso a lo que denominan inclusión digital, pero que no es más que una estrategia concertada de expansión de negocio, y no una iniciativa para abordar las necesidades de quienes aún no se encuentran conectados. No obstante, estos proyectos no solo no han logrado expandir el derecho a la comunicación, sino que afectan el derecho a dicho acceso, en todos los sentidos posibles, y a la libertad de expresión, al restringir el acceso de otras maneras.
Cuando la iniciativa de Facebook para promover la conectividad fue anunciada en Brasil, las organizaciones de la sociedad civil advirtieron sobre estas limitaciones «ya que la propuesta de la compañía traería inicialmente severas restricciones para el acceso efectivo a Internet, violando potencialmente el principio de neutralidad en la red y derivando en fuertes efectos anticompetitivos en el largo plazo», de acuerdo a un artículo publicado en Observacom. Alternativamente, los autores del artículo definieron a las redes comunitarias como «redes autogestionadas» que configuran una «infraestructura no elitista, abierta, descentralizada, que puede ser administrada por sus usuarios. Es lo que se denomina un modelo de proveedor comunitario. Este modelo de conexión no se basa en la simple provisión del acceso a internet, sino que también dota a la comunidad en la que se introduce de interacciones sociales alrededor de la tecnología, como las que brindan los telecentros y cibercafés.
Para estos autores, este modelo promueve el desarrollo local dado que la disposición del acceso a internet contribuye a fines sociales como la difusión de ideas, y de manifestaciones culturales y políticas, de hábitos sociales, el acceso a la educación y el entrenamiento y la inclusión digital en zonas rurales y urbanas. Este acceso también favorece el desarrollo de una red interna que ofrece servicios locales, un espacio virtual para la comunidad, el intercambio de datos y la creación de aplicaciones para aquellos conectados a la red. En consecuencia, estas herramientas pueden fortalecer lazos comunitarios, estimular la vida local y aprovechar la infraestructura aún sin acceso a la red global.
Redes soberanas
Una red comunitaria introduce al debate temas como el acceso, los cambios de los marcos legislativos y, también, los contenidos de las redes de conexión. ¿Qué información necesitamos? ¿A qué información podemos acceder? ¿Qué información compartimos? Estas son preguntas que pueden conducir a la soberanía informativa en contextos en que la manipulación es objeto de debate cotidiano y donde las necesidades informativas de cada comunidad son ignoradas por varios motivos.
Las redes comunitarias nos invitan a revisar el significado original de internet y a repensar el concepto del acceso en sí mismo. Nicolás Echániz, integrante del colectivo AlterMundi, destaca que «el uso del término acceso para identificar este derecho no es coincidencia. Implica la perspectiva del usuario, quien accede al servicio o contenido que no produce nada, no pertenece al usuario y representa una relación de consumo. Pero hay otra perspectiva: la que pretende construir desde la base las infraestructuras y tecnologías que la gente requiere para satisfacer sus necesidades de estar en contacto con otros, para intercambios culturales y para conectar sin ser controlados. El derecho a acceder a internet se convierte en el derecho de co-crear internet».
Para Echániz «Internet es –como la cultura, el cuerpo o la tierra– un territorio en disputa; pero no se trata de cualquier territorio, es un fenómeno multidimensional. Hay una dimensión física (infraestructura), una dimensión lógica (protocolos, normas y software) y una dimensión cultural (contenidos, mensajes). Lo importante los que intentamos intervenir en esta disputa es entender que en estos tres niveles hay estrategias, prácticas y tecnologías que habilitan o inhabilitan ciertos usos, libertades y capacidades».
«Que los IP sean variables, que sea más caro publicar contenido que descargarlo, que no se favorezca la interacción regional y que la red acabe en la casa de un usuario que no puede participar en su expansión o que pueda ser incluso penalizado por hacerlo, estas son algunas de las características que distorsionan el sentido de internet», continuó. «Las redes libres nos permiten conectarnos de un punto al otro en iguales condiciones para publicar y acceder a servicios simétricamente y promover la interacción entre los habitantes de cada región geográfica. Pero, sobre todo, en una red libre compartir no solo está permitido sino que representa su verdadera esencia. Cada miembro, en lugar de ser el punto final, representa una nueva oportunidad para extender el alcance de la red y sus beneficios.
AlterMundi crea su infraestructura de internet con software libre y hardware de muy bajo costo. Estas redes ofrecen conectividad en lugares donde no hay acceso a los servicios de compañías comerciales. Además, son muy simples de manejar y de administrar, sin la necesidad de conocimiento especializado en electrónica o computadoras y a un precio accesible. La gente tiene acceso a un servicio de chat local, a la transmisión en línea de radio local comunitaria, a realizar llamadas VoIP, a compartir archivos entre compañeros y a jugar juegos en línea.
Experiencias en red
También hay otras experiencias que incluso han promovido estos principios y consolidado las redes comunitarias en sus territorios. La experiencia previamente mencionada de guifi.net, con sede en Cataluña, es otro «proyecto tecnológico, social y económico que parte desde abajo y con impulso ciudadano con el objetivo de crear una red de telecomunicaciones libre, abierta y neutral basada en modelos comunes». De acuerdo a guifi.net, «el desarrollo de esta infraestructura de recursos de uso común facilita el acceso a telecomunicaciones de calidad y a un precio justo en general, y conexiones de internet de banda ancha en particular, para todo el mundo. Además, genera un modelo para la actividad económica colaborativa basada en la proximidad y la sustentabilidad.
La experiencia de Zenzeleni, otro miembro de la organización de APC, se encuentra en Mankosi, comunidad en el Cabo Este de Sudáfrica. Es una cooperativa cuyo nombre es insiXhosa significa «hazlo tú mismo» y su principal impulso es mejorar los costos de conexión de la telefonía móvil. Zenzeleni utiliza la red en malla, un sistema de bajo costo y bajo consumo energético que utiliza dispositivos nodales diseminados, y no mástiles ni balizas. Cada nodo se comunica con el nodo más cercano, pero los datos pueden incorporarse a través de la red al pasar a través de tantos nodos como sea necesario. Estas redes también tienen la opción de un portal a una red tradicional. Los miembros de una red pueden compartir llamadas móviles libres incluso cuando internet no funciona. Un rasgo importante de esta red es que trabaja con energía solar e incluso provee de electricidad a las casas.
La comunidad de Mankosi recae bajo la autoridad tribal, que tuvo que sostener una reunión para aprobar la creación de una red. «Porque cada red comienza en una zona, necesitas conectarte con otras personas en tu zona que también quieran participar. Quizá puedes persuadir a un grupo existente que comenzó por alguna otra razón a despertar su interés por las telecomunicaciones comunitarias». Esta es la manera en que el portal web de Zenzeleni explica uno de los aspectos más profundos del sentido de comunidad de estas redes.