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El desgarrador viaje de un sirio hacia la libertad

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Siria, Turquía, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Migración e inmigración, Política, Refugiados

Firas en el norte de Siria después del desplazamiento. Usada con autorización [1].

Una calurosa noche de julio, un joven sirio se aventuró en la oscuridad con la esperanza de escapar del que alguna vez fue su hogar. Caminó lentamente a través de valles y campos, sobre montañas y muros, cargando a su hermano menor en brazos. Esta documentación de los horrores de la guerra en su trayecto a través de tenebrosos campos mientras las hienas aullaban a la distancia es la historia de Firas Al Abdullah.

Firas es de Duma, ciudad siria de la región de Guta, ubicada al norteste de la capital, Damasco. La región ha presenciado atrocidades inconcebibles en el curso de la guerra, que ya lleva siete años.

Después de dos ofensivas rebeldes que obligaron a salir a las fuerzas del régimen de Assad, que cuentan con el respaldo de Irán y Hezbolá, el régimen contraatacó y sitió Guta Oriental en 2013.

Entre las ciudades sitiadas está Duma, lugar natal de Firas. La Comisión de Investigación de Naciones Unidas [2] sobre Siria describió el asedio como ‘barbárico y medieval’. Se cometieron numerosos crímenes de guerra y contra la humanidad en los cinco años del asedio, que van desde el uso de armas prohibidas a utilizar el hambre como método de guerra.

Momentos después del gran bombardeo en que el régimen de Assad lanzó más de cien misiles en los barrios civiles de la ciudad de Duma y Guta Oriental.

El incidente más letal contra civiles en la zona fue el ataque químico del 21 de agosto de 2013. Este ataque [3] también constituyó el uso más letal de armas químicas en 25 años.

Un informe [4] de Naciones Unidas confirmó que el ataque se realizó con cohetes llenos con hasta 60 litros del agente nervioso sarín. Según una evaluación [5] preliminar del Gobierno estadounidense, el ataque cobró la vida de más de 1 400 personas, incluidos al menos 426 niños.

Aunque el informe de Naciones Unidas no adjudica de responsabilidad del ataque, varias fuentes independientes informaron que fue ejecutado por el régimen sirio. Peter Bouckaert [3], especialista en armas de Human Rights Watch, explicó que los sistemas de cohetes que el informe de Naciones Unidas identifica son conocidos por integrar el arsenal de las fuerzas armadas sirias.

A comienzos de 2018, se intensificaron los constantes ataques contra Guta Oriental. Una publicación de Médicos sin Fronteras [6] describió la situación como «un indignante e implacable desastre de víctimas».

El informe dio a conocer información médica de instalaciones que la organización logró reunir en las dos primeras semanas del periodo de ofensiva militar. Reveló que entre el 18 de febrero y el 3 de marzo, un promedio de 71 personas murieron cada día.

Momentos de infierno en la ciudad de Duma, se incendio por terrorismo de Assad y Russia contra los civiles de Guta Oriental.
Es el holocausto de 2018.
23 de marzo.

Para fines de marzo, Duma era el último enclave rebelde.

Al mes siguiente, lanzaron una bomba de barril que contenía sarín. Murieron al menos 70 personas. Los paramédicos [7] que estaban en el lugar informaron que los síntomas de los pacientes correspondían a exposición a un agente nervioso.

Activistas locales, trabajadores asistenciales y varios países atribuyeron el ataque al régimen sirio. Rusia [8], aliado clave del régimen, sostuvo que no hubo ataque alguno y que la evidencia en video fue montada y dirigida por la inteligencia birtánica.

En los cinco años del asedio, Firas y sus acompañantes recorrieron las calles en escombros para hacer informes en video de las muchas masacres cometidas, que luego publicaban en sus cuentas de medios sociales.

Tras una implacable campaña militar, Firas y su familia fueron desplazados al norte de Siria como parte de un acuerdo de evacuación el 1 de abril. En una entrevista con Global Voices, Firas dio un relato sincero de todo por lo que había pasado.

«La vida en el norte era muy difícil. Nos enterábamos de asesinatos y secuestros con frecuencia, sobre todo de activistas. Así que para mí era muy difícil». Entonces, su familia tomó la decisión de irse a Turquía: «Queríamos seguir con nuestra vida, pero por supuesto, eso no quería decir que queríamos olvidar. No se puede olvidar la revolución… eso sería defraudar a todos los que han sido martirizados, a todos los que siguen detenidos, todos».

Estas son las tumbas donde los civiles de Guta Oriental viven ahora.
Estas familias han estado viviendo aquí más de 72 horas.

Las personas sufren pues no tienen comida ni agua. No tienen cómo calentarrse, además de las malas condiciones de salud que atraviesan en refugios, lo que causa graves problemas de salud.
La mayoría en los refugios son mujeres y niños.

Guta Oriental, el nuevo holocausto.
Salven a Guta.

Firas y su familia hicieron un trato con un traficante para llegar a Turquía. Su peligroso recorrido empezó en la noche del 21 de julio, cuando atravesaron los huertos de Deir Sawwan. El fuerte sonido del aullido de hienas no los hizo retroceder en su determinación. Descansaron bajo un árbol de olivo mientras esperaban la señal del traficante de que el camino estaba libre.

Más tarde, llegaron al muro de la frontera que colocado en una montaña. Firas, con sus padres y hermanos, caminaron en fila sobre el muro, que tenía apenas 15 centímetros de ancho. No había espacio para poner un pie al lado del otro. Cuando más avanzaban en este estrecho borde, más alto quedaban. Firas miró hacia abajo y vio que estaban sobre un valle de 30 metros de profundidad.

Muhammed, hermano menor de Firas, tiene la misma edad que la guerra. Le había dicho antes de partir: «serás feliz en Turquía. Podrás salir de la casa y jugar en calles agradables y limpias». Mientras seguían avanzando el largo kilómetro del muro, el pie de Muhammed resbaló repentinamente y estuvo a punto de caer. Firas tomó su muñeca en el aire.

Entre los artículos que Firas llevaba en su mochila de 20 kilos estaban las llaves de su casa, seriamente dañada por los bombardeos aéreos.

En las primeras horas de la mañana, los Abdullah llegaron terminaron de avanzar por el muro, cuya construcción no estaba completa. Cuando caminaron tras salir de ese borde, dieron sus primeros pasos en suelo turco.

Su arduo viaje continuó con tres horas de recorrido entre montañas y valles rocosos. En un momento, Firas tuvo que cargar a Muhammad cuando saltó sobre un río. Su madre también estaba muy cansada, así que alternaba cargarla y a su hermano. «Fue un trecho extremadamente agotador, y todo estaba muy oscuro. La luz de la luna no era suficiente», dice.

Después de caminar cinco kilómetros desde el muro, llegaron a la ciudad turca de Kilis. Estaban sedientos y agotados, y un taxi los llevó con el traficante a un departamento a descansar. Poco después, otro taxi los recogió e iniciaron las 16 horas de recorrido a Estambul, donde los esperaban unos parientes. Llegaron a Estambul a las 10:30 de la noche del 22 de julio.

Cuando les pidieron que expresaran su sentir de llegar a Estambul, explicó: «me sentí muy impactado durante casi una semana e incrédulo de haber salido [de Siria], y ahora estoy en un lugar donde la gente vive con normalidad. He llegado al ‘mundo real’ –así lo llamo– el mundo real en el que todos vivían, pero del que estábamos excluidos por la brutal opresión que debemos soportar en el régimen sirio. [El régimen] nos ha hecho vivir una era de involución, bárbara dentro de este gran ‘mundo real’»

Expresó su deleite al ver luces en las calles por primera vez en siete años. «Por primera vez en años, vimos calles sin daños causados por misiles, aceras sin marcas de metrallas y muros sin huellas de guerra», he said.

Pero los terrores que Firas pasó en Siria lo siguieron a su nuevo hogar.

«En el segundo en que un avión comercial o un helicóptero volaba sobre nosotros, automáticamente enterrábamos la cabeza entre los hombros y nos llenábamos de miedo. Me ocurría instantáneamente que advertía a los demás que había aviones de guerra sobre nosotros, como si siguiéramos en Guta», explicó Firas. «Puede parecer una locura», dice riendo, «pero necesitamos tiempo para olvidar el horror que vivimos».

Concluye: «por supuesto, las cosas son mejores acá, sobre todo para mi familia. Y mi familia es todo lo que me interesa».

Libertad por siempre…
Que se eleve nuestro orgullo por el cielo…

«Hasta la victoria siempre».