Cuando la realidad supera la ficción: La persecución china de la minoría uigur convirtió mi ficción en real

Dos mulá uigures en la provincia de Sinkiang durante la década de 1920. Fotografía de dominio público a través de Wikimedia Commons.

Por Karen Kao

Laogai, la tercera novela de mi saga titulada Shanghai Quartet, tiene lugar en una prisión de trabajo forzado en China. Se tratará de una serie de cuentos cortos relacionados sobre los hombres detenidos en ese lugar, tanto sobre los carceleros como sobre los encarcelardos, víctimas y victimarios.

Decidí llamar a uno de los prisioneros sencillamente «el uigur». Trabaja como el sicario de otro prisionero que lleva a cabo actividades ilegales dentro de la prisión. Es una bestia sin emociones que se regocija de hacer daño a los otros. Es un instrumento contundente en varios sentidos.

Queda claro que hay que pulir a este personaje. Un personaje puramente malvado es aburrido. Pero gracias a Xi Jinping, el presidente de la República Popular China, cuento con una nueva excusa para transformar al personaje del prisionero uigur.

Personas con turbantes

Los uigures pertenecen al grupo túrquico que se originó en Asia Central. Están presentes en territorio chino desde la Edad de Bronce. En algún momento de la historia, los chinos comenzaron a llamarlos «personas con turbante». El término mandarín que se utiliza en la actualidad es wéiwúĕrzú (维吾尔族).

La mayoría de los uigures vive en la provincia china de Sinkiang, que limita con varios países, como Mongolia, Rusia, Afganistán, Pakistán e India, y también con la Región Autónoma del Tíbet. Muchos practican el islam suni. Los hombres se dejan crecer la barba y las mujeres usan velos. Siguen las leyes dietarias musulmanes. El shish kebab de paloma es un plato típico local.

Existe una larga historia de intentos de declarar un estado uigur independiente, y los chinos siempre han estado alerta ante cualquier disturbio en la frontera. En julio de 2018, se presentaron casos de violencia étnica en Urumchi, la capital de la provincia de Sinkiang. Siguieron más protestas, muertes y muestras de fuerza por parte de los militares. Luego, en 2016, Xi Jinping nombró a Chen Quanguo como el nuevo jefe del Partido Comunista para la provincia.

Un estado vigilado

Chen dispuso de inmediato nuevas medidas de vigilancia. Las fuerzas policiales confiscaron pasaportes. Se construyeron 949 «estaciones de policía» tan solo en Urumchi. En la actualidad, se persigue a los indeseables con software de reconocimiento facial. Entre los indeseables, se incluye cualquier persona que se deje crecer la barba, que no fume, que hable uigur, visite sitios web extranjeros o se contacte con familiares en el exterior.

En 2017, el 21 % de los arrestos en China ocurrió en la provincia de Sinkiang, región en donde vive solo el 1,5 % de la población china. En ciertas zonas de la provincia, la cifra de personas arrestadas asciende al 40 % de la población local. La policía pone bajo custodia a los uigures con el pretexto del terrorismo o el extremismo religioso. Sin embargo, a pocos encarcelados se les acusa de algún delito y, menos que menos, acceden a un juicio justo.

Rahile Dawut puede servirnos como ejemplo. Se trata de una experta internacional de la cultura uigur. Su investigación ha recibido financiamiento del Ministerio de Cultura chino. En diciembre, la profesora Dawut abordó con prisa un tren que la llevaría a Pekín. Nadie la volvió a ver desde entonces.

Rian Thum se basó en el trabajo de Dawut para redactar su versión de la historia uigur. Siguiendo el registro de la publicación de licitaciones, Thum encontró evidencia de un proyecto de infraestructura masivo para la provincia de Sinkiang financiado por el Estado. Una invitación publicada el 27 de abril de 2018 tenía por objetivo licitar:

compounds of up to 880,000 square feet, some with quarters for People’s Armed Police, a paramilitary security force. Local governments are also placing ads to recruit camp staff with expertise in criminal psychology or a background in the military or the police force.

complejos de hasta 74 000 metros cuadrados, algunos con cuarteles para la Fuerza de Policía Armada Popular de China, una fuerza de seguridad paramilitar. Además, los Gobiernos locales publican avisos para la contratación de personal carcelario con experiencia en la psicología delictiva o con antecedentes en las fuerzas militares o policiales.

Xi Jinping no busca construir caminos y puentes. Está construyendo campos de detención.

Sinización

El fin de estas prisiones es la sinización del pueblo uigur: los quieren convertir en chinos. Y para eso, los uigures deben comer cerdo, tomar alcohol y bailar. Sería algo cómico si no existiera un peligro mortal.

Dentro de los campos de detención, los carceleros enseñan a los uigures a no ser musulmanes y a proteger China. Marchan dentro de celdas en las que están hacinados, cantan lemas y se les obliga a ver videos de propaganda china. Se trata de una descripción de la vida en laogai que guarda una semejanza perfecta con el relato del testigo presencial, el prisonero #42816.

En agosto, el Comité de Naciones Unidas para la eliminación de la discriminación racial denunció que, en la actualidad, hay más de un millón de uigures detenidos y de otras minorías musulmanas en una zona en la que no existen los derechos. «Pero si no hay campos de detención en Sinkiang», responde China. «Los llamamos ‘centros de educación vocacional y entrenamiento laboral'». Los detenidos son «delincuentes» y los que desparraman rumores falsos, «fuerzas detractoras de China».

El Ministerio de Relaciones Exteriores chino emitió el siguiente comunicado:

People of all ethnic groups in Xinjiang cherish the current situation of living and working in peace and happiness.

Las personas de todos los grupos étnicos en Sinkiang valoran su forma de vida y condición laboral en un marco de paz y felicidad.

Infierno uigur

Al hablar con Occidente, Pekín se refiere a estos complejos de detención para trabajos forzados como instituciones educacionales. No obstante, para la audiencia nacional, según informa Sigal Samuel, la narrativa es otra. De acuerdo a Pekín, estos campos de concentración son en realidad hospitales y los internos son pacientes que necesitan tratamiento urgente:

They have been infected with religious extremism and violent terrorist ideology, and therefore they must seek treatment from a hospital as an inpatient. … The religious extremist ideology is a type of poisonous medicine, which confuses the mind of the people. … If we do not eradicate religious extremism at its roots, the violent terrorist incidents will grow and spread all over like an incurable malignant tumor.

Han sido infectados con extremismo religioso e ideología terrorista violenta y, por lo tanto, necesitan tratamiento hospitalario y deben ser internados. … La ideología extremista religiosa es una medicina tóxica, que confunde la cabeza de la personas. … Si no erradicamos al extremismo religioso de raíz, los incidentes terroristas violentos van a aumentar y se van a expandir por todas partes, como un tumor maligno incurable.

El Gobierno chino emplea una analogía con enfermedad infecciosa para referirse a la situación por tres objetivos. En primer lugar, justificar la reclusión a larga escala. A fin de cuentas, si uno quiere erradicar la viruela, es necesario inocular a todos los niños.

En segundo término, explicar por qué es necesario poner en cuarentena a los uigures durante periodos tan prolongados. A veces uno debe valerse de diversos tipos de tratamientos para curar al paciente. Y, cuando el paciente se recupera, será necesario un cuidado vigilante y perpetuo.

Por último, estigmatizar a la población uigur. El extremismo religioso y las tendencias terroristas son enfermedades de ideología y, como tales, pueden reaparecer. Esos insultos no sorprenden a los uigures. Tal como señala Sigal Samuel, definir al islamismo como una enfermedad

part of China’s attempt to eradicate Muslim ethnic minorities and forcefully assimilate them into the Han Chinese majority.

es parte del intento de China de erradicar las minorías étnicas musulmanas y forzar la asimilación con la mayoría étnica china han.

Laogai

La historia se repite. Es evidente en las cifras. Se escucha en la propaganda. A comienzos de la década de 1950, Mao Tse Tung tildó a sus enemigos de hierbas venenosas. Ahora, son tumores malignos. Xi Jinping sigue la huella del Gran Timonel. O, como explicaron Chris Buckley y Austin Ramzy:

Xi Jinping, the country’s president and Communist Party leader, is determined to redraw the boundaries of what is permitted in religion, academic research, civil society and ethnic expression.

Xi Jinpig, presidente de China y líder del Partido Comunista, está dispuesto a desafiar los límites de lo que está permitido en la religión, la investigación académica, la sociedad civil o la expresión étnica.

No pienso contribuir con la campaña de propaganda de Xi Jinping. Tampoco voy permitir que mi novela perpetúe los prejuicios culturales. Tal vez, mi sicario no tiene que ser de origen uigur ni de ningún otro grupo minoritario en China. Sin importar de donde provenga mi sicario, tiene que movilizarlo algo más que tan solo moler a golpe a sus víctimas hasta dejarlas sin vida.

No obstante, por último, hay algo por lo que ya no tengo que preocuparme. Ahora tengo la certeza de que hay uigures en laogai.

Karen Kao es escritora de poesía, ficción y ensayos que vive en Amsterdam. La versión original de su ensayo se publicó en Inkstone Press.

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