Con la llegada de la ‘caravana migrante’, México confronta su propio lado anti-migración

Imagen de amplia divulgación para la promoción de intercambios en línea más tolerantes con la migración centroamericana compartida en alianza con varios organismos de investigación sobre la migración y la defensa de derechos humanos en América Latina. Usada con permiso.

Con el cruce de la frontera de miles de ciudadanos centroamericanos, conocidos como la «caravana migrante», los mexicanos ven de cerca las realidades migratorias de la región, incluida una fuerte dosis de intolerancia que recuerda los discursos anti-migración estadounidenses.

El numeroso grupo de personas en movimiento, conformado en muchos casos por familias enteras, muchas de ellas con niños pequeños, avanza en diferentes oleadas y tiene distintos objetivos. Mientras buena parte de estas personas tienen como destino final los Estados Unidos, que ya los espera con medidas contundentes, otras buscan asilo en México.

Hasta el momento se han registrado cinco «Caravanas», algunas de ellas organizadas a través de Facebook. Los primeros días en los que la Caravana se hizo paso en México las redes sociales mexicanas, en especial a través de #CaravanaMigrante#CaravanaMigranteCDMX reflejaron diversas opiniones, pero en buena parte ilustraron una cara del país manifiestamente en contra de la migración.

Un punto que se ha destacado en las publicaciones han sido los tintes de criminalización y desprestigio hacia la figura migrante centroamericana y su cercanía con el discurso anti-inmigración estadounidense. Algunos ejemplos tomados de la tendencia #CaravanaMigrante ilustran esta narrativa:

El medio mexicano en línea Plumas Atómicas recogió más muestras de opiniones que siguen esta línea y las cuestionó dando una mirada a las políticas migratorias en la historia de México:

México tiene una larga y orgullosa tradición de puertas abiertas ante las poblaciones perseguidas, exiliadas y violentadas: desde los judíos españoles durante la Nueva España; los irlandeses que se unieron a la defensa de México durante la invasión estadounidense; los libaneses que huyeron de la hambruna en su país en la década de 1920, los republicanos exiliados durante la Guerra Civil española y tras la victoria de Franco; los brasileños, argentinos, paraguayos, colombianos, peruanos y uruguayos que salieron perseguidos por las dictaduras militares en sus países […] ¿por qué hay exiliados y refugiados de primera y de segunda?

Siguiendo esta misma línea, analistas y periodistas reconocidos, como Patricio Solís y Miguel Carbonell subrayaron la ironía de la ola de opiniones negativas en línea, al ser los ciudadanos mexicanos quienes más han cargado con el estigma que trajeron las políticas anti-migratorias del gobierno de EEUU:

«Escupidos por sus propios países»

El origen común de este movimiento migratorio, no obstante, es escapar de la pobreza y la violencia que azota los países del Triángulo Norte. Así lo ve el editorial del medio centroamericano El Faro, que señala las responsabilidades que los gobiernos vecinos tienen sobre los miles que son hoy «escupidos por sus propios países»:

¿De qué se alejan familias enteras expuestas al camino cruel, al poder de los territorios del narco, a la violencia sexual, al secuestro, y hoy incluso a las amenazas del presidente de Estados Unidos de enviar al ejército? […] Huyen de la represión de un tirano en Nicaragua y de los delirios de un corrupto incapaz en Guatemala. Huyen de la incapacidad de los gobiernos salvadoreños, tanto de ultraderecha como de ultraizquierda, para poner fin a los homicidios, a la desigualdad y a la corrupción. Huyen de la violencia ejercida por pandillas deportadas por Estados Unidos, que exige ahora lealtades a cambio de migajas, cuando es corresponsable de la situación en el istmo. Huyen de élites indolentes y de décadas de esperar un futuro que nunca llega.

Y concluye:

En esas caravanas están las claves de todos los problemas de la región, incluyendo a México y Estados Unidos. [Su criminalización significa] culpar a los migrantes por las respuestas que los gobernantes de la región, de Managua a Washington, no saben encontrar.

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