Activistas del Líbano toman acción contra el problema de las balas perdidas en el país

Obra teatral con mensaje social en el centro de Trípoli — un invitado a una boda muere tras el impacto de una bala perdida de otro invitado. Foto usada con autorización de la página de Facebook de Farha Taysheh.

Reem Shaker tenía solamente 18 años cuando una bala perdida le dio en la cabeza mientras estaba en el hogar de su familia en la ciudad libanesa de Miniyeh. El disparo que la mató no fue por retribución sino de alegría de un grupo que celebraba el regreso de seres queridos de un peregrinaje a La Meca.

La historia de Reem es un ejemplo de una serie de muertes sin sentido causadas por disparos de celebración.

La Encuesta Pequeñas Armas estima que en 2017 en el Líbano, 1 927 000 civiles poseen armas de fuego. El país tiene una población de 6 105 000 personas, y casi un tercio de los civiles tiene un arma de fuego. Según el Movimiento Paz Permanente, 90 personas murieron solamente en 2017 por balas perdidas disparadas en bodas y otras ocasiones alegres empañadas por derramamientos de sangre.

Este incidente toca particularmente de cerca el corazón de los organizadores de la campaña Farha Taysheh («Las balas perdidas matan la alegría») de Trípoli. Marwa Seif, que este mismo año ayudó a lanzar la campaña, era amiga cercana de Reem, y por mucho tiempo tuvo una sensación de impotencia de enfrentar la causa de la muerte de su amiga.

Sin embargo, en mayo de 2018, un improbable grupo reunido alrededor de una mesa en Beirut cambiaría las cosas. Seif se unió a los jóvenes de Trípoli, miembros de la Red Local de Prevención en Trípoli, y un mediador de la municipalidad para organizar.

Las redes locales de prevención, encabezadas por la Red de Ciudades Fuertes, tiene el objetivo de construir la infraestructura de iniciativas comunitarias que cubren la brecha entre organizaciones de base y la municipalidad.

La historia de tocó una fibra sensible.

En la mesa estaba Duaa, otra participante que contó su historia: perdió a su hermana 15 años antes por una bala perdida, esa vez en un accidente de caza. La mediadora Najia, de la municipalidad de Trípoli e integrante de la red local de prevención de Trípoli, escuchó atentamente a la historia de Duaa.

Aunque el objetivo principal de las redes locales de prevención es enfrentar el extremismo violento con visión preventiva, abordaron una serie de asuntos locales. Las redes tienen sus propios objetivos. Su respaldo a la campaña fue un reconocimiento del alcance de iniciativas preventivas.

En los meses que siguieron, Seif y Duaa trabajaron con Najia para desarrollar y lanzar su campaña Farha Taysheh. Este respaldo municipal hizo que la violencia celebratoria con armas entrara en la agenda del Gobierno local.

Junto con otros voluntarios, Seif y Duaa organizaron artes representativas con un mensaje social: la celebración de una boda en el centro de Trípoli, donde los actores reaccionaban a la muerte fingida de un invitado a la boda por una bala perdida disparada por otro invitado. La actuación se grabó y se publicó en Facebook, lo que inició un diálogo y logró cobertura de los medios.

Farha Taysheh es una de muchas campaña que intentan luchar contra la inevitable violencia que resulta de la posesión de pistolas — ya sea intencional o no. El apoyo municipal dio a los jóvenes activistas una plataforma fuerte para llegar a una audiencia mayor. La representación a gran escala que hacen los activistas en el centro de Trípoli no hubiera sido posible sin el permiso de las autoridades locales.

La colaboración entre las campañas de bases y el Gobierno local contribuyó al éxito de esta campaña en Trípoli, pero el contexto de cada ciudad varía y las redes comunitarias de prevención pueden optar por empezar a abordar temas menos controvertidos a medida que generan confianza, credibilidad y seguridad para abordar temás contundentes.

Combinada con la energía de los jóvenes activistas, Farha Taysheh ha tenido un éxito rotundo y ha iniciado una conversación en toda la ciudad en plataformas de medios locales. Tal vez se deba a que las balas perdidas son un problema global y no se trata de un asunto específico para el Líbano, pues existe por todo el mundo, desde los Balcanes a Estados Unidos.

En 2017, el representante estatal de Texas Armando «Mando» Martinez fue herido en la cabeza por una bala perdida en las celebraciones de víspera de Año Nuevo. Dos años antes, una niña de diez años murió por una bala perdida en una boda en Macedonia. Por su parte, el departamento de policía de Los Ángeles, California, usa sus plataformas de medios sociales para advertir a los ciudadanos de no hacer tiros al aire pues la consecuencia es un proceso penal y mucho tiempo en prisión.

La cultura de las pistolas no puede dejar de mencionarse al hablar de este problema. El hilo común entre países donde las balas perdidas son un problema es que la posesión de armas es culturalmente aceptable. Sin embargo, la escala de incidentes de balas perdidas varía. En el Líbano, un programa parcial de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) después de la guerra civil (1975-1991) implicaba que las armas de fuego de las facciones combatientes nunca se confiscaron completamente.

Los disparos de celebración son un problema global, y combatirlo involucrará algunos factores que le permiten persistir. Este requiere enfrentar la difundida aceptación de posesión de armas de fuego y falta de responsabilidad de quienes disparan.

Las iniciativas locales tienen un rol clave. En el caso de Farha Taysheh, la cooperación entre activistas juveniles y la municipalidad de Trípoli es un ejemplo de cómo partes improbables pueden unirse para combatir un problema común — una bala perdida a la vez.

Nota del editor: Farha Tayshe surgió de un taller organizado por Ciudades Jóvenes en Beirut (mayo de 2018). El taller reunió a jóvenes activistas y miembros de redes locales de prevención de la Red Ciudades Fuertes, e incluye representantes municipales. Ciudades Jóvenes es una iniciativa conjunta entre la Red Ciudades Fuertes y la Red de Activismo Civil Juvenil.

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