¿Por qué el «príncipe torturador» de Bahréin puede visitar Reino Unido pese a los pedidos de arresto?

Captura de pantalla del vídeo ‘Sheikh Nasser Bin Hamad al-Khalifa’. Fuente: YouTube.

En los últimos meses, la relación del Reino Unido con sus aliados del Golfo Pérsico ha saltado a la palestra con un cuento de espías único en un panorama mediático prácticamente dominado por el brexit.

En noviembre de 2018, el académico británico Matthew Hedges, de 31 años, volvió a Gran Bretaña tras pasar siete meses en una cárcel de Emiratos Árabes Unidos, donde estuvo aislado la mayor parte del tiempo, acusado de espionaje. La historia de Hedges, que en principio no despertó mucho interés, llegó a las portadas después de que Emiratos Árabes Unidos, país aliado del Reino Unido, anunció que se acusaba a Hedges de ser un espía del MI6. Tanto Hedges como el Gobierno británico negaron la acusación.

La historia de Hedges contrasta con la larga y complicada historia de impunidad del Reino Unido sobre acusaciones de tortura cometida por sus aliados en los estados del Golfo Pérsico, y nos recuerda las razones por las que el «príncipe torturador» de Bahréin, Nasser bin Hamad, todavía tiene el privilegio de moverse con toda libertad por Gran Bretaña, pese a las claras evidencias de abusos durante la rebelión de 2011 en Bahréin.

Hedges sufrió abusos durante su encarcelamiento en Emiratos Árabes Unidos, lo que parece haber sorprendido al Gobierno británico, aunque sorprende menos la tibia respuesta del Gobierno a estas torturas —además de mantenerlo aislado durante 23 horas diarias, Hedges fue drogado por sus carceleros—, a pesar de que Emiratos Árabes Unidos es uno de los principales aliados del Reino Unido en Oriente Medio.

Daniela Tejada, esposa de Hedges, que ha pasado los siete meses que estuvo encarcelado su marido haciendo campaña para pedir su liberación, acusa al Gobierno británico de ignorar sus constantes peticiones de ayuda.

La respuesta del Reino Unido al asunto de Hedges es otro ejemplo de la indulgencia con que este Gobierno trata a los mandatarios árabes del Golfo Pérsico. Y los activistas no pueden evitar recordar cómo y por qué el famoso «príncipe torturador» de Bahréin puede seguir libre.

«Príncipe torturador» de Bahréin

Mucho antes de que el Gobierno británico presumiblemente ignorase las torturas de uno de sus ciudadanos a manos de un aliado, el país se enfrentó a un conflicto legal interno por la protección prestada a un notable miembro del reino de Bahréin: el hijo del rey, el príncipe Nasser Bin Hamad.

Apodado por los disidentes «príncipe torturador» por participar en la tortura de activistas que habían intervenido en la revolución bahreiní de 2011, en una ocasión tuiteó: “Si por mí fuera, los condenaría a todos a cadena perpetua». Ciertamente, bin Hamad, que tenía 24 años cuando comenzó el levantamiento de 2011, fue uno de los dirigentes bahreiníes que pidieron la represión brutal de los manifestantes.

Como presidente del Comité Olímpico de Bahréin, bin Hamad creó una comisión especial para «identificar y castigar a más de 150 miembros de la comunidad deportiva» que participaron en las protestas de 2011, según Americans for Democracy and Human Rights in Bahrain («Estadounidenses por la Democracia y los Derechos Humanos en Bahréin», ADHRB). Pidió públicamente «que caiga un muro sobre la cabeza de los manifestantes (…) aunque sea atletas (…) Bahréin es una isla y no hay cómo escapar».

En lugar de ser encausado en Bahréin, el 19 de junio de 2011, su padre lo promocionó a comandante de la Guardia Real de Bahréin.

La relación del príncipe con el Reino Unido se remonta a 2006, cuando se graduó en la selectr Academia Militar de Sandhurst a los 19 años.

De los archivos: Nasser bin Hamad Al Khalifa participa en un entrenamiento militar en Reino Unido y Canadá – Julio de 2006.

Visto su prestigioso historial, el «príncipe torturador» difícilmente podía imaginar que sus visitas al Reino Unido podrían causarle problemas. Pero poco después de que supuestamente torturase a manifestantes bahreiníes, otro activista, conocido solo como «FF», consiguió llegar a Gran Bretaña y obtener asilo político.

Esto significa que el Reino Unido reconoció las legítimas demandas de FF, incluido su miedo a las represalias si se le forzaba a volver a Bahréin. Según señala ADHRB, FF también «alega que Sheikh Nasser había participado en torturas».

No obstante, un año después, el Gobierno británico optó por conceder la inmunidad al «príncipe torturador» cuando FF pidió su detención durante su visita en julio de 2012 con motivo de los Juegos Olímpicos, a la cabeza del Comité Olímpico Bahreiní. Por el contrario, se pudo ver a bin Hamad en la zona VIP de un estadio londinense ese mismo día:

¿Es cierto que se permite al supuesto torturador bin Hamad ir a las Olimpiadas?

Pero la historia no acaba aquí. En octubre de 2014, el Tribunal Supremo de Londres dictaminó que bin Hamad no era inmune a un procesamiento por torturas, reavivando las esperanzas de que sería detenido.

Como informó The Guardian, el expediente pasó entonces al equipo de crímenes de guerra del mando antiterrorista de la Policía Metropolitana. Más tarde, el equipo anunció que «basándose en el expediente que le fue entregado, la policía no va a investigar».

En parte, la razón por la que la policía metropolitana decidió no seguir adelante con las pesquisas fue simplemente que los testigos principales siguen en prisiones bahreiníes, y por lo tanto, no pueden ser entrevistados. Casualmente, los representantes de bin Hamad presentaron una argumentación similar, de que las acusaciones de FF «no han sido probadas ante un tribunal británico, y que nunca ha habido un proceso judicial contra él».

En otras palabras, los abogados de bin Hamad argumentaron que las acusaciones de FF no podían probarse en un tribunal británico sin reconocer que los testigos principales no podían presentarse en ningún tribunal ni contestar las preguntas de la policía británica.

Y por eso, solo unos meses después, en marzo de 2015, bin Hamad publicó un vídeo en el que se le podía ver trotando por Hyde Park, en Londres, lo que reavivó las exigencias de su arresto. En realidad, desde las acusaciones ha viajado al Reino Unido con frecuencia, e incluso ha disfrutado de la muestra hípica Royal Windsor Horse Show en compañía de su padre, el rey de Bahréin, y de la reina Isabel II.

Este descarado caso de impunidad ha renovado las dudas sobre si el Reino Unido cumple con sus obligaciones internacionales, en especial la Convención de Naciones Unidas Contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y Degradantes de 1987, que exige a los estados que criminalicen la tortura y persigan a perpetradores de otros países cuando se encuentren en el territorio nacional.

El Reino Unido firmó esta Convención el 15 de marzo de 1985, y la ratificó el 8 de diciembre de 1988. No obstante, a la firma de la convención contra la tortura, Gran Bretaña añadió:

The United Kingdom reserves the right to formulate, upon ratifying the Convention, any reservations or interpretative declarations which it might consider necessary.

El Reino Unido se reserva el derecho a formular, al ratificar la Convención, cualquier reserva o declaración interpretativa que pudiera considerar necesaria.

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