Cambiar el sistema desde dentro o desde fuera: El dilema de las feministas de «Nueva Armenia»

Mujeres protestando en Ereván durante la Revolución de Terciopelo. Mari Nikuradze/OC Media.

Esta es una historia de OC media escrita por Knar Khudoyan y se reproduce en Global Voices bajo un acuerdo de colaboración.

A medida que más y más mujeres deciden entrar a la política en la «Nueva Armenia» revolucionaria, se está desatando un debate dentro de los círculos feministas del país: ¿cuál es la mejor manera de transformar los sistemas patriarcales de Armenia, desde dentro o desde fuera?

«Fueron los métodos de la Revolución de Terciopelo, es decir, la centralización, la horizontalidad, los que permitieron a las mujeres participar. No tenías que presionar a las mujeres para que emprendiesen acciones políticas, sucedió de forma natural». Así es como la feminista María Karapetyan, una de las organizadoras del movimiento «Rechazar a Serzh» que derrocó décadas de gobierno del Partido Republicano, resume el papel de la mujer en la revolución.

Aunque a muchas mujeres todavía se les pone la piel de gallina con el famoso discurso de Karapetyan «Vivan las hermanas» en la Plaza de la República de Ereván el 18 de abril de 2018, ella dice haber tomado la decisión de unirse al Partido de Contrato Civil y presentarse como candidata al Parlamento.

Karapetyan no es la única mujer que piensa que la Revolución de Terciopelo debe continuar dentro de las instituciones estatales y los Gobiernos locales. En las primeras elecciones posrevolucionarias del país, las elecciones para alcaldes y concejales del 23 de septiembre en Ereván, grupos de mujeres activistas se unieron a la alianza My Step, respaldados por el primer ministro, Nikol Pashinyan.

Maria Karapetyan. Anahit, de Erebuni.

Sin embargo, un subgrupo de feministas radicales en Armenia considera que trabajar con el Estado contradice los objetivos del feminismo: la liberación de la mujer. Según ellas, el Estado es el protector de la propiedad privada y de la familia (la propiedad pertenece a los hombres y la familia es el principal lugar de explotación de la mujer).

En cambio, argumentan que la lucha por las mujeres como «clase sexual» debe venir a través del fortalecimiento de las comunidades de mujeres y la creación de modelos cooperativos de relaciones sociales, no a través de historias de éxito individuales de mujeres que lograron romper el techo de cristal.

Patriarcas con rostro humano

El nuevo primer ministro, Nikol Pashinyan, ha estado articulado sus puntos de vista sobre la igualdad de género. Destacando el papel de la mujer en su discurso del 8 de mayo, día en de su nombramiento, Pashinyan dijo que «la participación masiva de la mujer es un factor que nos permite llamar a lo que sucedió una revolución de ‘amor y solidaridad»’.

Pero después añadió algo que hizo las feministas de todo el país se estremecieran. «La revolución demostró que la participación activa de la mujer [en la política] es compatible con nuestra identidad nacional, nuestra percepción nacional de la familia».

La mayoría de feministas reconoce que el nuevo gobierno no está muy informado sobre lo que son los movimientos de mujeres. Pero muchas han sido indulgentes, al menos por ahora, creen que combatir el riesgo de la contrarrevolución es una prioridad.

«Sí, los miembos del nuevo gobierno son producto de la misma sociedad patriarcal. También son patriarcales. La diferencia es que están dispuestos a escuchar, a informarse, a colaborar con la sociedad civil, a diferencia de sus predecesores», dice Lara Aharonyan, cofundadora del Centro de Recursos para la Mujer de Ereván.

Aharonyan cree que para que las mujeres participen, el Estado debe avanzar unos pasos. Uno de esos pasos, dice, sería aumentar las cuotas de género en las elecciones para mejorar el desproporcionado equilibrio de género en el Parlamento.

«Las mujeres tienen que estar presentes para hablar de sus necesidades. Y si más de la mitad de la población está compuesto de mujeres, por justicia y por representación igualitaria, las mujeres deberían constituir el 50 % del Parlamento», sostiene Aharonyan.

Comerciando activismo por política partidista

La parlamentaria Lena Nazaryan saluda a los manifestantes reunidos frente al edificio del Parlamento, 2 de octubre de 2018. Ruben Arevshatyan.

Mucho antes de la Revolución de Terciopelo, una aliada clave de Pashinyan, Lena Nazaryan, fue una de las primeras mujeres en comerciar con el activismo por la política partidista. Como activista ambiental y periodista crítica durante muchos años, Nazaryan fue cofundadora del Partido de Contrato Civil de Pashinyan en 2015.

Nazaryan ha escalado puestos en el partido hasta llegar a encabezar la alianza Way Out en el Parlamento. Como modelo a seguir para muchas jóvenes, a menudo las chicas la abordan para tomarse selfies.

«No me gusta cuando las mujeres se presentan como débiles, como si necesitasen que las animasen a ser activas. No, deben estar presentes porque las mujeres son necesarias. Y cuando están, deben demostrarlo con su trabajo», dice Nazaryan.

Transformar las relaciones sociales, no a las mujeres individualmente

La mayoría de las feministas radicales en Armenia que se niegan a comprometerse con el Estado lo hacen sin condenar las decisiones de otras mujeres.

«No digo que las mujeres no deban participar en política, digo que su participación no debería ser el fin en sí mismo», dice la activista feminista Anna Shahnazaryan

«Si una mujer entra en el Parlamento, debe cuestionar la forma en que se toman las decisiones. Si una mujer entra en una institución para desmantelarla desde dentro, para hacerla más democrática y centrada en el ser humano, la aliento».

«Personalmente, no me importa si el alcalde de Ejmiarsin es una mujer si no representa su género […] El cargo de ministro de Trabajo y Asuntos Sociales lo ocupa una mujer, Mane Tandilyan, pero para mí es un problema que no hable claro sobre las mujeres que hacen trabajo no remunerado como amas de casa».

Galfayan advierte sobre caer en la «trampa» de ser usada como una mujer simbólica en política.

«Están utilizando a las mujeres para llenar las cuotas, para dar falsas esperanzas de que las cosas están mejorando», dice.

Protesta durante la Revolución de Terciopelo. Mari Nikuradze/OC Media.

Ella dice que, globalmente, el sistema es «a fin de cuentas jerárquico; los hombres (especialmente los hombres ricos heterosexuales) han tenido posiciones privilegiadas en esas jerarquías durante años y, por lo tanto, a las mujeres les cuesta mucho integrarse al «club». Al final, incluso las pocas mujeres que llegan a la cima tienen que servir a los intereses de este sistema jerárquico e injusto».

«Prefiero trabajar para desmantelar este sistema en lugar de hacerlo más bonito. Prefiero apoyar y fortalecer sistemas que, en mi opinión, son justos y liberadores», dice Galfayan.

Desmantelando el patriarcado por todos lados

Sin embargo, la mayoría de feministas de Armenia está de acuerdo en que no hay dicotomía entre «ser reformadora o feminista radical», y que el cambio siempre ha venido acompañado de la acción conjunta de ambas fuerzas. Apuntan al movimiento de las sufragistas de principios del siglo XIX en Gran Bretaña, en el que los movimientos de mujeres militantes trabajaron en paralelo con grupos feministas conservadores.

Pocas mujeres políticamente activas en Armenia discreparían con que la revolución debe continuar y que la famosa consigna feminista –lo personal es político– sigue siendo cierta. Algunas se centran en «lo personal» de la frase; trabajan duro para ganar en una batalla desigual con hombres privilegiados, mientras que otras luchan para transformar las relaciones sociales existentes.

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