Estos son los héroes que ayudan a víctimas de bombas suicidas de Afganistán a redescubrir la esperanza

Zahra Yagana, directora de Green Home, en su oficina en Kabul. Foto de Ezzatullah Mehrdad.

El 15 de agosto de 2018, Shukria, de 17 años, estaba estudiando para los exámenes de ingreso a la universidad en Kabul, la capital de Afganistán, cuando el ataque de un bombardero suicida dejó al menos 34 muertos.

Shukria fue una de los muchos heridos y los médicos le dieron solamente 5 % de probabilidades de volver a caminar.

Pero un mes después, una red de voluntarios recaudó suficiente dinero para enviar a la estudiante de secundaria a India para recibir tratamiento médico. Luego de su recuperación en Kabul y más tratamientos en Irán, sus posiblidades de recuperar la capacidad de caminar aumentraron al 95 %, según Zahra Yagana.

Yagana, madre soltera de dos adolescentes, estuvo entre quienes lideraron la recaudación de fondos, y también hizo una primera visita a Shukhria cuando la hospitalizaron.

“Estaba haciendo el trabajo que (debería hacer) un doctor en un hospital público”, dice Yagana.

“Todos le decían a Shukria que no podría volver a caminar, pero yo le decía que tenía que caminar”.

Yagana, que dirige la ONG Green Home, no era una desconcida en el trabajo voluntario en ese momento.

En 2017, inició una campaña en Facebook llamada ‘Campaña de Solidaridad’ para recaudar fondos para el tratamiento de un civil que quedó herido cuando hombres armados dispararon al auto en el que viajaba. La campaña atrajo la atención nacional después de que el presidente Ashraf Ghani le hizo una donación.

El brazo afgano de ISIS se atribuyó responsabilidad por el ataque.

Yagana dice que inició la campaña para «enseñar a la gente a ayudar a otros» porque «cualquiera de nosotros puede ser la siguiente víctima de esta guerra”.

Después de casi cuatro décadas de conflicto casi ininterrumpido y en medio de una insurgencia militante fortalecida por el retiro de tropas estadounidenses, esa afirmación parece imposible de contradecir.

Un reciente informe de Naciones Unidas sostuvo que hay 3804 muertes de civiles y 7189 civiles heridos debido al conflicto en Afganistán en 2018, una cifra mayor a cualquier otra desde la invasión estadounidense de 2001.

La cifra también incluye una cifra sin precedentes de niños.

Es casi inexistente el apoyo estatal a víctimas de ataques de pistolas y bombas, y a los seres queridos que dejan, por lo que el activismo de base es tan importante.

Sayed Naqibullah, padre de un policía de tránsito afgano que murió en un bombardeo suicida, posa para una foto en su pueblo natal de Parwan. Foto de Ezzatullah Mehrdad.

El hombre a favor de quien Yagana recaudó dinero en esa ocasión murió pese al tratamiento recibido, y Yagana acompañó su cadáver a su provincia natal de Daikundi, donde tenía esposa y siete hijos. El menor tenía nueve años.

El niño asistió al funeral de su padre aturdido.

“Mi padre me había prometido una bicicleta si me iba bien en el colegio”, dijo el niño a Yagana, llorando.

Meses después, Yagana cumplió la promesa del padre del niño, después de que le fue bien en los exámenes escolares, y ahorró el dinero recaudado para pagar los costos educativos de los otros hijos del hombre. El mayor de los hermanos asiste ahora a la universidad en Kabul.

“Todo lo que quiero es dejar un legado”, dice Yagana, a quien casaron a los 13 años con un adicto a los narcóticos y dio a luz a su primer hijo a los 14 años, cuando vivía como refugiada en Irán.

“Algunos beben para sentir paz interior. Otros leen un libro. Yo ayudo a otros a lograr esa misma paz».

‘Primeros en llegar’

Green Home es uno de varios grupos de apoyo afganos dedicados a ayudar a víctimas del conflicto.

Aunque esta red de estructuras de bases está lejos de ser suficiente dada la escala del desafío que enfrentan, ya ha logrado fomentar mejoras concretas en docenas de vidas.

El empresario y reportero gráfico Asif Yousufi ofrece apoyo a víctimas en su tiempo libre junto con su grupo de dedicados voluntarios.

“Por lo general, somos el primer grupo en llegar al lugar ataque suicidas», dice Yousufi. “Te deja su trauma emocional”.

Yousufi visita los hospitales con frecuencia para recoger información sobre las víctimas de bombardeo para una fundación australiana que se dedica a apoyarlas que se llama Fundación Baba Mazari.

“No puedo parar”, dice. “Es un hábito ir y a ayudar a la gente”.

La respuesta de las víctimas es clave para alentar a continuar, agrega. «Nos dicen: ‘La humanidad existe, hay alguien que se preocupa por nosotros'».

El empresario y reportero gráfico Asif Yousufi sentado al lado de un hombre herido. Foto usada con autorización.

Una clase diferente de campéon

Los medios sociales se han vuelto una herramientas vital para los campañas de recaudación, y el apoyo de personas influyentes en medios sociales pueden significar una gran diferencia en las campañas.

“Es grandioso ver que de una población de 30 millones, al menos 10 000 personas están listas ayudar», dice Ahmad Roman Abasy, en referencia a la campaña que llevó a cabo en 2018 para ayudar a una madre soltera drogadicta en la ciudad de Mazar-e-Sharif, al norte del país.

Abasy es excampeón nacional de taekwondo que se retiró en 2017 por una lesión. Ahora es el campeón de los dolientos y los heridos, y ha aprovechado su popularidad como deportista para ser un recaudador muy efectivo.

El cambio en el estilo de vida lo ha ayudado a ver a sus compatriotas con nuevos ojos.

“La gente se ha vuelto más amable y colaboradora”, dijo a Global Voices.

La campaña más notable de Abasy fue para recaudar fondos para apoyar a la familia de un soldado afgano caído que fue uny of ejectuado pot el Talibán en la provincia afgana de Farah en mayo de 2018.

Gracias en parte a la promoción de Abasy, el soldado se volvió un ícono viral en medios sociales. La campaña de recaudación reunió 3000 dólares antes de que acabara el mes.

“Pensé: puedo ayudar a la gente con Facebook”, dice Abasy. “Cuanto más me involucro, más personas en necesidad veo”.

Ahmad Roman Abasy, campeón de taekwondo que se volvió recaudador de fondos viral. Foto ampliamente difundido en medios sociales.

A pesar de las dificultades con el acceso a internet fuera de Kabul, los efectos de ese activismo puede llegar más allá de la capital afgana.

Cuando Sayed Naqibullah, agricultor de la provincia de Parwan, supo que su hijo Gharibullah, policía de tránsito recién casado, había muerto en un ataque suicida en Kabul el 12 de noviembre de 2018, el mundo se le vino encima.

Ese mismo día, durante el funeral, sonó el teléfono del padre. Era Abasy, llamaba para pedir permiso para recaudar fondos en su nombre. La familia de Naqibullah recibe ahora 7000 afgani (cien dólares) al mes de un donante anónimo.

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