Por Andre Bagoo
El gran poeta y novelista Wilson Harris murió hace exactamente un año. ¿De verdad murió? Como uno de sus personajes, Harris ha vuelto a la vida. Retornó en la forma de una banda de moko jumbie — variado escuadrón de espíritus pintados sobre zancos de madera, que deambulan por la jungla de concreto de Puerto España espantando a todos durante el Carnaval de Trinidad.
Se trata del «Palacio del pavo real», una mascarada de la banda Moko Sõmõko de Alan Vaughan, basada en la densa, hermosa y ambiciosa novela del mismo nombre escrita por Harris.
Observar a los moko jumbies dejar su campo de mascaradas de Erthig Road, Belmont, hace palpable el sentimiento de la novela de Harris. Así como el grupo de cruzados se embarca en una misión épica, estos enmascarados salen a conquistar la verde extensión del parque Queen’s Park Savannah, en el centro de la ciudad.
¿Por qué una novela? ¿Por qué crear una mascarada basada en un libro? ¿Y más de un libro cuyo autor, Wilson Harris tiene un estilo de escritura tan denso?
¿Por qué? Porque este es un libro que nos enseña a levitar.
En todas partes en el libro de Harris nos piden que miremos hacia arriba. Al cielo, al sol, a los portones, a los árboles, a los pájaros, a las cascadas, a las estrellas, a los cometas, a las horcas colgantes, a lo alto de las escaleras e incluso a las casas construidas sobre pilotes. Entonces ahora nosotros observamos a los mokos en la altura.
Pero como es típico en la obra de Harris, nada es una cosa o la otra. Lo que está muerto está vivo; lo que está arriba también está abajo: «Los árboles susurrantes dejaban caer sus hojas repentinamente en el lugar donde el suelo parecía hacerse ligero en mi mente, y desde donde subía para toparlas en el aire» («El palacio del pavo real», página 28).
El argumento del libro ha estado sometido a un interminable debate crítico. Aparentemente, un grupo de aventureros está en una expedición en medio de los bosques lluviosos de Guyana para encontrar a Mariella, una mujer legendaria, un símbolo, quizá una Helena de Troya, una figura de fantasía patriarcal que vuelve todo patas para arriba.
Aún así “cada límite es un mito”, (22) advierte el personaje llamado Donne. Estamos en el paisaje de la mente, un «caos de sensaciones» (24), una “mascarada de apariencias” (13). Para que las palabras de «El palacio del pavo real» adquieran sentido, debemos pasar a través de ellas diagonalmente, de otra forma nos ahogaremos.
El surrealista libro de Harris no está escrito en prosa. Es un poema del tamaño de una novela, un rico pelau, plato típico de Trinidad en el cual los mellizos del pasado y presente son borrosos, como los mayas pueden haberlos borrado. Las personas aparecen, cada una como un «personaje enmascarado», muertas y vivas al mismo tiempo.
Cuenta el narrador: «Soñé que desperté con un ojo muerto que veía y un ojo vivo que estaba cerrado». Soñando y a la vez despierto, viajando y a la vez estático. Lentamente, la novela revela su secreto. Su tema surge al final, como un pavo real decorado con estrellas que le otorga su título al libro, haciendo evidente que hemos estado leyendo un autorretrato que toma la forma de una mascarada escrita.
Tenemos aquí un libro que reta la idea de una novela y la convierte en un carnaval para el alma. A través de su banda de moko jumbies, busca una nueva audiencia y la encuentra.
En la primera noche de competencia para escoger a los reyes y reinas del carnaval en el parque Queen’s Park Savannah, Vaughan cruza el escenario. Ha tomado una sola cita de la novela y ha construido un disfraz. «El sol se levanta y abruma al pecador» es una centelleante metáfora alusiva a la canción «Sinnerman» de Nina Simone. Como una versión ostentosa de la pintura «Hombre disfrazado de murciélago», hecha por Peter Doig en 2007, Vaughan se ve hermoso, radiante y también gloriosamente ambiguo en las altura desde donde nos mira, una polilla adornada y gigante con ojos delineados de rojo. La sangre fluye más rápido.
Vaughan no avanza a la siguiente ronda, pero sus compañeros sí. Uno gana el título de Reina del Carnaval, mientras otro se ubica en segundo lugar. ¿Una señal de renacimiento acaso?
Los moko jumbies tienen una larga historia. La palabra moko ha sido ligada a las tradiciones orisha de Nigeria, Togo, Benín, Guinea y Senegal. Moko es una deidad del destino y la retribución, mientras que los jumbies o fantasmas, son concebidos como una entonación trinitaria.
Pero mientras los mokos se remontan a las tradiciones del África Occidental, la caminata en zancos es accesible hoy en día para todos en la sociedad multicultural de Trinidad. Cualquiera puede aprender a caminar en zancos con grupos como #1000mokos que ofrece clases en el espacio de arte contemporáneo Alice Yard en Woodbrook, Puerto España.
En años recientes, los diseñadores han presionado a la figura del moko jumbie hasta el límite. En 2015, Stephanie Kanhai se convirtió en la primera ganadora del título de Reina del Carnaval con «Las dulces aguas de África», diseñado por Vaughan. Al año siguiente, Peter Minshall hizo un sensacional retorno a la competición por el título de Rey del Carnaval con «El cisne moribundo: Ras Nijinsky en drag como Pavlova».
El poderoso diseño de Minshall incorporaba los rígido zancos de madera como parte de la mascarada, los convertían en las piernas de un bailarín de ballet en puntas y fusionaban las tradiciones africanas y europeas de una manera que también apuntaba hacia el queerness, la rareza del Carnaval.
Este año, la reina Pavo Real «Mariella, sombra de la consciencia», interpretada por Shynel Brizan, ganó el título de Reina del Carnaval, y Brizan se convirtió en una especie de Madonna, y encarna el personaje de la novela. Ss atrevida y al mismo tiempo vulnerable, como un espectro.
A su lado marchó Tekel ‘Salti’ Sylvan, quien obtuvo el segundo lugar en la competición de Rey del Carnaval con «Un pavo real se convierte en la ventana al universo», vorágine de azul, púrpura y oro, coronada con florituras de marinero elegante: una ventana disparada como una antena satelital para formar una extraña corona. En las preliminares, Sylvan se pintó el rostro de blanco y los labios de rojo vivo.
En esta procesión sacra también se encontraba Russell Grant en un moko que podrían ser un Vigilancia, otro personaje aborigen de la novela que actúa como una especie de guardián y observador. Cuando la banda llega a las calles durante el lunes y martes de Carnaval hay un grupo de apoyo que los ayuda en el lugar.
Los moko jumbies miran al pasado, pero esta reencarnación de la novela de Harris abre muchas posibilidades frescas. Es un matrimonio perfecto entre dos mundos imaginarios; una metaficción o un cosplay llevado al extremo. ¡Y que clase de desfile resulta!
Los jugadores saltan de la mente del escritor hacia las calles, caminan entre hordas de personas como Moisés cuando separa las aguas del mar.