Privados de nacionalidad, los vietnamitas de Camboya viven al margen de la sociedad

Foto de Loa.

Este artículo editado de Gia Linh Vũ es de Loa, sitio web de noticias y podcast de Viet Tan que transmite historias sobre Vietnam. Se reproduce en Global Voices como parte de un acuerdo para compartir contenido.

En el centro de Camboya se ubica el lago Tonlé Sap, que se traduce como el Gran Lago. Su longitud alcanza los 250 km, y abarca varias provincias y ciudades. Se conecta con la ciudad capital, Phnom Penh, por su largo sistema fluvial, el lago y río Tonlé Sap han sostenido el desarrollo del país a lo largo de su rica historia.

Camboya comparte su frontera este y gran parte de su historia con Vietnam. Periodos de guerras e inmigración entre los dos países han llevado a que gran población de personas de etnia vietnamita viva en Camboya hoy. La tensa historia entre los dos países ha influido en las percepciones de ciudadanos comunes y corrientes a la fecha, y muchos jemeres siguen viendo a los vietnamitas con resentimiento y sospecha.

Según un informe de 2014 sobre las condiciones de vida de los vietnamietas en Camboya, se estima que nueve de diez personas de etnia vietnamita en Camboya están indocumentadas. El Gobierno camboyano atribuye esa cifra a la inmigración ilegal. Esta atribución para por alto que una población significativa de vietnamitas en Camboya hoy se puede rastrear a la inmigración masiva que ocurrió hace más de un siglo durante el gobierno francés en Indochina, cuando diferentes leyes regían el país.

Después de que los franceses se retiraron del sudeste asiático, la discriminación contra los vietnamitas por parte de los jemeres rojos intentó expulsar a la población étnica vietnamita existente de Camboya por medio de deportación y ejecución. A los que no fueron ejecutados les confiscaron sus posesiones, incluidos certificados de nacimiento y toda documentación que probaba su ciudadanía.

La discriminación persiste a la fecha a través de leyes promulgadas retroactivamente para bloquear las vías a la nacionalización. La ley de nacionalidad de 1996 sustituyó a una ley de 1954 y dispone requisitos adicionales para la nacionalización de niños no ciudadanos nacidos en Camboya. La nueva ley exige que ambos padres no ciudadanos del niño sean camboyanos de nacimiento, cuando antes el requisito era solamente para un progenitor para que a un niño se le conceda la ciudadanía. Además, a quienes les confiscaron los documentos de nacionalización en la época de los jemeres rojos no pudieron procesar sus solicitudes, y los solicitantes no tenían autoridad a la cual recurrir.

Como apátridas, los vietnamitas de Tonlé Sap no tienen las mismas protecciones y privilegias que los ciudadanos de Camboya. No se les permite adquirir tierras, el acceso a la educación es limitado y están sometidos a impuestos arbitrarios y abuso del Gobierno local.

Esta negativa de privilegios tiene como resultado una gran población de vietnamitas apátridas se apiñen en comunidades a lo largo del lago y río Tonlé Sap en aldeas flotantes.

Las casas propiedad de personas de etnia vietnamita se distinguen por su diseño y falta de vínculo permanente con la tierra. Texto y foto de Loa.

Quienes viven a las orillas de los ríos con los más pobres de Camboya, y hay estratificación económica dentro de esta población marginada. Los vietnamitas tienden a vivir en las casas flotantes, mientras las familias jemeres que pueden pagarlo viven en casas más sólidas. Las casas flotantes y botes vietnamitas a menudo tienen diseños geométricos en colores primarias. Otra señal es el nón lá, el icónico sombrero cónico.

Cuando se tomó esa fotografía, el nivel del agua era de casi tres metros de altura, y casi llegaba a las copas de muchos árboles y sumergía completamente a otros. En la aldea de Kompong Khleang, el agua puede llegar a los diez metros.

Durante la temporada del monzón, el nivel del Tonlé Sap llega al máximo en los meses de septiembre y octubre. Quienes viven en cassa flotantes están a merced del aumento y caída de los niveles del agua. Es bastante posible que las casas flotantes de los vietnamitas apátridas son tan efímeras como su ciudadanía.

Para llegar a las aldeas flotantes, alquilé un bote conducido por dos cocapitanes. Uno dirigía el bote y el otro operaba el motor, y cambiaron de rol a mitad de camino. La primera aldea flotante que visité fue Chong Khneas.

A Chong Khneas se puede acceder fácilmente desde la gran ciudad de Siem Reap y cuenta con muchas visitas de turistas. Así, los visitantes se ven agresivamente bombardeados con solicitudes de donaciones. Un llamativo cartel frente a una escuela dice “Caridad y centro educativo para ayudar a niños pobres”.

Financiada en parte por donaciones, la escuela flotante de Chong Khneas tiene a más de 300 niños de primero a quinto grado. Texto y foto de Loa.

En la escuela hay cinco maestros que llegaron de Vietnam para vivir y enseñar en Chong Khneas.

Sin documentos que prueben su ciudadanía, a los niños no se les permite continuar su educación en tierra, cuando salen de la escuela primaria, después de la cual trabajan para sustentar a su familia. Esto limita la movilidad social de las personas de etnia vietnamita, y obliga a las generaciones a vivir en el agua.

El trayecto a la segunda aldea de Kompong Khleang fue más difícil. Viajar en tuk tuk desde Siem Reap toma varias horas, y gran parte recorre caminos no pavimentados de tierra roja. El turismo en esta aletargrada aldea está claramente afectada comparada con su aldea hermana de Chong Khneas. El conductor de mi tuk tuk me aseguró que ahí “vería cómo viven los camboyanos comunes y corrientes”.

Foto de Loa.

Al subir a mi bote rentado, quedé asombrado de lo jven que era mi capitán. Su nombre es Sela y solamente tenía 14 años.

Navegando por los canales navegables de Kompong Khleang, saludé a una mujer y su esposo y les pregunté si podía entrar a su casa. Eran la señora Trần Thị Lén y el señor Quành. Cerca, sus hijos se tambaleaban en una red de pesca para recoger la captura del día.

El señor Quành y su esposa tienen seis hijos de entre 10 años a “veintialgo”. La hija menor, la única mujer, se parece a su madre. Fue la única que se asomó para ver quién era el extranjero que visitaba a su familia. Sus hermanos siguieron tambaleándose en su pesca sin distraerse.

La mayoría de su comida diaria se compone de pescado del tamaño de un dedo y arroz. La señora Lén contó cómo los vecinos jemeres suelen culparle a ella, a su familia y a otros vietnamitas por las dificultades de la vida.

«Nos dicen que regresemos a Vietnam. Dicen que pescamos todo y que no les dejamos nada. Nos dicen que vayamos a casa. No nos quieren».

Su familia llegó al país tres generaciones atrás. Cuando le pregunté por las perspectivas futuras de sus hijos, la señora Lén no tuvo una respuesta inmediata. Solamente dijo que le gustaría regresar a Vietnam, pero no tienen los recursos para salir de Camboya. Su familia está endeudada, siguió, en referencia a los tributos arbitrarios que les imponen. Otras familias vietnamitas que han escapado este vida lo han hecho escabulléndose de noche a Vietnam, mientras mendigan por comida y piden transporte por el camino.

Foto de Loa.

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