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«El idioma es también una forma de resistencia»

Categorías: Latinoamérica, México, Derechos humanos, Lenguaje, Pueblos indígenas, The Bridge, Rising Voices

Foto por Fernando Eloy y utilizada con permiso.

Para conmemorar el Año Internacional de las Lenguas Indígenas [1] las instituciones gubernamentales, académicas y de la sociedad civil han unido esfuerzos para dar lugar a un gran número de actividades, entre ellas, la participación en espacios gubernamentales de miembros de comunidades originarias que trabajan en la defensa y protección de sus idiomas. Una de estas participaciones tuvo lugar en la Cámara mexicana de diputados el 24 de abril de 2019. Ahí, Alejandra Sasil Sánchez Chan dio un discurso en maya, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, e hizo historia al denunciar directamente en espacios de poder los peligros que la cultura mexicana de hoy suponen para las herencias indígenas del país. El texto original, escrito en maya, puede encontrarse aquí [2].

El universo maya se conoce en principio por las construcciones que quedaron, pero la realidad hoy es que es un mundo mundo que vive a través de su idioma. Un idioma que es también es una forma de resistencia, que tiene como objetivo que nuestra identidad se conserve. El poder de la palabra trasciende gobiernos, límites políticos, sociales o territoriales. Es ahí en donde se refleja la riqueza de nuestros pueblos.

El uso de nuestras lenguas originarias permite que permanezcan indelebles en el mapa lingüístico de México, que sobrevivan a valores sociales, idioma y cultura que forman parte de esta colonización heredada desde la Conquista.

El Atlas de las Lenguas en Peligro en el Mundo de la UNESCO indica que en el mundo hay seis mil lenguas y que de ellas 2 500 corren peligro de desaparecer. El Atlas apunta también que entre los países con más lenguas amenazadas México ocupa el quinto lugar. Esto porque establece que de las lenguas existentes en el país, 46 idiomas pueden considerarse vulnerables, 35 claramente en peligro, 33 seriamente amenazados y 19 en situación crítica. En total, 133 idiomas en el foco rojo.

Actualmente hablar una lengua indígena significa mantener intacta la raíz de sus palabras. Permite que nuestra esencia y visión del mundo tejida entre sus voces encuentren nuevas formas de pensamiento, que nuestra identidad cultural madure con cada voz que mira en su lengua materna el legado de sus antepasados.

No en vano los estudiosos de las lenguas concibieron los idiomas como un árbol, como miles de ramas que se enlazan y se alejan. Árboles de grandes raíces que cayeron bajo el peso de la discriminación y el olvido. Cuántos universos, poemas, estéticas, sonidos y conocimientos perdidos se desvanecen con cada lengua que deja de existir. Esa devastación cultural debería dolernos en lo más hondo, porque es así que nos van arrancando la raíz de un árbol que fue plantado generaciones atrás.

Ahora solo nos queda la palabra, plástica y vigorosa, manteniendo el camino. Transformándose, caminando hacia nuevas formas de permanecer en este país como testimonio de nuestro universo. Por esa razón, la lengua maya y todas las lenguas hermanas deben y tienen que convertirse en escritura, en un medio, en una voz impresa que deje constancia de que permanecemos como manantial. Uno en el que las próximas generaciones tendrán un punto de partida hacia nuevas formas de preservar su voz y su raíz.

Durante mucho tiempo fuimos el árbol. Ahora somos la sombra, los troncos caídos, secos o quemados; las tierras de las que nos han despojado por las fábricas y grandes industrias, las luchas que se han perdido ante la fuerza de la oficialidad del Estado; los atropellos que nuestro pueblo ha vivido a lo largo de los años y que se ha normalizado. Hay que alzar la voz, sí. Y todavía más importante, hay que ir más allá de ser solo espectadores. Hay que actuar.

Por eso es importante volver verbo aquellas letras asentadas en la Constitución, en los convenios y las leyes. La Ley General de Derechos Lingüísticos en su artículo sexto dice: «El Estado adoptará e instrumentará las medidas necesarias para asegurar que los medios de comunicación masiva difundan la realidad y la diversidad lingüística y cultural de la Nación Mexicana». El Convenio 169 de la OIT dice en su artículo 16: «los Estados adoptarán medidas eficaces para asegurar que los medios de información públicos reflejen debidamente la diversidad cultural indígena».

Los Estados, sin perjuicio de la obligación de asegurar plenamente la libertad de expresión, deberán alentar a los medios de comunicación privados a reflejar debidamente la diversidad cultural indígena.

Es decir, medios de comunicación que sean concebidos desde nuestra visión, que encaren nuestros problemas y muestren al mundo que existen temas más complejos que la ambición empresarial. Por eso, desde K’iintsil, el único periódico que publica en lengua maya desde la Península de Yucatán desde hace cuatro años, imprimimos letras con un sentido histórico. El periódico lleva en él la consigna de honrar la inteligencia, de honrar nuestra lengua, de hacerla visible día con día, de lograr con esto una función pedagógica.

Urgen sistemas educativos que contemplen la sabiduría de nuestros pueblos y de su gente, que no solo abra camino hacia la perpetua idea de colonización. Sistemas de economía, arte, salud, entretenimiento, todo, concebido desde nuestra piel y pensamiento.

Cada palabra es un latido que permanece contra pronóstico, cada letra que sea impresa en libros y medios de comunicación digitales es otra forma de libertad. Una forma de acabar con la marginación y el racismo, pues somos quienes portan la voz de nuestros padres y abuelos con dignidad y orgullo.

Por eso la importancia de multiplicar los medios que tenemos para comunicarnos, de regocijarnos con la lengua y explorar sus múltiples formas de construir nuevos mundos, de otras formas de mirar nuestro futuro. Queremos multiplicar los espacios para comunicarnos y para vivir con libertad. Espacios donde puedan existir nuestras lenguas maternas como una vez lo hicieron antes de la Conquista.

No quisiera que esta voz, ni las que me han antecedido o me sucederán, reciban aplausos solo por el hecho de ser habladas desde aquí. Mi petición, y quizás mi exigencia, como ciudadana del Estado Mexicano, es que mi lengua, nuestras lenguas y pueblos, tengan las mismas oportunidades de sobrevivir y de vivir sin tener por encima una sombra que de a poco nos apague. Para esto deben recibirse acciones de las manos de quienes tienen la oportunidad de hacer algo, sea mucho o sea poco, dentro de marcos legales y oficiales.

No hay más que empezar cumpliendo con lo que dice la ley y el sentido común.

Honrar la palabra es el primer paso para que la inteligencia no fracase.