Los niños invisibles de Irán

Niños baluchis en Irán. Foto de Mostafameraji (CC BY-SA 4.0).

Hay más de un millón de indocumentados en Irán, y un significativo número son niños. Una de las principales razones para esta inhumana situación es una antigua ley que priva a las mujeres iraníes en matrimonios mixtos del derecho de transmitir su nacionalidad a sus hijos. Un futuro funesto quedó sellado para miles de niños iraníes incluso antes de su nacimiento. Estos niños no tienen acceso a la educación, servicios de salud y sus nombres no están incluidos en la base de datos nacional.

Muchos en el país celebraron en mayo de 2019 cuando el Majlis de Irán (Parlamento) reformó la discriminatoria ley. El Consejo de Guardianes, ente que revisa toda legislación aprobada por los parlamentarios, aprobó la reforma, pero agregó que se podrían usar «problemas de seguridad» como base para retener la concesión de la nacionalidad.

Pero el cambio de ley no borrará toda la discriminación que enfrentan los niños «sin nombre». Por ejemplo, los más de dos millones de la minoría balochi en Irán que viven en la zona subdesarrollada cerca de la frontera con Pakistán y Afganistán han sido víctimas de tremenda discriminación en manos de las autoridades iraníes, cuyas políticas impiden que muchos baluchis accedan a una nacionalidad plena.

Nasser Boladai, portavoz del Partido Popular de Baluchistán y presidente de la Organización de Pueblos y Naciones Subrepresentadas (UNPO), dijo a Global Voices:

While there are some Baloch children with foreign fathers who have been denied citizenship, for the majority of Baloch children both mother and father are Baloch—that is to say Iranian—whose parents have lived in Balochistan province or other part of Balochistan which are now part of the populated of provinces of Kerman and Hormozgan.

Government estimates put children both of whose parents are Baloch and who lack national identity cards at about 40,000, while other estimates from local sources put the number at twice that—about 80,000 to 100,000.

Aunque hay algunos niños baluchis con padres extranjeros a quienes se ha negado la nacionalidad, la mayoría de niños baluchis son hijos de padre y madre baluchi —es decir, iraníes— cuyos padres han vivido en la provincia de Baluchistán u otras partes de Baluchistán que ahora son parte de las populosas provincias de Kerman y Hormozgan.

El Gobierno estima que los niños cuyos padres son baluchis y que no cuentan con cédulas de identidad nacional son cerca de 40 000, mientras otros estimados de fuentes locales calculan que son el doble —cerca de 80 000 a 100 000.

Testimonios de baluchis revelan la profundidad del sufrimiento: desde madres cuyo mayor sueño es enviar a sus hijos a la escuela, a mujeres que cuestionan por qué las autoridades han confiscado sus cédulas de identidad iraní, con lo que han quedado desvalidas.

Burocracia kafkiana

Una razón por la que los niños baluchis no tienen cédulas de identidad iraní es que sus padres viven en zonas remotas y, por ser analfabetos, nunca han tenido cédulas propias y nunca las solicitan para sus hijos.

Otros quedaron atrapados en la burocracia kafkiana de Irán. En algunos casos, se les pide pruebas de ADN, cuyo precio es imposible para muchos. En otros casos, las cédulas de identidad nacional existentes son confiscadas, supuestamente para verificar su autenticidad. Algunos activistas políticos y de la sociedad civil consideran esos actos como parte de una política discriminatoria contra algunos grupos étnicos, sobre todo suníes y baluchis.

Boladai dijo que en algunos casos las autoridades iraníes han confiscado o anulado los certificados de nacimiento de baluchis cuando solicitan la renovación de sus documentos o solicitan cédulas de identidad. Algunos baluchis creen que estas medidas están diseñadas para castigar a miembros de la comunidad que no han aceptado la propaganda del régimen. Boladai también cree que los usan como un «pretexto de desarrollo para cambiar la demografía de la región, para hacer de los baluchis una minoría en su patria». Según Boladai, para lograr este objetivo, el Gobierno planea mover entre dos a cinco millones de personas por la región costera de Baluchistán, a las provincias de Sistane-Baluchistán y Hormozgán.

«No contar con una cédula de identidad significa que es difícil tener reconocida a una persona y la identidad colectiva en la sociedad», dijo a Global Voices Azadeh Pourzand, investigadora de derechos humanos y directora ejecutiva de la Fundación Siamak Pourzand. «En consecuencia, se deben tener en cuenta los muchos desafíos emocionales y psicológicos que enfrentan los niños baluchis privados de cédulas de identidad». Sin documentos de identificación, las personas no pueden acceder a servicios gubernamentales, como salud y educación. «Una de las principales razones —aunque no la única— detrás de miles de niños baluchis privados de escolaridad», dice Pourzand, «es que no tienen cédula de identidad —realidad que hasta los funcionarios han planteado en prensa y medios auspiciados por el Estado. De todas maneras, se hace muy poco para poner fin a la complicada situación de los niños baluchis».

Aún cuando los niños logran ir a la escuela, dice Pourzand, lo hacen en edificaciones tan deficientemente construidas y mal conservadas que los ponen en riesgo de que los «techos y muros de las escuelas caigan sobre sus cabezas en cualquier momento. De manera similar, el acceso al agua limpia, energía para asegurar una temperatura saludable en la escuela y en casa, y consideraciones sanitaras afectan a esta empobrecida zona del país».

«Dados los antecedentes de la República Islámica de discriminación contra las minorías étnicas y religiosas», dijo Pourzand, «y persecuciones dirigidas a estos grupos, esta falta de infraestructura, negligencia económica y la profundidad de la pobreza parece intencional y, por lo tanto, una forma de discriminación que también lleva a otras formas de discriminación».

Éxodo

Según Nasser Boladai, idealmente los baluchis deberían poder quedarse en sus aldeas y participar en sus prácticas tradicionales de agricultura o ganadería, pero debido a la falta de instalaciones y la dificultdad de cultivar la tierra, muchos se ven obligados a abandonar sus aldeas. Como los baluchis se han trasladado a las afueraas de ciudades como Chahbhar, Zahidan y hasta Teherán para trabajar como jornaleros, su situación ha llegado a la atención pública. «Muchas veces son acosados o golpeados y obligados a dejar sus hogares y encontrar otro lugar donde vivir», dijo Boladai. «Hay indicadores de que la cantidad de apátridas baluchis aumenta en vez de disminuir».

La represiva política de las autoridades iraníes con respecto a las minorías étnicas y religiosas ha estado inserta en el ADN de la República Islámica desde su origen. En este juego que ya lleva décadas, miles de baluchis han sido transformados, pero no en ciudadanos de segunda clase, sino prácticamente en seres invisibles.

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