¿Es prematuro conceder el Premio Nobel de la Paz al primer ministro etíope?

El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, en inauguración en Adís Abeba el 19 de noviembre de 2018. Foto de Aron Simeneh en Flickr (CC0).

El 12 de octubre, apenas 24 horas después de que al primer ministro etíope, Abiy Ahmed Ali, se le concediera el Premio Nobel de la Paz 2019, los organizadores de una protesta fueron arrestados y se les impidió llevar a cabo una conferencia de prensa en Adís Abeba.

Acabo de saber que mi antiguo compañero de prisión, Nathanael Yalemzeweb, ha sido arrestado hoy por organizar una protesta pacífica convocada por el movimiento de [periodista y bloguero etíope] Eskinder Nega, Balderas Council. No habían pasado ni 24 horas desde que el tribunal del Premio Nobel concediera a Abiy Ahmed Ali el Premio Nobel de la Paz 2019.

La manifestación, convocada para el 13 de octubre en la plaza Meskel de la capital etíope, fue organizada por el movimiento Baldera Council para protestar por los «derechos que afirman tener los políticos oromo sobre Adís Abeba» y la «supresión» de los partidos políticos y la sociedad civil. El Baldera Council está liderado por Eskinder Nega, periodista y bloguero etíope que el Gobierno ha encarcelado varias veces por distintos cargos.

Con los mensajes de felicitación por el Premio Nobel aún frescos para el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed Ali, su régimen será puesto a prueba OTRA VEZ para respetar, protectar el derecho a protestar en Adís Abeba el domingo. El movimiento social Balderas, dirigido por Eskinder Nega convocó a protesta para pedir que se deje sin efecto la reforma y otros.
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Como muchos temían, el Gobierno de Etiopía ha fallado en la primera prueba de respetar el derecho a la protesta en Adís Abeba. Mientras se autoriza a toda prisa una manifestación en favor de Abiy, se prohíbe otra planificada mucho antes. Es una práctica inaceptable y peligrosa del Partido Democrático Oromo.

Abiy, el joven líder carismático

El 11 de octubre, el comité noruego del Nobel anunció el Premio Nobel de la Paz 2019 para Abiy Ahmed Ali, por su «decisiva iniciativa para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea» .

Me uno al resto de África y del mundo para celebrar con el gran pueblo etíope y el primer ministro Abiy Ahmed la concesión del Premio Nobel de la Paz 2019. El Gobierno y el pueblo de Liberia envían sus más cálidas felicitaciones por este noble logro.

La noticia fue recibida con entusiasmo, pero también con cierta reticencia.

Abiy, exoficial de inteligencia de 43 años, se convirtió en el cuarto primer ministro de Etiopía el 2 de abril de 2018. Inmediatamente puso en marcha una serie de reformas que no solo no tenían precedente, sino que habrían parecido imposibles hace cinco años.

Su predecesor, Hailemariam Desalegn, gobernó Etiopía con mano de hierro, reprimió la libertad de expresión, encarceló a líderes opositores y periodistas, con lo que eliminó violentamente la disidencia política.

Los conflictos étnicos no son nuevos en Etiopía, donde conviven más de 80 etnias. Pero los disturbios y protestas en las dos mayores regiones etíopes, Oromía y Amhara, provocadas por la usurpación de tierras de Oromía a causa de la expansión de la región de Amhara, prácticamente desgarraron el país del Cuerno de África de 2015 a principios de 2018, y condujeron a la dimisión «sorpresiva» de Desalegn en abril de 2018.

El primer ministro etíope Abiy Ahmed con su ministro de Defensa, Lemma Megersa, el 24 de noviembre de 2017. Foto de Odaw en Wikimedia Commons, con licencia CC BY 4.0.

Abiy se presentó a las elecciones del partido gobernante Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), y obtuvo 108 votos de 180 para sustituir a Desalegn como presidente del partido, y en consecuencia, primer ministro del país.

Abiy es de etnia oromo y de origen mixto cristiano y musulmán, tiene experiencia en el Ejército y experto en inteligencia militar, y se le considera capaz de aplacar la agitación del país. Un analista de Chatham House, en un escrito sobre las elecciones, atribuye su victoria a la «hermética y compleja creación de alianzas» entre los cuatro partidos políticos que practica el EPRDF, y señala que «parece haber sido muy rápido al persuadir a muchos de que puede traer estabilidad, unidad y reformas al país».

En un tiempo relativamente corto, Abiy levantó el estado de emergencia impuesto por la administración anterior para sofocar los disturbios y liberó a miles de prisioneros políticos. El rápido cambio de rumbo del panorama político facilitó el regreso de disidentes exiliados y el desbloqueo de cientos de sitios web y canales de televisión. Sobre todo, Abiy enmendó la draconiana herramienta de represión política, la ley antiterrorista de Etiopía.

Pero su logro más espectacular ha sido el histórico acuerdo de paz con la vecina Eritrea, que le ha hecho acreedor del Nobel de la Paz 2019:

Abiy Ahmed quickly worked out the principles of a peace agreement to end the long “no peace, no war” stalemate between the two countries. These principles are set out in the declarations that Prime Minister Abiy and President Afwerki signed in Asmara and Jeddah last July and September. An important premise for the breakthrough was Abiy Ahmed’s unconditional willingness to accept the arbitration ruling of an international boundary commission in 2002.

Abiy Ahmed elaboró rápidamente los principios de un acuerdo de paz que acaba con el punto muerto de «ni paz, ni guerra» entre los dos países. Estos principios se reflejan en las declaraciones que el primer ministro Abiy y el presidente Afwerki firmaron en Asmara y Jeddah en julio y septiembre de 2018. Una importante premisa para este avance fue la incondicional disposición de Abiy Ahmed para aceptar la resolución del arbitraje que realizó una comisión internacional de fronteras en 2002

Pero las reformas de Aiby no carecen de oposición. En junio de 2018 sobrevivió a una explosión que mató a dos personas durante un mitin político en la provincia de Tigray. Como mencionó en un elogioso tuit el primer ministro tanzano January Makamba, uno de sus colegas de la misma generación, «Etiopía es un lugar duro y complicado».

La violencia étnica, que ha provocado 2,9 millones de desplazamientos en 2018, y un fallido golpe de estado en la región de Amhara en junio son probablemente dos amenazas a la seguridad que pueden amenazar las elecciones nacionales previstas para el próximo año. Además, Etiopía sigue teniendo el mayor índice de pobreza del mundo a pesar de sus sólidos indicadores económicos. La imagen de «reformador liberal» de Abiy depende de su capacidad para transformar la economía etíope.

En manos de Abiy, Etiopía sigue desconectando internet en medio de una dinámica «más complicada de lo que era antes de comenzar las reformas políticas». Entre el 11 y el 14 de junio, se produjo un apagón nacional de internet, durante el cual los mensajes SMS también estuvieron inaccesibles.

El 26 de septiembre, el ministro etíope de Innovación y Tecnología, Getahun Mekuria, representado por el ministro de estado del Sector de Mejora de la Productividad, Jemal Beker, afirmó en su discurso de inauguración del Foro de Libertad en Internet en África (FIFAfrica) que aunque el Gobierno ha abierto espacio digital en el país, sigue existiendo «una gran necesidad de moderar la libertad en internet con mecanismos que controlen el discurso del odio y la desinformación en línea».

Como muestra el incidente mencionado al principio de este artículo, la capacidad de Abiy de mantener la libertad de expresión y la disidencia política en este país africano pende de un fino hilo.

¿Prematuro o bien merecido?

No obstante, a pesar de los problemas que siguen asolando Etiopía, es fácil entender por qué Abiy ha sido recibido como un soplo de aire fresco. En un continente gobernado por líderes ancianos y en ocasiones físicamente debilitados, este dinámico político de 43 años representa una ruptura con la vieja guardia, que en muchos casos se aferra al poder contra viento y marea.

El primer ministro etíope Abiy Ahmed con el presidente de Djibuti, Ismaïl Omar Guelleh. Foto de Odaw en Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).

El presidente ugandés Yoweri Kaguta Museveni, de 75 años, está en el poder desde 1986, y ha reducido sistemáticamente el espacio político en el país con la destrucción de cualquier oposición a su mandato.

Tanzania, bajo el mando de John Magufuli, es prácticamente un estado policial respaldado por las recientes restricciones de políticas opositoras, derechos humanos y libertad de prensa.

Muhammadu Buhari, de 76 años, también practica en Nigeria la misma falta de respeto por los derechos humanos, la libertad de expresión o la disidencia política.

Pero dada la poca competencia, ¿no es algo apresurado cantar las alabanzas de Abiy de forma tan categórica?

Podemos permitirnos contener los elogios y lisonjas a cualquier líder africano que no tenga antecedentes intachables en libertad de expresión y derechos humanos.

El cielo no nos caerá en la cabeza.

Nuestro mayor problema es que la mayoría de nuestros líderes, inteligentes e ineptos a la vez, se convierten en opresores.

Así que la libertad debe ser nuestra primera prueba.

Después de conceder el Premio Nobel de la Paz 2009 a Barack Obama al principio de su primer mandato, se podría pensar que el comité Nobel tomaría más precauciones antes de concederlo a un presidente reciente. Obama, por ejemplo, no pudo salvaguardar la paz en Libia: por el contrario, creó una situación de caos que aun hoy perdura en el país.

Otros premiados tampoco han mantenido sus promesas, como la política birmana Aung San Suu Kyi, que ganó el premio en 1991 mientras cumplía arresto domiciliario, y que desde entonces, como gobernante de facto del país, ha liderado la política durante la limpieza étnica de los musulmanes rohinyá.

Le Duc Tho, líder norvietnamita, rechazó el premio —que ganó conjuntamente con el controvertido Henry Kissinger en 1973— con el pretexto de que la paz aún no se había restablecido en su país.

Y el comité del Nobel se sube al tren de la «primavera etíope». ¡Un premio de la paz para Abiy Ahmed!

Ha hecho muchos progresos muy rápidos, pero sus logros son muy frágiles, y hay un montón de causas por las que el comité podría acabar lamentando esta decisión.

Se da por hecho que el comité concede estos premios con la esperanza anticipada de que animen al laureado a seguir en su prometedor camino de progreso. Pero tendría más sentido esperar hasta el final de su mandato y evaluar objetivamente si esa persona ha hecho honor a sus promesas y merece realmente el premio.

Otra razón para ser cautos es que muchos líderes africanos antes mencionados no comenzaron como déspotas. Museveni luchó para derrocar al asesino dictador Idi Amín. Cuando Magufuli ocupó el poder, era un modelo de transparencia y gobierno frugal. La integridad de Buhari y su aparente tolerancia cero ante la corrupción lo convirtieron en el «mesias» que Nigeria llevaba mucho tiempo esperando. Incluso el recientemente fallecido Robert Mugabe de Zimbabue fue en su momento uno de los principales luchadores por la libertad de África, y acabó dimitiendo con deshonor después de 37 tumultuosos años.

Los críticos también afirman que el primer ministro «se apoya en su carisma para llevar a cabo los cambios», en lugar de hacer uso de las estructuras institucionales del Gobierno. Aunque esto puede ser eficiente y útil para navegar por la burocracia gubernamental, no proporciona una base sostenible para hacer reformas a largo plazo.

¿Será Abiy distinto a los otros y continuará por la vía de la paz y las reformas? ¿O seguirá la ruta infame que han recorrido sus colegas del continente? Por el bien de Etiopía y de África, esperemos que sea lo primero. 

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