Tras caluroso verano de protestas, alemanes debaten el rol de su país en cambio climático

Manifestantes durante la Huelga del Cambio Climático en Berlín, 20 de septiembre de 2019. Foto de Maxim Edwards, usada con autorización.

Mir ist's zu warm! ¡Hace demasiado calor para mí!

Este lema era uno de cientos en un mar de carteles, banderas y letreros que se movian por Tiergarten en el centro de Berlín al Bundestag, el Parlamento de Alemania. En un escenario improvisado ante la Puerta de Brandenburgo, Carola Rackete, capitana de barco alemana que fue arrestada por atracar un barco para rescate de migrantes sin autorización en un puerto italiano, tomó el micrófono para hablar.

La multitud que esperaba para escuchar lo que iba a decir, según algunos conteos, superaba las 100 000 (en general, se estima que 1.4 millones de manifestantes se unieron en Berlín ese día, según los organizadores). Y si hubo algo de alegría, se debió al abrumador sentido de solidaridad y propósito común.

La escena fue la contribución de Berlín a la huelga del cambio climátuco el 20 de septiembre de 2019. No era la primera protesta iniciada por Viernes por el Futuro, movimiento ecológico fundado por la activista sueca Greta Thunberg, de 16 años. Ya se habia convocado a huelgas de cambio climático el 15 de marzo y el 24 de mayo de 2019. Cerca de 1.8 millones de personas de más de 125 países participaron en la manifestación de mayo.

La fecha de la huelga climática de septiembre no fue elegida al azar. El 20 de septiembre, el gabinete del clima del Gobierno alemán se reunió para decidir el futuro plan de acción ecológica de Alemania. Las preparaciones para la siguiente cumbre climática de Naciones Unidas también están en curso en Nueva York. Según el sitio web de Viernes por el Futuro, se llevaron a cabo protestas al menos en 575 pueblos y ciudades alemanes ese día.

Muchos recurrieron a los medios sociales para expresar sus impresiones de varias ciudades en todo Alemania.

Por ejemplo, los manifestantes en Friburgo se unieron para hacer bulla (literalmente):

¡Enciendan el sonido!

Y David Croyé publicó una impresión de la protesta cerca de la Puerta de Brandenburgo de Berlín:

Huelga del cambio climático, Berín, Puerta de Brandenburgo. ¡Claro mensaje a la política!

Los pedidos de la protesta en particular y del movimiento en general son claro: adherencia a los objetivos climáticos del Acuerdo Climático de París, acuerdo climático global. Y desde este verano de protesta, los alemanes han estado debatiendo ardorosamente si su Gobierno toma en serio estos compromisos.

En diciembre de 2015, Alemania fue uno de los 195 países que firmó el Acuerdo de París, cuyo principal objetivo era reducir el calentamiento global a menos de 2°C, para minimizar, o evitar de ser posible, su catastrófico impacto. Los signatarios también acordaron revisar su progreso y enfoques al asunto cada cinco años, para intensificar sus esfuerzos y, de ser necesario, implementar objetivos más rigurosos.

En algún punto de 2018, quedó claro que Alemania no podría cumplir con sus objetivos para 2020. Entre todos los estado participantes, Alemania se ubica en el puesto 27 del Índice de Desempeño de Cambio Climático (CCPI), que da seguimiento al progreso de los países con respecto al Acuerdo de París. En años recientes, el intento del país de reducir las emisiones de dióxido de carbono se ha estancado. Según Statista, en 2016 las emisiones de dióxido de carbono de Alemania equivalieron al 2.23 % de la suma global aunque el país conforma casi el 1 % de la población global. Encabeza la lista China con un 28.21 %.

La perspectiva ambiental es un poco mejor en otros sectores. Por ejemplo, aunque volar es el medio de transporte más dañino ecológicamente, la cantidad de pasajeros de tráfico aéreo en Alemania aumentó de unos 136 000 en 2004 a cerca de 220 000 en 2018. Además, la Agencia Federal Alemana de Transporte Motorizado (Kraftfahrt-Bundesamt, KBA) estima que hay cerca de 47.1 millones de autos de pasajeros registrados en Alemania, país con un población de cerca de 83 millones. La industria alimentaria del país también está dominada por derroche y exuberancia. En general, en Alemania se desperdician cerca de doce millones de toneladas de comida cada año, lo que equivale a 75 kg por consumidor.

«Salven en clima, combatamos las causas de migración», dice el afiche de esta campaña del movimiento conservador Freie Wähler antes de las elecciones de la Unión Europea, Berlín, 2019. Foto (c): Maxim Edwards. Usada con autorización.

¿A dónde va Alemania a partir de ahí, pues los objetivos más modestos del cambio climático parecen más allá del alcance de los políticos y se han reducido más a pesar de las críticas para los planes iniciales?

Hay señales de que la frustración con estos fracasos surge en la política electoral. Una de las derrotas políticas más importantes del país fue el aumento del apoyo al Partido Verde durante las elecciones europeas y locales.

Es importante notar que las elecciones europeas fueron las primeras desde la «crisis de refugiados» de 2015 y 2016 en Europa. Por consiguiente, los analistas temían un marcado aumento en el apoyo de partidos nacionalistas de derecha. Hasta cierto punto, eso ocurrió con apoyo para Alternativa para Europa (AfD) que aumentó en el país en diversas elecxiones recientemente.

Sin embargo, Bündnis 90 / Die Grünen recibió el 20.5 % de los votos alemanes en las elecciones europeas de 2019 en Alemania, a comparación con el 10.7 % de los votos en 2014.

Pero los movimientos políticos ambiciosos e insurgentes se adaptan rápido. Después de todo, hay indicaciones de que en Alemania, como en otras partes en Europa, los nacionalistas de derecha podrían adaptarase a la creciente preocupación popular sobre problemas ecológicos, lo que da un potente nuevo marco para sus políticas contra los migrantes.

Por ahora, está por verse cuál será la decisión final del Gobierno alemán sobre su medida de acción climática. Diversas demandas contra el manejo del Gobierno del cambio climático y sus medidas planificadas ya están en marcha. El 31 de octubre, se llegó al primer veredicto de esas demandas: los demandantes (tres bioagricultores y Greenpeace) perdieron el caso con el argumento de que el Gobierno había emitido una proclamación de intención y no hizo una obligación legalmente vinculante. Los jueces concedieron a los demandantes la posibilidad de apelar la resolución en la corte administrativa superior, lo que deja una puerta abierta para una resolución a favor de los agricultores y Greenpeace.

Más recientemente, en medio de mayor crítica por dejar de lado sectores de energía limpia como energía eólica, el Gobierno dio luz verde para iniciar la planta de carbón Datteln 4 para mediados de 2020. La medida ha consternado a los activistas ecológicos, que destaca que Alemania, como país industrializado, tiene una particular responsabilidad para cambio climático. Estas recientes medidas han dejado a estos activistas preguntándose si la canciller Angela Merkel realmente quiso decir lo que dijo ante la Cumbre Acción Climática de Naciones Unidas en Nueva York a fines de septiembre, cuando destacó que «todos tenemos una sola tierra».

Pero a la luz del consenso de que al mundo se le está acabando el tiempo para reducir el ritmo del cambio climático, ¿cuánto tiempo pueden esperar los alemanes para que las palabras de sus gobernantes coincidan con sus hechos?

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