Cicatrices de guerra: Impacto duradero del asedio a Universidad Politécnica en los manifestantes de Hong Kong

Manifestantes fuera de la Universidad Politécnica que intentaron ayudar a los manifestantes atrapados a escaparse del asedio. Foto: Holmes Chan/HKFP.

El siguiente articulo fue escrito por Holmes Chan y Jennifer Creery para analizar detalladamente la dramática experiencia vivida por manifestantes. Fue publicado originariamente en Hong Kong Free Press el 12 de diciembre y esta versión editada se publica en Global Voices bajo un acuerdo de asociación de contenidos. 

La batalla más encarnizada en las protestas antigubernamentales de Hong Kong desde junio de 2109 fueron los violentos enfrentamientos alrededor de la Universidad Politécnica de Hong Kong. En un único día, el 18 de noviembre, la policía antidisturbios lanzó 1491 botes de gas lacrimógeno y 1981 rondas de balas de goma, bolsas de semillas y granadas de esponja contra unos 2000 manifestantes que estaban atrapados dentro de la universidad. Miles llegaron para rescatar a sus compañeros atrapados en las inmediaciones de la universidad, lo que provocó múltiples enfrentamientos en el distrito de Kowloon. En toda la ciudad, los defensores de los manifestantes crearon barricadas con la intención de distraer y desviar las fuerzas policiales. La batalla acabó en 12 días de asedio en la universidad donde miles de protestantes se encontraban atrapados. Finalmente algunos fueron escoltados por lideres religiosos y directores escolares mientras que otro lograron escapar. Sin embargo el incidente dejó una profunda cicatriz.

Entre los cientos de manifestantes atrapados dentro la Universidad Politécnica de Hong Kong la noche del 18 de noviembre, rodeada por todos lados por la policía antidisturbios, Mario y Cathy descubrieron el camino hacía la libertad seis metros abajo de un estrecho pasaje peatonal.

Todo lo que tenían que hacer era deslizarse con unas cuerdas colgantes hasta llegar a los conductores que los estaban esperando en el fondo para llevarlos a un lugar seguro. Era ahora o nunca, recordó haber pensado Mario. El violento enfrentamiento entre los estudiantes atrincherados dentro de la universidad y la policía ya había estado violento durante 24 horas, y cualquiera que se fuera corría el riesgo de ser arrestado. El chico de 23 años dijo a HKFP:

I was very nervous because riot police had already discovered the route. They were watching us as we were escaping, and I could hear the reinforcement police vans coming our way.

Estaba bastante nervioso porque también la policía antidisturbios había descubierto el pasaje. Nos miraban mientras nos escapábamos y podía escuchar cómo las camionetas policiales de apoyo venían hacía nosotros.

Separadamente, Cathy de 27 años, estaba llevando hacía las cuerdas a tres estudiantes de 16 años, que había tomado bajo su protección, pero el gas lacrimógeno estaba haciendo su fuga más dura. Muchos de quienes lo intentaron quedaron heridos, por las cuerdas que les cortaron la piel o porque cayeron, a algunos se les rompieron huesos en el proceso.

Cathy y Mario –-ambos manifestantes frecuentes de primera linea y que utilizan apodos para evitar la detención– alcanzaron el suelo con heridas leves y y se lanzaron a los vehículos que los esperaban.

Los 12 días de asedio terminaron con 1300 personas detenidas y más de 300 hospitalizadas. La violencia alcanzó un nuevo nivel, los protestantes utilizaron bombas molotov, catapultas y arcos y flechas, mientras la policía lanzó gas lacrimógeno, cañones de agua y ronda de proyectiles para controlar la masa.

En el apogeo del asedio, la policía dijo que podrían utilizar balas verdaderas, lo que provocó temores de que los oficiales irrumperan en la universidad y reailzarían arrestos masivos en medio de un apagón informativo –como pasó en el ataque en la estación Prince Edward el 31 de agosto. Finalmente la policía adoptó otra alternativa: un juego de espera que convirtió a la universidad en una olla a presión.

La intensidad de la lucha no fue la única razón por la cual el asedio a la Universidad Politécnica fue sin precedentes. También planteó asuntos fundamentales sobre cómo mantener la unidad en un movimiento sin líderes, ahora en su séptimo mes. Expuso las tensiones sobre las tácticas y las estrategias, destacó los desafíos mentales y físicos enfrentados por los manifestantes como Mario y Cathy y de cómo lidiaron con el trauma.

Una decisión imposible

Desde el comienzo del movimiento, los manifestante han adherido al principio clave del «No dejar a nadie detrás, avanzar y retroceder juntos». Sin embargo, en la Universidad Politécnica, las tácticas de guerrilla «Ser como el agua» de los enfrentamientos callejeros ya no funcionaban cuando los atrapados estaban rodeados.

Mario y Cathy estaban entre los que enfrentaban un dilema: ¿deberían quedarse y mostrar solidaridad con los asediados o escapar para luchar otro día? La decisión se complicó aún más por información poco fiable, ya que los manifestantes sospechaban que la policía sembró desinformación en grupos de chat en aplicaciones de mensajería como Telegram. Algunas vías de fuga también se volvieron rápidamente obsoletas, lo que hace que cada intento de fugarse más arriesgado.

Como Cathy conoce la universidad dijo que había tenido una oportunidad al principio del asedio de fugarse, pero eligió quedarse porque quería ser testigo de lo que sucedería y cuidar de los «humildes e inocentes» estudiantes.

Cathy recordó que un adolescente que conoció era hijo de un oficial de policía y se había enfrentado a las presiones de su madre que le pedía rendirse, pero tenía miedo de ser detenido. Después haber hablado sobre la situación, decidieron quedarse.

Mario, por otro lado, intentó escapar muchas veces a plena luz del día, después de que un gran grupo de manifestantes intentara sobrepasar las lineas de policía. Se quitó su equipo protector, con la idea de que lo hiciera menos sospechoso.

La decisión demostró ser un error:

At one point, I was breathing in so much tear gas I nearly suffocated. I inhaled tear gas with every breath, and I could feel it in my lungs. It was so painful I felt I was dying.

En un momento, había inhalado tanto gas lacrimógeno que estuve a punto de asfixiarme. Inhalaba gas con cada inhalación y podía notarlo dentro de mis pulmones. Fue doloroso, sentía que me estaba ahogando.

Mientras tanto, lejos de la Universidad Politécnica, William (también es un alias), estudiante de 21 años, estaba ocupado ayudando en coordinar las fugas, contactando todos los conductores que conocía para que llevasen los manifestantes lejos del puente.

Los organizadores cortaron tramos de la carretera para permitir el paso sólo a los vehículos amigos de los manifestantes pero, aunque el plan tuvo éxito parcial, William dijo que se sentía culpable de no poder hacer más, y explicó que alrededor de un quinto de quienes escaparon fuer arrestado. Dijo:

It’s definitely heartbreaking. It was one of the toughest situations I’ve ever been in because I’m making decisions that affect whether or not people get out, or whether they get out safely.

Definitivamente es desgarrador. Fue una de las situaciones más difíciles en las que he estado porque estoy tomando decisiones que afectan si la gente sale o no, o si sale o no de forma segura.

A diferencia de Mario que escapó gracias a un amigo que le informó sobre la fuga con cuerda, Cathy llegó a la ruta de escape por accidente. Aprovechó la que pudo haber sido la última oportunidad para escapar. Enfrentarse a la culpa que surgió al aprovechar la oportunidad de irse ha sido parte de aceptar lo que sucedió en la Universidad Politécnica.

Mario dijo que sentía haber actuado egoístamente y tiene remordimientos por no haber ayudado a más gente:

I could not spread the message, because I had to put my own safety first. If I spread that message, the whole world would know and it would doom us all.

No podía difundir el mensaje, porque tenía que anteponer mi propia seguridad. Si difundo ese mensaje, todo el mundo lo sabría y nos condenaría a todos.

«Torturas mentales»

Quienes lograron huir también hablaron con HKFP sobre cómo la sensación de temor y desesperación por lo que podría haberles ocurrido amenazó con romper la solidaridad entre los manifestantes, y puso en peligro la unidad que muchos sentían que había sido su fuente de fortaleza.

Tanto Cathy como Mario entraron en la Universidad Politécnica en la tarde del 17 de noviembre, en respuesta a una llamada en linea para refuerzos. Como la lucha se iba intensificando la policía anunció, por la noche, que cualquiera podía irse pasando por el puente a norte de la universidad, pero los protestantes que intentaron tomar esa ruta fueron rápidamente detenidos.

La opinión general entre los manifestantes era que era más seguro quedarse dentro donde la policía no podía entrar. Pero esa ilusión de seguridad se hizo polvo rápidamente: oficiales armados entraron por la puerta principal antes del amanecer, sólo para ser empujado atrás por un arroyo de Molotov que convirtió el vestíbulo en un mar de fuego.

La mañana siguiente, muchos manifestantes estaban cansados, desmoralizados y lesionados. Cathy dijo que durmió unas horas durante una larga e intensa noche de lucha, mientras  Mario dijo que la gente que lo rodeaba «persistió sólo con la fuerza de voluntad».

A medida de que los manifestantes dentro de la asediada Universidad Politécnica aceptaban la gravedad de su situación, empezaron las luchas internas y las discusiones. Muchos eran estudiantes jóvenes, según Cathy, que los describió como totalmente desprevenidos para los enfrentamientos.

Añadió que otros, más entusiastas, mantuvieron la primera linea y lucharon contra la policía; los culpó por crear una trampa de la que cada vez era más difícil escapar.

A medida que el asedio se prolongaba, surgieron informes sobre el deterioro de las condiciones mentales de los reclusos de la Universidad Politécnica, que incluían comportamiento errático, paranoia e incluso autolesiones. La mayoría dejó de hablar con periodistas y trabajadores sociales, en cambio, retirándose a espacios ocultos dentro de los edificios del campus.

Mario describió la situación como una «tortura mental» que se convirtió en intolerable.

You were constantly afraid of people charging in and arresting you, and you didn’t know who undercover police officers were. You didn’t know who to trust.

Estabas constantemente con el miedo de que la gente entrara y te arrestara, no sabías quiénes eran los oficiales de policía encubiertos. No sabías en quién confiar.

«Una lección dolorosa»

Cathy y Mario creen que lo ocurrido en la Universidad Politécnica fue un error que traicionó la ideología central del movimiento de protestas: su fluidez y su rechazo a ser inmovilizado.

Mario dijo fue una «lección dolorosa» para recordar a los manifestantes los peligros de las formas rígidas e inmóviles de resistencia. Hablando con HKFR dijo que, en los días siguientes a la fuga del campus, todavía seguía patológicamente asustado de la experiencia con temblores, perdida de apetito y crisis emocionales.

Pero mientras el asedio empujaba a los manifestantes a sus límites mentales y físicos, y exponía fracturas a lo largo del camino, Cathy y Mario dijeron que finalmente les afirmaba la importancia de trabajar duro para mantener la solidaridad, incluso bajo la mayor presión.

Cathy dijo estar agradecida por la alianza que formó con los estudiantes:

Throughout these five months I have always been alone, but I [realised] there are always people you can work with.

A través de estos cinco meses, siempre he estado sola, pero [me di cuenta de] que siempre hay gente con la que se puede trabajar.

Mario dijo que, a pesar de la fricción sobre cómo se desarrolló el asedio de la Universidad Politécnica, sentía que había sobrevivido el compromiso esencial de solidaridad entres los manifestantes y siguió con la clave del movimiento:

I don’t agree with fighting pitched battles, but I will still choose to go in because I will not abandon my comrades. Every one of them is a person, a Hong Kong citizen… If we abandon them, our movement will have lost its moral compass.

No estoy de acuerdo con luchar batallas campales, pero aún así elegiré ir porque no abandonaré a mis compañeros. Cada uno es una persona, un ciudadano de Hong Kong.. Si los abandonásemos, nuestro movimiento habría perdido su brújula moral.

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