
Detalle de la portada de «искусство легких касаний» («El arte del toque de luz») de Viktor Pelevin se publicó en 2019. Imagen vía Wikimedia Commons. Dominio público.
En agosto de 2019, el prolífico escritor ruso Viktor Pelevin publicó su más reciente novela «El arte del toque de luz» (Искусство легких касаний). Pelevin, que ha publicado un nuevo libro cada año desde 2011, es aclamado por los críticos literarios y sus admiradores como un «genio innegable» por su descarnado análisis del clima político y social contemporáneo de Rusia. Pero Pelevin es también un misterio: el autor no ha concedido una entrevista ni ha realizado una gira literaria en más de una década. Es más, muchos seguirodres sospechan que Pelevin es menos una persona y más un conglomerado de muchos autores diferentes. Algunos incluso piensan que es una computadora.
Por su parte, Pelevin no ha hecho nada para disipar estos rumores y conspiraciones. Quienquiera que sea, el talento de Pelevin es innegable. Fusiona la filosofía esotérica con agudas observaciones sobre los acontecimientos actuales. En 2009, Pelevin fue elegido como el intelectual más influyente de Rusia; su obra ha llegado al canon literario posmodernista y se enseña en todos los departamentos de filología de Rusia y en las universidades del extranjero.
Esa reputación hizo que las críticas mixtas a la esperada novela de 2019 fueran más sorprendentes.
A diferencia de las obras recientes de Pelevin, «El arte del toque de luz» no es una novela, sino una colección de relatos cortos tangencialmente relacionados. También es menos una reflexión explícita sobre la política de Rusia y proporciona una reflexión más amplia y filosófica sobre los problemas del país. Tal vez, escribe la crítica Galina Yuzefuvich, Pelevin está simplemente «cansado de su papel de intérprete profesional de la realidad política de Rusia». Pero si eso es cierto, no significa que estas fantasías sean menos interesantes para quienes buscan entender la Rusia contemporánea.
Iakinf, el primero del trío, es el más legible. Es la historia de cuatro amigos (un banquero, un presentador de televisión nocturno, un sociólogo y un vidriero) en un viaje de excursiones en Kabardino-Balkaria, en el norte del Cáucaso en Rusia. Están dirigidos por Iakinf, misterioso guía que poco a poco revela su pasado como psíquico durante la tumultuosa década de 1990 y su relación con un mafioso que lo empleó para convocar al antiguo espíritu-Dios Baal. Iakinf cautiva a su público y a sus lectores con relatos de antiguos espíritus y de sacrificios de niños. Nos preguntamos qué significa esto último: ¿se sacrifican ritualmente los jóvenes de Rusia y su futuro para mantener las estructuras de poder? ¿Se está sacrificando el progreso y el potencial para alimentar a las autoridades rusas hambrientas de poder?
Al final de cada noche, los cuatro amigos cuestionan la historia de su narrador. ¿Es Iakinf realmente un mago poderoso, o apenas un fabulista con talento? Lo descubren muy pronto. Mientras escogen sus caminos, los amigos se encuentran ante la montaña donde Iakinf una vez convocó al antiguo espíritu Baal. Siguen los pasos de los hijos espirituales de Iakinf que fueron sacrificados ritualmente, y los cuatro amigos desaparecen sin dejar rastro. Siguiendo la narración del marco, un dispositivo literario muy querido por los autores rusos Pushkin, Gogol y Nabokov, esta historia termina tal como comenzó. Iakinf baja la montaña en su bicicleta, silbando sus desafinadas baladas francesas, esperando atraer a más viajeros desprevenidos.
La amenaza del mito y la irrealidad es también un tema fuerte en la tercera historia, titulada Stolypin: La lucha después de la victoria. Es una continuación del reciente libro de Pelevin Vistas secretas desde el monte Fuji (2018), y cuenta con los mismos protagonistas. Está ambientada en un paisaje de ensueño, al principio un tren, que resulta ser un barco, y es una exploración lingüística de la jerga carcelaria, así como una investigación psicológica de la mentalidad carcelaria. Pelevin presenta una retorcida versión rusa posoviética de la caverna de Platón: una visión distorsionada de la realidad desde detrás de las rejas de la prisión.
Pero es la segunda historia, con mucho la más sustancial, la que más ha llamado la atención de los críticos.
También titulado «El arte del toque de luz», es una narrativa detectivesca que intenta vincular las antiguas conspiraciones masónicas con la política contemporánea. El protagonista de la historia es Konstantin Parakletovich Golgofskii, destacado filósofo e historiador ruso especializado en la masonería. Tras ser testigo del intento de asesinato de un vecino (el general Izyumin de los Servicios de Inteligencia Militar Extranjera de Rusia) mientras estaba en su casa de verano, Golgofskii se adentra en un misterio que redefine su vida. Mientras el general bebe un té envenenado y cae en los brazos de Golgofskii, señala temblorosamente el tejado de su casa. Golgofskii asume inmediatamente que el último gesto del general herido es algo de gran importancia, por lo que comienza su investigación que finalmente lo lleva a la verdad detrás de la guerra de información entre Rusia y los Estados Unidos.
Su búsqueda lleva a Golgofskii a través de Rusia y Europa, siempre un paso delante de los servicios secretos rusos que están decididos a evitar que descubra un peligroso secreto. La búsqueda lleva a Golgofskii a la casa de un destacado egiptólogo en Kaliningrado, a un lúgubre burdel de París, a la sala de estar de un renombrado erudito del marqués de Sade y a la casa de un exoficial de las SS en la orilla de un majestuoso fiordo noruego (donde va de incógnito como investigador del ballet televisivo de Alemania Oriental).) Finalmente regresa a Moscú para encontrarse con su última fuente: un subordinado del general Izyumin que estaba trabajando en un proyecto de alto secreto titulado de manera conspicua «El arte del toque de luz».
Unas cuantas abstracciones autocomplacientes después, en relación con la historia de las antiguas sectas egipcias, el culto revolucionario francés de la razón y los movimientos ocultistas nazis, Golgofskii descubre la impactante verdad. El Gobierno ruso ha aprovechado los antiguos secretos masónicos para difundir información. El mundo, en la narrativa de Pelevin, no está gobernado por un gobierno mundial ni por las clases dominantes de los ricos y poderosos, sino por quimeras. Estos «tatuajes de la mente» juegan un papel importante en la obsesión de Izyumin por la historia oculta, dado su papel histórico como semántica artificial diseñada para manipular la opinión pública.
Su suena confuso es porque lo es.
La Rusia de Pelevin está decidida a vengar la caída de la Unión Soviética, de la que responsabiliza en parte a Estados Unidos. El objetivo del general Izyumin era darle la vuelta a la situación de Estados Unidos y facilitar su putrefacción desde el interior. Para eso, creía que era necesario imponer a Estados Unidos lo que mató a la Unión Soviética: una atmósfera de engaño, hipocresía y miedo. «¿Qué pasaría si a los senadores conservadores de Estados Unidos se les dijera, en una audiencia secreta, que toda la agenda políticamente correcta fue creada en una instalación de la GRU [Inteligencia Militar Rusa] en las afueras de Moscú?» pregunta el informante de Golgofskii en los servicios secretos. Esta es una venganza promulgada por «memes de grado de armas» o «chimemes».
Pero el proyecto muere junto con el General Izyumin. Una vez que se hace evidente que los «estúpidos estadounideneses» se han dado cuenta, los altos mandos disuelven, cierran y desmovilizan el proyecto. Mientras los medios de comunicación estadounidenses enloquecen por la interferencia rusa en sus elecciones presidenciales y mientras sale a la luz la existencia de fábricas de troles rusos y bots de Twitter, los estadounidenses están enfurecidos y dispuestos a tomar represalias. Como subraya Pelevin, los rusos están ahora intimidados: hablan mucho, pero se echan atrás fácilmente. El envenenamiento de Izyumin es también una forma de justicia poética; su organización es responsable del envenenamiento completamente no ficticio del ex agente doble Sergey Skipal y de su hija, cuya muerte fue noticia a principios de este año mientras Pelevin trabajaba en esta misma historia.
El «Arte del toque de luz» ha recibido críticas mixtas del público ruso. Algunos lo aman, otros lo odian, pero la mayoría está de acuerdo en que la obra no es la mejor de Pelevin.
Yuzefovich critica duramente a Pelevin por el segundo cuento, argumenta que muchos desvíos intelectuales de Golgofskii no son más que la excusa del autor para sumergirse en una metafísica impenetrable que es innecesaria para la idea principal. Ella lo culpa por su «trama pseudodetectivesca [que] está tan débilmente construida que en realidad se hunde en un gorgoteo de palabras». De manera similar, Igor Kirienkov en su reseña para el sitio web de noticias rusas RBK también culpa a Pelevin por lo que él llama autocomplacencia, califica el libro como «ni grande, ni terrible». Kirienkov se aburre con la elección de personajes de Pelevin, su mundo de oligarcas, corredores de bolsa y agentes secretos, que él ridiculiza como «prosa socialmente miope». Sin embargo, la columnista literaria Natalya Lomykina, en su reseña para Gorky Media, encuentra la novela de Pelevin refrescante, digna de engendrar un «nuevo ejército de fanáticos de Pelvin», y enriquecida por un «revestimiento bien hecho de creencias humanas».
La RuNet y la blogosfera rusa son más indulgentes con los escritos de Pelevin. Marks Gurjevs, del sitio web Polaris, con sede en Letonia, sostiene que Pelevin «encuentra con maestría los puntos dolorosos de nuestra sociedad multimedia [rusa], con la reflexión desapegada de un mediador». Anya Sklyar, bloguera ucraniana de LiveJournal con un doctorado en psicología, se deleita con la novela de Pelevin. «¡Estoy encantada!» escribe. «Aquí hay un escritor con el que me gustaría hablar… aquí hay una [historia] que se puede analizar durante mucho tiempo y encontrar muchos matices y temas filosóficos y psicológicos».
Sin embargo, otros sienten que Pelevin simplemente se ha quedado sin energía. Pavel Tretiakov, de HydraJournal, descarta la novela más reciente de Pelevin y afirma que su prolífica producción no oculta que al autor se le han agotado las nuevas ideas. Los lectores harían mejor en volver a los clásicos anteriores de Pelevin, dice, como «Chapaev y el vacío», «Flecha amarilla» y «Generación P». En la plataforma de Livejournal «chto chetat'?» (¿Qué deberíamos leer?), el usuario majstavitskaja se lamenta de que «no quiere convertirse en alguien que, cuando se le pregunta por la literatura rusa dentro de cinco años, responde: ‘Ya no leo a Pelevin’. Pero ahí es donde me dirijo».
En última instancia, el libro de Pelevin parece haber sido escrito y editado demasiado rápido. La profundidad y las ricas alusiones de su escritura son difíciles de sacar de debajo de múltiples capas de ironía en una narrativa ya caótica. Aunque tanto los críticos como los lectores están de acuerdo en que Iakinf es la más agradable de las tres historias, pues les recuerda las obras anteriores de Pelevin. Algunos, como la crítica Anna Narynskaya, llaman al tercer cuento un «postre», como una bienvenida continuación de la última novela de Pelevin.
Pero la segunda y más sustancial historia es también la más angustiosa. Aunque tiene el simbolismo más rico de todos para los lectores internacionales, dadas las tensas relaciones actuales entre Rusia y Estados Unidos, es también el más ambicioso, lo que quizás sea perjudicial.
Tal vez es difícil para los seguidpres de Pelevin acostumbrarse a un toque ligero de alguien que golpea fuerte.