Canción de redención: Mi viaje al activismo de la marihuana

Ganja, por Carlos Gracia en flickr, CC BY 2.0.

Por Nazma Muller

No puedo identificar exactamente cuándo comencé este viaje. Se podría decir que comenzó cuando Colón arribó a Moruga, en la costa sur de Trinidad, y convirtió ese paraíso en una plantación. Su llegada trajo a mis ancestros africanos, indios y chinos, y modificó por completo el universo de mi pueblo indígena. Durante los últimos 500 años el viaje a la redención ha estado en vías de desarrollo: desde la conquista del Iere [nombre original indígena de Trinidad] por la Corona de España con la aprobación de la Iglesia Católica, pasando por ola tras ola de inmigrantes, hasta esta encrucijada de la historia en la que todos nos aferramos precariamente a nuestra posición en esta encarnación perfecta y más moderna de Babilonia.

Todos los inmigrantes estamos atrapados aquí, en una plantación cada vez más caótica, tratando de «pasarla» y deseando que «los delincuentes» no nos atrapen. Pero, como claramente cantó Tosh en la radio a través de la banda sonora de mi infancia criolla en el corredor Este-Oeste de Trinidad: “Todo el mundo está clamando por la paz/Nadie está clamando por justicia… Dime, ¿quiénes son los delincuentes?”.

Será mejor que creas que lo personal es político. Pero no de la manera deshonesta, descarada y astuta en la que los títeres del PNM [Movimiento Nacional Popular, actual partido gobernante de Trinidad y Tobago] y el UNC [Congreso Nacional Unido, actual partido de oposición] se dan la gran vida. En esta pequeña isla, si tu familia no tiene dinero, tus opciones de vida son limitadas. Teniendo en cuenta mi orígen, probablemente hubiera quedado embarazada durante el sexto grado de la secundaria si mi madre no se hubiera roto el lomo para enviarme a la escuela Holy Name Preparatory. Así fue como evité caer en la estafa del Examen común de ingreso, y terminé en el Holy Name Convent sentada al lado del 1 %.

Aunque pertenecía al 99 %, tuve la suerte de tener acceso a una educación académica muy buena. Pude entrar a la Universidad de las Antillas Occidentales para estudiar sociología. Allí conocí a un tutor llamado Dauius Figueira, pensador radical cuya obsesión era el tráfico de drogas. En esa época me pareció que era izquierdista, ya que hablaba de cocaína, ganja y asesinatos de pandillas. Esto fue antes de que ejecutaran a Dole Chadee y su banda. En ese tiempo no comprendía la forma tan rápida e irrevocable en que el tráfico de drogas y el auge del petroleo cambiarían a Trinidad, aunque no a Tobago.

Luego viajé a Jamaica para trabajar como periodista, y bueno, el resto es historia. Supongo que sucedió cuando The Jamaica Observer me envió a Ocho Ríos para cubrir el Reggae Sunsplash. Fue durante la primera noche bajo las estrellas, después de escuchar el ska y los éxitos rocksteady durante horas y después de que el genial y amplio repertorio musical de estas personas se desplegara frente a mí, que mi vida cambió.

Durante los últimos 25 años estos revolucionarios me han inspirado e iluminado, desde gigantes intelectuales como Louise Bennett, Rex Nettleford y Barry Chevannes, hasta músicos como Buju, Beenie y Chronixx.

Como reportera pude ver los guetos, las salas de juntas, los conciertos, las mansiones, la costa norte, los fabulosos hoteles y las calles. Incluso me vi amenazada por un señor y esquivé una bala, durante las elecciones. También tuve la oportunidad de estudiar la Rastafari livity [energía vital]. Como colaboradora de la revista Caribbean Beat, entrevisté a Ziggy, Stephen y Skip Marley; y como activista formé parte de un panel de la Ryerson University junto a la nieta de Bob Marley, Donisha Prendergast, cuyo trabajo cinematográfico incluye la película Rasta: A Soul’s Journey.

La ganja ha sido una fuente de inspiración, meditación y medicación durante mi viaje como caribeña de la clase trabajadora y de raza mixta, tratando de abrirse camino en este mundo capitalista. Como escritora, me ha ayudado a crear y a explorar las fronteras y bordes de mi propia mente. Como medicina preventiva, me ha ayudado a que no me enferme y a no padecer ninguna dolencia habitual y no transmisible de este estilo de vida. Y como estudiante de Castro, me ha dado el valor para criticar el status quo. Y es por eso que el Estado no quiere que las masas usen ganja, porque nos vuelve engreídos y nos hace creer que somos iguales a ellos. Y luego, sin darnos cuenta, empezamos a hablar de derechos y queremos un «cambio».

Para mí, la lucha por legalizar la ganja es una forma de pagar la deuda que tengo con mis ancestros africanos por sus años de trabajo no remunerado. Deuda que aún no ha sido pagada por los británicos, y que tal vez nunca paguen, aunque el Caricom Reparations Committee siga predicando en el desierto. ¡Primero quiero una reparación por parte de mi propio Gobierno!

En The Colour of Darkness, película sobre el trabajo del investigador de rastafari más importante de Jamaica, el fallecido Barry Chevannes, se analiza a hombres como Marcus Garvey, que trataron de elevarse ellos y a su gente a través de la autosuficiencia y el espíritu empresarial. Los rastafari han usado la ganja como sacramento y como medio de supervivencia, pero han pagado un precio muy alto. Al igual que muchos hermanos “baldhead” que buscaron refugio y consuelo en los efectos terapéuticos y calmantes de esta hierba.

Las leyes de justicia natural exigen que se corrijan los agravios sufridos por nuestro pueblo por su color y raza. La gran mayoría de detenidos y condenados por posesión, cultivo y tráfico de ganja en los últimos 50 años son africanos o dougla. Como madre de un niño, me siento obligada a actuar antes de que él tenga edad suficiente para convertirse en una estadística más.

Nazma Muller es rastafari, escritora y defensora del cannabis nacida en Trinidad

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