La cifra de periodistas asesinados en Honduras desde 2010 asciende a 38, de acuerdo al Observatorio de Periodistas Asesinados de la UNESCO. Más del 70 % de los casos siguen impunes.
Este reporte convierte a Honduras en el lugar más peligroso de América para hacer periodismo.
Reporteros Sin Fronteras destacó que aquellos periodistas que critican abiertamente al Gobierno «a menudo son agredidos o amenazados de muerte, por lo que a veces se ven obligados a exiliarse. Es común que se emprendan procesos judiciales abusivos contra periodistas, sobre todo por difamación; entre otras sanciones, se le prohíbe ejercer el periodismo».
En un ensayo en primera persona en el medio salvadoreño El Faro, Jennifer Ávila, directora del sitio de noticias de investigación digital hondureño Contra Corriente, explicó las dificultades que se presentan a la hora de ejercer el periodismo en su país:
In Honduras, doing independent journalism means constantly running into a wall. This wall is built by mafia-run institutions that have silenced and terrorized whole communities. To simplify a complex reality, the media has labelled the country a narco-state.
En Honduras, hacer periodismo independiente implica chocarse con un muro todo el tiempo. Este es un muro construido por instituciones mafiosas que han silenciado y aterrorizado a comunidades enteras. Para simplificar una realidad compleja, los medios de comunicación declararon al país como un narcoestado
No obstante, Ávila cree que la mayor amenaza al periodismo en Honduras es el «miedo y la desconfianza» del pueblo. Los periodistas son considerados empleados comprados por el Gobierno o activistas políticos; además, la periodista considera que algunos medios de Honduras siguen estos patrones. Esta situación deja poco espacio para que los periodistas independientes puedan ganarse la confianza de la gente e ir tras la búsqueda de la verdad:
Journalists covering street protests are often labelled as “sell outs” or as “reporters of the people.” On one hand, they are seen as victims of the demonstrations, while on the other hand they are seen as aggressors. The popular belief that journalism is done to attack others and not to reveal truth explains a lot about power structures in Honduras. Journalism can either show the consequences of an event or turn that same event into a problem. It turns Honduras into even more of a hostile environment for journalism.
Los periodistas que cubren las protestas callejeras son considerados con frecuencia como «pagados por el Gobierno» o como «periodistas del pueblo». Algunos los ven como víctimas de las manifiestaciones, mientras para otros son agresores. La creencia popular de que el periodismo se ejerce para atacar a otros y no para revelar la verdad explica muchas cosas de las estructuras de poder en Honduras. El periodismo puede mostrar las consecuencias de un hecho o hacer de ese hecho un problema. Así, Honduras se vuelve en un lugar aún más hostil para hacer periodismo.
Además, Ávila explica que las historias trágicas de migrantes que son deportados a sus lugares de origen, como ocurre en El Progreso, ciudad del norte de Honduras que es también donde vive la periodista, deberían ir más allá del detalle de los aspectos humanitarios. Estas historias deberían profundizar en las estructuras de poder que forman parte de esta situación, lo que resultaría en el escrutinio de las autoridades. Agrega:
I told the story of Pilar, a member of COFAMIPRO, a committee made up of the mothers who organize every year to travel to Mexico in search of their sons or daughters who have disappeared while migrating north. Pilar has spent years searching for her daughter. (…) To be a mother in Honduras is to know that you may find your child’s body hacked into pieces. To be a journalist in Honduras is to know that these stories are not an exception. The country is in pain. Telling these stories means it’s also necessary to tell what causes them, but that’s just where more problems begin.
Conté la historia de Pilar, integrante del COFAMIPRO, comité conformado por madres que todos los años organizan viajes a México para buscar a sus hijos que desaparecieron mientras migraban hacia el norte. Pilar buscó a su hija por años (…). Ser madre en Honduras es saber que puedes encontrarte con el cuerpo de tu hijo hecho pedazos. Ser periodista en Honduras es saber que estas historias no son una excepción. El país duele. Contar estas historias significa que también hay que contar qué es lo que las causa, pero es ahí cuando surgen más problemas.
Visita el sitio web de El Faro para leer el ensayo completo.