Taslima temía que llegara el día. Era SweTinSit, censo poblacional anual realizado por funcionarios del Gobierno de Myanmar en el estado de Rakáin, al norte del país. Militares, policías y funcionarios de Aduanas estarían por todas partes, para recopilar datos de las familias rohinyás –anotar fechas de nacimiento de los hijos, fotografiar a miembros de la familia y anotar sus nombres. Fue en 2016, cuando las tensiones en el estado de Rakáin aumentaban.
Para muchos rohinyás como Taslima y otros en su aldea de Tula Toli, el SweTinSit (o «Revisión de registro de mapas» en birmano) era una auditoría obligatoria e intensa, y siempre impredecible. Si alguien estaba ausente durante SweTinSit, sus parientes podían ser sometidos a extorsión, prisión, tributos arbitrarios y hasta peor. El año anterior, una pariente de Taslima fue violada por un agente de policía oficial.
En SweTinSit 2016, el cuñado de Taslima salió a trabajar fuera de la aldea para pagar una deuda. Por temor a que lo arrestaran por la ausencia de su hermano, el esposo de Taslima desapareció los tres días que tomó completar el censo en Tula Toli. Taslima pagó una multa de 300 000 kyats (208 dólares estadounidenses) por su cuñado y otra multa de 200 000 kyats (138 dólares estadounidenses) por su esposo.
Los funcionarios le advirtieron que si su esposo no regresaba mientras durara el censo, habría más consecuencias. En la madrugada del día siguiente, Taslima dice que cuatro hombres, incluido el presidente de la aldea, Aung Ko Sein, entraron a su cabaña y la violaron frente a sus dos hijos.
De SweTinSit en Myanmar a ‘cédulas inteligentes’ en Bangladesh
En 2018, me reuní con Taslima y la entrevisté, junto con otros miles de musulmanes rohinyá que habían huido del estado Rakáin a Bangladesh.
En ese momento, las listas y fotografías hechas durante SweTinSit eran la única forma de documentación oficial del Gobierno de Myanmar que muchos tenían. Las autoridades no conceden la ciudadanía a los rohinyá nacidos en el territorio de Myanmar. En los sistemas y retórica de la documentación gubernamental, los rohinyá son mencionados como «bengalíes», lo que sugiere erróneamente que son migrantes de Bangladesh.
En Bangladesh, las fotos y listas de SweTinSit se han vuelto recuerdos portátiles de seres queridos, miles de los cuales murieron en las llamadas «operaciones liquidación». Estos documentos también son potencialmente el reclamo más fuerte de ciudadanía que tienen los refugiados rohinyá, pues muchos registros tienen décadas.
Cuando llegaron al campo Balukhali de Bangladesh, Taslima se enteró de que sus familiares debían registrarse con las autoridades del campo para recibir comida. Para registrarse, les dijeron a Taslima y sus familiares que debían enviar su información, huellas dactilares y escaneo de iris que se recogerían y registrarían en «cédulas inteligentes» biométricas.
En conversaciones con otros en el campo, Taslima y su esposo supieron de diferentes opiniones de las cédulas inteligentes. Pero las preocupaciones se acrecentaron, y la oposición a las cédulas inteligentes germinó y se difundió. Muchos refugiados se negaron a creer que la cédula era solamente una necesidad práctica para gestión y reparto, que no tenía significado social ni político.
En Twitter, el jefe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, llamó a la cédula inteligente un «documento personal que también es una señal tangible de dignidad y esperanza». Pero muchos rohinyá discrepan. En el centro de sus sospechas está el hecho de que las cédulas no incluían la palabra «rohinyá», aunque la base de datos para las cédulas inteligentes sí incluye esa información. La propia cédula describe a los titulares rohinyá como «ciudadanos de Myanmar desplazados a la fuerza».
¿Qué hay en un nombre?
Se podría pensar que «ciudadanos de Myanmar» sería favorable para muchos rohinyá, que por décadas han luchado contra la negativa del Gobierno de Myanmar a concederles la nacionalidad.
Nay San Lwin, destacado activista rohinyá y coordinador del grupo Coalición Rohinyá Libres, me dijo:
It is not standard practice [to include one's ethnicity on an ID card]. But the people in the camps felt very strongly about their ethnic name given their experience of being labelled «Bengali» in Myanmar. They wanted to secure their Rohingya identity on a card finally. They thought it would amount to some international recognition of Rohingya ethnic identity.
No es la práctica habitual [incluir la etnia en la cédula de identificación]. Pero la gente en el campo tienen fuerte sentimientos sobre sus nombres étnicos dada su experiencia de ser calificados como «bengalíes» en Myanmar. Querían asegurar su identidad rohinyá en una cédula finalmente. Pensaban que equivaldría a una reconocimiento internacional de la identidad étnica rohinyá.
Y para muchos, ña decisión de no incluir el término «rohinyá» indicaba una mayor colaboración entre los Gobiernos de Bangladesh y Myanmar.
Tras el registro, ¿quién puede acceder a los datos?
Para muchos, un aspecto más preocupante del proceso era que el formulario de registro de la base de datos incluía la opción de dar información personal con las autoridades de Myanmar. Eso sugería que la información de la cédula inteligente biométrica se entregaría a Myanmar para repatriación, objetivo del Gobierno de Bangladesh por más de cuatro décadas.
Muchos temían que los datos de las cédulas inteligentes se integrarían al sistema de Tarjetas de Verificación Nacional del Gobierno de Myanmar, fallido intento (diferente al proceso SweTinSit) de registrar a los rohinyá como immigrantes ilegales de Bangladesh. El formulario de registro incluía una pregunta: «¿Cuándo llegó a Myanmar y por qué ruta?», cuya respuesta casi siempre ya estaba completada. Para los rohinyá, las tarjetas del sistema de Tarjeta Verificación Nacional los señalaban como extranjeros y los privaba de su condición legítima de ciudadanos de Myanmar. Hasta la llamaron «cédula de genocidio». Salvo los que fueron obligados, los rohinyá se negaron a registrarse para la cédula.
Seis meses después de la llegada en agosto de 2017 de más de 700 000 rohinyá a Bangladesh, Myanmar envió a su ministro de Bienestar Social, doctor Win Myat Aye, a los campos de Bangladesh para «convencer» a los refugiados a regresar. Su delegación sostuvo que las Tarjetas de Verificación Nacional ayudaría a verificar la identidad de refugiados a su regreso a Myanmar. Se comprometió a que los titulares tendrían libertad de movimiento, acceso a salud y educación, y autorización para cruzar la frontera.
Con la introducción de las cédulas inteligentes, los activistas temian que los datos en sus cédulas volverían a permitir a Myanmar que les propusiera la muy detestada Tarjeta de Verificación Nacional, salvo que esta vez las entidades de Naciones Unidas les confería legitimidad.
Un grupo dentro del campo, llamado Sociedad Rohinyá Arakán por la Paz y los Derechos Humanos, se opuso firmemente a la cédula inteligente y organizaron algo de movilizaciones en su contra. La organización recibió presiones de las autoridades, por lo que las protestas no fueron muy generalizadas. Fueron canceladas en diciembre de 2018. El líder del grupo, Mohibullah, guardó las apariencias cuando dijo que se incluiría el nombre rohinyá en el proceso, pero no fue una victoria para los manifestantes –el nombre había estado en las bases de datos desde 2017, cuando se presentaron las cédulas. A la fecha, el nombre rohinyá aún no aparece en la cédula inteligente.
Golpean a refugiados por negarse al registro de cédula inteligente
El proceso de registro de la cédula inteligente ha sido angustiante para muchos refugiados. En 2018, empecé a enterarme de denuncias de diversos tipos de «irregularidades», coerción y golpizas. En entrevistas que realicé, los testigos dan cuenta de incidentes al recopilar información, y golpizas por parte de funcionarios.
El 10 de octubre de 2018, varias mujeres del campo Musini registraron entrevistas en video en un estado de angustia que describe su duro trato, que incluye golpizas, de las autoridades del campo del día anterior. Nay San Lwin, de la Coalición Rohinyá Libre, decidió tomar los videos y mostrarlos personalmente al Secretario del Exterior de Bangladesh, Shahidul Haque. Se quejó de que golpearon a los refugiados por negarse a la cédula inteligente.
Poco después, se impidió la entrada de Nay San Lwin a los campos, y las agencias de inteligencia de Bangladesh empezaron a vigilar sus movimientos. Abul Kalam, jefe de la oficina del país del Comisionado para Ayuda y Repatriación de Refugiados, emitió una rápida negación de la violencia.
La familia de Taslima recibieron sus cédulas inteligentes en julio de 2019, mucho después de que cesó la agitación contra las cédulas. Taslima dice que sentía algo de temor cuando recopilaron sus datos biométricos.
«Tuve que hacer fila todo un día», dijo. «Nos dijeron que retendrían las raciones y que no nos quedaríamos en los campos. No tuvmos opción».
Cuando le dije que su cédula inteligente tendría información sobre ella durante años, tal vez décadas, pareció confundida.
«Van a saber todo sobre nosotros», refirió. «Nunca nos dijeron nada. También nos tomaron una foto –como en Birmania».