El vínculo entre la violencia de género y el maltrato infantil en Trinidad y Tobago

Serie de capturas de pantalla de un video de YouTube titulado «Violencia de género: Una guía para problemas globales», publicado por Global Citizen.

Desde hace tiempo, Trinidad y Tobago ha luchado contra la violencia de género. En diciembre de 2016, después del hallazgo del cadáver de Shannon Banfield, empleada bancaria de 20 años, en el depósito de una tienda en Puerto España, los ciudadanos declararon que ya estaban hartos. Empero, el primer asesinato del país en 2017 fue el de la colegiala Rachael Ramkissoon, de 16 años.

Aunque las protestas, campañas contra el acoso callejero y homenajes públicos han generado conciencia nacional sobre la violencia de género, sigue ocurriendo —con perturbador efecto dominó que impacta en niños y jóvenes.

Uno de los casos más recientes del país de violencia de género involucra a Naiee Singh, de 31 años, separada de su esposo, quien la siguió a su trabajo y le dio un tiro en el estacionamiento y luego se disparó. Cuando sus parientes dijeron en una entrevista para un diario que al hombre lo «habían empujado al límite», los medios sociales estallaron comprensiblemente contra la actitud de culpar a la víctima.

Sin embargo, casi dos semanas después, se denunció que Mukeisha Maynard, de ocho años —que inicialmente se pensaba que tenía autismo— murió por golpes propinados por Michael, su padre, que luego se ahorcó. Entonces, la respuesta inicial fue muy diferente.

En una publicación de Facebook, Zahir Ali, presidente de la fundación Glimmer of Hope, dice que se reunió con la niña, presumiblemente como parte de su trabajo en la fundación:

Autism is something that can lead you into Great Depression. […] Only God knows what parents of autistic children are going through, especially [in this country where] there is absolutely nothing put in place to help the less fortunate parents who can’t afford to pay for the occupational and speech therapy services.

El autismo es algo que puede llevar a una depresión grave. […] Solamente Dios sabe lo que atraviesan los padres de niños autistas, sobre todo [en este país donde] no hay nada implementado para ayudar a los padres menos afortunados que no pueden pagar servicios de terapia ocupacional y de lenguaje.

La narrativa en línea pronto pasó de la violencia del asesinato y suicidio a una narrativa que se centra en la discapacidad de los niños. Luego se informó que Maynard no era autista, sino que tenía apraxia del habla, supuestamente causada por heridas sufridas durante un ataque de su padre cuando tenía menos de un mes de nacida. A su madre, Mayso­nia Thomas, también la habian golpeado.

Para explorar esta conexión entre violencia en la pareja y violencia contra menores —y entender por qué la respuesta a dos delitos igualmente atroces fue tan dispar— contacté a la doctora Gabrielle Hosein, jefa del Instituto para Estudios de Género y Desarrollo del campus St. Augustine de la Universidad de las Antillas, que ha estado muy involucrada en la creación de movimientos feministas de la región y hacer promoción contra la violencia de género.

Hosein empezó nuestra conversación telefónica con la sugerencia de que las personas pueden haber reaccionado diferente a los dos asesinatos/suicidios porque el caso Singh fue premeditado. A pesar de que la orden de restricción contra el exesposo de Singh, el hombre compró una pistola y la esperó en su oficina con la intención de matarla. El caso Maynard, de otro lado, no pareció tan calculado.

Sin embargo, Hosein coincide en que hubo una conexión preocupante entre los delitos y que el vínculo es general, intercultural e interracial:

I think the central point is that violence against women and violence against children are deeply connected, that children are deliberately made victims and witnesses to violence against women as part of an assertion of control over ‘the family’. … Such violence begins through partner rape, continues through physical and sexual abuse of pregnant women, and takes on additional forms through children growing up in violent homes where they, too, face greater risk of physical and sexual abuse.

El punto central es que la violencia contra mujeres y la violencia contra niños están muy conectadas, los niños se convierten en víctimas deliberadas y testigos de la violencia contra la mujer como parte de una afirmación de control sobre ‘la familia’. … Esa violencia empieza con violación de la pareja, sigue con maltrato físico y abuso sexual de embarazadas, y toma formas adicionales a través de niños que crecen en hogares violentos donde también enfrentan grandes riesgos de maltrato físico y abuso sexual.

Aunque los desencadenantes culturales pueden ser únicos a cada país, las raíces parecen ser fundamentalmente las mismas. Los datos muestran que las mujeres suelen estar en riesgo mayor de violencia de parte de la pareja cuando están embarazadas, así que según Hosein, el maltrato puede empezar en el vientre. «Los niños no son casuales a la violencia y estos no son casos aislados», explica. «Es más, se suele lastimar a los niños como parte de la demostración de control. Esta idea de hombres ‘propietarios’ de sus familias es algo que debemos desafiar».

Desde que se fundó en 2015, la Autoridad para Niños, a cargo de la protección de menores en Trinidad y Tobago, ha informado de investigaciones de más de 20 000 casos de maltrato a menores. Dos días después de la muerte de Maynard, Hanif Benjamin, que preside la Autoridad para Niños, comentó que la sociedad como un todo le falló, y dijo, «todos tienen un rol en la protección de los niños».

En vista de un incidente no relacionado de 2011 en el que Michael May­nard fue ar­rest­ado de atacar a Mukeisha (entonces de ocho meses) y a su madre, Hosein expresó que los servicios sociales tienen un papel fundamental.

Tracy Hutchinson-Wallace, cofundadora de la ONG Autism Spirit, coincide en que los servicios sociales y la sociedad en general le fallaron a Mukeisha Maynard. En entrevista telefónica con Global Voices, pidió al sector público y privado hacer su trabajo para apoyar a los padres, y preguntó «¿por qué los servicio que son fundamentales para una paternidad responsable —centros de salud, reuniones escolares, sesiones de terapia— solamente están disponibles en horas laborales?».

El otro aspecto de la narrativa que incomoda a Hutchinson-Wallace es la sugerencia de que la discapacidad es una tragedia. «Si matan a un niño que no tiene discapacidad, el autor es un monstruo. ¿Y si el menor tiene discapacidad? Pobrecito, se quebró». Dijo que en el caso Maynard, «el padre mostró total remordimiento. Reconoció lo que hizo. Su último acto de atención hacia la niña [al darse cuenta de que su hija estaba muerta, se dice que Maynard la vistió, la peinó y la puso en la cama antes de suicidarse]. Su recompensa fue que se quitó la vida. La niña no lo merecía. Hay muchas víctimas acá».

Hosein cree que el caso de Maynard es importante para seguir la situación y ver dónde fallaron las intervenciones y protocolos sociales. Por ejemplo, el padre tenía antecedentes de violencia, sus amenazas iban más allá de su unidad familiar nuclear, él y sus dos hijos vivían en pobreza, lo que debió ser una señal de alerta a las agencias de servicios sociales.

Hutchinson-Wallace está de acuerdo con que encontrar soluciones empieza por admitir dónde fallaron los procesos:

The first step should have been to remove the child from the situation. Authorities need to instill families’ trust regarding how they deal with these issues. Even amidst violence and threats, there is no assurance that something will be done — and this has been the case with successive governments.

El primer paso debió ser apartar a la menor de la situación. Las autoridades deben infundir confianza en las familias con respecto a cómo lidian con estos problemas. Incluso en medio de violencia y amenazas, no hay garantía de que se hará algo —y ese ha sido el caso con sucesivos gobiernos.

Cree que en el corto plazo, se debe poner más recursos para una intervención, temprana, y que la sociedad en general debe actuar más como la aldea proverbial cuando se trata de cuidar a los niños.

«No hay que perder de vista el hecho [de que casos como el de Singh y Maynard] se van a repetir», dijo Hutchinson-Wallace:

We will all forget, but we are all responsible. We need to keep speaking out until something is done. It’s a privilege to be a citizen of this country. To deserve that privilege, we are obliged to give back every single day. If you benefitted from something — a good education, a solid family life, strong community support — you have work to do to help others.»

Todos lo olvidaremos, pero todos somos responsables. Debemos seguir denunciando hasta que se haga algo. Es un privilegio ser ciudadano de este país. Para merecer ese privilegio, estamos obligados a restituir todos los días. Si te has beneficiado de algo —una buena educación, una sólida vida familiar, fuerte apoyo de la comunidad— debes trabajar para ayudar a otros.

En celebración del Día Internacional de la Mujer 2020, que se celebra en todo el mundo cada 8 de marzo, el Centro de Estudios de Género y Desarrollo de la Universidad de las Antillas, junto con ONG y auspiciadores corporativos, organizará la cuarta Marcha Anual por los Derechos de la Mujer en Puerto España el 7 de marzo, en un esfuerzo continuado para dar a conocer las dificultades de las mujeres.

En Trinidad y Tobago, hay varios servicios vigentes para combatir la violencia contra mujeres y niños. 800-SAVE, línea de ayuda para casos de violencia doméstica, y el Servicio de Policía de Trinidad y Tobago tienen una Unidad de Violencia de Género y una Unidad de Protección al Menor. El registro de la Autoridad de Menor también tiene una lista de otras organizaciones de apoyo. En cuanto a las discapacidades, cualquiera que requiere ayuda puede contactar con The Immortelle Centre, que remitirá la consulta a la organización de discapacidad más adecuada para las necesidades.
Revisa la cobertura especial de Global Voices sobre violencia de género en Latinoamérica.

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