Con problemas de vista, doña Edite declama en São Paulo poesías que sabe de memoria

Doña Edite nació en Minas Gerais y se fue a São Paulo de niña. Imagen: Gisele Alexandre/Agência Mural.

Este texto es de Gisele Alexandre. Se publica aquí en virtud de un acuerdo para compartir contenido entre Global Voices y Agência Mural.

Cuando llegué a la casa de Edite Marques da Silva, de 77 años, en el barrio de Piraporinha, zona sur de São Paulo, ya me esperaba sentada en el sofá de la sala, arreglada y con una hermosa sonrisa.

Estaba lista para, tras la entrevista, cumplir con la agenda de todos los martes, ir al Sarau da Cooperifa (movimiento cultural con 18 años de actividad). Ni la tempestad que se aproximaba sería obstáculo para cumplir su rutina semanal.

Dñna Edite comenzó a perder la vista a consecuencia de la diabetes al final de la década de 1970, lo que no detuvo su placer por la lectura. Desde 2006, frecuenta el Sarau da Cooperifa, que se realiza en el bar de Zé Batidão, uno de los principales encuentros de la periferia de São Paulo, la mayor ciudad de América Latina.

Cuenta con la ayuda de sus hermanas Izabel (Zazá) y Cleonice, de su sobrina Assucena y de un reproductor portátil de cintas que era muy popular en la década de 1980. Por ese medio, doña Edite tiene la posibilidad de leer y abrir diversos libros y poesías. Usa parte de lo que escucha para declamar en el sarao.

“En la Cooperifa es como si llegara y un montón de personas leyeran para mí», cuenta. Su sobrina Assucena acostumbra leerle a Edite y grabar algunos textos. Edite no lee en braille (sistema de escritura táctil para quien tiene problemas de visión), pero se asegura de todo con la memoria. “Comencé a escuchar e intentar recordar todo lo que me gusta”, explica.

Los saraos son encuentros que reúnen a artistas y vecinos. El micrófono está abierto para quien quiera presentar su arte. Ese fue el camino que hizo que Edite conociera la literatura de la periferia.

“Antes tenía la costumbre de leer autores ya muertos o que no conocía. En la Cooperifa, hay escritores y poetas que me hacen llorar cuando escucho algunas poesías, porque tienen todo que ver con nuestra vida”, agrega.

Todos la conocen como doña Edite, es hija de un carpintero de Minas Gerais y un ama de casa nacida en Bahia, y siempre tuvo pasión por la lectura. Recuerda cómo sus padres daban importancia a la educación de sus hijos, algo que no era común entre las familias de la década de 1950, principalmente donde nació, en Pirapora (Minas Gerais), a 900 km de São Paulo.

“Solamente pude terminar primaria en mi ciudad. Cuando terminé, mi padre murió y ya no sirvió de nada soñar con estudiar. Debía ayudar a mi madre”, recuerda.

Hasta sus 11 años, la familia tuvo una situación financiera equilibrada, hasta la muerte de su padre a los 49 años. Como nadie sabía administrar la carpintería, la madre tuvo que dedicarse a otra actividad para sostener la casa: hacía dulces y los hijos ayudaban en las ventas.

La vida se volvió más difícil en Minas Gerais. De los 13 hijos, solamente seis llegaron a la edad adulta. Al final, ella y algunos hermanos migraron a São Paulo para buscar empleo.

Doña Edite declama “Autor da vida”, de Paulo Roberto Gafke

En 1961, una de las hermanas mayores, formada en enfermería, murió víctima de una hepatitis infecciosa. Ese mismo año, doña Edite llegó a São Paulo para trabajar en una empresa de manufactura de piezas para televisores y radios.

“Sentía que era muy importante. Todo aparatito [electrónico] que abría tenía piezas y yo decía que ‘pasó por mis manos'», cuenta.

En São Paulo, doña Edite volvió a estudiar. Concluyó la secundaria y trabajó en cuatro empresas metalúrgicas. Hasta que la diabetes, mal con el que fue diagnosticada en la década de 1960, comenzó a afectarle la visión.

“Lidié mucho tiempo con la diabetes, nunca me descuidé. Pero tuve la desgracia de tener retinopatía, un mal que ataca la visión», cuenta.

Doña Edite recuerda que comenzó a notar la pérdida de la vista en 1979, y dos años después se sometió a una cirurgía que le mejoró mucho el cuadro. Luego, la dolencia volvió a agravarse y los médicos le advirtieron que perdería la vista.

Reaprendiendo a vivir

Doña Edite siempre fue independiente y comunicativa. Participó en grupos de formación y otras temáticas organizados por la Iglesia católica. Cuando comenzó a perder la vista y necesitó ayuda de otras personas, sintió dificultades pero nunca dejó de hacer las cosas que le gustaban.

Recuerda que durante dos años y medio hizo terapia en el Hospital de las Clínicas tres veces por semana, a comienzos de la década de 1990. Le era difícil divisar los letreros de los buses, pero nunca faltó a las consultas con la psicóloga.

“La doctora Sueli habló conmigo, que no era la única persona en perder la vista y que tenía todo para organizarme dentro de mi existencia y buscar otro camino”, cuenta.

El cineasta Daniel Fagundes quiere contar la vida de doña Edite en un documental. Imagen de Gisele Alexandre/Agência Mural.

Después de que la dieron de alta de la terapia en el hospital, pasó a frecuentar otros espacios como el Centro de Convieência y Cooperativa (Cecco) de Guarapiranga y la Casa de Cultura de Santo Amaro y de M’Boi Mirim, en la zona sur.

Doña Edite recuerda la vez que vio a una señora declamando “Las manos”, de Cora Coralina, poesía que actualmente ella declama en los saraos. “Pedí la poesía y pedí paciencia a [mi hermana] Zazá que me leyera. Después de un tiempo me la sabía de memoria», cuenta.

La primera presentación en público fue a mediados de la década de 1990 durante una celebración de Navidad, cuando doña Edite declamó exactamente este poema. Después de eso, su voz no ha dejado de ser escuchada en los saraos de la zona sur.

La historia de doña Edite se convertirá en película, gracias a un proyecto concebido por Daniel Fagundes, cineasta y educador popular de la zona sur. Es hijo de una pareja de amigos de doña Edite y ha acompañado toda su trayectoria.

Para que sea realidad, el documental “La mirada de Edite” tiene una campaña de financiamiento colectivo hasta el 28 de noviembre para recaudar recursos financieros para la grabación. El valor se usará para grabar con doña Edite y su familia en su ciudad natal, Pirapora, Miras Gerais, y para la edición y posproducción de la película.

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