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COVID-19 en Medio Oriente: ¿Es esta pandemia una crisis sanitaria o una guerra?

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Arabia Saudita, Baréin, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Marruecos, Túnez, Censura, Derechos humanos, Desarrollo, Desastres, Gobernabilidad, Guerra y conflicto, Ideas, Medios ciudadanos, Periodismo y medios, Política, Respuesta humanitaria, Salud, COVID-19, Relatos de COVID-19

Las Fuerzas Armadas de Egipto comenzaron los preparativos para el despliegue por todas las gobernaciones egipcias con el fin de combatir el nuevo brote de coronavirus (COVID-19). Captura de pantalla del canal de YouTube [1] de Daily News Egypt.

La narrativa de guerra sin cuartel que aborda el COVID-19 como un «enemigo sin rostro» —iniciado por democracias liberales— tiene eco ahora en la región del Medio Oriente y Norte de África.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, fue uno de los primeros líderes mundiales en responder al COVID-19 con una campaña semejante a la de una guerra sin tregua. En su discurso televisado el 16 de marzo, empleó la palabra «guerra» ocho veces [2] refiriéndose a las medidas sin precedentes del COVID-19. Expresándose con solemnidad, pidió una «movilización general» y comparó el personal de los servicios sanitarios con soldados de la Primera Guerra Mundial que luchaban contra un «enemigo invisible».

El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, se declaró [3] jefe de un «Gobierno en tiempos de guerra», y lo mismo hizo el presidente Donald Trump [4].

En los países de Medio Oriente y Norte de África, esta descripción de guerra ha dado forma a un de COVID-19 de manera que ha provocado histeria, miedo y polarización entre los ciudadanos. Los medios, los observadores y los políticos le han dado un giro militar al relato al emplear términos como «economía de guerra» [5]«batalla» [6]«frente» [7], «toque de queda», «mártires» [8] y «soldados de la atención médica».

Esta tendencia mundial ha dado lugar a una oratoria bélica que ha permitido a Gobiernos de todo el mundo ejercer facultades de emergencia e imponer medidas draconianas que en cualquier otra circunstancia serían inaceptables.

Estrictos confinamientos y toques de queda

En los países de Medio Oriente y Norte de África, los servicios de atención sanitaria están sobrecargados o infradotados [9], por decir lo menos. Asimismo, muchos de los sistemas sanitarios de la región han sido destruidos por guerras o privatizados.

A diferencia de los países más ricos, muchos hospitales de la región no cuentan con la capacidad suficiente para tratar a un alto número de pacientes. Si el coronavirus se expande, estos sistemas de salud se verían rápidamente saturados. Y esto, a su vez, podría conducir a un brote masivo por todas las clases sociales, incluyendo a la élite privilegiada.

En este inusual reconocimiento público del potencial fallo de los sistemas sanitarios, varios Gobiernos de la región impusieron pronto medidas rigurosas, aun cuando el número de casos del COVID-19 seguía siendo bajo.

Jordania fue el primer país en sucumbir al confinamiento y al toque de queda, el 19 de marzo, acompañado rápidamente de Marruecos, el 20 de marzo; Túnez, el día 22; y Argelia, el 24.

La región del Golfo también se unió al confinamiento. Emiratos Árabes Unidos y Baréin secundaron la iniciativa el 26 de marzo, y Arabia Saudita, donde cientos de miembros de la familia real [10], según se comenta, se encuentran contaminados, siguió el 29 de marzo.

Países de toda la región han aplicado con firmeza estas medidas mediante la criminalización de todo aquel que infrinja las normas del confinamiento.

Miles [11] han sido arrestados. «Todo aquel que incumpla las normas de seguridad será tratado como un delincuente, porque no respetar el reglamento en el contexto de la pandemia es un delito», afirmó [11] el presidente tunecino, Kais Saied.

Presencia militar en la «guerra» contra el COVID-19

Soldados tunecinos posando para la foto. Foto de Dennis Jarvis [12] via Flickr (CC BY SA 2.0 [13]).

Aunque la crisis del COVID-19 no requiere confrontación militar ni «lucha» física, varios Gobiernos en la región han movilizado en exceso a sus tropas para apoyar los «esfuerzos bélicos» en términos de logística, orden público y campañas de publicidad.

Jordania y Túnez fueron dos de los primeros países en desplegar el Ejército [14] para que patrullaran las calles e hicieran cumplir el confinamiento.

Surrgieron escenas surrealistas que mostraban la desproporción en el despliegue de tropas. En Túnez, un helicóptero militar voló a muy baja altura para detener un partido de fútbol que se estaba jugando en el vecindario:

¡Escena surrealista! Un helicóptero de las fuerzas aéreas de Túnez vuela a muy baja altitud para detener un partido de fútbol en un vecindario.

En Jordania [19] y Marruecos, soldados con tanques instalaron puestos de control entre las ciudades. Se grabó a aviones militares que llevanban recursos médicos [20].

En Egipto, en una ofensiva pública y diplomática, los soldados limpiaron y esterilizaron [21] las avenidas principales de El Cairo, la capital.

Estas escenas venían acompañadas en ocasiones con himnos nacionales y banderas ondeantes.

Patriotismo y patriarcado

En este contexto bélico, a héroes y villanos se les define por quienes obedecen las órdenes del Estado.

Mientras los profesionales sanitarios son considerados «héroes», quienes no siguen el mandato del Gobierno —a menudo gente pobre que no puede permitirse quedarse en casa— son señalados como villanos, si no como traidores.

En Túnez, un representante de Salud de la ciudad de Tataouine, a raíz del informe de un nuevo caso de COVID-19 en su distrito, declaró [22] que «estamos en guerra, y los que no lo aceptan son traidores». En un discurso sobre la escasez de alimentos y la inflación del precio que han alimentado la ira pública, el presidente tunecino Saied llamó a los acaparadores de comida [23] «criminales de guerra».

Los medios también han difundido el llamamiento a la guerra y el sacrificio con fuertes mensajes que movilizan y convencen a la población de que sigan órdenes.

Con el discurso, a veces infantilista, que recurre al miedo más que a la intención de educar, se exige a los ciudadanos quedarse en sus casas.

En abril de 2020, el presentador tunecino de un programa de entrevistas llamado «Adhak Maana» («Ríete con nosotros»), que se transmite en Attessia TV [24], repitió las palabras:

“It is for your own good.… If you behave yourself well and stay home, you will be able to go out as you used to.”

“Es por su propio bien… Si se portan bien y se quedan en casa, podrán salir como salían antes».

La mayoría de canales de televisión de la región ha presentado el nuevo lema «quédate en casa» como deber patriótico. Se anima a los ciudadanos a participar en este «esfuerzo bélico» con la observación y la denuncia de infractores.

En Túnez, las autoridades crearon números de llamada gratuita y plataformas de redes sociales para denunciar el incumplimiento de las órdenes del Gobierno.

Esta relato bélico ha creado un clima de «agrupación en torno a la bandera» donde la gente se une a sus líderes supuestamente fuertes y decididos. La analogía de guerra recurre a una imaginación viril protagonizada por el heroísmo masculino, y en el que las mujeres —que representan a la mayoría de carreras profesionales y trabajadores clave— son secundarias.

La guerra es divisiva. ¿Es la pandemia una «guerra»?

La analogía lleva a la condescendencia, al lenguaje alarmante y a tonos que generan división y estigmatización durante la crisis del COVID-19. También enfrenta a unos contra otros en lugar de crear un sentido de responsabilidad cívica y de solidaridad.

En Túnez, el miedo hacia el virus ha causado un comportamiento extremo, incitado últimamente por el entierro de las víctimas del COVID-19. Algunas comunidades locales denegaron entierros por miedo [25] a contaminar la tierra. Las autoridades, con apoyo del Ejército, intervinieron e insistieron en que no existía riesgo de transmisión de los cadáveres.

Usar lenguaje bélico para responder a la emergencia sanitaria no es solo improductivo, sino que también daña en potencia el tejido social.

Los ciudadanos de Siria, Yemen o Libia también conocen demasiado bien el significado de la guerra: caos y destrucción. Muchos ciudadanos en todo el mundo alzan ahora sus voces para hacer frente a esta ola agresiva.

En un insólito discurso televisado, el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, declaró [26]:

No, this pandemic is not a war. Nations do not oppose other nations nor soldiers against other soldiers. It is a test of our humanity. … [This crisis] brings out the best and the worst of people. Let us show others what is best in us.

No, esta pandemia no es una guerra. Ninguna nación se opone a otra, ni tampoco luchan soldados contra otros. Es una prueba de nuestra humanidad. … [Esta crisis] saca lo mejor y lo peor de las personas. Mostremos a los demás lo mejor que hay en nosotros.