Supertransmisores de COVID-19 y la «nueva normalidad» de Indonesia

Ciudadanos de Banda Aceh asisten a ceremonia religiosa. Foto en Flickr del usuario Johanes Randy Prakoso ((CC BY-NC-ND 2.0)).

Se cree que varias reuniones religiosas en Indonesia tuvieron un rol muy grande en la propagación de COVID-19 en el país. Este hallazgo generó un dolor de cabeza por el gobierno del presidente Joko Widodo, que está hablando de una nueva normalidad para poner al país de nuevo en marcha y es renuente a enfurecer a los grupos religiosos conservadores, importante fuente de apoyo político.

El 3 de junio, la agencia estatal de noticias informó que el presidente Joko Widodo se reunió con líderes religiosos para analizar la posibilidad de reabrir lugares de culto que se cerraron por la pandemia. Mezquitas e iglesias han reabierto sus puertas aunque no están trabajando a su total capacidad.

La perspectiva de una reapertura total ha causado ansiedad entre muchos que temen una segunda ola del virus.

Reabrir lugares de culto en medio de esta pandemia como menciona la carta del ministro de Asuntos Religiosos parece apresurado. Esta medida podría crear nuevos focos de contagio porque es difícil detectar a personas que no muestran síntomas.

Corea del Sur no aplicó (lo que conocemos) como medidas de la nueva normalidad, ¡han vuelto a poner las restricciones! Indonesia no parece reflexionar en esto. Reabrir lugares de culto se pone como prioridad sobre la economía. ¿Habrá alguna revisión de la reapertura de lugares de culto?

Rastreo de grupos

Al comienzo, las autoridades fueron renuentes a aplicar medidas para limitar las actividades religiosas ante el COVID-19.

En febrero, el vicepresidente indonesio y el influyente clérigo conservador Ma'aruf Amin hasta citaron el qunut, oración que se recita contra amenazas y malos presagios, para ayudar a contener el virus.

La presencia de Amin ayudó al presidente Widodo a garantizar la reelección en disputadas elecciones en 2019.

Pero con el aumento de casos de COVID-19 en marzo y abril, los llamados ‘supertransmisores’ del virus se volvieron tema clave en el discurso público.

La ‘supertransmisión’ es un fenómeno aplicable a la transmisión de enfermedades en todo tipo de reuniones masivas. Pero en Indonesia, estos hechos han sido mayormente de naturaleza religiosa.

En marzo, por ejemplo, casi se lleva a cabo un Tabligh Akbar (reunión masiva para musulmanes, que combina recitación del Corán, sermones y proselitismo) en la provincia indonesia de Sulawesi.

El Gobierno provincial no logró postergar la reunión y recién cuando el Gobierno central en Yakarta emitió una directiva fue que se canceló. Para ese entonces se habían reunido hasta 8000 feligreses indonesios y centenares de extranjeros.

Se sospecha que esta reunión causó brotes del virus en 22 provincias, según autoridades de salud indonesias.

También en marzo, un retiro cristiano que se llevó a cabo en Bandung, Java Occidental, reunió a 2000 personas. El gobernador local, Ridwan Kamil, luego describió que la reunión realizada en un hotel en Badung fue uno de los cuatro focos infecciosos de la provincia. Ocho asistentes al retiro fueron hospitalizados después de dar positivo a pruebas de COVID-19. Cuatro personas murieron.

La primera prueba de rastreo para las autoridades llegó con una reunión llevada a cabo en la vecina Malasia del 27 de febrero al 1 de marzo.

En los cuatro días de Tabligh Akbar en la mezquita Sri Petaling en Kuala Lumpur participaron 10 000 personas de varios países, incluidos 700 indonesios.

Desde esa reunión, que creó uno de los mayores focos de contagio de COVID-19 en Malasia, Yakarta, se ha esforzado para rastrear a los participantes, pues algunos asistentes ignoraron en gran parte las instrucciones de autocuarentena y de pruebas.

Ahora, a través de sus embajadas y líderes en el extranjero, Indonesia ha empezado a dar seguimiento a ceremonias y para supervisar de cerca reuniones religiosas a las que asisten indonesios que viven en el extranjero.

Entre mezquitas, iglesias y el Estado

Bajo creciente presión, el 19 de marzo, los entes religioos oficiales emitieron recomendaciones a sus congregaciones para que tomaran medidas de salud y seguridad, y que realizaran rituales religiosos a distancia.

Ahora, el Gobierno ha dado a conocer pautas para reabrir lugares de culto como parte de su campaña de nueva normalidad dirigida a impulsar la economía.

Estas recomendaciones han llevado a una respuesta combinada, incluidos algunos líderes religiosos que expresaron su preocupación sobre el impacto em la salud pública de reagrir los lugares de culto.

Aunque el riesgo potencial de la ‘superpropagación’ entre las congregaciones masivas es una fuente de ansiedad pública, el impacto del reciente tradición anual en la que miles de habitantes urbanos viajan para visitar a sus parientes en sus ciudades natales para celebrar Eid– es igual de preocupante.

La Junta Indonesia de Ulemas emitió un edicto de haram (prohibición) contra el mudik de este año en un intento de parar la propagación del virus.

Sin embargo, muchos aprovecharon los vacíos en el sistema y compraron certificados médicos falsos en diversas plataformas de comercio electrónico que afirmaban que no tenían COVID-19 y que estaban aptos para viajar. Se prevé un aumento en el número de casos de coronavirus (actualmente hay poco más de 32 000 contagiados y 1883 fallecidos).

En junio, también hay decepción entre los más de 200 000 indonesios que tenían previsto asistir al peregrinaje de Hajj a fines de julio.

El veto del Gobierno llegó cuando Arabia Saudita dudaba sobre si realizar o no el peregrinaje.

Reconociendo que los peregrinos indonesios, país con la mayor población musulmana del mundo, a menudo esperan años para entrar en la lista de Hajj, Fachrul Razi, ministro de Asuntos Religiosos de Indonesia, calificó la decisión de «muy amarga y difícil.

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