«¿Dónde está el centro de la historia?»: Revisitamos la visión tradicional de comunidades musulmanas de Rusia

Familia tártara en un picnic (lugar desconocido, primera mitad de la década de 1910s. Foto del archivo de Renat Bekkin, usada con autorización.

Los musulmanes representan el 10 % de la población de Rusia, lo que convierte a su religión en la segunda mayor detrás de la Iglesia ortodoxa rusa. Han sido parte de la historia rusa desde hace siglos y viven en toda la Federación Rusa, de Siberia al norte del Cáucaso, en grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo.

El mayor grupo étnico que profesa el islam son los tártaros, que también son la primera minoría étnica en Rusia, con más de cinco millones de miembros, su propio idioma túrquico y sus propio territorio administrativo dentro de la Federación Rusa, la República de Tataristán.

Familia tártara. Foto del archivo familiar de Renat Bekkin (San Petersburgo, 1917). Usada con autorización.

Los tártaros tuvieron un rol específico en la expansión colonial de la Rusia zarista como intermediarios entre la personas de etnia rusos y las naciones colonizadas de Siberia y Asia Central, que a menudo compartían cercanos vínculos religiosos y lingüísticos con ellos. Actuaban como misionarios, traductores y luego como reformistas del islam a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. A menudo se les describe como jadids – intelectuales, escritores, pensadores que proponían una marca nueva y moderna de islam inspirada en reformas políticas y sociales vistas en el Imperio Otomano y Europa Occidental.

Pero los investigadores están desafiando cada vez más esta narrativa de únicamente hombres intelectuales musulmanes que guiaban la modernización que ha dominado al sector académico hasta hace muy poco.

Global Voices conversó con Danielle Ross, que enseñaba en la Universidad Nazarbayev en Nursultán, Kazajistán, y ahora es asistente de cátedra de historia asiática e islámica en la Universidad Estatal de Utah.

En su más reciente libro, Imperio Tártaro: Los musulmanes de Kazán y la creación de la Rusia imperial, desafía abiertamente este mito y propone otra lectura.

La entrevista se editó con fines de brevedad.

Filip Noubel: La narrativa dominante en el sector académico, posoviética y occidental, es que la modernidad se dio en las comunidades musulmanas en el Imperio Zarista solamente con la llegada de los jadids –hombres reformadores del islam y la sociedad. En tu libro más reciente, desafías esta narrativa. ¿Puedes explicar más?

Danielle Ross: One of the main goals of my book is to bring the study of Islam and Islamic reform in Russia’s Volga-Ural region up to date with recent trends in historical research on other parts of the world. This means moving away from a model of modernity as something imported or introduced from one society into another, and, instead, viewing 1600s-1910s as a period in which a set of changes—globalization of commerce and politics, centralization of governmental power, rising literacy rates, democratization of religion—unfolded in societies across the world. The Volga-Ural region, linked into larger global networks through Russian imperial rule, Islam, and European and Asian trade, was as much shaped by these trends as were Britain and France, with the caveat that the Volga-Ural region was a colonized space rather than an imperial center. Within this framework, the Jadids can no longer be seen as the importers of modernity. Rather, Jadidism appears as one of many local responses to high colonialism, vertically integrated mass production, and religious revival across the world in the 1880s-1910s. The Jadids were in dialogue with their contemporaries outside of their ethnic communities but were also greatly indebted to previous generations of their own people, who had responded to globally driven changes in their own day. In my book, I wanted to convey an impression of the Volga-Ural region as a continually dynamic place rather than as a land and culture that froze in place in 1552 and suddenly awakened in the 1860s.

Danielle Ross: Uno de los principales objetivos del libro es actualizar el islam y la reforma islámica en la región del Volga-Urales en Rusia con tendencias recientes en investigación histórica en otras partes del mundo. Esto significa pasar de un modelo de modernidad como algo importado o introducido de una sociedad a otra y, en cambio, ver el periodo entre el siglo XVII y la década de 1910 como una época en que un conjunto de cambios —globalización del comercio y la política, centralización de poder gubernamental, crecientes tasas de analfabetismo, democratización de religión— se desplegó en sociedades en todo el mundo. La región Volga-Urales, vinculada con redes globales más grandes a través del régimen imperial ruso, islam, y el comercio europeo y asiático fueron tan moldeados por estas tendencias como Gran Bretaña y Francia, con la advertencia de que la región Volga-Urales fue un espacio colonizado más que un centro imperial. En ese marco, ya no se puede ver a los jadids como los importadores de la modernidad. Más bien, el jadidismo aparece como una de muchas respuestas locales al alto colonialismo, integrador vertical de la producción en masa y como resurgimiento religioso en el mundo entre 1880 y 1910. Los jadids dialogaron con sus contemporáneos fuera de sus comunidades étnicas, pero también estuvieron muy en deuda con las generaciones previas de su propio pueblo que respondieron a cambios impulsados globalmente a su manera. En mi libro, quise transmitir una impresión de la región Volga-Urales como un lugar continuamente dinámico antes que una tierra y una cultura que se congeló en 1552 y de repente despertó en la década de 1860.

Familia tártara. Foto del archivo familiar de Renat Bekkin (San Petersburgo, mediados de la década de 1910). Usada con autorización.

FN: You also make the point in your research that the building of the Tsarist, and later Soviet Empires was not the monopoly of ethnic Russians — it did include other groups such as the Tatars, Germans, Jews, Georgians and others. Why is this aspect seldom mentioned in the colonial history of those two empires?

DR: The academic study of history as we know it today arose within the context of nineteenth-century nationalism and colonialism. In this context, history-writing served two purposes: to articulate a coherent, unifying past for the modern nation-state and to justify political dominance of some peoples over others. Historians have worked since the 1960s to deconstruct these national and colonial narratives, but, in the Russian case, such work is difficult for a few reasons.

First, there is the question of assembling a coherent narrative. Telling the history of Russia as a story of grand princes, tsars, and Communist Party leaders is relatively focused and linear. But how does one tell a coherent, compelling story of over one hundred ethno-confessional groups spread over thousands of square miles? Where is the center of the story?

Second, Russia and the Soviet Union’s intellectual approach to its non-Russian, non-Orthodox peoples was to place them in designated spaces (nationalities, union republics, etc.) and to confine discussions of their cultures and histories to those spaces. Ethnographers, regional experts, and historians of the union and autonomous republics could choose to write about specific ethnic and confessional groups, but little of that writing was included in general histories of Russia and the USSR. This same structure of Soviet national spaces and categories was replicated and reinforced in Cold War-era western scholarship.

In the 1990s, historians began to pursue research that dismantled or transcended the national and regional categories around which Cold War-era historical studies had been organized, but this is transformation is still in progress and it is still not well represented in the textbooks and other generalist literature that would appeal to non-specialists and students entering the field of Russian history. So, the integration non-Russian sources and histories into mainstream Russian history and the decentering or provincializing of ethnic Russian history continues to be a slow process.

DR: El estudio académico de la historia tal como la conocemos ahora surgió en el contexto del nacionalismo y el colonialismo del siglo XIX. En este contexto, la escritura de la historia tenía dos propósitos: articular un pasado coherente y unificador para el estado-nación moderno y justificar el dominio político de algunos pueblos sobre otros. Los historiadores han trabajado desde la década de 1960 para deconstruir estas narrativas nacionales y coloniales, pero, en el caso de Rusia, esa labor es difícil por algunas razones.

En primer lugar, está la cuestión de ensamblar una narrativa coherente. Contar la historia de Rusia como una historia de grandes príncipes, zares y líderes del Partido Comunista está relativamente centrado y lineal. Pero ¿cómo se cuenta una historia coherente y convincente de más de cien grupos étnico-confesionales repartidos en miles de kilómetros cuadrados? ¿Dónde está el centro de la historia?

En segundo lugar, el enfoque intelectual de Rusia y la Unión Soviética respecto de sus pueblos no rusos y no ortodoxos consistía en situarlos en espacios designados (nacionalidades, repúblicas de la unión, etc.) y limitar las discusiones sobre sus culturas e historias a esos espacios. Los etnógrafos, expertos regionales e historiadores de las repúblicas sindicales y autónomas podían optar por escribir sobre grupos étnicos y confesionales específicos, pero pocos de esos escritos se incluían en las historias generales de Rusia y la Unión Soviética. Esta misma estructura de espacios y categorías nacionales soviéticas se replicó y reforzó en la erudición occidental de la época de la Guerra Fría.

En la década de 1990, los historiadores comenzaron a realizar investigaciones que desmantelaron o trascendieron las categorías nacionales y regionales en torno a las cuales se habían organizado los estudios históricos de la época de la Guerra Fría, pero esta transformación aún está en curso y no está bien representada en los libros de texto y otra literatura generalista que atraería a los no especialistas y a los estudiantes que se adentran en el campo de la historia de Rusia. Así pues, la integración de las fuentes e historias no rusas en la corriente principal de la historia rusa y la descentralización o provincialización de la historia étnica rusa sigue siendo un proceso lento.

Página de la crónica en tártaro «Fasl tarikh dastanninda, producida en la década 1740 y conservada en el Departamento de Manuscritos y Libros Raros de la Biblioteca de la Universidad Federal de Kazán en Kazan, Tataristán. Foto brindada por Danielle Ross, utilizada con autorización.

FN: ¿Cuál es el discurso actual de Moscú sobre el rol y la presencia de los musulmanes –indígenas y migrantes– en Rusia?

DR: Since Putin came to power, Moscow has turned increasingly to Russian ethnonationalism as a unifying ideology. In ethnically diverse Tatarstan, recent policies of consolidation and streamlining of cultural and educational institutions have amounted to the reduction of the resources that sustain the republic’s non-Russian languages and cultures. Moscow’s rhetoric and policies toward Uzbek, Tajik, Kyrgyz, and Azerbaijani migrants send the message that: (1) these Muslims are not wanted in Russia despite their now indispensable role in Russia’s economy; and (2) Central Asian and Caucasian Muslims’ cultures are alien to and incompatible with Russia’s prevailing culture despite the shared experience of seventy years of Soviet rule. Given Moscow’s current stance on indigenous and migrant Muslim people and cultures, it seems fairly clear that they are not prepared at this time to recognize the contributions of non-Slavic, non-Orthodox peoples to Russia’s past or to propose a vision of the future that would include Muslims as full members of Russian society.

DR: Desde que Putin llegó al poder, Moscú se ha volcado cada vez más al etnonacionalismo ruso como ideología unificadora. En Tataristán, de mucha diversidad étnica, recientes políticas de consolidación y racionalización de instituciones culturales y educativas equivale a la reducción de los recursos que sostienen idiomas y culturas no rusas de la república. La retórica y políticas de Moscú hacia migrantes uzbekos, tayikos, kirguisos y azerbaiyanos enviaron el mensaje de que (1) estos musulmanes no son queridos en Rusia a pesar de ser ahora indispensable en la economía de Rusia, y (2) las culturas musulmanas de Asia Central y el Cáucaso son ajenas e incompatibles con la cultura prevaleciente en Rusia, a pesar de la experiencia compartida de 70 años de mandato soviético. Dada la actual postura de Moscú sobre pueblos y culturas musulmanes indígenas y migrantes, Parece bastante claro que no están preparados en este momento para reconocer las contribuciones de pueblo no eslavos y no ortodoxos en el pasado de Rusia o para proponer una visión del futuro que incluiría a musulmanes como miembros plenos de la sociedad rusa.

Profesora adjunta Danielle Ross. Foto de Andrew McAllister, usada con autorización del Departamento de Historia de la Universidad Estatal de Utah

FN: Who are the conveyers of modernity in today’s Muslim communities of Russia?

DR: I don’t know that “conveyers of modernity” is a useful term for discussing Islam in Russia today. Unlike in the 1880s-1920s, the major discourses in Islam today are not about how to adapt Islamic faith, law, and culture to the modern world, but, rather, about who speaks for Muslims, whose Islam is most correct and legitimate, what the appropriate languages for the transmission of Islamic knowledge are, and what the position of Islam in Russia should be now and in the future. The faces of Islam in contemporary Russia include historically Muslim peoples as well as recent ethnic Russian converts, Salafists as well as adherents of the various classical Islamic legal schools, and local and national Muslim intellectual traditions as well as international and transnational trends. This multiplicity of voices and opinions lends dynamism to Russia’s Muslim communities.

DR: Sé que “transmisores de la modernidad» es un término útil para analizar el islam en la Rusia de hoy. A diferencia de las décadas entre 1880 y 1920, los principales discursos en el islam hoy no se tratan de adaptar la fe, ley y cultura islámicas al mundo moderno, sino de quién habla por los musulmanes, cuyo islam es el más correcto y legítimo, cuáles son los idiomas apropiados para la transmisión del conocimiento islámico, y cuál debería ser la posición del islam en Rusia ahora y en el futuro. Los rostros del islam en Rusia contemporánea incluyen a los pueblos musulmanes históricamente y también a los conversos recientes de etnia rusa, salafistas así como seguidores de diversas facultades de Derecho clásicas, y tradiciones intelectuales musulmanas locales y nacionales, y tendencias internacionales y transnacionales. Esta multiplicidad de voces y opiniones aporta dinamismo a las comunidades musulmanas de Rusia.

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