Cosechar fruta en una pandemia: Los precarios trabajadores migrantes de Europa

«Alemania, atórate con tus espárragos». Grafiti en Wedding, Berlín. Foto (c): Maxim Edwards, mayo de 2020.

A fines de junio, más de 1500 trabajadores de una planta procesadora de carne en el oeste de Alemania contrajeron COVID-19. Cuando se superó el límite de 50 nuevos contagios por 100 000 habitantes, el confinamiento de las instalaciones y la aldea colindante se extendió a todo el distrito de Gütersloh, estado de Renania del Norte-Westfalia. Fue el primer confinamiento de esta escala desde que Alemania flexibilizó las restricciones federales el 10 de mayo.

La mayoría de contagiados en el camal de la empresa Tönnies eran trabajadores migrantes de Bulgaria, Polonia y Rumania. Son unos cuantos de los miles que proceden de Estados miembros de la Unión Europea procedentes del este de Europa que se dirigen a Alemania cada año para trabajar en el sector alimenticio del país.

Los epidemiólogos de Alemania han advertido que estas instalaciones masivas, con poca ventilación, llenas de fluidos, líneas de ensamblaje aglomeradas, superficies metálicas con mucho contacto son caldo de cultivo para los contagios. Ya han señalado una significativa cantidad de contagios de COVID-19 entre trabajadores del camal, a quienes se está realizando pruebas al menos en cinco estados federales. Aparentemente algunas figuras, como el primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet, culparon a los propios trabajadores (Laschet «aclaró» sus declaraciones de junio, tras las críticas de políticos federales).

Ahora, Tönnies adorna los titulares de los principales diarios de Alemania: en algunas publicaciones y en medios sociales, se ha vuelto una broma popular afirmar que los cerdos tienen mejores grupos de presión a su favor en Alemania que los precarios trabajadores que los sacrifican. Esto puede cambiar. El 20 de mayo, el Ministro de Trabajo de Alemania, Hubertus Heil, presentó una nueva ley para prohibir la subcontratación de trabajadores y procesos de contratación a proveedores, lo que obliga a las empresas de carne de Alemania a cumplir con mínimos parámetros laborales para los trabajadores migrantes.

Con este brote, se desencadenó otro capítulo en la discusión pública de Alemania sobre las condiciones de trabajdores migrantes temporales. Los activistas laborales de Europa Occidental y Oriental están advirtiendo que la pandemia de COVID-19 no solamente ha puesto de manifiesto estas desigualdades existentes, sino que las ha profundizado.

Atórate con tus espárragos

En Alemania, la llegada de la primavera se suele simbólica con espárragos y fresas. Tradiciones más recientes sostienen que la recolección está a cargo de precarios trabajadores migrantes búlgaros y rumanos; el sector agrícola de Alemania contrató a 300 000 trabajadores migrantes solamente en 2019. Cuando el Gobierno federal cerró las fronteras del país en marzo por la pandemia de COVID-19, los grupos de presión agrícolas alemanes temieron que toneladas de producción terminarían pudriéndose en los campos. Por lo tanto, el 2 de abril, Berlín aceptó abrir las fronteras alemanas de 80 000 trabajadores migrantes temporales. La Unión Europea instituyó una excepción a la prohibición de viajes a trabajadores temporales.

Casi inmediatamente, miles de rumanos atendieron el llamado. El 9 de abril, llegaron a medios sociales imágenes de 1800 que llenaban a reventar el pequeño aeropuerto internacional de Cluj-Napoca, para abordar cuatro vuelos a Alemania. Según informes de medios alemanes, varios trabajadores llegaron de la región de Suceava, que en teoría estaba en confiamiento. ¿Qué explicaba las multitudes en el aeropuerto de Cluj ese día?

En su país de origen y en Alemania, acusó a esos trabajadores temporales de imprudencia y estupidez por elegir trabajar en el extranjero durante una pandemia. Activistas de derechos y analistas por igual criticaron este encuadre por incorrecto, y no preguntaron por qué los trabajadores asumen esos riesgos, sino qué pueden hacer las empresas alemanas que se benefician del trabajo de los migrantes para mantenerlos a salvo. Después de todo, en palabras de la directiva de la Unión Europea que los exoneró de la prohibición de viajes, estaban ahí por ser «trabajadores fundamentalas».

Para muchos en las zonas rurales de Bulgaria, Rumania, y otros estados del este de Europa con pocas perspectivas de empleo, la migración laboral temporal es cuestión de supervivencia.

Polina Manolova, investigadora de migración de la Universidad de Tübingen, dice que la falta de medidas proactivas del Gobierno búlgaro para ofrecer apoyo social para los trabajadores intensificó la pobreza o el temor a la pobreza durante la pandemia:

These are people who have been laid off recently, people who aren't entitled to any unemployment benefit because there are so many conditions they have to fulfil. A lot of people fall out of the social security net, or work in the grey sector, or are self-employed. I follow recruitment agencies on Facebook, and I have never before seen such massive interest in leaving to work on these jobs.

Son personas a las que han despedido recientemente, personas que no tienen derecho a ningún beneficio de desempleo porque deben cumplir con demasiadas condiciones. Muchos están fuera de la red de la seguridad social o trabajan en el sector gris o son trabajadores independientes. Sigo a agencias de contrataciones en Facebook, y nunca antes había visto un interés tan masivo en irse para asumir esos empleos.

Como explicó esta mujer anónima a Radio Nacional Búlgara en abril:

Финансова е причината да искам да замина. С 20 паудна си пазарувам храна за цялата седмица и от нищо не се лишавам, а тук не мога да си позволя да си купя сьомга всяка седмица. На 30-и април летя, имам организиран чартърен полет от фермата. Пътувам за Англия. Тази година ми е девети сезон, ходя в една и съща ферма. Фермата е за ягоди, малини, къпини, боровинки. Не се притеснявам, там сме затворено общество. От познати, които са там, знам, че има карантинен период. Спим в каравани, по шест човека сме, имаме отделно баня, тоалетна

La razón es financiera para mí. Con 20 levas [unos 30 dólares estadounideneses] puede hacer mis compras semanales sin privarme de nada. Acá no puedo ni comprar pescado cada semana. Me voy en un vuelo chárter organizado por la empresa el 30 de abril. Esta es mi novena temporada en esta granja. Es una grande de fresas, frambuesas, moras y arándanos. No me preocupa porque somos como una sociedad cerrada ahí. Mis amigos ahí me dijeron que hay periodo de cuarentena. Somos seis en una caravana, tenemos un baño compartido.

Sus palabras también sugieren, como explicaron muchos analistas a Global Voices, que las diferencias remunerativas son necesarias pero no suficientes para explicar la migración laboral temporal. Ofrece una oportunidad a familias jóvenes de ahorrar para la educación superior de sus hijos o vivienda propia. Ofrece capital social; para los jóvenes en zonas rurales. También se puede considerar un rito de iniciación.

Este pilar de la vida rural en Rumania y Bulgaria no se iba a interrumpir con la pandemia. Grupos de Facebook que contratan a trabajadores agrícolas en Reino Unido, Alemania y Países Bajos bullían de trabajadores ansiosos que buscaban consejo de cómo ir al extranjero. Muchos comentarios en Brigada UK, sitio en búlgaro, expresan su preocupación sobre el coronavirus y medidas de distanciamiento social, pero la mayoría estaba decidida, incluso en abril, cuando la pandemia estaba peor en en muchos países.

«¡Con la cantidad de químicos que rocían, no hay manera que contraigas COVID-19!», bromeó un hombre en la misma página.

Vida en los campos

Cuando los trabajadores temporales llegaron a Alemania, se aplicaron advertencias. Las regulaciones de la Unión Europea, además de instrucciones del Ministerio de Agricultura alemán, los obligaban a tomar una prueba de salud generalizada antes de entrar al país, por las que debían autoaislarse dos semanas. Solamente se permitían vuelos fletados, en vez de los largos trayectos en bus que tomó la mayoría de trabajadores migrantes.

Pero mucho siguió estando igual. Los trabajadores temporales seguían siendo contratados por subcontratistas e intermediarios en vez de las granjas o camales en los que trabajaban. Formalmente se les paga el salario mínimo por hora en Alemania de 9.35 euros (cerca de 10.66 dólares estadounidenses), pero se quejan de que a esa suma se le hacen descuentos —no siempre de manera transparente— para cubrir vuelos, comida y alojamiento, que muchos consideran de calidad inferior. Dominique John, coordinador del proyecto Faire Mobilität, ONG que aplica condiciones laborales justas para trabajadores migrantes en Alemania, dijo a Global Voices que sus colegas habían notado un aumento en las quejas de esta naturaleza en meses recientes.

Fundamentalmente, esta relación laboral precaria no cambió durante la pandemia. Como dijo un granjero alemán al tabloide nacional Bild en abril:

Deutsche kann ich nicht gebrauchen. Stundenlang gebückt auf dem Feld zu arbeiten, sind die meisten Deutschen nicht gewohnt. Sie klagen schnell über Rückenschmerzen… Der Spargel muss alle ein bis anderthalb Tage gestochen werden. Deutsche fordern die Woche ein, zwei Tage frei. Das geht in der Hochsaison nicht. Rumänen ackern auch sonn- und feiertags

No puedo emplear alemanes. La mayoría de los alemanes no están acostumbrados a trabajar en los campos durante horas. Se quejan rápidamente de dolor de espalda. Pero los espárragos se deben recoger cada día o día y medio. Los alemanes exigen uno o dos días libres por semana. Eso no encaja con la temporada de cosecha. Los rumanos trabajan domingos y días festivos también.

Según un informe conceptual del 2 de abril redactado por el Ministerio de Agricultura de Alemania que revisó Global Voices, a los trabajadores migrantes temporales se les debió entregar equipo de protección personal y debían poder trabajar y vivir a una distancia segura, separados entre sí. Sin embargo, a la luz de los parámetros habituales de alojamiento para esos trabajadores, investigadores y activistas como Manolova dudan que se puedan aplicar medidas sanitarias más estrictas de manera global.

Según activistas de derechos laborales, los siguientes ejemplos no representan las condiciones de vida de los trabajadores migrantes temporales en granjas en Alemania y la vecina Austria:

ErntearbeiterInnen sind meist unsichtbar, bestenfalls sieht mensch kleine Gruppen von ihnen am Feld arbeiten. Gestern…

Geplaatst door Sezonieri – Kampagne für die Rechte von Erntehelfer_innen in Österreich op Vrijdag 12 juni 2020

Los cosechadores suelen ser invisibles, en el mejor de los casos la gente los ve en grupitos en el campo. Ayer tuvimos la oportunidad de tener una impresión del alojamiento de los cosechadores de espárragos y fresas en la Baja Austria. En todas partes hay moho en las paredes y condiciones higiénicas catastróficas.
Allí viven después de una jornada laboral de hasta 14 y 15 horas, con un salario por hora de cuatro euros (¡muy por debajo del ya bajo convenio colectivo!). El alojamiento se cobra a cuatro euros por persona por noche. En la habitación (en la foto) se alojaron hasta ocho personas. Tal vez quede claro por qué los agricultores prefieren tener trabajadores de Europa Oriental y Suroriental.

Seguiremos este caso como Sezonieri – Campaña por los Derechos de los Trabajadores de la Cosecha en Austria y nos aseguraremos de que estos colegas obtengan sus derechos.

Ieri am fost împreună cu Oskar Brabanski, Sevghin Mayr, IG BAU și WirtschaftsWoche în vizită la muncitorii din…

Geplaatst door Marius Hanganu op Vrijdag 10 juli 2020

Ayer estuve con Oskar Brabanski, Sevghin Mayr y el medio WirtschaftsWoche. Visitamos a trabajadores agrícolas en la zona de Niederbayern (Baviera).

Uno de los jefes nos dijo, entre otras cosas: «ahora solo vienen los gitanos … antes eran los rumanos de la esperanza». No es la primera vez que escuchamos que los trabajadores se quejan de que son discriminados porque pertenecen a una minoría en Rumania. Pero es la primera vez que un jefe dice tan abiertamente que piensa. También dijo que «el 10 % de los gitanos son serios. ¡No tienes nada que ver con el resto! Me pregunto por qué no se pregunta por qué los polacos, los búlgaros o los «rumanos esperanzados» ya no acuden a ellos. ¿Quizás porque otros no se dejan pisotear y reclaman sus derechos?

Para una cama en un alojamiento, que deja mucho que desear, los trabajadores pagan nueve euros por día. Para el alojamiento se puede calcular un máximo de 235 euros por mes. Para alojamiento en una habitación con varias personas, los montos cambian: para dos personas se paga 141 euros*, para tres personas son 117.50 euros*. Para más de tres personas son 94 euros*. Al menos esto está estipulado en el contrato de trabajo social. La mayoría renta una habitación para dos, tres o cuatro. Lo normal son tres por habitación. A los 30 días paga 270 euros, y 35 euroa ya es demasiado. Tres personas pagan 810 euros por habitación al mes. Multiplica por 24 habitaciones en la casa de la imagen y verás cuánto se gana con eso. Son 24 personas con tres baños y otros dos baños ecológicos afuera.

Muchos no pudieron decirnos cuánto reciben por hora, porque se pagan por acuerdo (por caja de fresas). También nos dicen que para el día de baja por enfermedad están obligados a pagar hasta cien euros como «castigo». Esta no es la primera vez que escuchamos de esos castigos en Alemania. Otras granjas tienen «castigos» interesantes: comes una fresa y adiós, diez euros, fumar en el campo: 30 euros, etc.) Nadie sabía nada sobre el seguro de salud. Muchos no teníamos ningún seguro médico.

No solo hay muchas cosas ilegales, son simplemente inmorales. ¡Necesitamos más controles y más asociaciones para ayudar a los explotados! Hemos estado exponiendo esas irregularidades desde 2011, pero los intereses económicos parecen haberse apoderado de la política hace mucho tiempo. Ahora vemos por qué es importante ir al lugar y presionar más a las granjas con nuestra presencia.

En abril, otros activistas laborales expresan preocupación por las posibles consecuencias a la salud por el riguroso régimen laboral en los campos:

VIDEO: Terribles testimonios de granjas alemanas. Los rumanos se verían obligados a trabajar más de cien horas al día.
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Según la información de SPIEGEL, un ayudante de cosecha rumano murió en Baden-Württemberg, la prueba para COVID-19 dio positivo. Se dice que el hombre se había quejado de tos y secreción nasal.

Espárragos codiciosos de Alemania.
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Y acá tenemos el primer caso de muerte por COVID de un trabajador temporal rumano de campos de espárragos, exactamente lo que recibirás si tratas a trabajador temporal como pienso de cañón.
Continúan las historias de horror de trabajadores temporales rumanos en Alemania:
1. Días de cuarentena: uno, luego a loa campos.
2. Presionados para trabajar 14 horas al día, ¡cien horas a la semana!
3. Si se niegan a trabajar bajo la lluvia, despido inmediato.

El 11 de abril, hallaron muerto a un rumano que trabajaba como recolector de espárragos en el estado de Baden-Württemberg, al sur del país. Había dado positivo a coronavirus. Se cree que entró al país el 20 de marzo. También en marzo, trabajadores rumanos de Suceava de la misma granja escribieron una carta al diario local Monitorul de Suceava, con quejas sobre condiciones laborales durante la pandemia. El subcontratista que los envió ahí ya no les respondía las llamadas telefónicas:

Vă scriu pentru că suntem într-o mare dilemă, suntem în locul în care a murit acel bărbat din Suceava, aici nu sunt condiții de protecție, sunt oameni în izolare care muncesc singuri pe câmp. Astăzi a izolat o echipă întreagă de oameni, aici este o femeie care se simte rău și așteaptă medicul de azi dimineață și nu vine nimeni să o vadă. Se lucrează și în hală la sortat sparanghel, aici oamenii stau unul lângă altul, avem măști pe care le purtăm de 5 zile. Au închis porțile firmei și au pus bodyguard, au mers apoi la oameni în câmp și le-au spus că dacă vine poliția să le spună că e totul bine. Vrem să mergem acasă, nu vrem să murim aici pe capete.

Le escribo porque tenemos un dilema muy grande. Murió un hombre en Suceava. No tenemos medios para protegernos; hay personas que se aíslan por iniciativa propia y trabajan separadas en el campo. Hoy se aisló un equipo completo de personas, una de las mujeres está enferma. Esperó a que el médico la visitara desde la mañana y nadie vino. Las gente está clasificando los espárragos en el salón y están uno al lado del otro. Usamos las mismas máscaras durante cinco días. Las puertas del complejo están cerradas y hay guardias custodiándolas. Luego se acercaron a las personas que estaban en el campo y les dijeron que si la Policía venía, tenían que decirles que todo está bien. Queremos irnos a casa. No queremos morir acá.

Hay motivos para sospechar que la distribución de horarios de trabajo mejoró en los meses subsiguientes. Pero si tenemos en cuenta la relación de trabajo, surge una pregunta clave: ¿qué pasaría si un trabajador agrícola de Alemania se enfermara con COVID-19?

En 2019, la Agencia Federal de Empleo declaró que casi el 70 % de los trabajadores agrícolas temporales de Alemania trabajaban de forma marginal en «pequeños trabajos» de corto plazo y, por esta razón, no podían recibir el beneficio de seguro de salud ni las garantías de seguridad social alemana. Además, el periodo máximo en que los trabajadores extranjeros tenían permitido trabajar en el país sin que sus trabajadores aportaran al sistema de seguridad social pasó de 70 a 115 días durante la pandemia, lo que potencialmente podría prolongar está situación precaria.

A lo largo de los meses de mayo y junio, el interés público por la suerte que corrían los trabajadores migrantes de temporada creció, y también crecieron los miedos de que los trabajadores que llegaban podrían padecer COVID-19.

Pero de lo que no se habla tanto es que Europa Oriental tuvo un éxito mucho mayor en la lucha durante la pandemia. A pesar de los insistentes reclamos de que los migrantes «traen enfermedades» a Europa, fueron los recolectores de espárragos de origen rumano y búlgaro quienes se pusieron en riesgo al trabajar en Alemania, no los consumidores, puesto que la cifra de casos de COVID-19 fue mucho mayor que en sus países de origen.

Una vez que los cultivos se hayan salvado y sus salvadores vuelvan a sus países, sería pertinente revisar las palabras de este usuario de redes sociales:

Suena tan horrible: acaban de encontrarlo muerto en su alojamiento. Más que nunca me pregunto y me gustaría saber qué es de Julia Kloeckner [N. del T. ministra Federal de Alimentación y Agricultura, presidenta regional de Renania, vicepresidenta federal de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania]?
¿Qué atención médica tienen los cosechadores que importa a pesar del coronavirus? ¿Pueden tener todos atención médica aquí?

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Tengo que reflexionar sobre estas imágenes ininteligibles de las últimas semanas, en las que miles de trabajadores migrantes están parados muy jontos unos a otros en los aeropuertos rumanos. Entonces, me pregunto: ¿qué tan probable es que un trabajador migrante rumano vaya a ver al médico aquí si tiene tos? ¿Quién lo va ayudar en ese caso?

Esta es una muy buena pregunta. Ciertamente, si uno de estos trabajadores tiene la posibilidad de acceder a un médico en Alemania, nada se va a perder en la traducción, puesto que el sistema de salud alemán, al igual que en muchos países europeos, cuenta con miles de médicos rumanos que llegaron al país en busca de salarios dignos. Mientras tanto, Rumania hace frente a la situación de la COVID-19 con poco personal médico.

El nuevo precariado

Estas historias tienen lugar en Alemania, pero cuentan una historia que es compartida por toda Europa.

En mi país natal, Gran Bretaña, la precariedad de la mano de obra proveniente de Europa Oriental quedó atrapada en la guerra cultural del Brexit. En mayo, en respuesta a la preocupación por la temporada de cosecha de frutas, el Gobierno lanzó la campaña «Pick for Britain» («Recolección por Gran Bretaña») en la que se alababa al espíritu patriótico como parte de la solución en un país con las fronteras cerradas. No obstante, pocos británicos se comprometieron con la causa. Así fue que las excepciones para permitir el ingreso a la nación a los trabajadores temporales migrantes no tardaron en llegar, a pesar de las caras largas de quienes están a favor del Brexit. Para quienes están a favor de permanecer en la Unión Europea, que sus oponentes se negaran a trabajar en el campo fue la evidencia más clara de su hipocresía; la mano de obra migrante precaria rompió con un sentir cosmopolita europeo idealizado que se va de las manos. Los expertos dicen entre líneas que se perdió la oportunidad de tener una conversación más integral sobre los derechos laborales de los trabajadores migrantes temporales.

El antropólogo Valer Simion Cosma, que trabaja con los trabajadores migrantes de zonas rurales de Rumania y en el Museo de Historia y Arte Zalău, expresó su esperanza de que la pandemia genere consciencia sobre la economía laboral segmentada europea:

The management of fresh food supply chains in Europe's transnational agribusiness relies on cheap, non-unionised, and privately managed labour from low-wage Eastern European countries. The costs and benefits of this material structure are under-appreciated. West European farming benefits from massive EU and national subsidies, crowding out agricultural exports from the Global South. Yet pay and work conditions in the parts of European food supply chains that are not yet automated (such as fresh produce or meatpacking) remain precarious. International supermarkets pit producers against each other, who in turn rely on wage suppression to defend the sectors’ relatively small margins. While in theory, the East European workers enjoy the legal protections awarded to formal labour by EU law, the COVID-19 pandemic has exposed, and in some cases sharpened, their often exploitative work conditions. This occurred not just in countries with large informal sectors, weak labour unions a dual labor markets such as Greece, Spain or Italy, but also in countries like Germany, where economic informality is low and, for all the recent erosion, labour relations.

El manejo de la cadena de distribución de alimentos frescos en los agronegocios transnacionales de Europa se basa en una mano de obra barata, que no está sindicalizada y que está manejada por entidades privadas que provienen de países del Europa del Este en donde los sueldos son bajos. Los costos y los beneficios de esta estructura no se tienen en cuenta. La agricultura de Europa Occidental se beneficia de subsidios enormes nacionales y de la Unión Europea y acapara exportaciones agrícolas del hemisferio sur. No obstante, la paga y las condiciones laborales en las partes no automatizadas de las cadenas alimentarias europeas (como, por ejemplo, los productos frescos o los frigoríficos) siguen siendo precarias. Los supermercados internacionales enfrentan a los productores entre ellos quienes, a su vez, se amparan en la supresión de los salarios  para defender los márgenes de ganancia relativamente pequeños de este sector. Si bien en teoría, los trabajadores de Europa Oriental disfrutan el mismo amparo legal que los trabajadores formales de acuerdo a la legislación de la Unión Europea, la pandemia de COVID-19 expuso y, en muchos casos, agudizó la tan frecuente explotación laboral. Esto pasó no solo en los países cuyos sectores informales son amplios, los sindicatos son débiles o los mercados están duplicados como, por ejemplo, Grecia, España o Italia, sino también en países como Alemania, donde los niveles de informalidad en la economía son bajos y, debido a la reciente erosión, las relaciones laborales son estables.

Para Hein de Haas, profesor de sociología en la Universidad de Amsterdam y director del Instituto de Migración, el papel de los trabajadores migrantes temporarios en un momento en que las fronteras se encuentran cerradas acentúa el hecho de que la autarquía total se convirtió en una falacia:

There's a chronic demand for labour across Europe, and this shows it. You can have Brexit or no Brexit, you're still going to need those workers, and there are few remaining places in Europe other than Romania where you can get them. Over the past 30 years, we've been through a process of liberalisation of economies, there have been much more short-term labour contracts and flexibility to recruit migrant labourers, and that's in total opposition to the publicly stated desire to have less immigration; you can't have both. You cannot on the one hand liberalise the economy and give more leeway to labour movement and then say that you want less immigration. Politicians play this game about closing borders because there's political benefits, but at the same time it's clear.

Trade unions also have to accept that local workers aren't available for those jobs. It's also not true that if the wages and conditions were improved, local workers would do that work — look at its social status. Perhaps students will do it, but once they graduate they're not going to do this. Politicians can say that they want unemployed people to do that work, but the problem is that picking strawberries, asparagus isn't an easy job! It requires getting up very early and being very motivated, and actually requires some skills. You won't often find that among other workers. It has proven a complete illusion that you can do without this. We're talking about very specific sectors — agriculture is one, care work is another, restaurants and dishwashing, hotel industry is another. These sectors can only exist because of that labour coming in.

Existe una demanda crónica de trabajo a lo largo de Europa, y esto no es más que una muestra. Con o sin Brexit, estos trabajadores harán falta y quedan pocos lugares como Rumania en el continente que puedan proveer de este tipo de mano de obra. Durante los últimos 30 años, atravesamos un proceso de liberación de las economías, tuvieron lugar una cantidad mayor de trabajo laborales de corto plazo así como una gran flexibilidad al contratar a trabajadores migrantes, y esto va en total oposición con el anhelo público de una menor inmigración; no se pueden tener las dos cosas. No se puede, por una parte, liberar la economía y dar más libertad al movimiento obrero para después andar reclamando menos inmigración. Los políticos hacen este juego de cerrar las fronteras por el beneficio político pero, al mismo tiempo, el juego está a la vista.

Los sindicatos también tienen que aceptar que no existen trabajadores locales aptos para desempeñarse en estas labores. Es también una realidad que si los sueldos y las condiciones laborales fueran mejores, los trabajadores locales harían ese tipo de trabajos, hay que ver la condición social. Tal vez algunos estudiantes puedan hacerlo, pero solo lo harán hasta graduarse. Los políticos pueden decir que quieren que los desempleados ocupen esos puestos, pero el problema es este: ¡la recolección de espárragos y fresas no es una tarea sencilla! Hay que levantarse muy temprano y estar muy motivado, y hay que contar con algunas destrezas. No son características que se encuentren con frecuencia entre otro tipo de trabajadores. Queda en manifiesto que pretender llevar a cabo este trabajo sin los trabajadores migrantes es una ilusión. Estamos hablando de sectores muy específicos: uno es la agricultura, el otro es el de los trabajadores de la salud, los restaurantes y sus empleados, la industria hotelera también. Todos estos sectores se mantienen gracias a esa mano de obra que llega de otros lugares.

Para el filósofo rumano Vasile Ernu, esta pandemia dejó a la vista el lugar que su nación ocupa en la economía global, y también las esperanzas frustradas de transición a un mercado capitalista. En una columna publicada en abril en Libertatea, concluyó que Europa Oriental es el proveedor de precariado del continente: :

Însă resursa umană cu care România a mai rămas nu mai este una super calificată, adică bine plătită, ci o resursă umană necalificată numită „forţă de muncă ieftină”. Aş spune chiar foarte ieftină şi prost plătită. Atât de ieftină, încît se vinde „sezonier”, „en-gros”, aproape ca buştenii. Dar dacă buştenii se reîntorc în ţară sub forma unor mărfuri prelucrate în fabrici şi cu un preţ mai mare, cetăţenii, „forţa de muncă ieftină”, revin în ţară mai obosiţi, mai bolnavi, mai bătrâni, chiar dacă cu ceva bani adunaţi. Citeşte întreaga ştire: Noul proiect de ţară este neoiobăgia. Statul nu face diferența între bușteni și oameni… […] Avem stare de urgenţă, sau dispare la un telefon din Germania? […] Ce garanţii au aceşti oameni, ce asigurări, ce condiţii sanitare etc.? Ei pleacă pentru câteva luni, căci sunt “sezonieri”: cine le plăteşte carantina când se întorc? Statul german, angajatorii sau statul român? […] Care este proiectul nostru de ţară?

El recurso humano con el que se queda Rumania no está calificado o, mejor dicho, bien pagado; en su lugar, hay un recurso incompetente que se conoce como «mano de obra barata». Barato, o al que se paga migajas. Es tan barato que se lo vende «por temporada» y «al por mayor», como si fueran troncos. Pero si los troncos volvieran a su país de origen como bienes procesados en fábricas, para ser vendidos a precios más altos, los ciudadanos que son «mano de obra barata» volverían al país más cansados, enfermos y avejentados, aunque hayan acumulado algo de dinero. El nuevo proyecto de nuestro país es el neofeudalismo. El Estado no hace diferencias entre personas y troncos. […] ¿Qué garantías tienen estas personas? ¿Qué seguro de salud, qué asistencia sanitaria? Se van después de algunos meses porque son «de temporada». ¿Quién les paga por la cuarentena que deberán hacer al llegar a Rumania? ¿El Estado alemán, el Estado rumano, sus empleadores? […] ¿Cuál es nuestro proyecto nacional?

Con el cierre de las fronteras a lo largo de Europa, algunos de los trabajadores más vulnerables del continente comenzaron a ser considerados «fundamentales» y «esenciales» por parte de Bruselas y Berlín. Sin duda, fue un reconocimiento halagador, pero también invitó de forma implícita a realizar la comparación con sus no tan halagadores derechos laborales y situación precaria.

Llegado el caso de que, luego de la pandemia, el mundo vuelva a la «normalidad», es hora de que los europeos se pregunten una vez más sobre cómo se construye esa normalidad y a qué costo. Un costo que pagan quenes trabajan en la sombra para alimentar nuestras ilusiones de que esta normalidad será eterna.

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