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En la era de la información equivocada, ¿quién tiene el poder de catalogar la «verdad»? 

Categorías: Activismo digital, Arte y cultura, Censura, Desarrollo, Gobernabilidad, Medios ciudadanos, Periodismo y medios, Tecnología, GV Advox

Mundo en red. Foto vía NeedPix [1] (CC0 [2]).

Cuando enfrentan información básica como «Boston está en Massachusetts», por ejemplo, los humanos fácilmente limitan la respuesta a «verdadero» o «falso». Este marco binario es simple e intuitivo, pero el mundo es mucho más complejo, y los humanos requieren marcos categóricos más matizados para determinar la verdad.

Cuando las empresas tecnológicas y los investigadores pasan por el proceso de construir y elaborar marcos para las categorías de información, pueden tender a parcializarse. Sin embargo, las empresas ocultan estas decisiones a los ciudadanos comunes que finalmente consumen esta información todos los días y, en última instancia, moldean sus vidas alrededor de eso.

En África, donde las campañas de información equivocada y de desinformación a menudo se vuelven virales en línea, sobre todo en tiempos de carga política [3], las empresas de tecnología y medios sociales con sede en Estados Unidos se convierten en árbitros de la «verdad». Millones de africanos utilizan motores y plataformas de búsqueda como Google, Twitter y Facebook, que filtran la información a través de sus propios lentes sesgados.

Para complicar las cosas, estas plataformas tecnológicas y de medios sociales, que actúan como puertas principales para noticias y opiniones, a menudo adoptan marcos disímiles para catalogar la información.

Por ejemplo, Google, el gigante del sector de buscadores, ha desarrollado una función para comprobar las afirmaciones virales mediante la categorización [4] de las noticias [4] con una escala de Falso, Mayormente falso, Medio verdadero, Mayormente verdadero y Verdadero. Facebook usa una clasificación similar [5], pero se centra en la clasificación de Falso, parcialmente falso o falso en los informes que se le envían. Mientras tanto, Twitter anunció recientemente su marco con tres categorías [6]: Información engañosa, Reclamaciones en disputa y Reclamaciones no verificadas.

Las organizaciones de verifación de datos difieren radicalmente en sus categorizaciones.

Por ejemplo, Politifact inventó lo que se llama Truth-O-Meter [7] [Verdadómetro]. Aunque sigue la clasificación estándar de «verdadero, mayormente verdadero, mayormente falso, falso», también utiliza una categoría de «mentiras descaradas» para las declaraciones que «no son exactas y hacen una afirmación ridícula». Snopes utiliza un método muy diferente con 14 categorías [8].

En cambio, Africa Check usa ocho categorías [9]. Para orientar sus decisiones califican las declaraciones como hecho, dejan la carga de la prueba en manos del orador, se centran en la importancia, utilizan las mejores pruebas disponibles en ese momento y se comprometen a actualizar la información y aclarar los errores cuando «aparecen nuevas o mejores pruebas».

Por su parte, la verificadora de datos británica Full Fact no una ninguna categorización y deja que el lector juzgue [10].

Sin embargo, las plataformas tecnológicas que lanzan asociaciones con organizaciones de verificación de hechos suelen exigir que sus asociados se adhieran a su marco de categorización. Por ejemplo, Facebook tiene la expectativa de que sus organizaciones de verificación de hechos califiquen el contenido revisado de acuerdo con su marco publicado en Facebook [11]. Con el tiempo, esto resulta en el dominio de una sola visión del mundo, y hace de Facebook un árbitro central de la verdad.

Muchas otras categorizaciones se publican sin contar las razones que las sustentan, pero se pide a los usuarios habituales que las adopten y se adhieran. Cuando las plataformas cambian estas categorizaciones, basadas en las opiniones de pocos expertos o ingenieros, se espera que la sociedad, una vez más, adapte y actualice sus visiones del mundo en consecuencia.

Los investigadores han tratado de encontrar soluciones a los enredados problemas de la categorización de la información. Claire Wardle, conocida estudiosa del tema, creó una categorización de siete tipos [12]: sátira o parodia, contenido engañoso, contenido impostor, contenido fabricado, conexión falsa, contexto falso y contenido manipulado.

Y Bill Adar, profesor del Laboratorio de Reporteros de Duke, ha adoptado un enfoque único para la categorización de la información con su Taxonomía de MediaReview [13], que involucra un proceso de deliberación democrática para catalogar la información a través de la participación del público.

Pero la categorización no es una mera cuestión técnica, sino que influye profundamente en cómo los ciudadanos piensan y razonan sobre el mundo. Los científicos cognitivos han demostrado la importancia de la categorización, con algunos que argumentan que «conocer es [14]catalogar».

Otros advierten del peligro de la categorización. Derek Cabera, profesor de la Universidad de Cornell, escribió un ensayo llamado «Los lados oscuros del pensamiento categórico [15]«. Bart de Langhe [16] y Philip Fernbach [16] escribieron un artículo en Harvard Business Review titulado «El peligro del pensamiento categórico [17]«.

La categorización de la información es la verdadera autoridad, pero disfrazada. Quienes tienen el poder de catalogar la información pueden, sin saberlo, imponer sus propias percepciones de la realidad a los ciudadanos.

La categorización de la información es una necesidad irrefutable, pero los ciudadanos deben permanecer atentos en cuanto a quién tiene el poder de hacerlo. El proceso de categorización debe ser transparente y estar sujeto a un constante escrutinio racional y abierto por parte de la sociedad.