COVID-19 y la política de control de la información de China

Mapa mundial de los brotes de COVID-19. Imagen de Wikimedia (CC: AT-SA)

El siguiente artículo fue escrito por el doctor Fu Kingwah, profesor asociado del Centro de Periodismo y Estudios de Medios de la Universidad de Hong Kong y organizador de los proyectos de control de la censura Weibosocope y Wechatscope. El artículo fue publicado originariamente en el Informe Misinfodemic de Meedan el 28 de julio de 2020. La siguiente versión editada se publica en Global Voices con la autorización del doctor Fu y del equipo de Misinfodemic de Meedan. 

La estrategia de China para controlar las narrativas de COVID-19 se han convertido en una preocupación global ahora que el coronavirus ha cobrado más de 700 000 vidas en todo el mundo a principios de agosto. El origen del virus se ha convertido en un tema aún más polémico en la diplomacia internacional y, muy probablemente, seguirá teniendo gran impacto en la política mundial.

El 12 de marzo de 2020, el director adjunto del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Zhao Lijian, publicó un tuit bastante peculiar; afirmó que el Ejército de Estados Unidos llevó COVID-19 en China cuando el país participó en las Olimpiadas Militares en octubre de 2019. La afirmación, o conspiración incluso, no está apoyada en ninguna prueba, pero se extendió como un incendio incontrolado y se convirtió en artículo global de desinformación sobre el origen de la pandemia.

Unos días más tarde llegaron mensajes de desinformación a los móviles y las redes sociales de los ciudadanos estadounidenses. Una publicación decía: «La administración de Trump está a punto de encerrar el país», lo que luego fue desmentido por la Casa Blanca. Funcionarios de inteligencia de Estados Unidos, que hablaron con The New York Times anónimamente, los atribuyeron a operativos chinos y consideraron la táctica «sin precedentes».

Weiboscope, proyecto de vigilancia de la censura que vigila la plataforma social china de Weibo por desinformación y censura, ha observado cómo el Gobierno chino ejerce el control de la información sobre las narrativas de COVID-19 en China desde las primeras etapas del brote.

En la tarde del 31 diciembre de 2019, apareció una publicación en Weibo que decía: «La neumonía de Wuhan no puede ser considerada como SARS. Wuhan tiene el único laboratorio de virología del país, que además es un laboratorio de primera clase. Hay formas de tratar con el virus. Si Wuhan no puede descubrirlo, nadie puede manejarlo». Claramente fue censurado en una hora.

La publicación mencionó la naturaleza similar al SARS del virus, lo que sugiere su alta tasa de infección, y el laboratorio de Wuhan, que señala el origen del virus. Según nuestro conocimiento del sistema de censura del Gobierno, ambas características parecen ser las razones por las que se eliminó la publicación de la plataforma social.

En ese momento, las redes sociales ya estaban viendo varias especulaciones de que un nuevo tipo de neumonía estaba relacionada con una enfermedad similar al SARS, según datos de Weiboscope. El oftalmólogo Li Wenliang, que se enteró de la entonces misteriosa enfermedad en un hospital, envió un mensaje en la popular aplicación china de mensajería privada WeChat para advertir a otros médicos sobre la enfermedad sin nombre. Luego las autoridades locales lo acusaron a él y a otras seis personas de alterar orden público. Al cabo de unos meses, murió de la enfermedad que se conocería como COVID-19.

El 31 diciembre de 2019, el mismo día en el que se eliminó la publicación en Weibo, y poco después de la alarma de Wenliang, el Gobierno chino afirmó que los «casos de neumonía viral» no tenían «ningún patrón aparente de transmisión entre humanos» y eran «previsibles y controlables»; también informó las mismas conclusiones la Organización Mundial de Salud y Estados Unidos.

El 20 de enero, menos de un mes después, el Gobierno central chino anunció públicamente la epidemia de COVID-19. Un grupo de destacados virólogos chinos apareció en un programa de la televisión estatal y confirmaron que el virus podía transmitirse entre humanos.

Los mensajes censurados relacionados con el virus a finales de diciembre y a principios de enero pueden haber puesto a innumerables chinos, sin saberlo, a riesgo de infección, y haberlos privado de recibir los primeros avisos de los medios de comunicación y de las redes sociales sobre la enfermedad altamente transmisible. La censura y el control de información también pueden haber retrasado la respuesta del público en general para adoptar medidas de protección necesarias y oportunas.

¿Cómo controla China la información ?

Internet y la tecnología digital han estado dando forma a los dominios sociales, económicos y políticos de China. Aunque se sabe que internet sirve para facilitar el activismo ciudadano, el poder represivo del Estado se ve notablemente reforzado por medio de las tecnologías digitales.

Las autoridades chinas han enfatizado mucho el concepto de soberanía digital, que, en general, amplia la noción de ciberseguridad como una justificación para controlar algunas actividades en línea vistas como amenazas potenciales a la estabilidad del Estado. En ese contexto, China ha introducido un sofisticado sistema para regular los medios tradicionales y en línea, sistema que ha sido integrado a todas las plataforma de Internet.

El gran y sofisticado sistema de filtrado de internet del Gobierno chino, junto con su marco de gobernabilidad digital, suele describirse como el «Gran Cortafuego». Estas estrictas medidas hacen de la internet china prácticamente una intranet, en la que se filtran las comunicaciones privadas y públicas delicadas, y se bloquea el acceso a sitios extranjeros como Facebook, Twitter y YouTube.

Los ciudadanos chinos no tienen más remedio que confiar en los medios locales, que en su mayoría son propiedad estatal, para recibir informaciones sobre COVID-19. Las páginas de medios o redes sociales internacionales están bloqueadas y las publicaciones que circulan de los informes de los medios extranjeros también están censurados. Por ejemplo, el sistema registra una publicación censurada del 18 de enero, con la captura de pantalla de un artículo sobre coronavirus titulado «Cuatro nuevos casos en Wuhan: se estiman más de 1700 casos, según los expertos», de la agencia de Radio y Televisión de Hong Kong. Se detectó que censuraron otro mensaje en Weibo titulado «Urgente: encuentran casos sospechosos de neumonía desconocida en Corea del Sur», que tenía un enlace al artículo de la agencia de noticias Yonhap del 8 de enero de 2020.

La ley de ciberseguridad de China, junto con las políticas de registro con el nombre verdadero, han frenado el espacio en línea para la libre expresión y hacen que el anonimato sea prácticamente imposible.

Además, la tecnología de vigilancia, como las cámaras, el reconocimiento facial y el rastreo de identidad, que han sido largamente utilizados para ayudar a las autoridades a supervisar las medidas de autocuarentena durante el brote de coronavirus, ha reforzado aún más el control social.

Para evitar cruzar la llamada «línea roja» (criterio a menudo desconocido e invisible), que podría provocar censura de contenido, suspensión y cierre de cuentas de usuario, investigaciones policiales e, incluso, penas de cárcel, los ciudadanos chinos se han refugiado en la autocensura.

Cabe señalar que la «línea roja» es muy imprecisa y sus limites largamente desconocidos: artículos de ciberanzuelo sobre estilo de vida han sido bloqueados (N. T clickbaitm traducido acá como «ciberanzuelo», se refiere a artículos que apuntan a generar ingresos publicitarios), la música rap está prohibida, las series dramáticas de televisión fueron desaprobadas y se han detenido los servicios de videojuegos.  La Policía ha detenido a tres voluntarios chinos  por publicar material censurado de COVID-19 a Github.

El impacto fuera de las fronteras de China 

Con el auge económico de China y su creciente influencia mundial, el país ha modernizado sus sistemas de información y sus capacidades de guerra cibernética. Para la segunda mayor economía del mundo, la tecnología de la información no es la clave para el crecimiento económico y las funciones vitales de la sociedad y también para la seguridad nacional.

Ahora, China posee el sistema de censura en línea más avanzado del mundo, con más de 854 millones de ciudadanos en línea bajo su esfera (informe de la CNNIC de 2019). Además de los tradicionales métodos de guerra como tierra, agua y aire, el ciberespacio se ha convertido en dominio de guerra altamente reconocido por el Gobierno chino.

A medida que aumenta su compromiso con el mundo, la lucha por el control de la narrativa sobre el Partido Comunista Chino y el país se ha expandido a la opinión pública global en un proyecto propagandístico externo muy ambicioso e internet es uno de los campos de batalla.

Además de las tradicionales formas de propaganda que se publican en los medios estatales chinos, existen ahora casos de iniciativas organizadas y coordinadas de campañas de influencia en línea sobre cuestiones que se consideran de interés e importancia fundamental para el Gobierno chino, como las detenciones de uigures en Sinkiang, las elecciones presidenciales de Taiwán y las más recientes protestas en Hong Kong.

En la primera semana de agoto, la pandemia de COVID-19 seguía desarrollándose y la crisis cambia a diario, pero parece evidente que el mundo después de COVID-19 será diferente. Se prevé que las relaciones entre China y el mundo se vuelvan amargas y más polémicas.

La estrategia de control de la información de China y sus consecuencias se han vuelto un problema global. El estado estadounidense de Missouri está demandando a China por las perdidas económicas y exige una compensación al país asiático por su negligencia y falta de transparencia en la contención del virus en Wuhan.

El control de la información sobre la narrativa de COVID-19 por parte de China ha servido como una alerta sobre cómo la censura en un país podría impactar al resto del mundo. Sin embargo, las novedades de cómo el COVID-19 cambiaría exactamente las relaciones diplomáticas de China con el mundo sigue siendo una cuestión abierta.

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