COVID-19 ha puesto las medicinas fuera del alcance de muchos en Georgia

«Prefiero comer menos pan y comprar la medicación necesaria», dice Keti, quien perdió su empleo de limpiadora en un hostel. Foto: (c) Tamuna Chkareuli / OC Media.

Este artículo se publicó originalmente en OC Media. Aquí se reproduce con autorización y editado de acuerdo con el estilo editorial de Global Voices.

Las fronteras de Georgia están cerradas desde el 18 de marzo debido al COVID-19, con pocas excepciones. Las encuestas apuntan a que el ingreso familiar promedio se pudo haber reducido casi a la mitad, y que quienes dependían directamente de la industria turística ahora enfrentan el dilema de tener que elegir entre ahorrar dinero a costa de su salud o endeudarse para costear la medicación necesaria.

La caída del turismo trajo muchos cambios en la vida de Keti, de 59 años. El hostel donde trabajaba haciendo la limpieza cerró, y el dueño, que es extranjero, se fue del país y no tiene planes de reabrir este año.

El sueldo de Keti era de 20 laris (6,50 dólares) diarios trabajando seis días por semana. Ahora que quedó desempleada, la familia de Keti perdió la mitad de sus ingresos.

«Mi marido está retirado y cobra una pensión (220 laris, o 71 dólares por mes), y mi hija trabaja al máximo de su capacidad física tres o cuatro días (por semana) en un supermercado; por lo tanto, no gana más de 300 laris por mes (poco más de 107 dólares)».

Sopio, la hija de Keti, no puede estar sentada ni parada durante mucho tiempo debido a una cirugía de rodilla que se le practicó dos años y necesita un tratamiento muy costoso. El médico le dijo que no tenía sentido operarse si no podía colocarse las inyecciones en la rodilla.

Keti buscó durante varios días Arthrum, sustancia gelatinosa similar a la que se produce naturalmente en las articulaciones. No pudo encontrarla y acudió al médico, quien le dijo que las farmacias de Georgia no la venden y que debería buscarlo en una farmacia específica para atletas, el único distribuidor.

Una sola inyección de Arthrum cuesta 800 laris, el 80 % de su ingreso familiar. No obstante, Keti la compró porque quería que su hija pudiera moverse.

Ahora, dos años después, a Sopio empezó a dolerle la otra rodilla por la mayor presión que recibe, y necesita las inyecciones también en esa rodilla. «El médico nos recomendó que buscáramos a alguien, cualquier persona, de afuera que nos la pudiera traer».

Al principio, Keti trató de encargar la inyección. Sin embargo, con el seguro y el envío, costaría lo mismo que en Georgia.

Finalmente, Sopio se contactó con un amigo de Italia, quien a su vez encontró a una inmigrante que compraba la misma inyección a su médico en cien euros (USD 120).

Compraron dos inyecciones en diciembre de 2019, con una tasa de cambio que representó para Keti un costo de 310 laris (cien dólares) por inyección. Ahora la compraría por 343 laris (cerca de 111 dólares), y para Keti, cada centavo cuenta.

«Seguía siendo demasiado dinero para nosotras, pero sabía que al menos así podría ahorrar para el procedimiento de inyección y el traslado (al hospital ida y vuelta). Luego de comprar una inyección, empecé a ahorrar para la siguiente».

«A los mayores no nos quieren en ninguna parte»

OC Media consultó al cirujano ortopédico Giorgi Kvaratskhelia en la Clínica First University de Tbilisi. Confirma que el Arthrum, que se receta tanto para fines preventivos como posquirúrgicos, es un tratamiento de alto costo para las articulaciones, que es importado y muy caro.

Sopio necesita inyectarse Arthrum durante al menos cinco años. Y además, tiene indicado Gluvilex Ultra, suplemento para las articulaciones. «La provisión para una quincena cuesta 53 laris (poco más de 17 dólares): Por mes son más de 200 laris (casi 65 dólares). No tengo idea de dónde sacar el dinero ahora, pero prefiero comer menos pan y comprar la medicación necesaria».

Con frecuencia, Sopio sufre otros problemas de salud relacionados con las rodillas, como inflamación del ligamento de tobillos hacia fines de 2019. El marido de Keti también tiene problemas con las articulaciones de la cadera. En total, según los cálculos de Keti, los reguladores de presión de ella y su marido, y los medicamentos de Sopio cuestan alrededor de 170 laris (55 dólares) mensuales.

Con la crisis de la pandemia, Keti perdió la esperanza de encontrar otro empleo.

«A los mayores no nos quieren en ninguna parte. Me falta un año para obtener mi jubilación, pero para mí, este único año es demasiado tiempo. Podría trabajar en bares y hosteles, pero no son empleos disponibles en este momento».

Keti envió una solicitud al programa de beneficios del Gobierno por la crisis de COVID-19, pero no lo obtuvo.

No tenía contrato y cobraba en efectivo. Tal vez por eso no lo recibí».

«No habrá reactivación turística hasta marzo»

Ana Teimurazishvili, guía turística independiente e integrante de la Asociación de Guías de Turismo de Georgia, también perdió su fuente de ingreso por el cierre de las fronteras. Desde entonces, ha tenido dificultades para costear la medicación de su madre anciana.

«Tuve que empeñar mis joyas para poder comprarla. La Asociación me ayudó con 150 laris (49 dólares) cuando no tenía dinero para la medicación, luego llevé las joyas a la casa de empeños, luego pedí ayuda a mis amigos, así que estoy muy endeudada ahora. Pero al menos tengo algo que hacer. Mis colegas perdieron todos sus ingresos».

Un familiar de Ana alquiló un pequeño kiosco de comidas y bebidas cerca del lago Tortuga en Tiflis, donde ahora trabaja desde el mediodía hasta la 1 am. Lleva abierto menos de un mes, así que aún no están seguros de cuánto ingreso les dará.

«En este momento, a lo único que apunto es a pagar el alquiler y poder cuidar a mi madre sin endeudarme aún más».

A la madre de Ana le recetaron el anticoagulante Eliquis, que debe aplicarse todos los meses. Es vital para ella dado que tiene un alto riesgo de sufrir una trombosis.

Ana lo conseguía del exterior porque la dosis para un mes y medio salía menos en cualquier lugar que la dosis para un mes en Georgia. No estaba enterada de que el país tenía un programa de ayuda para acceder al Eliquis hasta que un amigo le avisó. Sin embargo, aún con los subsidios del Gobierno, a duras penas puede costearlo. «Hace dos meses, el precio era de 72 laris (unos 23 dólares), y ahora es de 78 (poco más de 25 dolares)», dice.

Nino Khunashvili, jefa de Cardiología de la Clínica First University, explica que el Eliquis es un poderoso y eficaz anticoagulante muy recetado en Georgia. «Es un medicamento muy costoso, todos los medicamentos de esa familia son costosos»,  explicó a OC Media.

OC Media consultó por el Eliquis en varias farmacias de Georgia. El medicamento se encarga con receta médica y se despacha desde Turquía en tres semanas, pues no está disponible en Georgia.

En total, la medicación de la madre de Ana cuesta alrededor de 400 laris mensuales (casi 130 dólares); su pensión solo cubre la mitad.

Ana no cree que pueda volver a ejercer su profesión en el corto plazo. Según explica, la mayoría de los turistas internacionales eran rusos o hablaban ruso, y aún si abrieran las fronteras, se seguiría sintiendo insegura.

«No habrá reactivación turística hasta marzo, y hasta entonces, las personas que pasamos de los 50 años no tendremos nada. Nadie contrata a mi generación».

Cuando Ana solicitó la ayuda de emergencia, no existía una categoría para guías turísticos.

«El Gobierno no ve nada de la industria turística aparte de los hoteles y los operadores turísticos», dice. «Y no tiene sentido declararse una ‘zona verde’ para viajar. Esta crisis no es solo de Georgia. Armenia y Azerbaiyán están en una situación peor. La gente no viene aquí solo por Georgia».

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