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Independencia de Belice me recuerda el complicado legado de la colonización

Categorías: Belice, Gobernabilidad, Historia, Medios ciudadanos, The Bridge

Con mi abuela Bernice, 1995. Foto de la autora.

Este artículo se publicó originalmente en Central American News [1].

Estaba destinada a ser historiadora. De chica, cuando no estaba matriculada en programas de verano, pasaba gran parte de mis veranos en casa de mis abuelos, en el barrio de Adams-Normandie de Los Ángeles. Siempre fui una niña muy curiosa, y recorría los álbumes de fotos de mi abuela, armarios y cajas llenos de recuerdos. En esas cajas había piezas de colecciones, platos y carteles con la cara de la reina Isabel II.

Mi abuela, como muchos en todo el mundo, también estaba enamorada de la princesa Diana y de la familia real británica en general (con todo y escándalos). Antes ver novelas estadounidenses a comienzos de la tarde y sus noticias y programas concurso en la noche en televisión, mi abuela ponía a veces sus grabaciones en VHS del matrimonio o el funeral de la princesa Diana, y los veía completos. Después de la muerte de mi abuela, pasaron años antes de que pensara en esos momentos y por qué era importante compartirlos conmigo, su nieta menor, para ella que creció en Belice como súbdita colonial de Gran Bretaña.

Belice se convirtió en un país independiente el 21 de septiembre de 1981, el último país en Centroamérica. El largo camino de Belice al autogobierno está lleno de conflictos relacionados con la esclavitud, despojo de tierras y disputas territoriales. Por ejemplo, Guatemala reclamó el territorio de Belice aunque Belice fue declarada formalmente colonia británica en 1862. El reclamo de Guatemala prolongó la capacidad del país de buscar la independencia hasta fines de la década de 1980. En 1992, Guatemala reconoció finalmente a Belice como estado soberano, aunque recientes novedades han motivado que Belice y Guatemala recurran a la Corte International de Justicia en 2019.

La colonización británica en Belice, como en muchos países del Caribe, fue invasiva y omnipresente. Tocó todas las facetas de la vida de Belice y sus ciudadanos en el extranjero a través de la cultura, política, educación y conmemoración. Se suele representar las descripciones anticuadas de esclavitud en Belice como benignas y menos violentas que en otros lugares de Latinoamérica y el Caribe, argumento que muchos académicos e historiadores beliceños han refutado.

Aunque la esclavitud en Belice no estaba relacionada con plantaciones, fue violenta y admitió formas particulares de resistencia y formación de identidad. Los esclavos trabajaban en campos de tala de árboles la mayor parte del año, mientras las mujeres realizaban trabajo domésticos y atender las casas coloniales en la ciudad. Las mala representación política y académica de la esclavitud en Belice como “leve” en comparación con otros lugares del Caribe influyeron en cómo se percibían las relaciones de raza en la colonia y en las décadas que siguieron. Por ejemplo, la conmemoración del 10 de septiembre  como festivo vienen de un mito de la colaboración y lealtad entre colonizadores negros y blancos que lucharon “lado a lado» para defenderse de una opresiva flota española se convirtió en una sociedad interracial que era particular a Belice. Por último, las condicionas históricas con respecto a la esclavitud, que hicieron de Belice una excepción en la región, también trabajaron para establecer una identidad beliceña que continuó hasta su muy reciente pasado colonial.

Con la celebración de la Batalla de St George el 10 de septiembre y de la independencia el 21 de ese mes, septiembre es una de las épocas más importantes de la comunidad beliceña, sobre todo en el extranjero. Las grandes celebraciones que se realizan en Hollywood Park en Inglewood y Rancho Park en el sur de Los Ángeles fueron como conocí las festividades beliceñas. Fue un momento de unión para los beliceños en la racializada geografía de Los Ángeles para celebrar la independencia de un país del que había salido hacía años, y en algunos casos hasta décadas.

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Foto cortesía de BelizeInAmerica.net de celebraciones de Belice en Los Ángeles, septiembre de 2015.

Dada la migración masiva de beliceños a Estados Unidos en la década de 1970 por la depresión económica luego del huracán Hattie en 1961, los recuerdos de Belice que migrantes como mis padres atesoraron eran anteriores a la independencia. Los beliceños como mi abuela que salieron del país años después de la independencia debían mantener vivas las tradiciones con narraciones, comida y celebraciones. Los recuerdos que suelen acompañar a los inmigrantes están llenos de añoranza y melancolía nacional.

Teniendo en cuenta esta historia y la migración de mi familia a Estados Unidos, mi experiencia de beliceñidad fue a través de un lente complicado y poscolonial.

Por ejemplo, en muchos casos, el inglés (a menudo llamado el “inglés de la reina») en oposición al criollo, se usaba en espacios públicos como herramienta para que los inmigrantes beliceños en Los Ángeles recorrieran una retorica contra los migrantes en una ciudad que siempre ha sido violenta con las comunidades negra y morena, en tanto que hablar criollo también funcionó para ponerlos dentro de una enigmática existencia de identidad anglocaribeña en la costa oeste.

Pensar en mi abuela y sus referencias a los beliceños como “británicos negros» me transporta a una generación y un momento histórico de negociación de identidad beliceña, antes y después de la Independencia. La negritud de mi abuela y su apego a la Corona Británica me brindó algunas de mis primeras lecciones sobre las complejidades y peculiaridades de la negritud que salió del país. A menudo me preguntaba si al verse como inglesa además de negra también era una manera particular de hablarle a la antinegritud en la región, prendidos a un sistema en el que adoctrinaron a muchas comunidades caribeñas (y africanas) angloparlantes.

La Independencia beliceña es una ventana a muchas maneras en que el Imperio Británico se ha impregnado en el Caribe y otras partes de Centroamérica. Como académica con orígenes en Belice y como descendiente de beliceños, la lente a través de la cual veo Belice es de cariño y de critica.

Pienso en mis ancestros y seres queridos, y la bella cultura que pudieron cultivar y preserva. Luego, pienso también en la compleja historia con la que se debe participar crítica y honestamente cuando se trata del tratamiento a nuestras poblaciones negras e indígenas bajo la cortina de la colonización.

Con la reciente noticia [2] de la decisión de Barbados de convertirse en república y de retirar a la reina Isabel como jefa de Estado, pensé inmediatamente en mi abuela y en lo que pensaría sobre esto. Como en el punto máximo de la descolonización en las décadas de 1960 y 1970 en Asia, África y Latinoamérica, no puedo evitar pensar en las palabras de mi abuela: “Estos tiempos no son como los tiempos de antes».

Las cosas están cambiando en el Caribe, y Belice podría seguir en el futuro cercano y dejas a la reina. Pero recuerdo una y otra vez el complicado legado de colonización en las vidas beliceñas.