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Se propaga la guerra en Nagorno-Karabaj, igual que la pandemia

Categorías: Asia Central y Cáucaso, Armenia, Azerbaiyán, Desastres, Gobernabilidad, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Salud, Últimas noticias, COVID-19, Cómo el conflicto del Karabaj está transformando la política regional

Edificios en el centro de Stepanakert tras bombardeo del Ejército azerbaiyano, mediados de octubre de 2020. Foto (c): Régis Gente. Usada con autorización.

Nadie se puede aislar en una zona de guerra.

Y exactamente en una zona de guerra se ha convertido Nagorno-Karabaj. El 27 de septiembre, estallaron fuertes luchas en medio de un intento de Azerbaiyán de recapturar el territorio del sur del Cáucaso. La actual guerra es la mayor violencia desde 1994, cuando un frágil cese al fuego dejó a Nagorno-Karabaj bajo el control de fuerzas étnicas armenias como un estado de facto. Aunque Nagorno-Karabaj no está reconocido por Armenia, Ereván ofrece amplio apoyo militar y económico, y la mayoría de habitantes de la región son ciudadanos armenios.

Las fuerzas armadas azerbaiyanas bombardearon la capital, Stepanakert, con artillería, drones y bombas de racimo [1], según un reciente informe de Human Rights Watch (HRW). Se ha informado [2] de víctimas civiles en la ciudad, y muchos de los 55 000 habitantes han huido a la vecina Armenia. Quienes siguen en la zona deben estar en refugios antibombas y sótanos. También ha habido interrupción del suministro eléctrico.

Hasta ahora, han fracasado los ceses al fuego promovidos por Rusia. Las fuerzas armadas azerbaiyanas han tenido ganancias rápidas en el sur de Nagorno-Karabaj, a lo largo de la frontera iraní. Al 23 de octubre, hay soldados azerbaiyanos a kilómetros de la principal arteria de transporte entre Nagorno-Karabaj y Armenia, conocido como el corredor Lachin [3].

Mientras la lucha continúa, la pregunta no es si Karabaj enfrenta una crisis humanitaria [4], sino cómo puede evitarse. Esta guerra se está luchando a la sombra de una pandemia: el COVID-19 se cierne sobre un estado internacionalmente no reconocido, casi separado de su único vínculo a apoyo externo, mientras se acerca el invierno.

El 26 de septiembre, Hetq, sitio web armenio de investigación, citó [5] cifras del Ministerio de Salud no oficial de Nagorno-Karabaj, el día antes del inicio de las hostilidades. Afirma que hay 421 casos registrados de COVID-19 en el territorio. Esa semana, medios en armenio informaron [6] que Nagorno-Karabaj tenía registrados 12 nuevos casos de COVID-19 en un solo día, un aumento grande para un territorio de 140 000 habitantes.

Parece que las autoridades no han dado a conocer nuevas estadísticas de COVID-19 desde que empezó la guerra.

Global Voices intentó contactar al Ministerio de Salud de Nagorno-Karabaj, pero no lo logró. Sin embargo, el 22 de octubre, el ministro de Salud de facto, Ararat Ohanjanyan, dijo a Associated Press [7] que muchos médicos y enfermeros de Karabaj habían sabido que estaban contagiados pero no dijeron nada. «No tenemos tiempo de rastrear a los contagiados mientras Stepanakert estaba bajo fuerte bombardeo, y eso permitió que el contagio se esparciera», dijo Ohanjanyan, que sigue trabajando pese a haber salido positivo en la prueba del virus.

Combatir efectivamente una pandemia mientras se intenta sobrevivir a una guerra puede ser casi imposible. Según un informe de EuroNews del 21 de octubre [8], algunos pacientes de COVID-19 en Stepanakert se han refugiado de las bombas junto a los demás, lo que aumenta el riesgo de contagio.

«Objetiva y subjetivamente, nadie puede prestar suficiente atención a medidas de prevención», explicó Artak Beglaryan, defensor del pueblo de derechos humanos de Karabaj en conversación telefónica.

Lika Zakaryan, periodista de Stepanaker, lo dijo más claramente en una conversación con Global Voices. «A nadie le importa el COVID-19 ahora. Probablemente muchos están contagiados, pues tenemos heridos de guerra en los hospitales», dijo la reportera de CivilNet, publicación armenia en línea.

Zakaryan agregó que hasta donde sabe, está funcionando la mayoría de hospitales en Nagorno-Karabaj, incluido el hospital general en Stepanakert. Mher Musaelyan, director médico clínico del Hospital General Republicano de Stepanakert, confirmó en conversación telefónica a Global Voices que no sabía de ninguna vigilancia a gran escala de la tasa de contagios de COVID-19. «Nuestro principal riesgo ahora es atender a los heridos», explicó el doctor Musaelyan en conversación telefónica, y que resaltó que los doctores atenderían a todo aquel que presentara síntomas de COVID-19.

Sin embargo, hay infraestructura médica afectada por los bombardeos. Por ejemplo, aunque es probable que los mayores hospitales del territorio tienen sus propios generadores pequeños, un ataque azerbaiyano a la principal estación de energía de Stepanakert [9] causaron que la ciudad perdiera la electricidad el 3 de octubre. El 14 de octubre, aparecieron fotos del bombardeo de un hospital en la muy disputada ciudad de Martakert, en lo que funcionarios armenios dicen [10] que fue un ataque deliberado, lo que fue negado por su contraparte azerbaiyana.

Esta guerra viene con un aumento en los casos de COVID-19 en todo el sur del Cáucaso.

Al comienzo, Armenia fue muy golpeada. El 22 de octubre, medios públicos informaron de un aumento de 2306 casos de COVID-19 [11] en un solo día, el peor del país desde que empezó la pandemia en marzo. Pero no hay buenas noticias de Azerbaiyán; el 21 de octubre, Bakú informó un registro de 825 casos de COVID-19 [12].

Dado este aumento de contagios, los funcionarios armenios ahora dudan de que su ya afectado sistema de salud podrá atender el aumento de demanda. Y esa demanda es sustancial, la guerra ya causó que miles de armenios de Nagorno-Karabaj huyeran hacia el sur, a Armenia [13]. Beglaryan estima que hasta el 60 % de la población del territorio ya se ha desplazado.

«Nuestro sistema de salud podría colapsar pronto si la situación continúa así, y pronto no podríamos hospitalizar casos severos [de COVID-19]. Actualmente tenemos 2000 pacientes en hospitales», dijo la epidemióloga Lusine Paronyan en una conferencia de prensa [14] el 22 de octubre. Paronyan, que dirige el Centro Nacional de Control de Enfermedades del Ministerio de Salud de Armenia, agregó que los servicios de salud trabajan con el Ejército para garantizar por rastreo de contactos, que el virus no llegó a las primeras líneas.

«Debemos unirnos contra el COVID-19 para garantizar la seguridad de nuestros soldados en la línea del frente» – Lusine Paronyan, Ministerio de Salud.
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«Estamos rastreando todos los diagnósticos de COVID-19 para pedir a quienes han estado en contacto cercano que se aíslen. Estos datos los brinda el Ministerio de Defensa de Armenia, para que puedan evitar que el virus llegue a la línea del frente» – Lusine Paronyan, Ministerio de Salud.

Paronyan y sus colegas también instaron a los armenios a recordar que el país lucha ahora dos guerras, y que no se ha ganado ninguna aún:

Destacado funcionario del Centro Nacional de Control y Prevención de Enfermedades de Armenia: desde el inicio de la guerra en Artsaj, los números de COVID-19 han aumentado dramáticamente en 13 %. Pidió que la gente está alerta y sigua las indicaciones de seguridad.

Arsen Torosyan, ministro de Salud de Armenia, sugirió que los dirigentes de Azerbaiyán serían culpables de cualquier aumento de muertes de COVID-19 en Armenia y Karabaj:

COVID-19 se propaga por la afectada región de Nagorno-Karabaj.

¿Cómo enfrentan las personas del lugar la pandemia?
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La agresión militar durante la pandemia de COVID-19 duplica la naturaleza terrorista de quienes dirigen Azerbayán. Alto a la agresión azerbaiyana.

Las organizaciones internacionales invocan cada vez más la pandemia en sus pedidos por una reducción.

«Armenia no está ganando. Azerbaiyán no está ganando. Pero el COVID está ganando. Hay que pararlo», insto [30] el secretario -general de Naciones Unidas, Antonio Gutierres, el 21 de octubre.

Para Hans Klüge, director regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud, más hostilidades contribuirán [31] a una grave propagación de casos de COVID-19.

«No espero que la guerra tenga un impacto; sé que ya lo tiene», concluye Beglaryan, defensor de Derechos Humanos. «Es muy visible que el conflicto ha afectado la situación de COVID-19 negativamente, muy negativamente. No tenemos cifras exactas por la carga de trabajo que tiene el sistema de salud. El sistema de salud no está probando y tratando los casos tan bien como antes, así que tampoco tenemos estadísticas generales. Por mis conversaciones con los médicos y el Ministro de Salud, está claro que el número de casos ha aumentado varias veces. No dos veces, ni tres veces, tal vez diez o quince. Se está expandiendo activamente».

Pero nuestra conversación se vio interrumpida.

«Están atacando de nuevo», dijo Beglaryan, y cortó la llamada.

Esa noche, Stepanakert volvió a sufrir un ataque.