Entre terror policial y difamación, cubanos luchan para poder expresarse libremente

Manifestación frenta al Ministerio de Cultura de Cuba. Foto de la cuenta de Facebook de Reynier Leyva Novo, utilizada con permiso.

El pasado 27 de noviembre, un grupo de jóvenes cubanos se manifestaron frente al Ministerio de Cultura de Cuba para reclamar el derecho a la libertad de expresión y en solidaridad con el Movimiento San Isidro (MSI), un colectivo predominantemente negro que integra de modo multidisciplinar a diversos artistas y ciudadanos con el objetivo de proteger los derechos culturales en la isla. 

La manifestación comenzó con poco menos de una docena de personas que llegaron al ministerio en horas de la mañana, a lo que fueron sumándose más de 200 de modo espontáneo.

En la noche anterior, un poco más de una docena de personas fueron víctimas de un violento desalojo por parte de la Seguridad del Estado cubana de la casa ubicada en la calle Damas 955, que sirve de sede al MSI en el barrio habanero de San Isidro, de donde el movimiento toma su nombre. Los 15 ciudadanos que allí se encontraban habían permanecido acuartelados durante más de una semana para reclamar la liberación del rapero Denis Solís, arrestado el 10 de noviembre y condenado a ocho meses de prisión por un supuesto delito de desacato tras haber expulsado de su domicilio a un policía que había entrado a este sin una orden.

El grupo constituía la metáfora de un país en su diversidad religiosa, racial, etaria y de clase. Entre ellos había un musulmán, un budista, una periodista independiente, una católica apostólica romana, un joven adolescente homosexual tratando de escapar del servicio obligatorio en Cuba, un cristiano, un rapero underground y dos ex-profesoras de nivel universitario. Algunos, como el artista visual Luis Manuel Otero, la curadora Anamely Ramos o el rapero Maykel Castillo se encontraban en huelga de hambre como único refugio para la protesta. Otros, como el escritor Carlos Manuel Álvarez, habían viajado hasta allí para narrar el hecho extraordinario.

Todos habían sido sitiados por las fuerzas represivas cubanas, habían sido impedidos de salir de la casa sin que los arrestaran, habían sido atacados de modo violento por un delincuente que les rompió la puerta a martillazos sin que la policía, a pocos pasos, interviniera, y sus suministros de comida habían sido parcialmente confiscados, desde que el 17 de noviembre decidieron encerrarse colectivamente a leer poesía para conjurar la cárcel del joven Denis Solís. 

Luis Manuel Otero Alcántara en huelga de hambre. Foto de la cuenta Facebook de Katherine Bisquet, utilizada con permiso.

Esto fue considerado como un acto de intolerable soberbia por parte de la policía política cubana, quienes empujaron la situación a una crisis nacional que incluyó acoso policial, detenciones express, represión de manifestaciones en el espacio público y, finalmente, un asalto violento de las autoridades a la casa de Damas 955 para desactivar la protesta. La crisis también motivó mucha solidaridad y, gracias a los celulares y a la incipiente internet, los cubanos pudieron observar en tiempo real el relato del terror implementado por el estado para hacer desistir a los huelguistas de hambre encerrados en San Isidro.

La manifestación en el Ministerio de Cultura el 27 de noviembre fue el producto de un reflejo de varios artistas del gremio ante ese relato. Instalado en la ciudadanía, el terror fue motivando a muchas más personas a salir a las calles y a unirse con los primeros asistentes de la manifestación. En la mañana no pasaban los 15, en la tarde eran 150 y en la noche eran casi 300. Juntos, ya en el terreno, decidieron convertir el terror en el pedido de un diálogo firme, por lo que demandaron una explicación de los sucesos ocurridos a los funcionarios del ministerio, además de la liberación de Denis Solís, el esclarecimiento del paradero de Luis Manuel Otero Álcantara, y la tan anhelada libertad de expresión. 

Las autoridades se negaron desde un principio a recibirlos, pero los manifestantes no se fueron. Luego, accedieron a recibir a solo 30 personas debido a “protocolos de salud por el coronavirus”, dijeron los funcionarios. A lo que la manifestación respondió improvisando una cultura democrática y asamblearia a través de la cual eligieron 32 representantes lo más diversos posibles. 

Jóvenes periodistas independientes, artistas disidentes, dramaturgos centristas y cineastas incómodos entraron a dialogar con el Viceministro de cultura Fernando Rojas el mismo día viernes, mientras las personas afuera aplaudían para recordarles a esos 32 que no estaban solos, y un fuerte operativo policial se desplegaba en los alrededores de la manifestación para reprimirla en caso de ser necesario. 

Manifestacón frente al Ministerio de Cultura. Foto de la cuenta de Facebook de Reynier Leyva Novo, utilizada con permiso.

Los 32 dijeron dijeron palabras como represión, dictadura, libertad de expresión, arrestos arbitrarios, arte independiente, que no le gustaron a los funcionarios. Después de 4 largas horas llegaron a varios acuerdos en conjunto. El Ministerio de Cultura de Cuba se comprometió a interesarse por la situación de Denis Solís González y Luis Manuel Otero Alcantara «con urgencia”; a ofrecer una tregua para detener el acoso y el hostigamiento policial contra los espacios y organizaciones de arte independiente como el Movimiento San Isidro; a organizar “una agenda de trabajo múltiple con propuesta de temas culturales»; a garantizar la seguridad de los manifestantes, pues algunos ya habían sido rociados con gas pimienta por la policía hasta ese momento; a que el Ministro de Cultura de Cuba se reuniría con ellos el próximo 2 de diciembre para continuar el diálogo. 

Los manifestantes aceptaron el pacto y se disolvieron pacíficamente. Al día siguiente, el propio Fernando Rojas compareció en un programa especial que calificó hostilmente al Movimiento de San Isidro y al escritor Carlos Manuel Álvarez como agente de la CIA y la prensa estatal Granma calificó la manifestaciones «una farsa«. Mientras, la Seguridad del Estado mantenía incomunicado en un hospital en contra de su voluntad a Luis Manuel Otero Álcantara y el gobierno está insistiendo en la narrativa de un complot estadounidense.

El mensaje fue claro. La artista Tania Bruguera (incluida entre los 32) dijo en una conferencia de prensa el 28 de noviembre que “en menos de 24 horas” el gobierno cubano había violado varios de los acuerdos fundamentales establecido en el diálogo de la noche anterior. 

Aún no se sabe cuál será el próximo paso de los manifestantes, ni cuál puede ser el impacto del liderazgo de Luis Manuel Otero sobre la ciudadanía ya que está libre del hospital, pero las fuerzas especiales de la policía cubana han sido desplegadas por toda la ciudad de La Habana y tiene a artistas sitiados en sus viviendas, mientras la presión es la redes es constante. El presidente cubano Miguel Díaz Canel ha dicho en su Twitter que los “de San Isidro se equivocaron de país”.

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