Resumen 2020: Cómo la tragedia del COVID-19 se volvió caso de éxito para el modelo chino

Una parodia de The Stand News sobre la visita de la viceprimera ministra de China, Sun Chunlan, a distrito residencial en Wuhan, cuyos habitantes le gritaban desde las ventanas de los departamentos: «Falso, es todo falso», «Todo es un [espectáculo] formalista».

El año 2020 comenzó con el brote de COVID-19 en Wuhan y a lo largo del año, la nueva enfermedad fue un tema que se debatió extensamente en las redes sociales chinas. Mientras que los dos primeros meses de la pandemia en el debate en línea prevalecieron las opiniones críticas y llenas de matices, la discusión pronto dio lugar a un debate sobre el origen del virus y a relatos positivos sobre el éxito de China en controlar la epidemia.

El 8 de diciembre de 2019, cuando se identificó el virus desconocido parecido al SARS en Wuhan, las autoridades chinas censuraron toda cobertura sobre el tema, alegaban que la enfermedad provocada no podía transmitirse entre humanos y calificaban todas las declaraciones contrarias como noticias falsas. Las celebraciones por el Año Nuevo Lunar, que normalmente suponen reuniones familiares numerosas, se llevaron a cabo como estaba previsto hasta el 20 de enero, cuando el doctor Zhong Nanshan, destacado neumólogo chino que descubrió el primer coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave en 2003, confirmó en la Televisión Central de China que 14 trabajadores de salud en Wuhan se habían contagiado con el nuevo virus.

A pesar de que tres días después, el 23 de enero, Pekín anunció el cierre de la ciudad de Wuhan, ya era demasiado tarde, puesto que más de cinco millones de habitantes de Wuhan habían salido de la ciudad desde principios de enero.

Hong Kong fue una de las primeras regiones fuera de China continental en ser afectada por el brote. El público se frustró ante las dudas del Gobierno para impedir el ingreso de viajeros de China continental a Hong Kong. Aun así, la experiencia de la ciudad con el brote del SARS en 2003, junto con el cumplimiento estricto de las medidas de distanciamiento social y de «casi» cuarentena por parte de los habitantes, permitieron mantener la epidemia bajo control a lo largo de 2020.

Mientras que Wuhan estaba bajo estricta cuarentena y la mayoría de los medios asociados al Gobierno solo comunicaban noticias positivas sobre la gestión de los Gobiernos para controlar la propagación de la epidemia, periodistas ciudadanos como Chen Qiushi y escritores de diarios como las activistas feministas Guo Jing y Ai Xiaoming se convirtieron en la principal fuente de información sobre la situación inicial en la ciudad.

Las redes sociales chinas se inundaron de críticas. Diversos informes de investigación del portal de noticias financieras Caixin revelaron que las autoridades censuraron la cobertura del brote, arrestaron a los denunciantes, prohibieron la divulgación de la secuencia del genoma de la COVID-19 al menos dos semanas y censuraron debates en línea sobre el tema durante más de un mes.

El encubrimiento indujo a error a la Organización Mundial de la Salud, que postergó las recomendaciones para todos los países de implementar una prohibición de viajes desde China, lo que podría haber prevenido la propagación mundial del brote.

Las noticias sobre la muerte por COVID-19 del doctor Li Wenliang, médico de primera línea que había sido arrestado por la Policía de Wuhan y forzado a firmar una declaración de arrepentimiento por «difundir rumores» sobre la transmisibilidad del virus entre los humanos, enardeció la opinión pública china. Muchos criticaron al sistema político que censuraba la libertad de prensa y de expresión. Algunos incluso describieron el despertar del público ante la catástrofe como el «momento Chernóbil de China«.

Pero la agitación no duró mucho. Se borró de las redes sociales toda opinión crítica que cuestionara la autoridad del Partido Comunista de China. Se eliminaron innumerables grupos y cuentas de usuario de las redes sociales. Periodistas ciudadanos, como Chen Qiushi, Fan Bing y Zhang Zhan, terminaron detenidos. Escritores de diarios como el destacado novelista chino Fang Fang fueron atacados por patriotas en línea.

Al mismo tiempo, se infundió energía positiva en las redes sociales, que pronto fue reemplazada por historias sobre el fracaso de otros países para controlar la pandemia. La agencia de noticias estatal Xinhua llegó incluso a pedirle al mundo que agradeciera a China por sus logros en la lucha contra el nuevo coronavirus. La desinformación que alegaba que el nuevo virus se había originado en otros países y no en China, como Estados Unidos o Italia, también tuvo gran difusión en las redes sociales chinas, en particular luego de que el vocero del ministro de Relaciones Internacionales de China apoyara la teoría conspirativa.

Desde entonces, historias exitosas sobre la asistencia médica que China brindó a otros países de su crecimiento económico y de su posición de liderazgo en el desarrollo de las vacunas para el COVID-19 invadieron los medios convencionales y las redes sociales en todo el mundo. Pero algunas de esas historias son falsas, incluso la tergiversación de los comentarios de un científico de la OMS sobre el desarrollo de las vacunas chinas.

En Hong Kong, políticos a favor de Pekín propusieron la implementación de un sistema de códigos de salud obligatorio similar al sistema de China continental, que limita el acceso de personas a los servicios públicos según un código de tres colores. Hasta ahora, se implementó un sistema de códigos de salud voluntario con el propósito de rastrear la circulación de personas en los espacios públicos, pero no se ha utilizado para limitar el desplazamiento de personas.

A fines de noviembre de 2020, el presidente chino Xi Jinping defendió la adaptación del sistema de códigos de salud para restringir y vigilar los viajes a nivel mundial, y a muchos les preocupa que la normalización de las medidas de vigilancia por la epidemia debilite los derechos humanos y, a la larga, la cultura democrática y liberal.

Cabe recordar que la historia más exitosa sobre el control de la pandemia es la de Taiwán, un estado separado de facto de China después de la guerra civil, cuando el Partido Comunista Chino derrotó al Kuomintang en la guerra civil china (1945-1950). Alrededor de uno a dos millones de taiwaneses viven en China por negocios, trabajo y educación, y el país había comenzado a implementar medidas preventivas de control de las fronteras y alertado al público sobre el brote desde principios de enero, luego de que el Gobierno identificó los «rumores» sobre el brote que circulaban en China en diciembre. Luego de un pequeño brote en el segundo trimestre de 2020, y sin rastrear la condición médica ni restringir la circulación de sus ciudadanos, el país estuvo más 250 días sin casos por transmisión local hasta el 22 de diciembre, cuando se detectó un caso.

Hasta ahora, el país solo registró 749 casos, la mayoría de los cuales fueron importados. Aun así, la OMS continúa negándose a incluir a Taiwán en su campaña para prevenir y combatir la epidemia debido a la presión ejercida desde Pekín.

El modelo chino de respuesta frente a emergencias de salud pública contuvo el brote con éxito, pero los considerables seguimiento y restricción de la circulación de las personas tiene consecuencias para los derechos humanos. Por lo tanto, muchos ven el modelo taiwanés como un referente más valioso para el control de epidemias.

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