El aporte de las mujeres en la ciencia no siempre ha sido reconocido. En esta ocasión entrevistamos a la Dra. Patricia Castillo Briceño, bióloga marina ecuatoriana, codirectora del proyecto BIOMA ecuatorial y acidificación oceánica (EBIOAC en inglés), y cofundadora de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI).
Belen Febres: Quisiera empezar por el aporte de tu trabajo, ¿nos puedes contar un poco sobre tu investigación?
Dra. Patricia Castillo Briceño: Claro. Yo investigo cómo el funcionamiento de los organismos marinos se ve modificado por factores ambientales. Actualmente estudio la acidificación de los océanos, que es parte del cambio climático y es causada por el exceso de CO2 que genera el uso masivo de combustibles fósiles, lo cual altera la química del agua con repercusiones para la vida marina.
Desde que regresé a Ecuador en 2014 estoy aplicando lo aprendido durante mis estudios de posgrado para evaluar cómo las condiciones de acidificación afectan a especies nativas del país, incluyendo peces, moluscos y crustáceos. Esto es muy importante porque Ecuador es una de las zonas con mayor riqueza en biodiversidad marina y también uno de los puntos más propensos a los riesgos derivados de la acidificación oceánica. El que no existan datos locales limita nuestra capacidad para responder a estos riesgos, por ello he dedicado gran parte de mi trabajo a posicionar el tema para el desarrollo de investigaciones y para promover la toma decisiones basada en evidencias científicas.
¿Cómo nació tu interés por este tema y por la biología marina?
Mi interés empezó cuando me mudé desde mi Quito natal en la sierra ecuatoriana a Manta, en la costa del país. Ahí descubrí los animales acuáticos y la energía impresionante del mar con toda su inmensidad. Esto me motivó a estudiar biología marina en Ecuador, luego viajé a España y Francia para mis estudios de postgrado y posdoctorado. En 2014, regresé porque siempre mi objetivo fue aportar a mi país.
¿Tuviste alguna dificultad en este proceso?
Al inicio no fue fácil ser extranjera, vivir con otras reglas y estilos de vida, a veces en otros idiomas como en
Francia y UK; pero esas experiencias enriquecen y además son oportunidades para investigar a muy alto nivel. De regreso en Ecuador la difucltad estuvo al arrancar la investigación porque nadie trabajaba en este tema y el acceso a fondos y tecnología es limitado, pero ha sido gratificante, pues logramos hacer cambios en política pública relevantes en esta área en el país.
También creaste la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI).
Sí. Nuestra iniciativa nació en 2016 cuando algunas científicas comenzamos a hablar vía Twitter sobre la necesidad de crear espacios que fortalezcan la participación de mujeres en ciencias y de posicionar este tema en la agenda nacional. Luego, vimos que una forma de consolidar nuestros esfuerzos era el trabajo en redes y creamos REMCI. Ahora seguimos ampliando y diversificando nuestra red, siempre desde la sororidad y el apoyo para combatir esa idea impuesta de que necesitamos competir entre nosotras para sobresalir.
¿Por qué una red de mujeres específicamente?
Porque el ser mujer influye mucho. No es común escuchar que una niña sueñe con ser científica, y esto se debe a que la educación y la sociedad establecen roles de género desde muy temprano. Marcan tu camino con las materias que te enseñan, con los “cumplidos” que te dan (te dicen que eres bonita, nunca inteligente), y con los modelos a seguir que te presentan. Yo tuve la suerte de que mi mamá es bioquímica, entonces crecí jugando con su microscopio portátil y sabiendo que las mujeres pueden estar en la ciencia. Pero crecí también con la idea de que hay una sola ruta: naces, creces, te casas, te reproduces (siempre en ese orden), y mueres. Hasta que un día me pregunté: “bueno, ¿y por qué?”, y decidí seguir mi propio camino.
¿Qué podemos hacer para cambiar estos roles?
Muchísimo. Podemos motivar a las niñas desde pequeñas a considerar diversas opciones de vida, e incentivarlas a estudiar y avanzar en su carrera. Tenemos que explicar que el camino de la ciencia no siempre es fácil para que cuando una científica joven se encuentre con situaciones fallidas no piense que hay algo mal con su trabajo o con ella y se desanime, sino que sepa que esas dificultades son parte normal del proceso. También hacer públicas las preguntas impertinentes hasta que dejen de ocurrir. Por ejemplo, en una entrevista para la que te preparas con todas las respuestas científicas y técnicas sobre tu trabajo, te preguntan si vas a tener hijos y qué opina tu esposo sobre lo que haces; cosas que a los hombres nunca les preguntan. Las siguientes generaciones no deberían pasar por esto.
También hace falta un cambio estructural desde las políticas públicas y la educación formal. En los libros deben aparecer científicas nacionales e internacionales, porque sí las hay, solo no se habla de ellas. Así podremos lograr que tanto niñas como niños crezcan sabiendo que las mujeres somos igual de capaces y que nuestro trabajo científico es igual de importante para el avance del conocimiento. Además, debemos repartir las tareas del cuidado, tradicionalmente destinadas a las mujeres. En todo el mundo, incluso más en países como Ecuador donde la investigación hace tanta falta, resulta absurdo perder la mitad del talento por falta de equidad de género; es un lujo que no nos podemos permitir. Necesitamos todos los cerebros trabajando en conjunto.
Finalmente, los museos y los medios de comunicación deben jugar su rol clave generando otros patrones de pensamiento, visibilizando sesgos e injusticias, y resaltando el trabajo de las mujeres en distintos campos, incluyendo todas las ramas de la ciencia.