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En la periferia de São Paulo, niños migrantes quedan sin acceso a la escuela durante la pandemia

Categorías: Latinoamérica, Brasil, Haití, Venezuela, Educación, Etnicidad y raza, Juventud, Medios ciudadanos, Migración e inmigración, Refugiados, COVID-19

São Paulo tiene 6000 estudiantes extranjeros matriculados | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

Este texto es de Lucas Veloso. Se publica aquí en virtud de una asociación para compartir contenido entre Global Voices y Agência Mural [1].

En una casa de dos habitaciones, en Guaianases, en la periferia de São Paulo, vive la nigeriana Amaka Anele, de 6 años, con sus padres y dos hermanos. Es alumna de primer año de primaria en la mayor ciudad de Brasil. Con la pandemia del nuevo coronavirus, no va a la escuela desde marzo de 2020, casi nueve meses. “Es malo quedarme sola aquí”, dice la niña, en referencia a su casa.

Sin teléfono celular ni computador para realizar las actividades en línea de la escuela, Amaka pasa los días jugando con sus hermanos y sin contacto con la escuela en que estudia hace tres años en el barrio. Con el cambio de rutina, siente la falta del salón de clases. “Ahí están mis compañeros. ¿Dónde están?”, pregunta.

Según sus padres, desde el 16 de marzo, cuando las aulas de escuelas públicas y particulares de São Paulo quedaron suspendidas or la pandemia por decreto del Gobierno del estado, la niña está sin ir a la escuela. Además de quedarse sin su aula, la medida también la dejó sin la alimentación que recibía gratuitamente en la escuela.

En el mismo barrio de Amaka, relatos de otros padres extranjeros dan cuenta de la falta de poder público frente a la población migrante en la pandemia.

Zuri Bintu, 7 años, alumna de segundo año de primaria en la red municipal que también vive en la región, se quedó sin aulas y sin acceso a contenidos, porque en su casa no hay computadores y los dos celulares quedan con los padres angoleños, que necesitan para trabajar y hablar con la familia en su país de origen. “No tiene profesora ni relación con mis amigos”, dice.

Desde el comienzo de la pandemia, la situación de las aulas en las periferias ha sido un problema por la  falta de infraestructura y problemas para conseguir acceso a internet [2].

Por el momento, aún no se ha previsto cómo funcionará la educación en 2021. En noviembre, las aulas volvieron a la red estatal de forma optativa, pero con el nuevo aumento de casos de coronavirus, pocos asistieron. El Gobierno estatal anunció que el regreso será en la primera semana de febrero [3], pero no hay certeza sobre la posibilidad de volver a una asistencia presencial.

En el este de São Paulo, entre los inmigrantes, el 59 % de los estudiantes son bolivianos, 10 % haitianos, 8 % angoleños y 5 % venezolanos, según la Secretaría Estatal de Educación. En el caso de Guaianases, barrio con mayoría de migrantes negros, la situación tiene otros agravantes y sigue preocupante.

Desde mayo, por ejemplo, un decreto publicado por el Gobierno de São Paulo volvió obligatorio el uso de mascarillas, pero la falta de dinero impide que esa parte de esa población acceda a ese artículo básico de protección en las calles del barrio. El desempleo impide el acceso a esos artículo. El precios de las mascarillas puede llegar a los cinco reales (menos de un dólar), que puede parecer poco, pero es caro para quien vive con muy poco.

A dos calles de la casa de Amaka vive el haitiano Ronal Joseph, 46 años. Trabaja en atención al público en la Pinacoteca del Estado de São Paulo, en el barrio de la Luz, región central de la ciudad. Además, estudia Derecho e intenta llegar a las aulas por medio del celular, pues no tiene computador para las tareas.

Ronal tiene tres hijas, de 14 y dos años, y una bebé de diez meses, y está en aislamiento desde marzo. Apenas sale a trabajar y cuenta que en un primer momento quedó asustado con la pandemia.

Además del temor de saludar a la personas a su alrededor, teme por la situación en Haití, donde aún vive parte de su familia, como su madre y hermanos. Oficialmente, 236 persona [4] murieron en el país caribeño, mientras en la ciudad de São Paulo fueron cerca de 16 000 muertos [5] en 2020.

Otro desafío es la rutina de sus hijas. Las niñas no pueden seguir sus estudios en casa, porque solamente tienen un computador, que usa el padre, y por la calidad de internet, y quedan tristes por no poder ir a la escuela ni a la iglesia.

A pesar de eso, cuenta que la vida no se detuvo para quienes vienen de Haití y viven como migrantes. “Conversé con algunos haitianos que están trabajando. Muchos haitianos somos albañiles [6], ayudantes de obras y de construcción civil”, comenta y recuerda que la actividad fue considerada servicio esencial y no se detuvo.

Pero la periferia, aunque la restricción de actividades económicas fue mayor por la curva de casos, buena parte de la población siguió en las calles para mantener algún ingreso. Es el caso de buena parte de los vecinos del barrio de Ronal. La elección de vivir en Guaianases, que tiene un 54,6 % de población compuesta por negros [7], tuvo mucho que ver también con el costo de vida.

El distrito es un pequeño retrato de São Paulo. Actualmente, el municipio tiene cerca de 6000 estudiantes extranjeros, la mayoría inmigrantes bolivianos y haitianos. Los números tienden a ser mayores, pues hay personas que no están regularizadas.

Los países del continente africano y de América Latina son el origen de la mayoría de los inmigrantes | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

De Haití, los migrantes llegaron al barrio después del terremoto que devastó el país y dejó entre 220 000 y 300 000 muertos y más de de 300 000 heridos [8] en enero de 2010.

En el caso de los venezolanos, cruzan as fronteras dos dos países, desde Santa Elena de Uiarén para entrar en suelo brasileño en Pacaraima, ciudad del norte de Roraima. Con poca ropa, casi sin documentos y pocos objetos personales, huían de la crisis política tras la muerte de Hugo Chávez [9] en marzo de 2013.

Ese nuevo contingente de migrantes sorteó dificultades y logro mantenerse por medio de apoyo y de trabajo informal. Pero la situación empeoró desde el comienzo de la crisis sanitaria cuando la economía [10] se vio afectada y los habitantes de las periferias sintieron el aumento del desempleo [11]. El único apoyo fue el auxilio de emergencia [12], valor pagada por el Gobierno brasileño para que independientes y desempleados se mantuvieran durante la pandemia, inferior a un salario mínimo.

“El hecho de estar insertados en la sociedad genera dificultades para entender los acontecimientos. Por ejemplo, entender el auxilio de emergencia [13] de 600 reales (109 dólares), desde a burocracia con los documentos”, afirma Sidarta Borges Martins, 44 años, director financiero de Adus, Instituto de Reintegración del Refugiado [14], que ofrece a los refugiados clases de portugués, inserción en el mercado laboral y orientación legal.

Para él, la inclusión digital tampoco llegó para el parte de la población, que excluye a menores de edad de las actividades remotas. “Muchos migrantes tienen celulares, pero no son de última generación. Otros nunca tuvieron computador, sobre todo los que vienen de África”, agrega. “Esos niños lejos de la escuela van verse afectados por el resto de la vida”, relata.

La ley 13.684 [15], de junio de 2018, trata de la asistencia de emergencia para migrantes que llegaron a Brasil por causa de la crisis humanitaria. Entre otras cosas, asegura la inviolabilidad del derecho a la vida, la libertad, la igualdad, la seguridad y la propiedad, además de derechos y libertades civiles, sociales, culturales y económicos para los migrantes en el país.

En la región de Itaquera y Guaianases, donde Reinaldo Andrade*, de 45 años, enseña en dos escuelas, las dificultades de los alumnos con el aprendizaje remoto se ven todos los días desde marzo de 202o. Hace meses, el profesor no tiene contacto con los alumnos migrantes, por falta de estructura. Dice que la mayoría de los estudiantes vive en ocupaciones a donde no llega internet.

Por falta de internet y de ayudas públicas, los niños inmigrantes no accedieron a la educación en la pandemia | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

“Las dificultades que encuentran [los inmigrantes] se parecen a las dificultades que enfrentan los estudiantes negros”, afirma el profesor. “Esto hace que esos alumnos no tengan contacto con nosotros ni con la actividades que estamos realizando en la pandemia”.

Cuestionada sobre la cantidad de accesos a la plataformas de enseñanza y cuáles son los materiales disponibles para que los niños migrantes pudieran asistir a las aulas, la Secretaria Municipal de Educación (SME) respondió que tradujo parte de los cuadernos pedagógicos a tres idiomas: ingles, español y francés, con el objetivo de atender a estudiantes de la red municipal de enseñanza y sus familias.

Según la prefectura, la iniciativa está dirigida a alumnos en proceso de alfabetización en portugués. Con todo, cerca de 150 profesores se movilizaron e hicieron las traducciones de manera voluntaria. Los cuadernos están disponibles también en el Portal SME [16] para que desarrollar las actividades en casa, y deja el material accesible el período de distanciamiento social.