Vacuna COVID-19 en África: Atrapados entre la diplomacia de poder blando de China y nacionalismo vacunal de Occidente (segunda parte)

Enfermera Nosipho Khanyile se pone elementos de protección personal antes de entrar en la «Zona Roja» del Hospital de campaña especial COVID-19 en Nasrec, Johannesburgo. Imagen de IMF Photo/James Oatway, 24 de julio de 2020 (CC BY-NC-ND 2.0).

Nota editorial: Este es un análisis en dos partes sobre la política que hay detrás de la adquisición de las vacunas COVID-19 por parte de África. El continente se vio obligado a mirar hacia China, y no Occidente. Lee la primera parte aquí.

China tiene profundas raíces históricas en ayuda médicos a África.

Por ejemplo, en el peor momento del brote de ébola en Guinea, Sierra Leona y Liberia, en febrero de 2014, China envió suministros médicos, ayuda sanitaria y trabajadores a esos países africanos con problemas. Esta ayuda de Pekín suscitó el agradecimiento de la entonces presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf, quien supuestamente dijo: «China siempre ha estado al lado de Liberia como un verdadero amigo».

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Cuando estalló el virus del ébola, Estados Unidos cerró las embajadas, evacuó a los diplomáticos y a sus ciudadanos de las zonas afectadas. China envió material antiepidémico en cuanto pudo, y envió más de mil efectivos médicos a las zonas con la peor epidemia.

La historia parece repetirse. Esta vez, algunos países africanos se vuelcan a China por la vacuna para contener la devsdtadora pandemia de coronavirus.

La diplomacia de vacuna de poder blando de China

China ha ofrecido vacunas de COVID-19 a Nigeria y otros países africanos «primero [y] gratis«. Además, en diciembre de 2020, Pekín ofreció construir un centro logístico de vacunas contra el coronavirus en Adís Abeba (Etiopía), mientras que los centros de producción de vacunas se encuentran en Egipto y Marruecos.

Si China puede llevar a cabo esto –proporcionar un suministro logístico de cadena de frío en África Subsahariana tropical, donde reinan las temperaturas cálidas y la alta humedad– les dará una ventaja competitiva en este mercado.

Además del mérito comercial para Pekín, esta intervención tendrá un impacto positivo en el sector sanitario del continente, con la logística para un suministro médico en cadena de frío para el futuro.

China parecía estar en la vanguardia de ayudar a los países africanos en la lucha contra el azote del coronavirus, mucho antes de que la Unión Africana anunciara sus planes de adquirir la vacuna contra el coronavirus para el continente a través de Pfizer, empresa farmacéutica occidental.

Pero muchos ven la medida de Pekín con sospecha y eskepticismo.

John Campbell, investigador principal de estudios de política africana en el Consejo de Relaciones Exteriores, describió la «diplomacia de vacuna» COVID-19 de Pekín como una «continuación de los esfuerzos de China para enmarcarse como la solución –y no la causa– de la pandemia».

El Departamento de Estado de Estados Unidos culpó recientemente a la «mortal obsesión por el secreto y el control» del Partido Comunista Chino como la causa principal de la pandemia. El Gobierno estadounidense alegó que el Partido Comunista Chino no reveló que los investigadores del laboratorio de Wuhan, que experimentaban con un virus genéticamente similar al coronavirus, habían mostrado síntomas similares a los del COVID-19 ya en la segunda mitad de 2019.

China ha rechazado esta acusación, afirma que Estados Unidos está tratando de trasladar la culpa por la mala gestión del brote en su país.

La Organización Mundial de la Salud envió recientemente una delegación para investigar los orígenes del virus en Wuhan, tras varios meses de tensas negociaciones. En un principio se les negó la entrada, pero se les permitió ingresar una semana después. El grupo de 10 científicos de la OMS entrevistará al personal de los institutos de investigación y hospitales de Wuhan relacionados con el brote inicial.

R. Maxwell Bone y Ferdinando Cinotto, especialistas en estudios africanos de la Universidad de Cambridge, afirman que la diplomacia del coronavirus se realiza aa través de tres actores principales chinos: Gobierno, organizaciones estatales y empresas privadas que ya hacen negocios en el continente.

Los estudiosos afirman que estos tres protagonistas están unidos en su misión de «desviar la atención del origen del virus dentro de China» y sentar las «bases para los acuerdos comerciales». Pero lo más importante es reforzar la narrativa del Partido Comunista Chino «de que Pekín está ayudando a sus socios durante una crisis mundial a la que respondió con éxito, mientras que los países de Occidente enfrentan un aumento de las herramientas de muerte y del número de casos», sostienen Bone y Cinotto.

La afirmación del Partido Comunista Chino de que maneja el coronavirus mejor que Occidente es discutible. Mientras que Wuhan, en la provincia de Hubei, celebró su condición de libre del virus un año después de la detección de su primer caso, las autoridades chinas ordenaron recientemente el confinamiento de Anxin, cerca de la capital, Pekín, tras un aumento de los casos de COVID-19.

La propia China ha comprado cien millones de dosis de la vacuna de Pfizer-BiTech, a usarse con vacunas de origen local, para impulsar la inmunización de su numerosa población.

Por su parte, W. Gyude Moore, exministro de Obras Públicas de Liberia, declaró a CNN que  las «promesas relativas a las vacunas [chinas] en África han sido realmente imprecisas. No ha habido un calendario, solo promesas… No conozco ningún país africano que esté recibiendo vacunas chinas».

Nacionalismo de vacunas de Occidente

Vial de la vacuna COVID-19 en preparación en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed, Bethesda, Md. Imagen del suboficial de primera clase de la Armada Carlos M. Vázquez II, 21 de diciembre de 2020 (CC BY 2.0).

Gobiernos y analistas occidentales pueden tener razón al responsabilizar a China por sus operaciones poco claras que agravaron la crisis mundial del coronavirus, seguidas de su uso de la diplomacia del poder blando en la distribución de vacunas en África.

Sin embargo, Occidente debería ser igualmente responsable de crear las duras condiciones de mercado que precipitaron el compromiso africano con China, al carecer de alternativas viables para un acceso equitativo a las vacunas en Occidente.

Por lo tanto, es hipócrita criticar a China por su diplomacia de vacunas COVID-19 de poder blando, mientras que los Gobiernos occidentales persiguen convenientemente el nacionalismo de vacunas, ponen a sus ciudadanos en primer lugar antes de pensar en la distribución global y equitativa de vacunas.

La implicación del nacionalismo de las vacunas es evidente en el caso de Sudáfrica, donde el Gobierno está pagando 2,5 veces más que sus homólogos europeos por la misma cantidad de dosis de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, simplemente porque Sudáfrica no invirtió en los esfuerzos de investigación que se dedicaron a su desarrollo.

Esto confirma que el nacionalismo de las vacunas –en el que Occidente se preocupa más por los resultados que por un acceso justo y equitativo– no es solo propaganda. Más o menos, los países desarrollados están castigando a los menos desarrollados por carecer de medios económicos para invertir en la investigación y el desarrollo relacionados con el COVID-19.

El economista Marco Hafner y cuatro investigadores de RAND Europe definieron el nacionalismo de las vacunas como «una situación en la que los países presionan para obtener el primer acceso a un suministro de vacunas» mediante «acaparamiento potencial de componentes clave para la producción de vacunas».

La gran demanda mundial de una vacuna contra el coronavirus ha hecho que la mayoría de los países africanos queden rezagados en la carrera por la vacuna. Los países de altos ingresos han adoptado el nacionalismo vacunal y arrebatado «dosis a costa de los que tienen menos medios», según Patrick Ho, asesor principal de la Iniciativa Internacional para la Vacuna contra el Sida (IAVI), organización sanitaria mundial sin ánimo de lucro con sede en Nueva York.

La investigación de Hafner y otros reveló que el nacionalismo de la vacuna COVID-19 dará lugar a una asignación no equitativa, que acabará «costando a la economía mundial hasta 1,2 billones de dólares al año en producto interior bruto».

Promesa COVAX

En abril de 2020, la OMS y la Comisión Europea y Francia pusieron en marcha el mecanismo COVAX (Mecanismo de Acceso Mundial a las Vacunas contra el Coronavirus 19), para garantizar un acceso justo y equitativo a una vacuna contra el coronavirus en todo el mundo.

La asociación sanitaria mundial público-privada GAVI (Alianza para las Vacunas), con sede en Ginebra, en nombre del mecanismo COVAX, es responsable del suministro de un «volumen contingente específico del fabricante» de vacunas que cumplan las especificaciones establecidas por la OMS.

Pero el programa COVAX solo puede atender al 20 % de las poblaciones más vulnerables en 150 países participantes. Esto significa que el continente, con una población de más de 1300 millones de personas, y con al menos dos dosis de la vacuna por persona, necesitará «al menos 1600 millones de dosis para alcanzar su objetivo de vacunación del 60 %».

Esto subraya la frustración de los Gobiernos africanos al tratar de conseguir las vacunas COVID-19, ya que la mayoría de los fabricantes occidentales ya han vendido miles de millones de dosis a los países ricos que tienen los medios para hacer un pedido anticipado de vacunas.

Es posible que los países africanos «no tengan pleno acceso a vacunas asequibles hasta que el mundo rico haya vacunado a su población, probablemente después de 2022″, señaló el periodista keniano John Muchangi.

Tom Fowdy, analista británico de política y relaciones internacionales, preguntó: «¿Por qué tiene que esperar África? ¿Y por qué los países ricos tienen que ir primero y dejar a África en último lugar?».

Mientras tanto, las tasas de mortalidad de COVID-19 en el continente no muestran ningún indicio de desaceleración. Por eso, África necesita una solución ya.

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