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Algunos observadores occidentales comparten los recelos de Asia Central hacia Alexéi Navalni

Categorías: Europa Central y del Este, Kazajistán, Rusia, Uzbekistán, Activismo digital, Arte y cultura, Derechos humanos, Etnicidad y raza, Medios ciudadanos, Migración e inmigración, Política, Relaciones internacionales, El legado de la URSS 30 años después, Opositores de Putin: Multitud de voces

Captura de pantalla del canal YouTube [1] en el que el influyente vlogger Yury Dud entrevista a Alexéi Navalni sobre sus opiniones acerca del nacionalismo.

Actualmente, la opinión de la mayoría de los miembros de la oposición liberal rusa y de Occidente es que los errores que Alexéi Navalni haya podido cometer deben pasarse por alto en nombre de su lucha contra el sistema político [2] del presidente Vladimir Putin. Sin embargo, en Asia Central se discute esta opinión, y una minoría en Occidente ha expresado preocupaciones similares sobre cómo se venera acríticamente a Navalni.

Nazgul Yergalieva, consultora de Kazajistán que trabaja en política pública y reforma de la justicia penal, expresó su opinión sobre el político con Global Voices. Ella admira su valentía, condena su encarcelamiento, y cree que debería quedar en libertad de inmediato y tener un juicio justo. De todas maneras, hay cosas que le preocupan:

I do not agree with his political views towards minorities, foreigners and his choice of offensive and even hateful language towards various nationalities. His position on migration does the opposite of supporting fragile calls for tolerance and condemning flourishing xenophobia in the society. I also do not agree with the position of withholding such disagreement or having it interpreted as an attack or criticism against his other convictions and values. I think we should have honest conversations and ask questions in order to understand the nuances. Only such open conversation will lead to engagement, inclusion and pluralism.

No estoy de acuerdo con sus visiones políticas sobre las minorías, los extranjeros y su elección de utilizar un lenguaje ofensivo e, incluso de odio, hacia varias nacionalidades. Su postura sobre la migración hace lo contrario a apoyar los frágiles llamados a la tolerancia y condenar la creciente xenofobia en la sociedad. Además, no estoy de acuerdo con la postura de ocultar este desacuerdo o que se interprete como un ataque o criticismo contra sus otras convicciones y valores. Creo que debemos mantener conversaciones honestas y hacer preguntas para entender los matices. Solo esa conversación abierta conducirá al compromiso, la inclusión y el pluralismo.

Se trata de una cuestión crucial no solo para el Asia Central. Rusia es un país multiétnico donde los no eslavos (personas que no se identifican como rusos, ucranianos o bielorrusos) constituyen el 17 % [3] de la población.

Mayoría de los trabajadores migrantes juzga duramente a Navalni

Para la mayoría de los trabajadores migrantes centroásiaticos que viven en Rusia, la retórica de Navalni lo convierte en una figura controvertida, aunque no abiertamente negativa, pues está a favor de regular la presencia de los centroasiáticos en Rusia. Actualmente, los ciudadanos de Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán no necesitan de visado para entrar en Rusia y pueden permanecer hasta 90 días [4]. Mientras que algunos migrantes toman la vía legal por medio de contratos de trabajo y visados en su propio país de origen, otros simplemente compran un billete de avión, tren o autobús solo de ida y buscan trabajo a su llegada, a menudo a través de redes de otros migrantes.

Rashid [nombre cambiado por razones de seguridad], emigrante uzbeko que lleva más de 10 años viviendo en Moscú, dice que en su comunidad Navalni es conocido como el «político que quiere introducir visados», el polo opuesto de Putin. La burla que Navalni hizo de la supuesta ignorancia de los uzbekos sobre el poeta Pushkin, todo un ícono en Rusia, se cita a menudo como prueba de su desprecio por los centroasiáticos.

En una entrevista de 2018, Navalni dijo que en “Uzbekistán, nadie conoce a Pushkin”. Esta declaración provocó la manifestación de una multitud instantánea en línea de uzbekos que recitaban la poesía de Pushkin para demostrar que Navalni no sabía de qué hablaba, ya que nunca había visitado el país. En este video de YouTube, publicado en ruso por el canal de televisión Aliv TV con el título uzbeko “Узбеки за Пушкина, против Навального” («Pushkin, contra Navalni»), se ve a Navalni haciendo la declaración, luego a uzbekos recitando a Pushkin. El comentarista añade que Navalni nunca se disculpó por su comentario.

Un incidente similar ocurrió en mayo de 2012 [5], cuando Navalni hizo una declaración sobre Abay [6], figura clave de la literatura, música y filosofía kazajas del siglo XIX, y lo describió públicamente como «непонятный Казах» («Un kazajo que no tiene sentido»). Sin embargo, en aquella ocasión si se disculpó yse declaró aficionado de Abay. Un aspecto irónico de la historia es que el propio Abay escribió textos en los que pedía elecciones justas.

Las voces críticas de Occidente

Parte del éxito de Navalni como figura pública procede de un fuerte apoyo de los occidentales que presenta un retrato bastante parcial del político, hasta con declaraciones de figuras políticas, miembros de la sociedad civil y periodistas. Esta atención lo ha protegido en cierta medida, a pesar de su notoriedad, al menos hasta el atentado de agosto de 2020.

Global Voices habló con Almut Rochowanski, experta en derechos humanos en el espacio postsoviético y el impacto de la política exterior occidental en la democratización de eseespacio, para entender por qué muchas voces occidentales restan importancia a cualquier crítica a Navalni:

[This tendency] comes from an assumption among post-Cold War Western policy-makers they should have control or at least influence over Russia’s leadership and bend them to their will. This definitely became reality in the 1990s, when Western policy-makers imposed their will on Russia in foreign and security policy and internal reforms, and from then on they came to expect it.
When Putin arrived on the scene, this influence abruptly ended; Russia was no longer ‘rolling over’ for Western foreign policy interests. This new status quo has lasted intolerably long in the eyes of Western policy makers, and the longer it lasts, the more desperate the grasping for someone new becomes, and that means they are more and more ready to overlook anything problematic. Interestingly, Western policy-makers even turn a blind eye to the fact that Navalny’s foreign and security policies run directly counter to Western objectives. He supports Russia’s annexation of Crimea, for example. Maybe they think it’s worth the gamble.

[Esta tendencia] proviene de la suposición de los responsables políticos occidentales posteriores a la Guerra Fría de que deberían tener el control, o al menos una influencia, sobre los dirigentes rusos y someterlos a su voluntad. Esto se volvió realidad en la década de 1990, cuando los responsables políticos occidentales impusieron su voluntad a Rusia en materia de política exterior y de seguridad y de reformas internas, y a partir de entonces así lo }esperan.

Cuando Putin llegó a la escena, esta influencia se acabó de repente: Rusia ya no estaba «a la orden» de los intereses de la política exterior occidental. Esta nueva situación ha durado un tiempo intolerable a los ojos de los responsables políticos occidentales, y cuanto más dura, más desesperada se vuelve la búsqueda de alguien nuevo, y eso significa que están cada vez más dispuestos a pasar por alto cualquier cosa problemática. Curiosamente, los responsables políticos occidentales hacen la vista gorda ante el hecho de que la política exterior y de seguridad de Navalni va directamente en contra de los objetivos occidentales. Por ejemplo, apoya la anexión de Crimea por parte de Rusia. Tal vez piensen que vale la pena la apuesta.

Rochowanski cree que esta postura de que «el fin justifica los medios» es compartida por muchos liberales rusos, como se ve en uno de los lemas populares que los partidarios de Navalni utilizan en las manifestaciones callejeras, lo que también contribuye a convertirlo en un icono intocable:

Salen carteles en la protesta de Navalni en Moscú. «Uno para todos y todos para uno».

Global Voices entrevistó a Aleksey Shlyapuzhnikov, abierto crítico de Putin que dirige un medio independiente [9] en la ciudad de Vladimir, centro de Rusia, que pide cautela con respecto a Navalni:

Многим наблюдателям, включая меня, кажется довольно опасной тенденция единственного лидера российской оппозиции идти на поводу у самых низменных, но при этом самых массовых стереотипов российской политической действительности. Крайне опасно стремление потворствовать низменным чувствам широких слоёв населения, в стремлении понравиться им.

Muchos observadores, yo incluido, consideran la tendencia del líder único de la oposición rusa a complacer los clichés más bajos y ampliamente compartidos de nuestra realidad política. Lo que es extremadamente peligroso es halagar los sentimientos más bajos de la mayoría de la masa con la esperanza de agradarla.

Si bien Rochowanski está de acuerdo con que las personas encarceladas injustamente deben ser liberadas, también advirtió:

We should never lionize anyone or make excuses for their actions, because we consider them useful (meaning, for Western policy-makers), or because they might oppose someone we find even more unpalatable. It’s not only immoral, it also never ends well. Think Western support for Yeltsin’s armed crackdown of parliament in 1993, and what that led to. Racism, antisemitism, Islamophobia are inherently incompatible with democracy and the rule of law.

If you deny people of different religion, ethnicity or colour their very humanity, if you propose to use violence against them and eliminate them, then you’re incapable of building a democratic, rights-based system — anywhere, but especially in a country as diverse as Russia. So my critique of Navalny isn’t about minor political differences, like flat versus progressive tax rates or the right pension age. This is about the very heart of democracy.

No debemos nunca convertir a nadie en un león ni excusar sus acciones porque las consideremos útiles (es decir, para los responsables políticos occidentales) o por que pueda oponerse a alguien que nos parezca aún más desagradable. No solo es inmoral, sino que nunca acaba bien. Piensen en el apoyo de Occidente a la represión armada del Parlamento por parte de Yeltsin en 1993, y en queé conllevó. Racismo, antisemitismo, islamofobia son intrínsecamente incompatibles con la democracia y el estado de derecho.

Si se niega a las personas de diferente religión, etnia o color su propia humanidad, si se propone utilizar la violencia contra ellas y eliminarlas, entonces no se puede construir un sistema democrático basado en los derechos, en ningún lugar, menos en un país tan diversificado como Rusia. Así que mi crítica a Navalni no se refiere a las diferencias políticas menores, como los tipos de gravamen fijos frente a los progresivos o la edad de jubilación adecuada. Se trata del corazón mismo de la democracia.

Nota del editor: Este es la segunda de dos partes de un análisis sobre la percepción del político opositor ruso Alexéi Navalni desde la perspectiva de Asia Central. Lee aquí la primera parte [10].