¿Son una forma de excepcionalismo las protestas de la Universidad del Bósforo de Estambul?

«Campaña electoral», de Travel Aficionado (CC BY-NC 2.0).

Las protestas han vuelto a desatarse en Turquía desde que, en enero, el presidente Recep Tayyip Erdogan nombrara rector de la Universidad del Bósforo de Estambul a una persona poco cualificada.

Considerada «la Harvard de Turquía», la Universidad del Bósforo cuenta con una arraigada tradición de investigación de alto nivel y excelencia académica, y el nombramiento «político» de Melih Bulu, presunto culpable de plagio, no fue bien recibido. Dicho nombramiento no se consultó con la administración, los docentes y los estudiantes del centro, contrarios a que les impusieran una designación que consideraban ilegítima e inaceptable, lo que provocó protestas.

Los manifestantes ven la elección de Bulu como una afrenta a los estándares de la enseñanza, el pensamiento liberal y una larga tradición de consenso en la universidad en torno a la figura del rector. Muchos miembros de la comunidad universitaria creen que ese es precisamente el objetivo del presidente Erdogan: reemplazar la dirección de uno de los pocos baluartes del pensamiento crítico que quedan, una institución dedicada al desarrollo de la élite intelectual liberal y con conciencia global de Turquía. Dos atributos contra los que Erdogan ha luchado desde que empezaron las protestas del parque Gezi en 2013.

En diciembre de 2015 Erdogan admitió que, pese a sus numerosos logros económicos y políticos, su gobierno había fracasado en el campo de la cultura y la educación. La decisión de elegir a alguien claramente inadecuado para dirigir la Universidad del Bósforo es una señal inequívoca de que está dispuesto a intimidar a los últimos intelectuales plurales y liberales turcos. ¿Qué nos dice esto de hacia dónde está llevando Erdogan su versión nacional de autoritarismo?

En pocas palabras, nada bueno. El presidente Erdogan casi ha conseguido su tan ansiada conquista del sector cultural y educativo. La Universidad del Bósforo era una excepción, donde la prerrogativa presidencial de decidir quién debía dirigir qué institución estatal permanecía prácticamente intacta, hasta ahora.

Durante la segunda década de este siglo, con Erdogan como primer ministro, los gobiernos del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) arremetieron contra la educación y alteraron aspectos fundamentales del sistema de educación primaria, y llegaron incluso a eliminar la enseñanza de la teoría de la evolución y cualquier referencia. A esto se le suma la injerencia en la designación de los administradores de las universidades públicas. Desde el profesorado, los decanos y vicerrectores hasta los rectores, Erdogan se ha asegurado de escoger él mismo a las personas que cree apropiadas para dirigir cerca de 200 instituciones públicas de todo el país. Se han manipulado incluso los requisitos para que un académico consiga la titularidad de una cátedra o un ascenso, con el fin de facilitar el nombramiento de simpatizantes de Erdogan, que en circunstancias normales no habrían conseguido el puesto.

Surge una pregunta: ¿por qué no se han alzado más voces contra estos ataques al sistema educativo? Dicho de otro modo: ¿es más digno de protesta lo que pasa ahora en la Universidad del Bósforo? ¿Es la Universidad del Bósforo especial comparada con los otros centros educativos públicos turcos que han sufrido la embestida del AKP?

El 15 de febrero se reunió un panel de profesores y exprofesores de la Universidad del Bósforo para dar más difusión nacional e internacional a lo que allí está ocurriendo. Al escuchar sus reflexiones acerca del caos que se ha desatado, sería comprensible acusarlos de excepcionalismo. La discusión virtual duró tres horas y media y se centró casi exclusivamente en lo que implicaba Bulu para la universidad y qué se podría y se debería hacer dentro y fuera de Turquía, para ayudar a la universidad a superar esta tragedia.

Durante el encuentro resultaba inevitable pensar que eso es exactamente lo que Erdogan quiere que la Universidad del Bósforo y sus simpatizantes hagan: enfocarse en la institución y luchar para superar una imposición draconiana y no liberal. Erdogan es un maestro manipulando a grupos disidentes como académicos y periodistas para que se centren en las afrentas individuales y concretas que han sufrido. Esto reduce la cantidad de oponentes que Erdogan y el AKP deben deslegitimar y eliminar rápidamente. Lo ha conseguido con los manifestantes a favor de la universidad, al llamar “terroristas” a los estudiantes y profesores que se manifestaban y llenar el lugar con una presencia policial imponente. En los próximos días y meses es probable que muchos manifestantes sean procesados y pierdan su trabajo, su subsistencia y el derecho a estudiar en la universidad. ¿Es justa la causa por la que pelean y han acertado al elegir el camino?

Tras casi 20 años de gobierno de AKP, es difícil afirmar que se tienen las respuestas correctas. La causa es justa, pero puede haberse canalizado de forma equivocada. Quizá un esfuerzo coordinado tendría más impacto para enfrentar la restricción de la libertad académica: si todo el mundo académico turco se uniera y exigiera a gritos una serie de reivindicaciones centradas en esa libertad, la situación de Erdogan se complicaría.

Esto no debería ser una reclamación de los derechos y privilegios de una institución y un modo de rectificar las afrentas sufridas por la Universidad del Bósforo. Como en muchas revueltas populares, enfocarse en casos particulares desvía fuerza e impulso de un objetivo más general. Sin embargo, podría ser demasiado tarde. Erdogan casi ha completado su objetivo de reestructurar la educación primaria y secundaria, y con este fin ha ocupado la administración de casi toda la universidad pública. La Universidad del Bósforo iba a caer tarde o temprano.

Si se aborda este tema como un problema individual que hay que solucionar, los movimientos democráticos y pluralistas turcos pueden tener un futuro sombrío. Tal vez Erdogan se haya dado cuenta de que las protestas actuales, al contrario que las del parque Gezi, están muy circunscritas y limitadas, lo que posiblemente le permitirá neutralizarlas.

Para sobrevivir en Turquía, la libertad académica necesita más voces contrarias a Erdogan que las de quienes quieren salvar específicamente a su adorada universidad. La lucha no puede limitarse a una institución, y es necesario el respaldo de todo el mundo académico turco. Es todavía más complicado, ya que sucesos como las protestas de la Universidad del Bósforo se desvían inmediatamente del problema original para convertirse en “grupo de perjudicados X” contra Erdogan, y cuando el presidente empieza a estar en el centro se produce una movilización desproporcionada de todos los recursos del estado para eliminar la amenaza. Erdogan no puede permitirse y no tolerará otro movimiento de protesta nacional como el del parque Gezi, que suponen una amenaza existencial para su mandato y que ha aprendido a neutralizar.

El régimen de Erdogan se ha convertido en un cáncer para el país, la región y la causa de la democracia en todo el mundo. Para enfrentarse a él y poder derrotarlo, nunca antes en la historia de la República de Turquía ha sido tan necesaria una acción coordinada.

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