Este artículo apareció originalmente en OC Media. Aquí publicamos una versión editada en virtud de un acuerdo de contenidos compartidos.
El 6 de marzo, el público de Georgia descubrió unas explosivas conversaciones personales entre Bera Ivanishvili, hijo del hombre más rico de Georgia y fundador del Partido Sueño Georgiano, e Irakli Gharibashvili, el recién elegido primer ministro del país. Los dos hombres parecen discutir sobre la violencia cometida contra los críticos que se han atrevido a insultar a Bera en línea.
La filtración llega en plena crisis política en Georgia por los resultados de las elecciones parlamentarias de 2020. Poco después de que estas conversaciones se filtraron, el partido opositor Lelo exigió la dimisión inmediata de Gharibashvili y Anzor Chubinidze, jefe del Servicio Especial de Protección del Estado (SEPE), también implicado en las grabaciones. A la petición se unieron otros líderes opositores, que pidieron la dimisión del recién elegido primer ministro.
Hasta ahora, no ha habido consecuencias legales por la supuesta violencia ni contra sus instigadores. Por el contrario, el canal que publicó las grabaciones, TV Pirveli, ha sufrido ataques del Gobierno presuntamente por difundir información falsa. Miembros del Partido Sueño Georgiano insisten en que las grabaciones filtradas están manipuladas. Las autoridades investigan solo la autenticidad de las cintas, y si su grabación y difusión es ilegal, pero no investigan el contenido. Mientras tanto, Bera Ivanishvili e Irakli Gharibashvili han quedado impunes.
Pero ¿realmente se han librado?
El debate público que ha desencadenado el incidente ha provocado una ola de negatividad hacia Bera, incluso en su medio social favorito, TikTok. Hace poco se lamentó de que esto era «lo peor» en toda la historia de la plataforma.
Esta negatividad ha destrozado su mito como celebridad, imagen de persona inalcanzable manchada por supuesta violencia real.
El príncipe gánster
En una entrevista en el canal progubernamental de noticias Imedi, Bera resumió las críticas que le han dedicado como la obra del tipo de persona que «no quiere ni a su madre». Respondiendo a la pregunta sobre la autenticidad de las cintas, Bera dijo que «ni siquiera se iba a molestar en discutir» la autenticidad de las conversaciones filtradas. «Hoy tengo absolutamente la misma posición, y voy a decir directamente que si alguien insulta a mi madre, si alguien toca a mi familia, que es lo más sagrado y valioso para mí, definitivamente le voy a exigir respuestas a esa persona incluso hoy. Búscame un georgiano que tenga una opinión distinta sobre esto», dijo Bera al canal Imedi.
Esa metáfora no ve a las mujeres como personas, sino como un territorio de disputas. Una «madre» así solo existe en relación con sus parientes masculinos, no como una persona por ella misma. El insulto contra ella es por tanto un problema solo porque supone una amenaza a su hijo/padre/hermano/marido. Así, el amor a la madre no es el amor a la mujer en sí misma, sino más bien al honor vinculado a ella, y hacia la condición propia como «hombre de verdad».
Según esta mentalidad, castigar a alguien que ha insultado a la madre de una persona es un control de daños respecto a honor propio como hombre. La madre de carne y hueso es invisible. No la vemos, no la oímos, no existe más allá del orgullo de su hijo.
La metáfora es simple y debería haber funcionado bien para Bera, pero lamentablemente para él, su intento de resultar «corriente» solo revela su increíble condición elitista.
Ya antes, Bera intentó posicionarse como una persona honesta, un artista del hip-hop y padre de familia que solo quiere compartir su felicidad con sus fans de TikTok.
Por supuesto, esto deja de lado que también es el hijo de la persona más rica y políticamente influyente del país. Bera no solo ha participado previamente en las campañas políticas de su padre, también ha comparado a su padre —que actualmente dice haberse «retirado» de la política— con los «gloriosos reyes» del pasado.
Si su padre es rey, entonces las acciones de Bera encajan con las de un príncipe caprichoso.
¿Razones para la esperanza?
Al final de esta entrevista con Imedi, Bera habló de la enorme hostilidad que ha sufrido en TikTok. Era muy popular en esta plataforma, con cerca de cinco millones de seguidores.
El contragolpe en TikTok es lo único que Bera no achaca a la oposición política de Georgia, concretamente al Movimiento Nacional Unido. Mientras tanto, ha mantenido silencio en la propia plataforma, quizás por temor a acumular aún más animadversión.
Lo que Bera no parece entender es que la crítica en línea por parte de haters (odiadores) es una parte natural del ecosistema de los medios sociales, y forma también parte integrante de la cultura de la celebridad que busca activamente a través de su carrera musical y también de sus vídeos de TikTok.
A diferencia del código masculino de honor que vincula reyes y mafiosos, en el que cualquier desprecio o insulto debe resarcirse rápidamente, una celebridad en línea no solo debe tolerar la indignación del público, sino que es esa furia lo que lo sostiene (como afirma el dicho, «que hablen bien o mal, pero que hablen»).
Así es como la necesidad de Bera de ser al mismo tiempo soberano y celebridad llegó a una contradicción fundamental. Al añadir su poder heredado real de casi-príncipe a una acción presuntamente violenta, inadvertidamente daña su poder digital como celebridad.
Y lo que es peor, Bera sigue olvidando que TikTok es mucho más diverso que el mundillo conservador que él imagina. El trasnochado lenguaje machista, en el que el honor y la violencia son moneda corriente, no se transfiere fácilmente a un entorno en el que la moneda son los «me gusta» y los corazoncitos.
De los comentarios que Bera ha recibido en TikTok también se hace evidente que sus seguidores se identifican con sus supuestas víctimas en edad escolar. Con todo lo violentos que pueden llegar a ser los medios sociales, en este caso parece que los usuarios están denunciando una violencia digital que se traslada al mundo real, sobre todo dada la asimetría de poder.
Después de todo, buena parte de la violencia machista solo está al alcance de hombres con dinero y poder, mientras que para el resto, es solo un sistema opresor que puede convertirnos en la próxima víctima de hombres como Bera.