Con canciones, redes sociales y huelgas de hambre, artistas cubanos luchan contra la represión
Este artículo fue escrito anónimamente por un@ autor@ en Cuba, usando el nombre ficticio de «Luis Rodriguez»
Históricamente, el sistema político en Cuba ha reprimido cualquier manifestación de oposición, incluso hasta propuestas legítimas sustentadas en los valores constitucionales. Pero en 2021, la sociedad cubana tiene entre sus manos el poder de las redes sociales para resistir la represión del estado cubano, además de canciones alentadoras y otros métodos de protesta.
El 4 de abril pasado, los miembros del Movimiento San Isidro (MSI), Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Castillo, conocido como Osorbo, frustraron un intento de detención por parte de la policía en el barrio habanero San Isidro con la ayuda de su comunidad.
Los activistas e intelectuales del MSI se expresan principalmente desde la música y desde los códigos estéticos del performance, incluso hasta con actos de striptease. Con sede en La Habana, su membresía cuenta con los cantantes Luis Manuel Otero Alcántara y Maikel Castillo, el periodista independiente Carlos Manuel Álvarez, y el rapero Denis Solís, preso en Cuba por un altercado con la policía, entre otras voces. Casi todos los miembros del MSI son negros o mulatos, y desde su surgimiento en 2018, sus líderes han sido objeto de detenciones arbitrarias.
La razón que explica el incremento de la represión durante esas jornadas en abril se debe al hostigamiento mediático que ha venido ejerciendo el periodista de la televisión cubana de un canal estatal, Humberto López, quien días antes realizó una denuncia de un supuesto fin subversivo de un evento que se desarrollaría el 4 de abril. El objetivo de las fuerzas del régimen era impedir el evento cultural.
Ese día, la comunidad salió a la calle a apoyar a los cantantes con su canción más reciente, Patria y Vida, también protagonizado por la agrupación Gente de Zona, Descemer Bueno, y Yotuel, integrante del grupo Orishas. El tema musical fue cantado a coro ese histórico domingo: «Ya no es lo mismo», cantaban, «tu cinco nueve, yo, doble dos», en una letra que hace referencia al año de la Revolución Cubana (1959) y al reciente movimiento de protesta (2020).
Mientras tanto, un otro escenario simbólico de resistencia social seguía en pie. Ante el agravamiento de la situación económica durante la pandemia con sus respectivos efectos en grupos vulnerables en todo el país, los líderes de la organización disidente Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) tomaron la iniciativa de distribuir alimentos a las personas de la comunidad de Altamira en Santiago de Cuba. Ante la negativa del gobierno, que ha cercado la sede para impedir que sus miembros continúan con esta práctica, 27 de sus activistas iniciaron una huelga de hambre a finales de marzo. Es un conflicto que ha despertado el interés de la comunidad internacional, incluso se han pronunciado sobre el tema organismos como la Organización de Estados Americanos y el Parlamento Europeo. A su vez, los medios de comunicación estatales cubanos han cuestionado los motivos de la huelga de hambre y del movimiento MSI en general. Según el Diario de Cuba, la UNPACU suspendió la huelga el 11 de abril y volvió a repartir alimentos.
Un día después, el 12 de abril, Luis Manuel Otero Alcántara fue sitiado por la policía, Maykel Castillo fue golpeado, y otros miembros de la comunidad fueron detenidos, según la cuenta Instagram del MSI.
El espíritu de 27N sigue
En lo que vino a conocerse como el 27N, las protestas del 27 de noviembre 2020 son consideradas inéditas en la sociedad cubana y son comparables con el Maleconazo, término utilizado para referirse a los disturbios antigubernamentales que estremecieron la nación cubana en 1994, cuando Cuba experimentó una de las peores crisis económicas de su historia.
Antes de noviembre 2020, nunca se había visto que un grupo de artistas inconformes se reunieran frente al Ministerio de Cultura con el objetivo de reclamar el derecho a la libertad de creación y expresión en la isla y reclamar la liberación de algunos de los miembros del Movimiento de San Isidro (MSI) encarcelados. La noche anterior fue desalojada la sede de San Isidro, cuyos principales miembros se encontraban en huelga de hambre con el objetivo de exigir la liberación de Denis Solís.
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Ese hecho aparentemente aislado fue el resultado de décadas de inconformidad y arbitrariedades a que han sido sometidos muchos artistas e intelectuales que un día decidieron confrontar pacíficamente al poder en Cuba.
Muchos en la isla y fuera de ella han interpretado ese hecho como la antesala de un posible estallido social en Cuba, un signo que alerta al gobierno a acelerar los cambios que requiere la sociedad cubana, en lo económico, político y social, incluyendo la necesidad de fomentar la existencia de una legítima sociedad civil. En Cuba, no existe, como en otros países, la libertad de asociación. Las pocas ONG que funcionan son controladas por el estado, salvo las que operan en el ámbito católico.
El intelectual cubano experto en temas jurídicos, Julio César Guanche, explica ese punto de inflexión en la historia de la nación cubana a la prensa chilena:
El actual escenario cubano expresa el cambio generacional, social y cultural que experimenta Cuba desde hace años… Ninguno de los que estuvo el 27N frente al MINCULT [Ministerio de Cultura] nació ese día a la vida política en Cuba, como tampoco los que protagonizaron las protestas del Movimiento San Isidro. [Sus demandas], me parece, no se pueden reducir a una sola posición de izquierda o de derecha, y menos a la de “revolucionarios versus contrarrevolucionarios.»
El poder unificador de las redes frente a los bloqueos
¿Qué factor fue decisivo en lograr ese poder de convocatoria capaz de reunir esa cantidad de artistas que tienen un sentido gremial, cuando generalmente se encuentran aislados y fragmentados?
Las nuevas tecnologías de la comunicación y el poder movilizador de las redes sociales, sobre todo Facebook y WhatsApp. Desde 2018, los cubanos han tenido acceso a Internet en sus teléfonos móviles.
Para muchos, su uso resulta tan liberador que son capaces provocar efectos movilizadores en escenarios donde hay opresión como el caso cubano y donde éstas actúan como mecanismos cohesionadores y potenciadores de espacios para el liderazgo. Las redes sociales en Cuba podría estar contribuyendo a democratizar la sociedad cubana y empoderar a la incipiente sociedad civil al reducir el monopolio histórico que ha ejercido el estado sobre el ámbito de la información y la cultura, pilares ideológicos de todos los estados autoritarios.
En respuesta a las protestas, hubo bloqueos del internet por el estado cubano y su empresa que monopoliza la esfera de las comunicaciones, ETECSA. Sucedió después de la protesta frente al Ministerio de Cultura en noviembre 2020. Resulta que esa histórica noche, ETECSA, por orden del gobierno retiró sin ofrecer explicación alguna el servicio de internet y de redes sociales en toda la isla con tal de impedir que la información sea trasmitida al mundo por los medios internacionales. También a los miembros de la sede de la UNPACU en Santiago de Cuba se les ha retirado el acceso a internet en diversas ocasiones y les han instalado cámaras de vigilancia al frente de la sede. También se priva a periodistas independientes de acceder a internet, pues son considerados bastantes incomodos por el régimen. Muchas veces, alguien con acceso a internet logra filtrar la información y se extiende como la pólvora a través del ciberespacio y la blogosfera.
También gracias a la utilización de redes privadas virtuales (VPN), a menudo se puede seguir conectando a redes sociales. Pero con nuevos intentos legales de controlar la información que recibe constantemente el pueblo cubano, el futuro es incierto.