Este artículo de Irna Hofman apareció originalmente en Open Democracy Russia el 7 de abril de 2021, y se reproduce como parte de una asociación para compartir contenido.
«Hermana Irina, anota el nombre del aeropuerto cercano a tu casa. Iremos a visitarte», dijeron los hermanos tayikos que me acogen, que llamaban desde Corea del Sur. «No importa dónde estés. Reino Unido, Países Bajos. Hemos obtenido la ciudadanía rusa, ¿recuerdas? Tenemos derecho a entrar».
Cada año, miles de ciudadanos de Asia Central intentan superar las restricciones vinculadas a la ciudadanía que tienen al nacer y solicitan un pasaporte ruso, como los hermanos tayikos que me acogen, a los que conocí en 2012 cuando su familia empezó a alojarme durante los viajes de investigación.
Un pasaporte ruso facilita el trabajo en Rusia, pero no es el único incentivo: mejora la movilidad en general. En un país como Tayikistán, adquirir una segunda ciudadanía se ha convertido en algo habitual, y el número de ciudadanos tayikos que reciben pasaportes rusos ha aumentado considerablemente en los últimos años. Sólo en 2020, más de 63 000 tayikos obtuvieron la ciudadanía rusa, solo superados por los ucranianos.
Estas cifras recientemente publicadas suscitaron un intenso debate en las redes sociales tayikas. «Si esta tendencia continúa, no quedará nadie en el país», dijeron algunos, mientras que otros expresaron su deseo de obtener también la ciudadanía rusa. «Si fuera más fácil obtener la ciudadanía rusa, también estaríamos dispuestos… Nuestra patria está donde está el dinero».
El hecho de que adquirir otra ciudadanía pueda mejorar el sustento de alguien no es exclusivo de Asia Central. También es una estrategia empleada en otros lugares. Se usan diferentes términos para hablar de la obtención de una segunda ciudadanía -ciudadanía instrumental, estratégica, afectiva-, y todos se refieren a los beneficios que puede aportar un segundo pasaporte, ya sea en términos de seguridad, económicos o sociales. Sin embargo, siguen existiendo tensiones y contradicciones: los ciudadanos naturalizados siguen identificándose con su país de origen, y también pueden enfrentar prejuicios, intolerancia y racismo en su nuevo país de ciudadanía.
Para los tayikos, cuyo país sigue careciendo de oportunidades económicas, estas opciones son demasiado pragmáticas. Muchos consideran que la necesidad de irse es crucial, lo que ha llevado a algunos, que han enfrentado la deportación desde Rusia, a cambiar su nombre tayiko y su físico. Sin embargo, un segundo pasaporte suele ser una forma mucho más segura y legal de cruzar las fronteras.
‘El trabajo es duro. Pero el dinero, el dinero es bueno’
Mis dos anfitriones nacieron y crecieron en un distrito rural del suroeste de Khatlon, en Tayikistán, a unos 50 km de la capital, Dusambé. Adquirieron la nacionalidad rusa en 2016. El mayor estudió cinco años en la Universidad Islámica de Moscú y trabajó en una empresa de construcción para financiar sus estudios. Su diploma le permitió obtener la ciudadanía rusa con relativa facilidad, lo que significó que su hermano menor –que se le unió a en Moscú en 2015– también pudo adquirirla. De vuelta a Tayikistán, sus hijos se convirtieron automáticamente en ciudadanos rusos, y su condición también facilitó los trámites para su mujer y su padre.
Después de trabajar en Rusia durante dos años, los hermanos se trasladaron a Corea del Sur con su pasaporte ruso en 2018, y se unieron a otros migrantes centroasiáticos que trabajan en el país. Los ciudadanos rusos pueden entrar en Corea del Sur sin visa como turistas y permanecer hasta dos meses. Algunos superan este periodo y esperan una amnistía para quedarse y seguir trabajando en el país; otros van y vienen.
Mientras que la migración laboral de Tayikistán a Corea del Sur es un fenómeno relativamente nuevo, la migración laboral a Rusia se ha convertido en algo crucial para la economía tayika desde el desmembramiento de la Unión Soviética.
Tras entrar como turistas, mis anfitriones obtuvieron visa de residencia de entrada múltiple, válido por tres años, que les permite trabajar con pocas restricciones y beneficiarse de algunos planes de protección social. Hasta la fecha, los ciudadanos tayikos sin pasaporte ruso no pueden entrar fácilmente a Corea del Sur, y deben solicitar visa de turista, de trabajo o de negocios.
Como muchos otros, mis dos anfitriones habían oído hablar por primera vez de Corea del Sur en internet. La información sobre la ciudadanía circula constantemente por en línea, como en este video de Migrant's Voice, ONG tayika que presta apoyo a los trabajadores inmigrantes, en el que un trabajador tayiko en Corea del Sur se dirige a sus compatriotas ante la cámara:
Hello to all Tajik people. If you are coming to Korea, welcome, come! There is work for all! Don’t think that there is no work. In Korea there is work everywhere, any kind of work. The work is heavy. But the money, the money is good.
Hola a todos los tayikos. Si vienen a Corea, ¡bienvenidos, vengan! Hay trabajo para todos. No piensen que no hay trabajo. En Corea hay trabajo en todas partes, cualquier trabajo. El trabajo es pesado. Pero el dinero, el dinero es bueno.
Los salarios promedios suelen ser más altos en Corea del Sur que en Rusia. Mis anfitriones ganan entre 80 y 100 dólares al día en el sector de la construcción, pagados en efectivo en el momento.
Como me explicó uno, no hay intermediarios centroasiáticos ni otras complejas redes de contratación de mano de obra en el lugar de trabajo, como en Rusia. Los dos trabajan duro y reciben regularmente llamadas telefónicas de su padre, su madre y sus hermanas con pedidos urgentes de dinero. Al mismo tiempo, disfrutan de un menor control paterno y estatal, y de condiciones de vida y trabajo relativamente mejores de Corea del Sur. Recientemente, cuando una construcción metálica cayó sobre el hermano mayor y le fracturó las piernas, su empleador le proporcionó una cobertura sanitaria completa, mientras que una señora coreana le cuidó durante varias semanas. El duro trabajo de los dos hermanos se refleja en la mejora del nivel de vida de sus familiares cercanos en Tayikistán. Para preparar el regreso del hijo mayor, su padre construyó una llamativa casa de dos plantas de «estilo europeo» en el centro del pueblo, entre casas construidas en marga al estilo tayiko.
Como consecuencia de la doble nacionalidad, las cifras sobre movilidad y viajes internacionales, incluida la migración laboral y el reasentamiento, no reflejan necesariamente el lugar de nacimiento de las personas.
Por ejemplo, según un informe reciente de la Sociedad Oxus para Asuntos de Asia Central, el gobierno de Corea del Sur emitió un total de 102 visas de trabajo a ciudadanos tayikos entre 2016 y 2019. Es imposible evaluar hasta qué punto estas cifras son exactas, pero parecen estar al menos ligeramente subestimadas. Mientras que un emigrante laboral tayiko en Corea del Sur me dijo que solo en su empresa trabajan entre 60 y 70 tayikos, otro afirmó que no hay tantos tayikos en Corea del Sur, ya que sigue siendo difícil entrar en el país. En la capital, Seúl, calculó que no habría más de cien tayikos.
Rusia: relación amor-odio
Mientras que la migración laboral de Tayikistán a Corea del Sur es un fenómeno relativamente nuevo, la migración laboral a Rusia se ha convertido en algo crucial para la economía tayika desde la desintegración de la Unión Soviética en 1991.
Según datos del Ministerio del Interior de Rusia, más de 1,1 millones de tayikos entraron en Rusia para trabajar en 2019, una cifra que excluye a las personas que entraron de forma ilegal o informal, sin registrarse para trabajar. Muchos en la sociedad tayika han llegado a ver la migración laboral a Rusia como parte del recorrido social de un hombre. «Mis dos hijos [que aún no han alcanzado la edad escolar] estudiarán y luego trabajarán en Rusia», me dijo recientemente una madre tayika. No le cabe duda de que su hogar se desarrollará a través de la rutina aceptada de la migración laboral a Rusia.
Un pasaporte ruso puede facilitar mucho el proceso de migración, aunque muchos tayikos tienen sentimientos ambivalentes hacia Rusia.
Estos trabajadores migrantes son el sustento de muchos hogares rurales y urbanos del país. Las remesas mejoran la capacidad de la gente para pagar por salud y educación, así como para diversificar los patrones de consumo. Para los agricultores que sufren de falta de liquidez, el dinero remitido a sus hogares permite comprar equipos y semillas, o brinda una red de seguridad cuando la cosecha falla. En 2013, Tayikistán se situó como el país más dependiente de las remesas en el mundo, ya que las remesas equivalen a alrededor del 50 % del PIB.
Bajo las restricciones de la COVID-19, la movilidad de los migrantes laborales hacia y desde Rusia disminuyó notablemente en 2020, con lo que las remesas disminuyeron drásticamente. En algunos casos, las familias de Tayikistán se vieron incluso obligadas a enviar dinero a Rusia. Según el Banco Central de Rusia, las remesas enviadas a Tayikistán durante los nueve primeros meses de 2020 fueron un 30 % inferiores a las del mismo periodo del año anterior. Los carteles en los supermercados que dicen «No damos [compras a] crédito» son bastante comunes en Dusambé estos días.
Pero con pocas oportunidades en el país, la migración laboral de Tayikistán a Rusia sigue resistiendo. Sin embargo, los limitados retornos de Rusia a Tayikistán en 2020 deben explicarse en parte porque a mediados de 2020 empezaron a circular rumores en Tayikistán de que los tayikos sin pasaporte ruso que salieran de Rusia bajo las restricciones de la COVID-19 podrían ser deportados e incluso se les prohibiría volver a entrar en el país hasta diez años. Queda por ver si esto era cierto o simplemente una excusa de los jóvenes tayikos en Rusia que no estaban ansiosos por volver a casa; sin embargo, varias familias de las zonas rurales de Tayikistán lo daban por hecho. Los elevados gastos de viaje también constituían una barrera importante para que los emigrantes regresaran.
Así pues, un pasaporte ruso puede ayudar en gran medida a facilitar el proceso de migración, aunque muchos tayikos mantienen sentimientos ambivalentes hacia Rusia. Por un lado, disfrutan de la libertad en el extranjero y de las facilidades que no existen en la zona rural de Tayikistán; por otro, a menudo experimentan racismo y xenofobia, lo que genera resentimiento hacia Rusia. «Si tengo que ir a Rusia para asistir a un cliente chino, no hablo ruso. Intento hablar en inglés para que no noten mi acento tayiko», me dijo un tayiko que trabaja como intermediario para empresas chinas. «Si entienden que soy tayiko, me tratarán con desprecio».
Como resultado, la identidad personal y la ciudadanía legal deben estar separadas. La mayoría de los emigrantes laborales que han obtenido la ciudadanía rusa siguen identificándose como tayikos, y disfrutan de estar exentos de tener que adquirir permisos de residencia y trabajo, y de estar incluidos en el sistema de seguridad social ruso. Esta es una de las razones por las que los tayikos de edad avanzada, con un historial laboral en la Unión Soviética, solicitan un pasaporte ruso, aunque no tengan intención de irse a trabajar a Rusia. Mientras que una pensión tayika asciende a unos 10-20 dólares al mes, una pensión rusa no es inferior a 10 000 rublos, unos 130 dólares. Como dijo en broma una mis amiga mía de Dusambé sobre un vecino que recibe una pensión rusa: «¡Ese viejo ahora mantiene a sus hijos mensualmente, en lugar de que sus hijos lo mantengan a él!».
La idea de la «ciudadanía pragmática» capta el hecho de que la mayoría de los emigrantes laborales tayikos no se identificarían fácilmente como rusos, ni después de muchos años de residencia. Esto se observa en otras trayectorias migratorias en otros lugares, donde la patria sigue siendo el núcleo de la propia identidad, como es el caso de los palestinos en Atenas o los inmigrantes asiáticos en Australia.
La ciudadanía pragmática se emplea para superar las limitaciones que impone el pasaporte y las restricciones a las que se enfrentan las personas en su país, pues para los ciudadanos de algunos países es más difícil cruzar fronteras que para los de otros. Sin embargo, solo cruzando estas mismas fronteras se puede obtener esta segunda ciudadanía «pragmática», lo que deja a los tayikos constantemente divididos entre el lugar al que llaman hogar –pero que no les proporciona ni a ellos ni a sus familias– y otro que sigue viéndolos como extranjeros, pero que les permite construir una vida mejor para ellos y sus seres queridos en su país.