Francia, Turquía, Polonia: La realidad de la nueva crisis del brote de COVID-19

Bangalore, India durante confiamiento de COVID-19, 2020. Foto de Nicolas Mirguet en Flickr (CC BY-NC 2.0).

Ab ril no fue buen mes para el mundo. Mientras algunas naciones se envanecían y se relajaban por el éxito, excedentes y reservas de vacunas, otras, como India y Brasil, se veían derrumbadas ante la aparición de una enorme segunda oleada de la pandemia de COVID-19, ahora muy agravada por la fuerte aparición de nuevas variantes. Todavía no está claro si esas nuevas variantes son a la vez más mortíferas para la humanidad y más resistentes a las vacunas existentes.

Que los medios occidentales han sido generalmente triunfalistas es quizás la mejor manera de describir la prensa anglófona de Estados Unidos y Reino Unido, donde los regímenes democráticos están saliendo de las ansiedades de las respuestas políticas fallidas para regodearse en la relativa paz de la seguridad de las vacunas. En los países más ricos, los principales periódicos y emisiones de radio y televisión se llenan ahora de preguntas sobre qué países se pueden visitar primero en las vacaciones de verano o sobre cuándo los universitarios podrán por fin obtener la cantidad de conferencias reales en vivo y en directo que les corresponde y de grupos de debate en los que puedan estudiar en terrenos quizá más sagrados que sus propias salas de estar. El nuevo estado de ánimo está funcionando en los electorados: los horribles regímenes políticos de los conservadores británicos y los republicanos estadounidenses parecen estar casi olvidados en las respuestas de la sociedad civil actual, de ahí el fácil gasto ambicioso de Biden y los enormes triunfos electorales de Johnson.

Pero, por supuesto, hay mucha verdad enterrada. La tabla 1, que se ciñe a los grandes brotes de casos de COVID-19 durante dos semanas de abril (del 4 al 10 y del 20 al 26) entre los diez paíes más afectados por la avalancha vírica, ofrece algunas ideas más sistemáticas.
En la columna D se muestra la clasificación de los 10 países con mayor aumento de casos, en la que India ocupa el primer puesto y Filipinas el décimo puesto, el último. Estos son los datos expresados con frecuencia por los medios impresos y sociales en la mayoría de los lugares. Obsérvese que los medios occidentales, en particular, se complacen en repetir hasta la saciedad estos datos numéricos básicos basados en las Columnas B y C, y solo parecen objetar cuando se realiza un procesamiento posterior y la historia se matiza más, con más base en realidades globales.

La cifra verdaderamente horrible es la de India en la columna C, con la enorme cifra de 2,3 millones de nuevos casos en solo una semana. Aquí es donde los medios occidentales se han asentado, insisten en las instalaciones deterioradas, el hacinamiento y la asistencia masiva a las reuniones religiosas tradicionales, la necesidad de ayuda de países occidentales ricos, las insuficiencias de los niveles superiores de la gobernabilidad india, el fracaso de la democracia india para salvar a su sociedad civil. Al recorrer la columna C, se advierte la grave situación de Estados Unidos, el tercer país peor situado en estas crudas cifras. Pero obsérvese que los nuevos casos de Brasil, el segundo mayor, parecen bastante alejados del mayor desastre de India, con unas cifras totales para las dos semanas de solo el 28 % de las de India, a la par con las de Estados Unidos, penas peores que las de Francia.

Las columnas E y F nos recuerdan el contexto a largo plazo, los efectos acumulados de más de un año de ataque de COVID-19. La columna E da el número de casos por millón para cada país desde el comienzo de la pandemia. Vemos inmediatamente el enorme impacto de los contrastes demográficos y lo poco que altera ese poder a corto plazo incluso una gran alza en las cifras. Así, los casos de COVID-19 por millón para el 26 de abril (fecha final de este análisis) para India son solo (Columna E) el 13 % de los de Estados Unidos, el 15 % de los de Francia y el 19 % de los de Brasil. Siguen siendo sólo el 66 % del promedio mundial (fila inferior). Esto no elimina la infelicidad, el hambre o el terror de las vidas de millones de indios, pero sirve para descartar la afirmación occidental de que la democracia y la sociedad civil indias no han conseguido igualar los logros de los países más ricos. Y este no es el último análisis.

La gran realidad

Llegamos más lejos cuando pasamos a la columna F, las muertes por millón de COVID-19 en cada país. Aparte de Filipinas, país de unos 111 millones de habitantes, ningún país de la lista puede igualar el bajo número de muertes registradas en India. ¿En qué momento rechazamos los datos registrados? ¿India no puede registrar con precisión o desea reducir su «fracaso» y, por tanto, la culpabilidad de su régimen? ¿Cómo debemos proceder? ¿Anunciar pomposamente las cifras cuando se parecen a las columnas B y C, para cuestionarlas de repente cuando se procesan lógicamente en las columnas E y F?

Para que los comentarios occidentales sobre esta pandemia alcancen alguna veracidad, deben enfrentar la necesidad de enmarcar el debate de forma justa y de manera que el mundo pueda aprender algo para el futuro. Si hemos de aceptar las dramáticas imágenes mostradas en la prensa, lo lógico es aceptar que la democrática, defectuosa y herida India es un gran país –entre otros muchos– que resiste el ataque lo mejor que puede, dadas sus circunstancias iniciales y sus ventajas iniciales de una alta proporción de jóvenes y una baja proporción de ciudadanos de edad avanzada (lo que significaba que este virus en particular no se cebaría tan fácilmente en las vidas de una proporción tan alta de indios como ha sido en Occidente). Esto se sigue reflejando en las columnas E y F de países como Estados Unidos, Francia e Italia.

Gran parte de esto se pone de manifiesto cuando hacemos lo obvio y sumamos las dos semanas de picos altos de COVID como proporción de la población total en cada país, lo que se hace en las Columnas G y H. Aquí vemos que Francia se clasifica ahora como el peor ejemplo de nuevos casos de COVID-19 en este período, sobre Turquía y Polonia como el verdadero triángulo del desastre que se sugiere en la Columna D. Seguido por Ucrania y Brasil, ahora tenemos un anillo de países con poco en común aparte de los picos muy altos de casos de COVID-19 durante abril de 2021. India se une ahora a Filipinas en los puestos 9 y 10, los más bajos de COVID altos entre este grupo.

Este hallazgo abarca tanto un amplio espectro de casos como un enorme número de casos, alrededor del 69 % del total de casos nuevos en el mundo para estas dos semanas. Vemos que Francia, Turquía y Polonia parecen haberse visto muy afectados en términos demográficos comparativos, y que India, en particular, se vio muy afectada en términos numéricos puramente absolutos, pero emerge como número 9 en una clasificación que tiene más en cuenta el tamaño de la población de las naciones.

Triunfalismo frente a la realidad subyacente

Nada de esto detendrá el triunfalismo, especialmente el asociado a las nuevas vacunas y a su eficaz distribución. La Columna J muestra que, aunque los altos niveles de vacunación en Estados Unidos al 26 de abril bien pueden haber ayudado a frenar los casos y las muertes para este momento, no detuvo el aumento del virus en Estados Unidos ni bajó su alto lugar en las cifras Cm y Dm de las Columnas E y F. Pero sin duda ha fortalecido la mano del nuevo presidente Joe Biden y su horrible eco trumpiano de «El futuro pertenece a Estados Unidos». El efecto positivo más medible en Gran Bretaña impulsa actualmente el avance del movimiento tory y refuerza el dominio de Boris Johnson sobre su gabinete y sus detractores dentro del Gobierno. Y, por supuesto, la realidad es que el 26 de abril, las estadísticas británicas sobre el total de casos de COVID-19 por millón desde el inicio de la pandemia se mantenían en 64 639, es decir, unas 3,4 veces más que la media mundial, más de cinco veces que la de India. En cuanto a las víctimas mortales, el Dm británico de 1869 era 4,6 veces mayor que el promedio mundial, 13,2 veces mayor que el de India.

Vacunación y fallos globales

El verdadero mensaje de las elevadas cifras de abril es que, aunque el éxito de las vacunas puede borrar los impactos políticos negativos de la mala gestión del COVID-19 en países como Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Italia, etc., los continuos fracasos de esos países en la ayuda efectiva al uso de las vacunas en los países más pobres extenderán el dolor de los pobres. El este de Asia, la región que mejor ha gestionado las cosas, debería haber intervenido antes con vacunas y con ayuda para combatir el virus con medicamentos, suministros de oxígeno, dispersión de enfermeras y auxiliares calificados, y la institución de cursos cortos de formación para asegurar una dispersión eficaz, especialmente entre la gente joven activa y a menudo poco afectada de pequeñas ciudades y pueblos. Son los países que mejor conocen estas cosas, tienen mucho que ganar con la acción, y podrían haber estimulado –aunque fuera por la culpa global– las acciones de otros en Europa y Norteamérica, Australia y otros lugares. Habría sido el mejor precursor para planificar un nuevo orden comercial mundial a medida que la pandemia se afloja y los músculos de Asia Oriental se flexionan.

En cambio, una de las principales consecuencias de la actual interpretación errónea, a menudo intencionada, de los datos conocidos será la continuación del alejamiento de los procesos democráticos efectivos en Europa y Estados Unidos, la aceleración del deterioro de la productividad subyacente en las economías democráticas y el impulso del populismo que antepone la retórica de una sola línea al debate informado.

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