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¿La crisis de confianza ciudadana puede explicar el lento inicio de la campaña de vacunación en Hong Kong?

Categorías: Medios ciudadanos, Choque de narrativas: Identidad nacional y conflicto violento en Etiopía
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Imagen de Alachua County (usuario de Flickr). Dominio público.

Hong Kong es uno de los pocos lugares del mundo con excedentes de vacunas contra el COVID-19. Todos los ciudadanos de más de 16 años pueden elegir entre la inoculación gratuita de la china CoronaVac [2] o la germano-estadounidense Pfizer/BioNtech [3].

Sin embargo, la mayoría de la población duda de si vacunarse. Solo alrededor del 20 % de los 7,5 millones de habitantes de Hong Kong se han puesto la primera dosis desde que el Gobierno empezó la campaña de inmunización el 26 de febrero.

Ahora más de un millón de dosis de la vacuna de Pfizer están a punto de caducar, y la ciudad está considerando la posibilidad [4] de donarlas a otros países que las necesiten.

En particular, la tasa de vacunación de los mayores es mucho menor de lo esperado: el 14,8 % de las personas de entre 60 y 69 años se han puesto la primera dosis, y solo el 5,1 % de los ciudadanos de entre 70 y 79 años.

Según investigaciones médicas locales, para alcanzar la inmunidad de grupo sería preciso que entre el 56,1 % y el 66,9 % [5] de la población estuviera totalmente inmunizada. Al ritmo actual —cada día se ponen unas 25 000 vacunas en promedio—, se tardaría entre seis y diez meses en alcanzar esa inmunidad.

El miedo a la vacuna creció a principios de marzo, después de que los medios informaron que tres ancianos hongkoneses habían muerto tras recibir la primera dosis de CoronaVac, con la que empezó la campaña de vacunación en Hong Kong, aunque, según el Comité de Expertos en Incidentes Clínicos de la ciudad, no hay evidencias que relacionen las muertes con las vacunas.

La preocupación ciudadana también se avivó porque, en ese momento, China no estaba inoculando a los mayores [6] —no fueron incluidos en la campaña de inmunización hasta finales de marzo— y porque su Centro para la Prevención y Control de Enfermedades recomendaba a las personas con enfermedades preexistentes [7] como diabetes, hipertensión o trastornos de la tiroides, que las tuvieran controladas antes de recibir las inyecciones.

CoronaVac ha recibido autorización de emergencia en 37 países, según datos de Wikipedia [8]. La OMS está concluyendo el estudio para autorizar su inclusión en COVAX [9], el programa de la OMS que compra vacunas para los países pobres. Sería la segunda vacuna china incluida en ese programa, después de Sinopharm [10] a principios de mayo.

Autosuficiencia

En muchos países occidentales que han sido duramente golpeados por el COVID-19, el miedo a la enfermedad ha impulsado en buena medida la campaña de vacunación. Sin embargo, en Hong Kong la enfermedad solo ha causado 210 muertes desde el inicio de la pandemia, cifra inferior a las 299 relacionadas con el brote de SARS del 2003 [11].

Investigaciones [5] recientes muestran una caída significativa en la intención de los hongkoneses de recibir la vacuna contra el COVID-19 después de que, en julio de 2020, la ciudad controlara la segunda ola con medidas de distanciamiento social. Los investigadores sugieren que la «autosuficiencia» de la ciudad —al no percibir la enfermedad como de alto riesgo y la inmunización como algo necesario— es un factor clave que explica la reticencia a la vacuna.

Sin embargo, las medidas de distanciamiento social que ya llevan un año han perjudicado a la economía de Hong Kong. El Gobierno está impaciente [12] por volver a ponerla en marcha, y para eso es preciso alcanzar la inmunidad de grupo lo antes posible.

Para aumentar la tasa de vacunación, las autoridades han implementado una política de «burbuja de vacunación» [13], según la cual, para que establecimientos como los restaurantes puedan relajar las medidas de distanciamiento social, sus trabajadores deben estar inmunizados.

Además, se ha firmado un acuerdo de «burbuja de viajes» [14] con Singapur, según la cual los hongkoneses totalmente inoculados que viajen a ese país no deben hacer cuarentena al regresar. Sin embargo, los singapurenses no necesitan estar inmunizados para visitar Hong Kong.

Aunque Hong Kong está a punto de cumplir con el requisito de 14 días sin infecciones locales [15] para acceder a la «burbuja de viajes» sin cuarentena con China continental, la jefa ejecutiva, Carrie Lam, ha afirmado [16] en su página de Facebook que la vacunación será una precondición para que los hongkoneses puedan viajar a China continental.

Desconfianza ciudadana

Aunque estas medidas coercitivas «blandas» tienen algunos efectos —como hemos señalado antes [17], la tasa de vacunación de los cabezas de familia (población de entre 30 y 59 años) es más alta que en otras franjas de edad—, no refuerzan necesariamente el sentido de responsabilidad social, que ha demostrado [5] ser clave para alcanzar la inmunidad de grupo.

La desconfianza política tras la promulgación de la ley de seguridad nacional y la mano dura contra el movimiento democrático han tenido como resultado una crisis de confianza en las instituciones. Como ha señalado Francesca Chiu de Hong Kong Free Press, los argumentos de los antivacunas [18] hongkoneses incluyen afirmaciones como «el Gobierno está intentando que la gente se vacune para complacer a Pekín» o simplemente «haré lo contrario de lo que me pida el Gobierno».

Por reticencia a la vacuna contra el COVID, Hong Kong podría desechar dosis.

Los observadores dicen que la desconfianza al Gobierno, la desinformación y una falta de urgencia implican que el inicio de la vacunación ha sido lento.
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Existe la posibilidad de que no se trate solo de «reticencia a la vacuna», sino también de una profunda (y bastante comprensible) falta de confianza en el Gobierno. Resulta que el deterioro de la relación entre gobernantes y gobernados tiene muchas consecuencias..,

Mientras, los políticos favorables al régimen se están impacientando y han empezado a pedir medidas más coercitivas en las últimas semanas. A principios de mayo, Julius Ho, legislador afín a Pekín, sugirió que [21] el Gobierno pusiera una fecha límite tras la cual la vacuna pasara a costar 10 000 dólares hongkoneses (unos 1280 dólares estadounidenses). Recientemente el exjefe ejecutivo de Hong Kong Leung Chunying ha retomado esta idea, además de pedirle [22] al Gobierno que imponga «sanciones» a quienes no se vacunen y que los hagan «pagar el precio».

Estos discursos corren el riesgo de dividir aún más a la sociedad y de politizar el programa de inmunización. Para muchos hongkoneses, la ciudad ya ha recibido muchas «sanciones» desde 2019, y la «sanción por la vacuna» solo sería una más.

La confianza y la solidaridad son remedios conocidos contra la reticencia a la vacuna, pero en Hong Kong la brecha social y política siguen creciendo:

Amigos, sé que algunos están molestos por la reticencia a la vacuna acá, sobre todo de los más tercos.

Gritar, atacar personalmente, regañar a las personas literalmente tendrá el efecto *exactamente opuesto» a lo que desean.
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Esto es particularmente cierto porque la reticencia a la vacuna en Hong Kong no tiene su principal origen en los disparatados argumentos anticientíficos y antivacunas que se oyen en Occidente, sino en cuestiones de tipo sociopolítico no del todo injustificables.