En Colombia, los ‘yatules’ son despensa y farmacia del pueblo misak

Foto de Mamá Adriana Velasco y su madre, Mamá Ascensión en Silvia, reserva de Guambía, Colombia. Foto de la autora.

El pueblo indígena misak se hace llamar hijo del agua y los arcoíris. Es conocido por sus prácticas agrícolas tradicionales llamadas yatules, huertos familiares alrededor de las casas.

Tradicionalmente, los misak han vivido en la provincia de Cauca, al suroeste de Colombia. Sin embargo, la falta de tierras lo ha obligado a trasladarse. Ahora también vivien en los departamentos vecinos, como Valle del Cauca, Huila, Putumayo, Caquetá, Meta, y Cundinamarca. Según datos nacionales de 2018, hay cerca de 21 703 misak, y es uno de más de cien pueblos indígenas de Colombia. La mayoría de los misak vive en la reserva Guambía, propiedad colectiva cerca de Popayán, capital de la provincia del Cauca.

Además de los yatules, los misak también son conocidos por tener una Universidad Misak ubicada en la reserva Guambía, y recientemente por derribar monumentos dedicados a los conquistadores durante el paro nacional de Colombia en mayo y junio de 2021.

Para los misak, la práctica ancestral de los yatules es esencial. Como dependen de la agricultura, dejar de lado esas prácticas agrícolas podrían llevar a falencias económicas y alimentarias. Recuperaron este conocimiento y lo dieron a conocer a toda la comunidad, sobre todos a los más jóvenes. Las mujeres tienen un importante rol en la preservación de los yatules.

Al caminar por su reserva, se pueden ver diferentes cultivos a un lado del camino. Generación tras generación, los misak han conservado la práctica ancestral del yatul. El yatul se compone de cultivos asociados, como papa, maíz, frijol y cebolla entre otras plantas medicinales cuyos nutrientes de complementan y mantienen la tierra saludable.

Como aprendieron de sus mayores, preservar estos yatules es esencial para la sobrevivencia de los misak. Por medio de la siembra y cuidado de las semillas, esta práctica requiere ser respetuoso con la tierra, seguir los ciclos terrestres y las fases lunares, y considerar la altitud de sus granjas.

Yatules en la reserva Guambía, Colombia. Foto tomada por la autora.

Práctica ancestral

De pie en la tierra de sus ancestros, Mamá Cecilia Tombé afirma que la conexión de su pueblo con la Madre Tierra comienza en el vientre materno. Al crecer, los padres enseñan a sus hijos a cuidar la tierra, ordeñar las vacas y otras labores agrícolas.

Recordar los modos ancestrales ayuda a la comunidad a evitar falencias económicas y evitar que la Madre Tierra enferme. Esto también puede incluir prácticas relativas a los ciclos reproductivos de la mujer. Tombé explicó:

No se podía caminar sobre la tierra cuando se tuviera el periodo de la mujer. Esto era grave pues, aunque es señal de vida, a la vez es un “sucio” que ella expulsa. Como la tierra es muy sana, tiene su espíritu, no debemos ensuciar.

El yatul y el fuego son esenciales en la vida de los misak Alrededor del fuego, madres, padres e hijos pasan el tiempo juntos al ponerse el sol. Cenan, conversan sobre sus actividades y planean el trabajo del siguiente día en su yatul.

Maria Victoria Muelas, integrante del grupo misak Siembra, enfatiza que cada familia nueva debe considerar la ubicación de su yatul. Por ejemplo, no debe estar cerca de la cocina familiar porque es ahí donde enseñan a la generación más joven cómo cultivar la tierra y a amar el trabajo.

No solo en el campo hay hueros familiares. Existen también en zonas urbanas. En el patio de su casa en Silvia, el pueblo de la reserva, María Antonia Muelas tiene un pequeño yatul. Usa cáscaras de huevo para hacer compost orgánico para fertilizar la tierra.

Medicina tradicional

Mamá Adriana Velasco. Foto tomada por la autora.

María Antonia Muelas vive con su hija, Mamá Adriana Velasco, una doctora tradicional. El padre de Velasco era un conocido curandero tradicional entre los misak. A los 23 años, siguió sus pasos y derribó los muros que evitan que las mujeres sean lo que quieran ser, hasta doctoras.

Dijo que al comienzo no fue fácil, pero ahora la respetan en su comunidad. Y continuó:

Ahorita estamos en ese tema de repensarnos la fuerza de la mujer. Ya las mujeres están saliendo a los espacios y las mujeres se están auto-reconociendo como sabedoras. Eso está bien porque se fortalece ante la gente la idea de que las mujeres también pueden ejercer la medicina propia.

Usa las semillas que cultiva su madre para curar a quienes le piden ayuda cuando se enferman y «desarmonizados», es decir, cuando se sienten emocional o físicamente indispuestos.

TSucculenta (echeveria elegans). Foto de la auhora.

La succulenta, coloquialmente conocida en inglés como rosa mexicana blanca se usa para bajar la fiebre. El pensamiento ayuda a los estudiantes a tener la mente aguda y evitar la confusión; las semillas de aguacate curan el insomnio, y una infusión de hijas del árbol nativo arrayán ayudan con el dolor de garganta.

Los misak de Guambía tienen muchas opciones para conservar la salud, Pueden optar por  medicina tradicional u occidental, pues el Hospital Mamá Dominga provee ambos servicios.

El hospital lo administra Mamá Ascensión. También coordina un programa de salud que promueve grupo de médicos tradicionales a quien las personas pueden acceder.

El grupo ofrece servicios de comadronas, prácticas de armonización emocional y física, medicinas tradicional y terapias alternativas.

Ascensión dijo:

Esto se maneja desde la familia. Casi no van al hospital, sino que manejan la planta, la espiritualidad propia y con su médico o médica de confianza hacen refrescamientos o armonizaciones para no enfermar físicamente y para vivir en armonía con la familia, el entorno y la comunidad. Eso es lo primordial

Mamá Ascención recoge succulentas

Los misak consideran que todas las plantas son especiales y sirven como medicina o alimento. Los yatules son esenciales para su cultura. Las plantas los acompañan en todas las etapas de su vida, desde antes de nacer, mientras crecen y en la muerte.

María Victoria Muelas dice:

Unas horas antes del parto, la mujer consume plantas medicinales para calmar el dolor y después del nacimiento del bebé se utilizan para el baño de él y de la madre, para que ella se reponga y produzca más leche materna. Además, durante el primer periodo menstrual son utilizadas y a la hora de la muerte preparan sahumerios antes de que los espíritus retornen al inicio.

Mercedes Tunubalá, alcaldesa de Silvia, aprendió de su madre cómo plantar y cosechar lo que la tierra produce. En su mandato, quiere fortalecer las economías indígenas y agrícolas basadas en el yatul, que ayuda a las familias a ahorrar el 80 % en alimentos esenciales.

En Colombia, las las economías indígenas locales trabajan de manera diferente a la convencional, la neoliberal que prevalece en el resto de la región. Tunubalá dijo:

Desde la visión nuestra, la economía no es de mercado, sino de conservación. Siempre pensando en el medio ambiente, en el entorno, en el relacionamiento de los espíritus de la naturaleza y el respeto de la madre tierra, respeto que debe tenerse en cada uno de los pasos del ciclo de la producción.

*Este artículo fue posible gracias al apoyo de Internews’ Earth Journalism Network y de Diana Jembuel.

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